El brutal asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, ha expuesto una vez más las grietas en la estrategia de seguridad del gobierno federal. La presidenta Claudia Sheinbaum, en su primera gran prueba de manejo de crisis, recurrió a un guion familiar: negar la gravedad del hecho, minimizarlo con frases burocráticas y eludir responsabilidades políticas. Este enfoque, heredado de su predecesor Andrés Manuel López Obrador (AMLO), prioriza la narrativa oficial sobre el consuelo a las víctimas y la rendición de cuentas.
El pasado fin de semana, Carlos Manzo, de 45 años y militante de Morena –el partido en el poder–, fue acribillado en las calles de Uruapan, una ciudad michoacana con más de 350 mil habitantes, comparable en tamaño a Anaheim o Cleveland en Estados Unidos. El ataque, perpetrado por sicarios armados, no solo dejó un saldo de un muerto y dos heridos, sino que representa el quiebre institucional número 20 de un alcalde asesinado en funciones desde 2018.
En su conferencia matutina del lunes, Sheinbaum evitó cualquier mención personal al fallecido. En cambio, culpó al ex presidente Felipe Calderón y a la «guerra contra el narco» iniciada en 2006. «Esto es herencia de políticas pasadas», afirmó, recurriendo a un argumento recurrente que desvía la atención de los desafíos actuales. El secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, ofreció el único gesto de empatía al calificar a Manzo como «valiente», pero la mandataria optó por el silencio sobre la viuda y los huérfanos.
La triada de la crisis: un patrón predecible
La respuesta de Sheinbaum sigue un patrón claro, apodado aquí como la «triada de la crisis»: negar, minimizar y eludir. Primero, la negación: al insistir en que el asesinato es un eco del pasado, ignora las estadísticas recientes. Michoacán registró 1,200 homicidios dolosos solo en 2025, un 15% más que el año anterior, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Segundo, la minimización: frases como «se está investigando», «cero impunidad» y «atención a las causas» –un eufemismo para la política de «abrazos, no balazos»– diluyen la urgencia. Expertos en seguridad, como el analista Alejandro Hope, han criticado esta retórica por su falta de concreción: «¿Qué significa ‘atender las causas’ cuando un alcalde muere en servicio?».
Tercero, la elusión: el foco se traslada a los críticos. «El movimiento es la víctima», dijo Sheinbaum, aludiendo a supuestos ataques de la oposición y la prensa. Este giro partidista –»la 4T contra los conservadores»– transforma una tragedia en munición política, excluyendo al dolor colectivo de la ecuación.
Propaganda populista: ¿Por qué la sociedad aplaude?
Esta estrategia no es nueva. Como con AMLO, los criminales evaden el estigma de «buitres», reservado para opositores y medios. Sheinbaum añade un matiz de frialdad: sin palabras de consuelo ni reconocimiento a Manzo como excompañero de Morena, su discurso carece de humanidad. «No hay pausa para el velorio», resume un analista político consultado, quien prefiere el anonimato por temor a represalias.
El impacto ético es profundo. Comunicar en crisis exige verdad, explicaciones y cambios, no riñas partidistas. Al priorizar la popularidad –Sheinbaum mantiene un 60% de aprobación, según encuestas de Mitofsky–, el gobierno sacrifica la sanación social. No se debate la estrategia de seguridad, no se asignan responsabilidades y no hay justicia para víctimas. En cambio, se propaga un relato que divide: «¿Quieren que regrese García Luna? ¿Intervención de EU?».
La pregunta inquietante es por qué México tolera este ciclo. Intelectuales y profesionales, con herramientas para desmontar la demagogia, optan por el silencio o la complicidad. «Es una decisión personal de la que cada quien rendirá cuentas», advierte el autor, quien ha estudiado la propaganda populista durante años.
La muerte de Manzo no es un caso aislado. Uruapan hoy, Culiacán mañana, Cancún o Guadalajara pasado. México acumula 150 mil homicidios desde 2018, y la promesa de «cero impunidad» choca con solo 2% de casos resueltos. Mientras la presidenta repita la triada, la sociedad queda sin brújula moral: sin verdad compartida, sin prioridades comunes, sin futuros viables.
Lo que falta es la respuesta ciudadana. «¿Qué haremos nosotros, los que nos decimos ciudadanos?», se pregunta el texto. En un país donde la violencia estalla en lo inesperado, negar, minimizar y eludir no solo ofende la memoria de Manzo: ofende a todos.
(Con información de Letras Libres, Edición España, N° 290 / Noviembre 2025. La libertad amenazada)


