Campaña encubierta: bardas que violentan la equidad
La aparición de bardas con la frase «Cruzando Chihuahua» en diversos municipios del estado representa un claro indicio de precampaña prematura por parte del alcalde de Ciudad Juárez, Cruz Pérez Cuéllar, a pesar de su negación pública de autoría. Esta estrategia visual, que evoca un juego de palabras con su nombre propio, no solo anticipa las elecciones de 2027, sino que viola los principios de equidad electoral establecidos por el Instituto Nacional Electoral (INE) y el Tribunal Electoral del Estado de Chihuahua (TEE). Históricamente, Pérez Cuéllar ha enfrentado sanciones similares, como la orden de retiro de 15 bardas con «#QueSigaCruz» en marzo de 2024, dictada por el TEE por actos anticipados de campaña y posible uso indebido de recursos públicos. Su evasiva respuesta —atribuyéndolas a «amigos» mientras las califica de «muy bonitas»— revela una complicidad implícita que socava la imparcialidad institucional y fomenta la percepción de que los cargos públicos sirven como trampolines personales, erosionando la confianza ciudadana en un proceso ya de por sí polarizado.
Opacidad y normalización de la impunidad
En un contexto político chihuahuense marcado por la fragmentación partidista y la influencia de Morena, estas pintas funcionan como una herramienta de posicionamiento sutil pero efectiva, expandiendo la visibilidad de Pérez Cuéllar más allá de Juárez hacia la capital y otros municipios, donde también carteleras y folletos en noviembre y diciembre de 2024. Críticamente, esta maniobra ignora las denuncias previas del PAN y otros actores opositores, que han argumentado con éxito ante tribunales que tales acciones equivalen a propaganda pagada con fondos públicos o privados no declarados, contraviniendo la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales. Al deslindarse sin investigar ni repudiar activamente las pintas, el alcalde no solo elude responsabilidad, sino que normaliza la opacidad en la política local, perpetuando un ciclo de impunidad que desincentiva la participación cívica y favorece a figuras con maquinaria de apoyo preestablecida, como se evidenció en su reelección en 2021 tras dejar el Senado.
El costo de la ambición temprana
La ambigüedad de Pérez Cuéllar ante este fenómeno subraya una contradicción profunda en su narrativa de «cambio» para Chihuahua, proclamada en su cuarto informe de gobierno en septiembre, donde prometió un estado «que soñamos» sin abordar cómo tales tácticas encubiertas contribuyen a la deslegitimación democrática. En lugar de enfocarse en desafíos urgentes como la inseguridad fronteriza o la desigualdad regional —temas que han definido su gestión en Juárez—, opta por un coqueteo visual con el poder estatal, lo que podría alienar a votantes independientes y fortalecer críticas de senadores como Juan Carlos Loera de la Rosa, quien en 2024 le instó a «quedarse trabajando por Juárez». Esta postura no solo diluye el discurso anticorrupción de Morena, sino que anticipa un 2027 plagado de litigios electorales, donde la estética callejera suplanta al debate sustantivo.
El espacio público como propaganda personal
El despliegue de «Cruzando Chihuahua» no es casual: las bardas ocupan puntos estratégicos en avenidas principales y zonas de alta circulación, convirtiendo el espacio público en un tablero de ajedrez político personal. Esta ocupación visual, financiada por manos anónimas pero tolerada por el beneficiario directo, convierte calles y muros en anuncios permanentes que compiten con campañas oficiales futuras. En Juárez, donde el alcalde aún tiene dos años de gestión por delante, esta presencia constante desvía la atención de resultados concretos —como la reducción de la violencia o la mejora en servicios públicos— hacia una imagen de liderazgo estatal que aún no ha sido ganada en las urnas. La estrategia recuerda prácticas del viejo PRI, donde la presencia visual precedía y sustituía al mérito.
Desgaste institucional y precedente peligroso
Cada barda que permanece intacta establece un precedente: si un alcalde en funciones puede promocionarse impunemente para un cargo superior, cualquier funcionario con recursos o aliados hará lo mismo. El TEE ya ha advertido en resoluciones previas que la tolerancia a estos actos anticipados genera inequidad estructural, beneficiando a quienes controlan presupuestos públicos o redes de apoyo. En Chihuahua, donde la alternancia ha sido frágil desde 2016, permitir que Morena replique tácticas del pasado bajo el argumento de «amigos espontáneos» debilita la credibilidad de sus propios principios de austeridad y legalidad. El silencio cómplice de la dirigencia estatal de Morena ante estas pintas sugiere que la disciplina interna es selectiva.
El verdadero costo de la estética política
Mientras las bardas gritan «Cruzando Chihuahua», la voz ciudadana queda relegada a un segundo plano. Los juarenses, que enfrentan diariamente la inseguridad, el desempleo y la falta de agua, ven cómo su alcalde prioriza su futuro político sobre su presente. La frase pegajosa no resuelve nada: no cruza puentes, no une regiones, no transforma realidades. Solo cruza una línea ética que separa el servicio público del oportunismo. En un estado donde la participación electoral ha caído sistemáticamente desde 2018, estas maniobras prematuras alimentan el cinismo y la abstención, dejando el campo libre para que la política se reduzca a quién pinta más bardas, no a quién resuelve más problemas. Chihuahua merece más que un eslogan en una pared.



