Ciudad Juárez, Chihuahua.- En la madrugada del próximo domingo 2 de noviembre, los relojes de Ciudad Juárez y El Paso, Texas, marcarán un retroceso simbólico hacia atrás, ganando una hora extra de sueño en medio del ajetreo fronterizo. A las 2:00 de la mañana, los habitantes de estas ciudades gemelas deberán ajustar sus relojes para regresar al Horario Estándar de la Montaña (MST), un cambio que sincroniza ambas orillas del Río Bravo y que se extenderá hasta el 8 de marzo de 2026, cuando regrese el horario de verano. Aunque la mayoría de los dispositivos modernos se actualizan solos, expertos recomiendan verificar relojes analógicos, alarmas y vehículos el sábado por la noche para evitar confusiones en el cruce diario de la frontera.
Este ritual anual no es solo un capricho climático, sino una necesidad económica tejida en la historia compartida de México y Estados Unidos. En la región, el ajuste afecta a once municipios chihuahuenses —incluyendo Ojinaga, Ascensión, Práxedis Guerrero, Guadalupe y Calvo, Nuevo Casas Grandes, Casas Grandes y Janos—, todos alineados con el calendario estadounidense para mantener el pulso comercial sin interrupciones. Mientras el resto de México abandonó el horario de verano en 2022 para simplificar la vida cotidiana, estas zonas fronterizas conservan el cambio estacional, un eco de decretos pasados que priorizan la fluidez en aduanas y mercados.
Orígenes en la frontera
El cambio de horario en la frontera norte de México tiene raíces profundas en la interdependencia económica con su vecino del norte. Introducido en Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial como medida de ahorro energético —inspirado en ideas de Benjamin Franklin—, el Daylight Saving Time cruzó el Río Grande en 1996, cuando el entonces presidente Ernesto Zedillo lo implementó a nivel nacional para alinear el país con el socio comercial principal. En Ciudad Juárez, esta adaptación no fue opcional: el desfase horario de una hora generaba caos en puentes internacionales, retrasando envíos de mercancías y afectando a miles de trabajadores transfronterizos que cruzan diariamente por empleo o familia.
Años después, en 2022, un breve desajuste temporal —cuando Juárez no retrocedió mientras El Paso sí lo hizo— provocó amaneceres asincrónicos y quejas de comerciantes por la pérdida de competitividad. Hoy, la normativa vigente, establecida por decreto presidencial, obliga a estas ciudades a seguir el ritmo texano: adelantar relojes en marzo y retrocederlos en noviembre. El objetivo principal sigue siendo económico: evitar que el flujo de camiones, turistas y binacionales se atasque en horarios desfasados, preservando un comercio que mueve miles de millones de dólares al año en la región.



