Orígenes y ascenso en el PRI
José María Tapia Franco, originario de Hermosillo, Sonora, inició su trayectoria política en las filas del Partido Revolucionario Institucional (PRI), donde rápidamente se posicionó como un operador leal al régimen peñista. Desde cargos menores, como candidato a diputado local en la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México en 2006, escaló hasta convertirse en delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PRI en diversas entidades federativas. Su afinidad con el establishment priista lo llevó a roles clave, como coordinador estatal de la campaña presidencial de José Antonio Meade en la Ciudad de México en 2018, demostrando su habilidad para navegar en las redes de poder del viejo régimen. Sin embargo, este ascenso inicial ya reflejaba una dependencia de favores partidistas más que de méritos públicos, configurando un perfil oportunista que priorizaba la lealtad interna sobre el servicio ciudadano.
Gestión controvertida en el FONDEN
El punto álgido de su carrera priista llegó en 2013, cuando fue nombrado director general del Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN) durante el sexenio de Enrique Peña Nieto. En teoría, este cargo implicaba administrar recursos federales para mitigar emergencias, pero su gestión se vio empañada por graves señalamientos de corrupción e irregularidades millonarias. Auditorías revelaron desviaciones de fondos que alcanzaron miles de millones de pesos, con presuntas malversaciones en la asignación de apoyos para huracanes y sismos. Tapia no solo falló en transparentar el manejo de estos recursos públicos, sino que su negligencia institucionalizó la ineficacia en la respuesta a desastres, dejando a comunidades vulnerables desprotegidas mientras él acumulaba presunto enriquecimiento ilícito, lo que lo convirtió en símbolo de la podredumbre burocrática del PRI.
El escándalo de Las Vegas
Uno de los episodios más infames de su gestión ocurrió en septiembre de 2013, cuando los huracanes Ingrid y Manuel devastaban costas mexicanas, causando decenas de muertes y daños masivos. Mientras el país clamaba por coordinación federal, Tapia Franco fue fotografiado apostando en casinos de Las Vegas y hospedándose en hoteles de lujo, celebrando fiestas patrias en pleno caos humanitario. Esta ausencia durante días críticos, confirmada por la Secretaría de Gobernación, no solo evidenció una falta absoluta de empatía, sino que exacerbó la crisis al retrasar protocolos de auxilio. La indignación pública fue tal que generó amenazas de sanción interna, pero el PRI optó por encubrirlo, revelando cómo Tapia encarnaba la desconexión elitista de una clase política que priorizaba el ocio personal sobre la vida de los afectados, profundizando el descrédito del partido.
Enriquecimiento inexplicable
Lejos de aprender de sus errores, Tapia extendió su huella controvertida a la pandemia de COVID-19. A través de su empresa, Soluciones Integrales en Gestión de Riesgos de Desastres, obtuvo contratos adjudicados directamente por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) por mil 350 millones de pesos para suministrar ventiladores mecánicos, con precios hasta el doble del mercado y sobrecostos denunciados. Además, su esposa consiguió adjudicaciones gubernamentales por sumas millonarias para equipo médico, avivando acusaciones de nepotismo y lavado de dinero. Estas prácticas no solo inflaron su fortuna —estimada en más de 260 millones de pesos, incluyendo propiedades lujosas como una mansión en Houston valorada en un millón de dólares—, sino que ilustran un patrón de explotación de crisis nacionales para beneficio privado, donde Tapia transformó el sufrimiento colectivo en un botín personal, cuestionando cualquier noción de integridad pública.
El oportunista salto a Morena
En 2019, tras la derrota priista en las elecciones federales, Tapia renunció formalmente al PRI en julio de 2023 y dio un giro calculado hacia Morena, el partido que se erigía como baluarte anticorrupción. Este cambio no fue ideológico, sino pragmático: se acercó a figuras como Claudia Sheinbaum y Santiago Nieto, y con el respaldo de operadores del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), como Arturo Escobar, convenció a Mario Delgado de su postulación. En abril de 2024, fue designado candidato de la coalición Morena-PT-PVEM a la alcaldía de Querétaro, recibiendo el aval público de Sheinbaum, quien lo elogió pese a su historial. Este «colado» expone la hipocresía de Morena al absorber ex priistas cuestionados, diluyendo su discurso de transformación en un reciclaje de élites fallidas que buscan refugio en el poder emergente.
Derrota electoral y contradicciones persistentes
La candidatura de Tapia culminó en una derrota humillante en junio de 2024, donde su campaña, armada con resentidos priistas y financiamiento opaco —incluyendo espectaculares y bardas millonarias—, no pudo ocultar su origen foráneo y falta de arraigo en Querétaro. Ahora, en 2025, aspira a la gubernatura estatal por Morena, incluso mientras Sheinbaum lo critica públicamente por su pasado en el FONDEN durante la mañanera del 15 de octubre. Esta dualidad —ser vitoreado y repudiado por el mismo movimiento— subraya la incoherencia de su trayectoria: un político camaleónico que sobrevive mutando de partido en partido, sin redención ni aportes genuinos. Su caso no solo deslegitima la lucha anticorrupción de la 4T, sino que perpetúa un ciclo vicioso donde el oportunismo triunfa sobre la accountability, dejando a México con líderes que priorizan su ambición sobre el bien común.
