
Semblanza de Robert Francis Prevost: El cardenal puente entre dos mundos
En el corazón de la Iglesia Católica, donde la tradición y la modernidad se entrelazan, emerge la figura de Robert Francis Prevost Martínez, como el Papa León XIV.
Nacido el 14 de septiembre de 1955 en Chicago, Illinois, Prevost con 69 años encarna una rara combinación de pragmatismo norteamericano y sensibilidad pastoral latinoamericana, forjada durante casi dos décadas de servicio misionero en Perú. Se destaca por un ascenso fulgurante en la jerarquía eclesiástica, su discreción y su capacidad para tender puentes.
Raíces y formación: Un académico con vocación misionera
Hijo de Louis Marius Prevost, de ascendencia francesa e italiana, y Mildred Martínez, de raíces españolas, Robert creció en un hogar católico de clase trabajadora junto a sus dos hermanos, Louis Martín y John Joseph. Su infancia en Chicago, una ciudad de contrastes culturales, moldeó su carácter afable y su apertura al diálogo. A los 18 años ingresó a la Universidad de Villanova, donde obtuvo una licenciatura en Ciencias Matemáticas en 1977, complementada con una especialización en Filosofía. Su rigor analítico se consolidó en la Catholic Theological Union de Chicago, donde logró una maestría en Divinidad con énfasis en Misión Intercultural en 1982. Posteriormente, en Roma, se doctoró magna cum laude en Derecho Canónico en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (Angelicum), con una tesis sobre el rol del prior local en la Orden de San Agustín.
En 1977, Prevost dio un paso decisivo al ingresar al noviciado de la Orden de San Agustín (OSA) en Saint Louis, profesando sus votos solemnes en 1981 y ordenándose sacerdote en 1982. Su vocación no se limitó a la academia: desde joven mostró un impulso misionero que lo llevaría a las periferias, un eco del mandato franciscano de “ir a las ovejas”.
Perú: El crisol de su ministerio
En 1985, apenas tres años después de su ordenación, Prevost fue enviado a Perú, un país que marcaría su vida y ministerio. Su primer destino fue Chulucanas, en Piura, donde sirvió como vicario parroquial de la catedral y canciller de la Prelatura Territorial. Tras un breve retorno a Chicago en 1987, donde asumió roles de formación vocacional, regresó a Perú en 1988 para dirigir el seminario agustiniano en Trujillo durante una década. Allí, además de formar sacerdotes, enseñó derecho canónico, actuó como juez del tribunal eclesiástico y lideró una comunidad en las periferias de la ciudad. Su dominio del español y su empatía con la cultura local lo convirtieron en un pastor cercano, conocedor de las realidades de pobreza y marginación.
En 2014, el Papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, y en 2015 lo consagró obispo titular de la misma. Durante su gestión, Prevost enfrentó desafíos como la crisis de abusos sexuales vinculada al Sodalicio de Vida Cristiana, un movimiento disuelto por Francisco en 2025. Aunque su liderazgo fue cuestionado por presunto encubrimiento en casos de abuso, estas acusaciones fueron refutadas por la diócesis y por el periodista peruano Pedro Salinas, quien las calificó de “absolutamente falsas”.
Ascenso en la Curia: El estratega silencioso
La carrera de Prevost dio un giro en 2023 cuando Francisco lo llamó a Roma para asumir dos roles clave: prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina. El primero, uno de los cargos más influyentes de la Curia, lo convirtió en el “ojeador” de obispos a nivel global, asesorando al Papa en nombramientos que definen el rumbo de la Iglesia. Su enfoque, alineado con la sinodalidad y la opción por los pobres, refleja el legado reformista de Francisco. El segundo rol reforzó su conexión con América Latina, región que alberga a la mitad de los católicos del mundo.
En septiembre de 2023, Francisco lo creó cardenal diácono de Santa Mónica, y en febrero de 2025 lo elevó a cardenal obispo de la diócesis suburbicaria de Albano, un gesto que subrayó la confianza del Papa en él. Su membresía en siete dicasterios de la Curia y en la Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano evidencian su peso en la estructura vaticana.
El perfil de Prevost lo distingue como un puente entre el Norte y el Sur global, entre conservadores y reformistas. Su moderación, discreción y experiencia en periferias lo alinean con el espíritu franciscano, mientras que su origen estadounidense lo posiciona como un contrapeso potencial frente a figuras como Donald Trump, cuya influencia política conoce bien.
¿Por qué es importante Robert Prevost?
Prevost representa un modelo de liderazgo eclesial en transición: un pastor con raíces en las periferias, un administrador con visión global y un reformista cauto que podría consolidar el legado de Francisco sin el carisma expansivo del pontífice argentino. Su trayectoria en Perú, donde incluso obtuvo la nacionalidad en 2015, lo dota de una sensibilidad única para dialogar con una Iglesia diversa y polarizada.
Prevost emerge como un Papa capaz de “desatar los nudos” del clericalismo sin quedar atrapado en la maquinaria vaticana. Como escribió Francisco en Evangelii Gaudium: “Prefiero una Iglesia accidentada a una Iglesia enferma de encierro”. Prevost, con su sobriedad y compromiso, parece dispuesto a evitar ese encierro, aunque el Espíritu Santo tendrá la última palabra.