El nuevo papa León XIV, de 69 años, tuvo una vocación temprana desde niño supo su futuro serían los hábitos. Sus padres, sobre todo su madre Mildred Martínez, tuvieron un gran peso en ese camino: una familia de misa diaria, de padre catequista y una madre cuya labor mantenía en pie la parroquia católica en la que se crió el futuro Sumo Pontífice.
Al Agustino Robert Prevost Martínez, la vocación le vino desde casa. En Dolton, un suburbio de Illinois a 35 kilómetros de Chicago, donde la cocina materna de Mildred Martinez Prevost tenía tal fama que los sacerdotes con los que trataban ella y su marido Louis buscaban cualquier excusa para comer en el hogar del joven Prevost. Razones había: Martinez era nieta de españoles y el resto de su familia se había criado en la cuna de una de las pocas gastronomías reseñables de Estados Unidos: Louisiana.
Martinez tenía un perfil avanzado para su época: nacida en 1911, se convirtió en universitaria a los 34 años, tras estudiar primero un grado en biblioteconomía y un master en la también católica universidad DePaul (dependiente de los padres paules). Pero al mismo tiempo la vocación corría en la familia hasta tal punto que dos de las hermanas de Mildred se ordenaron monjas. Y Louis, su marido, además de director de colegio también era catequista. En una parroquia, Santa María de la Asunción, en la que los Prevost, de misa diaria, eran omnipresentes. El futuro papa, Robert Prevost, creció con la Iglesia, rodeado de hábitos, y ya desde pequeño decían sus compañeros que se sentía “destinado” a elegir el camino eclesiástico. Su vocación fue tan temprana como firme. A los 14 años, eligió el seminario directamente en vez del instituto agustino Mendel, donde estudiaron sus hermanos y trabajaba su madre.
Una vocación en la que es fácil ver la influencia materna. Millie, como la llamaban, era una dinamo en la vida parroquial: cantaba en el coro, presidía o participaba en las distintas sociedades laicas, ayudaba en la parroquia, y echaba mano de sus conocimientos no sólo en las bibliotecas escolares, también en las del obispado. Incluso se encargó de poner en marcha la biblioteca de la parroquia familiar. Su hijo, mientras, aprovecharía su titulación en Matemáticas para convertirse en profesor de Matemáticas y Física a tiempo parcial en el mismo instituto, el Mendel, en el que trabajó su madre, aunque no llegaron a coincidir por tres años. Poco después de ordenarse sacerdote, Robert Prevost visitaría Roma, donde conocería a Juan Pablo II, y partiría hacia las misiones en Perú en 1985. Mildred Martinez fallecería en 1990, pero incluso hoy su recuerdo sigue vivo en la misma parroquia donde entre las fotos de honor se encontraba la del monaguillo que conoció a Juan Pablo II y que hoy, más de 40 años después, ocupa su puesto como obispo de Roma. (Con información de Vanity Fair)
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...
Relacionado