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El Día de la Victoria

José Luis Muñoz Pérez Texto: José Luis Muñoz Pérez
8 mayo, 2025
en > Efemérides
Tiempo de Lectura: 64 minutos
Portada Efemérides
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Investigación y edición de José Luis Muñoz Pérez

Un  8 de mayo como hoy hace 80 años, en 1945,  el mundo estalló jubiloso en el que quizá sea el día más festivo de la era moderna, por un grandioso acontecimiento: La Rendición de los Nazis.

Dificilmente otra fecha podría equipararse con la alegría y el regocijo que causó en millones y millones de seres humanos la noticia de que el ejército más odiado de todos los tiempos deponía las armas ante los aliados victoriosos en la ciudad de Reims.

Se le conoce como El Día de la Victoria.

Churchill saluda a la multitud eufórica en Londres

La historia se vistió de gloria.

Sólo un vencedor estaba enfurecido: el mandamás soviético Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, alias Stalin.

Él, que se había apresurado a tomar Berlín antes que los norteamericanos. Él, que pese a  que en algún momento firmó un pacto con Hitler para repartirse Europa y  luego de verse traicionado destrozó a su ejército. Él, cuya nación aportó el mayor número de muertos en la guerra,  27 millones. Él, que anhelaba pasar a la historia como el gran vencedor sin ser el único. Él, también un despiadado dictador que oficialmente firmaba con su apodo que significa Hombre de Acero,  reclamó a sus aliados que la rendición no era válida porque no se había firmado en territorio bajo su dominio, Berlín,  y que debía ser su comandante militar más importante quien aceptara la capitulación de Alemania.

Así que hubo que repetir la firma.

Jodl firma en Reims el 7 de mayo

Por lo tanto, los nazis se rindieron 2 veces: Alfred Jodl  firmó en el Cuartel General de Dwight D. Eisenhower, Comandante Supremo Aliado en Europa el 7 de mayo en Reims, Francia; y  el 9 lo hizo  Wilhem Keitel en Karlshorst, un suburbio de  Berlín, en el cuartel del mariscal soviético Georgy Zhukov, ante  una pequeña delegación aliada. Jodl era el comandante en jefe de las fuerzas alemanas en Europa y Keitel el jefe máximo del ejército nazi.

Wilhem Keitel firma en Karlshorst

Pero  en París, en Londres, en Nueva York, en Roma, en México, en El Cairo y en Lisboa, en Atenas, en Amsterdam y en decenas de ciudades del mundo millones de personas  celebraron el fin de la guerra en Europa el día 8 en que, efectivamente, sucedió el alto al fuego, antes de la rendición en Berlín.

Los rusos por su parte aún celebran el Día de la Victoria cada 9 de mayo. La prensa soviética en aquella primavera ni siquiera informó de la rendición de Reims hasta   el día 10, pero por supuesto destacó la firma del día 9, exaltando la orquestación  propagandística para que Stalin pudiera atribuirse el mayor mérito por la derrota de Hitler.

Acta de la rendición en Reims

Hitler, la bestia demencial que provocó la guerra, se había suicidado oficialmente el 30 de abril, apremiado por el pavor a caer en manos de los rusos, aunque aún hay quienes ponen el hecho  en duda, sin mucha credibilidad. El fascista Mussolini, el gran aliado de Hitler,  había sido capturado por partisanos italianos cuando pretendía huir de Italia el 28 de abril a la frontera suiza y ejecutado junto a su esposa,  y luego expuestos ambos  con otros acompañantes  en una plaza de Milán, donde la muchedumbre enfurecida los apaleó, los azotó, los martilló,  los balaceó cuanto quiso y los colgó de cabeza.

El 29 de abril las tropas alemanas destacamentadas en Italia se habían rendido ante el Mariscal inglés Harold George Alexander, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en el  Frente del Sur de Europa y el Mar Mediterráneo.

La segunda firma de rendición total, sin embargo, también tuvo su gracia. Formalmente no sólo cumplió la vanidad de Stalin, sino además satisfizo que  el jefe máximo del ejército alemán Wilhem Keitel fuese quien estampara su rúbrica.

Hitler había nombrado a Karl Dönitz, un almirante naval y ferviente lacayo sucesor suyo como Jefe del Estado Alemán en caso de muerte. Dönitz delegó en Alfred Jodl, comandante del mando de operaciones de las Wehrmacht – las fuerzas armadas unificadas del eje- en el teatro de guerra europeo,  para que negociara la rendición con Eisenhower. Sin embargo, para Stalin el comandante supremo era el mariscal Keitel.  Dönitz esperaba ganar tiempo con las negociaciones para sacar a todos los soldados y civiles alemanes posibles del alcance de los rusos, a quienes temían más que a nadie, no sin razón. Los alemanes llamaban despectivamente Untermenschen -subhumanos- a los rusos.  Y estos tenían un justificado e incomparable odio y rencor a los nazis.  Eisenhower rechazó toda negociación y exigió que Jodl firmara un acta de capitulación inmediata e incondicional. Jodl no tuvo más opción y transmitió sin dilación la orden de alto al fuego y de entregar las armas a los aliados.

Sin embargo Stalin, quien era sanguinario y engreído pero sagaz, argumentó un mito surgido tras el armisticio  de la Primera Guerra Mundial.  En 1918, cuando el Imperio Alemán se tambaleaba al borde de la derrota, fue remplazado por una República Parlamentaria. Matthias Erzberger, el nuevo jefe de Estado, firmó el armisticio de Compiègne, en el que Alemania se rendía incondicionalmente. La capitulación de 1918 fue una sorpresa para casi todos los civiles alemanes, a quienes habían engañado afirmando  que su ejército estaba a las puertas de la victoria. Consecuentemente se desataron los  rumores de que el nuevo gobierno civil “empujado por  marxistas y  judíos”,  había “apuñalado por la espalda al ejército”. De hecho,  Erzberger fue asesinado por ese mito, que se convirtió en un lugar común entre los miembros del partido nazi explotándolo populistamente hasta hacerse con el poder y posteriormente.

Festejo en Time Square

Stalin argumentó que permitir que Jodl se rindiera en nombre de Alemania   podría “abrir la puerta a otro mito de puñalada por la espalda”, ya que Dönitz,  jefe del estado civil -aunque era almirante-, había delegado en él y la nación germana  pudiera volver a insistir en que su rendición era ilegítima si alguien que no fuera el mariscal de campo Wilhelm Keitel, comandante supremo, firmaba personalmente el documento. Eso convenció a  los aliados de que no era contradictorio y  aceptaron una nueva capitulación, otorgándoles doble seguridad.

Iósif Stalin

Por supuesto, Stalin llegaba a ese momento con una gran autoridad política y militar, derivada principalmente por el torrente de sangre derramada por su pueblo.

Su férrea estrategia, que no admitió miramientos ni reparó en pérdidas humanas, avanzó desplazando a los nazis desde las orillas de Moscú hasta el corazón de Alemania y la propia Berlín.

Además, Franklin Delano Roosevelt, el Presidente de los Estados Unidos que  soportó sobre sus hombros todo el transcurso de la guerra desde antes de entrar en ella el 11 de diciembre de 1941 y que aportó una contribución militar semejante o superior y definitivamente el mayor recurso financiero para todos los aliados;  que  su política exterior, su diplomacia y su liderazgo hicieron de él una figura central en el conflicto,  había muerto menos de un mes antes,  el 12 de abril, de un infarto masivo en su casa de descanso familiar de Warm Springs, Georgia.

Vayamos por partes.

LOS INICIOS DE LA GUERRA

 

Hitler inició su ofensiva expansionista con una  gran habilidad diplomática, que llegó a convencer a algunos de que en sus intenciones había cierto sentido humano.

Al concluir la Primera Guerra Mundial  las regiones de Bohemia, Moravia y Silesia Oriental, donde la mayor parte de la población hablaba alemán y había tenido un origen  alemán en el siglo XIII cuando fueron invitados por los reyes de Bohemia a poblar la región, quedaron insertas en el nuevo país de Checoeslovaquia, fundado el 2 de octubre de 1918 como consecuencia de la disolución del Imperio Austro-Hungaro y del nuevo orden establecido por los ganadores de la guerra. Desde entonces a la región se le empezó a llamar Los Sudetes Alemanes, en referencia a la región montañosa del mismo nombre y a la identidad étnica de sus ocupantes.

El 1 de octubre de 1933 se creó el Partido Alemán de los Sudetes, dirigido por Konrad Henlein y su lugarteniente Karl Hermann Frank, quienes pactaron secretamente con el  Partido Nacionalsocialista Alemán, -que acababa de alcanzar el poder- aunque no era un partido propiamente nazi en su ideología, ni se expresaba como tal. Su vínculo con el partido de Hitler se mantuvo en secreto hasta 1935, tras obtener una clara victoria electoral con el 80 por ciento de los votos de la población germano parlante. Entonces reclamaron la formación de un estado federal alemán  en Checoeslovaquia, que fue rechazado por el gobierno central.

Konrad Henlein creó el Partido Alemán de los Sudetes y fue el primer aliado extranjero de Hitler

La situación política  adquirió paulatinamente niveles críticos por la insistencia del partido de los sudetes.

Mientras tanto, el 17 de marzo de 1936 Hitler ordenó a sus tropas ocupar la región desmilitarizada de Renania, en su propio país, que el Tratado de Versalles que puso fin a la Primera Guerra prohibía tácitamente. Renania, frontera con Francia,  debía permanecer  sin ejército en prevención de la seguridad del país galo. Pero Hitler,  violando el tratado decidió desafiar a los ganadores de la guerra que respondieron tibiamente y entre ellos le concedieron razones en pretender cambios al status quo. La débil y complaciente reacción de los aliados obedeció a la política de “apaciguamiento” que habían adoptado.

Tropas nazis entran en Renania

Paralelamente y  sin hacer ruido, el 25 de noviembre de 1936 Alemania y Japón  firmaron su primer pacto, el Antikomintern,  cuyo objetivo era contrarrestar la influencia de la Internacional Comunista liderada por la URSS. Italia se unió el año siguiente y en 1939 también España y Hungría.

Envalentonado por la pasividad de los aliados ante  la militarización de Renania, Hitler ordenó que el viernes 11 de marzo de 1938 sus  tropas ingresaran en Austria y el domingo 13 proclamó la anexión, con el beneplácito de buena parte de su población. Se llamaba desde 1918 República Austria Alemana. Recordemos que el mismo Hitler era austriaco por haber nacido en Braunau am Inn y se nacionalizó alemán en 1932.

Un parque en Viena lleva el nombre de México en memoria de que fue el primer país que protestó por la anexión nazi en 1938

México fue el primero de los países del mundo que  protestó ante la comunidad de las naciones por esa anexión de facto. En homenaje a tal gesto, una plaza en la margen del Danubio en Viena lleva el nombre de México, cuya prédica enarbolada por el Presidente Lázaro Cárdenas fue minimizada y careció de efecto. Pero el gobierno de Cárdenas siguió denunciando todo acto de agresión alemana en Europa y en el mundo  y a cada invasión alemana siguió, prácticamente de inmediato, una protesta del Secretario de Relaciones Exteriores Eduardo Hay, incluso con mayor prontitud que EU, Inglaterra y Francia.

Las potencias europeas justificaron  la anexión  entendiéndola nuevamente con tibieza como la rectificación de una equivocación cometida por los acuerdos de las potencias al finalizar la Primera Guerra y Hitler organizó un referéndum para validarla, que ganó cómodamente.

El mismo año, Hitler comenzó a presionar para que los Sudetes se unieran a Alemania, argumentando que era necesario reconocer y proteger los derechos de los alemanes étnicos que vivían allí, conquistando su simpatía, apoyado por el partido en el poder regional, con el que había hecho alianza. Invirtió en ello una tenaz campaña diplomática. Hasta ahí sus acciones habían tenido un supuesto carácter humanitario.

Firmantes del Acuerdo de Munich

El 29 de septiembre de 1938 Alemania (Hitler), Italia (Mussolini), Reino Unido (Naville Chamberlain) y Francia ( Édouard Daladier)  firmaron el Acuerdo de Munich, obligando a la República  de Checoslovaquia a ceder a la Alemania nazi los Sudetes, así como posiciones clave de su defensa militar, con el desacuerdo y  la protesta de otras naciones y de distinguidas personalidades de sus propios parlamentos, destacadamente Winston Churchill.

Churchill, que ya había advertido con encendidos discursos el peligro que representaba Hitler y condenado vehementemente la pasividad “apaciguadora” de Chamberlain se opuso terminantemente al acuerdo de Munich y lo calificó como una traición a Checoeslovaquia y a toda Europa.

De inmediato, Hitler envió sus tropas a ocupar la región de los sudetes  el primero de octubre.

Los lideres de Francia y Alemania esperaban con eso saciar los apetitos expansionistas de Hitler.

Entre el 14 y 15 de marzo de 1939, bajo presión alemana, los eslovacos declararon su independencia y formaron una República Eslovaca.

Y en violación del acuerdo de Munich,  Hitler  ocupó simultáneamente el día 14 la totalidad del territorio de Checoeslovaquia  y con gran velocidad formó el Protectorado de Bohemia y Moravia.

Territorio que ocupó Checoeslovaquia entre 1918 y 1938

Francia y el Reino Unido apenas desperezados de su amodorrada  política “apaciguadora” emitieron el 31 de marzo una declaración conjunta  comprometiéndose  a garantizar a Polonia la integridad de sus fronteras y a defenderla en caso de agresión.

La siguiente jugada en el tablero de Hitler era evidente.

Ribbertrop a la izquierda y Molotov franquean a Stalin

Stalin, observando el escenario y relamiéndose los bigotes avivó su propio apetito expansionista y promovió un Pacto de no Agresión con Hitler, que se conoce comúnmente como el Pacto Molotov-Ribbentrop, por los nombres de sus respectivos ministros de relaciones exteriores que lo negociaron. Tenía dos fases, una pública y otra secreta. La pública establecía que cada signatario se comprometía a no atacar al otro y a que, en caso de que uno de ellos fuera atacado por un tercer país, el otro no le prestaría ayuda de ningún tipo al atacante. Además,  acordaron que no participarían con otras potencias en ningún acuerdo contra el otro, ya fuera directa o indirectamente. El acuerdo de no agresión tendría una vigencia de diez años y se renovaría automáticamente por cinco años más si ninguno de los signatarios decidía terminarlo.

La fase secreta permitía que nazis y soviéticos crearan esferas de influencia en Europa oriental. Reconocía a Estonia, Letonia y Besarabia – hoy parte de Moldavia y Ucrania-  como territorios de la esfera soviética y establecía el acuerdo de dividir a Polonia a lo largo de los ríos Narev, Vístula y San.

Con el pacto Molotov-Ribbentrop en vigor, Alemania invadió Polonia el 1° de septiembre de 1939 sin temor a la intervención soviética. La joven República Eslovaca participó con un pequeño contingente al lado de los nazis.

El 3 de septiembre de 1939, Gran Bretaña y Francia,  en cumplimiento de su compromiso de  cinco meses antes le declararon la guerra a Alemania.

Apenas dos semanas después, el 17 de septiembre, la Unión Soviética cómodamente  también invadió Polonia desde el este.

Así inició la Segunda Guerra Mundial, con Stalin y Hitler como aliados.

Sin embargo, Hitler de ninguna manera era alguien en quien se pudiera confiar.

Ambos  actuaron para tomar el control de las esferas de influencia acordadas. Modificaron el protocolo para asignar también  Lituania y la ciudad de Vilnius (entonces llamada Wilno y perteneciente a Polonia) a la esfera soviética, y ajustaron la frontera polaca que habían establecido. El 29 de septiembre de 1939 se repartieron el país. Alemania ocupó la región occidental y la mayor parte central, entregando al Reich las provincias occidentales.

(Entre paréntesis, recuerdo que en 1998 conversé con el ya expresidente de Polonia Lech Walessa -1990-1995-, hombre clave en la derrota del comunismo soviético, en una visita que realizó a México y entre muchos temas me comentó: Yo se que ustedes tienen un dicho muy popular que dice Pobre México, tan lejos de Dios y tan  cerca de los Estados Unidos. Lo entiendo -dijo- pero no es tan trágico. Recuerden a mi país, ubicado entre Rusia y Alemania)

Stalin invade Finlandia

Asimismo, de conformidad con el acuerdo Molotov-Ribbentrop, el 30 de noviembre de 1939 los soviéticos atacaron Finlandia. Después de una guerra de cuatro meses, se anexaron el territorio finlandés a lo largo de la frontera soviética, en particular la zona cercana a Leningrado (la actual San Petersburgo). En el verano de 1940, los soviéticos ocuparon y se incorporaron las repúblicas bálticas de Estonia, Letonia y Lituania. También se apoderaron de las provincias rumanas de Bukovina del Norte y Besarabia.

Francia e Inglaterra no mostraron reflejos. Habían perdido  brújula y resorte. Si bien declararon la guerra a Hitler, nada hicieron para defender las fronteras polacas más allá de rabietas simbólicas y mediáticas y tampoco declararon la guerra a la URSS.

Aprovechando la pasividad, Hitler invadió Dinamarca el 9 de abril de 1940, violando su neutralidad. Para evitar un inútil derramamiento de sangre, el gobierno danés se rindió casi inmediatamente. Se le respetó su autonomía, y los nazis permitieron indirectamente, y de manera clandestina, el escape del país de la comunidad judía

Winston Churchill redobló su oposición y denuncia atacando sistemáticamente a Chamberlain, quien no soportó la presión y finalmente fue derrocado en mayo de 1940.

El 10 de mayo  Winston Churchill asumió como Primer Ministro del Reino Unido y se convirtió en el líder bujía de la guerra contra Hitler, incansable e indomable, tenaz y persistente. Sin él, sin duda Hitler hubiera dominado a Europa y quizá el mundo entero.

Chamberlain. Su apaciguamiento resultó campo fértil para la guerra

Simultáneamente, el mismo 10 de mayo, mientras Churchill tomaba posesión,  Hitler desplegó una gran ofensiva sobre Europa occidental a través de los Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, que incluyó la invasión de Francia.

Fueron presa fácil.

La política de “apaciguamiento” había resultado el campo más fértil para la guerra.

Hitler mostró que era insaciable.

El 14 de junio de 1940 las tropas nazis entraron triunfantes en París.

El gobierno huyó hacia el sur, mientras los invasores ocupaban la mayor parte del país.

Francia.- La llamada Zona Libre en realidad estaba bajo un gobierno títere al servicio de los nazis

El 16 de junio Paul Reynaud renunció como primer ministro y fue sustituido por el mariscal Phillipe Pétain, quien se enfocó a lograr un inmediato armisticio que firmó en Campiégne el 22.

Francia quedó en su mayor parte, norte y occidente, ocupada por los nazis y en una porción del sur se estableció el régimen de Vichy, oficialmente el Estado Francés, un gobierno títere y colaboracionista de los nazis con influencia en esa parte del territorio y en la totalidad del imperio colonial, liderado por Pétain. Asumió el mantenimiento de las fuerzas de ocupación, obligó a los jóvenes franceses a trabajar en Alemania para apoyar la economía de guerra nazi, luchó contra la Resistencia y participó activamente en el exterminio masivo de los judíos residentes en el país.

Ese mismo mes Italia, liderada por El Duce Benito Mussolini que había sido aliada informal de Alemania desde 1936, entró oficialmente a la guerra.

Hitler avanzaba sin resistencia ante la inexistencia de una defensa organizada.

El 27 de septiembre de 1940  con gran lucimiento y difusión, Alemania Japón e Italia protocolizaron su Pacto Tripartito, dándole carácter militar y político, que luego se conocería como El Eje.  Los firmantes fueron Joachim von Ribbentrop por Alemania, Galeazzo Ciano por Italia, y Kurusu Saburo por Japón.

Firma del Pacto de Berlin

Este hecho significó la globalización de la guerra. Hasta entonces el conflicto en Europa  transcurría desvinculado  de la invasión de Japón a China, iniciada desde el 18 de septiembre de 1931.

Japón había codiciado durante mucho tiempo a Manchuria por sus recursos naturales, como el carbón y el hierro. También lo vio como una zona de amortiguación contra la Unión Soviética y una base para futuras conquistas en Asia. El pretexto para la invasión fue el Incidente de Mukden, un sabotaje quizá montado por los propios japoneses  a un ferrocarril de propiedad japonesa cerca de la ciudad de Mukden. Los japoneses culparon a los nacionalistas chinos y lanzaron un ataque a gran escala, que claramente ya tenían preparado. El general en jefe del Ejército de Kwantung, Shigeru Honjō, ordenó a sus fuerzas que ampliaran rápidamente sus operaciones a lo largo del Ferrocarril del Sur de Manchuria. Bajo las órdenes del teniente general Jirō Tamon, las tropas de la 2.ª División se movilizaron por la línea del ferrocarril y capturaron a prácticamente todas las ciudades a lo largo de sus 1,114 km en cuestión de días. El ejército chino estaba mal equipado y desmoralizado, y no  pudo resistir. En pocos meses, Japón había ocupado toda la región y establecido un estado títere llamado Manchukuo.  La agresión nipona también significó un  conflicto con los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética, que tenían intereses y colonias en el Pacífico. La comunidad internacional condenó la agresión de Japón, pero hizo poco o nada  para detenerla.  Estados Unidos emitió la Doctrina Stimson, declarando que no reconocería ningún cambio en la soberanía de China y el presidente Roosevelt decretó el embargo de armas y prohibió exportaciones norteamericanas a Japón para debilitar su economía y capacidad industrial y militar.  La Liga de las Naciones condenó severamente a los japoneses, pero con efecto nimio y fútil.

Japoneses del Ejército de Kwantung entran en Manchuria

Japón ignoró la presión y continuó desplegando sus ambiciones imperiales. Atacó Shanghai en 1932 y lanzó una guerra a gran escala contra China en 1937, cometiendo graves atrocidades contra civiles.

Para 1940 Japón ya ocupaba buena parte del territorio chino, completamente la región de Manchuria; la costa  este, incluyendo Shangai, Nankin y Canton; varias provincias del norte como Hebei, Shandong y Shanxi y había establecido tres gobiernos títeres con amplia jurisdicción territorial, mientras avanzaba insaciable.

Shangai después del bombardeo japonés

El pacto tripartita de 1940 indicaba sin duda que Alemania y Japón pretendían el reparto del mundo, llevando a Italia como un socio menor.

El 28 de octubre de 1940 Italia invadió Grecia desde Albania.

Hungría se unió al Pacto Tripartito el 20 de noviembre de 1940. Rumania se sumó el 23 de noviembre. Bulgaria, el 1 de marzo de 1941. Croacia se convirtió en un estado títere de Alemania después de la invasión de Yugoslavia en abril de 1941.

Hitler era sin lugar a dudas el dueño de Europa y los japoneses actuaban sin freno. Italia se ocupaba de África.

El mismo Jefe de la Iglesia Católica  era  servicial con Hitler. La historia conoce a Pío XII como El Papa de Hitler. No sólo compartía con él un antisemitismo acendrado y paranoico. Lo católicos fueron un  grupo de enorme prestigio moral en Alemania desde el Segundo Reich y por supuesto en la época entreguerras, pese al predominio protestante en todas las esferas del gobierno y la cultura. El Partido del Centro había librado batallas heroicas contra la persecución de católicos pero al Papa le incomodaba la idea de católicos agrupados en partidos, desde antes de ascender a la silla de Pedro. Cuando el Partido del Centro fue el último obstáculo para el ascenso de los nazis al poder, el entonces cardenal Pacceli ordenó su disolución como parte de un concordato con Hitler. Después, hacia el holocausto, mantendría un silencio cómplice y solaparía y alentaría  las matanzas no sólo de judíos sino también  de cristianos ortodoxos y de gitanos en Yugoeslavia, a manos de los ustachis, ejército de  matones católicos  en parte dirigidos por sacerdotes que crearon un nuevo estado afín a los nazis incluyendo a Bosnia-Herzegovina, aunque como Papa nunca conseguiría el beneplácito y la simpatía de Hitler. Su esquema mental desconfiaba de Roosevelt y de Estados Unidos lo mismo que de Stalin, y sus fobias se concentraban en el anticomunismo y el antisemitismo.

Por otra parte, estaba en sintonía con lo que sucedía en buena parte de Europa, que dibujaba la consecuencia de un lamentable periplo de las monarquías a las dictaduras demagógicas, con un país tras otro entregándose a la veneración de gobiernos criminales y con una  intelectualidad enredada, como Ezra Poun aplaudiendo a Mussolini y Pablo Neruda a Stalin, y muchos otros tras ellos. Era el triunfo del autoritarismo carismático.

Erwin Rommel al frente del Afrika Korps

En Febrero de 1941 los alemanes enviaron su célebre  Afrika Korps al mando del General Erwin Rommel  al norte del continente negro  para reforzar a los italianos, que estaban flaqueando, pero se desplegaban activamente.

En Estados Unidos el presidente Franklin D. Roosevelt, siempre atento a  la  situación internacional, no tenía duda de  a quienes veía como enemigos de su país, de la democracia y de la libertad, aunque, como siempre, había voces internas que inclinaban sus simpatías por los nazis. Además, en su análisis estaba convencido de que Francia e Inglaterra serían derrotados y  su derrota afectaría negativamente a los intereses estadounidenses y pondría en riesgo su modo de vida. Sin embargo, aunque  Estados Unidos se mantenía por ley  oficialmente neutral,  ya favorecía con venta de suministros a Gran Bretaña, mediante la coyuntura Cash & Carry, consistente en que pagaran en efectivo y se encargaran totalmente de la transportación de las mercancías.

Entonces sucedió lo que sólo la lógica siquiátrica y el espionaje inglés hacían previsible:

El 22 de junio de 1941 la Alemania nazi y sus aliados europeos, excepto Bulgaria, desplegaron la Operación Barbarroja, destinada a invadir la Unión Soviética.

Finlandia, que buscaba compensar las pérdidas territoriales del armisticio que concluyó la Guerra de Invierno, en la que la URSS le arrebató sus fronteras en 1939, aceptó participar. Los alemanes invadieron rápidamente las repúblicas bálticas y, junto con los finlandeses, sitiaron Leningrado en septiembre. En el centro, los alemanes capturaron Smolensk a principios de agosto; en el sur,  tropas alemanas y rumanas se hicieron de la apetitosa  Kiev en septiembre,  y en octubre decenas de miles de tropas nazis avanzaron hacia Moscú, llegando a ocupar Rostov, en el río Don, en noviembre, pero el 6 de diciembre una rápida y bien organizada contraofensiva soviética improvisada expulsó a los alemanes de las afueras de Moscú, que tuvieron una caótica retirada.

Planos de la Operación Barbarroja

Tomado por sorpresa, inicialmente Stalin cayó en el estupor y en la incredulidad y batalló demasiado en reaccionar. Había recibido numerosas advertencias sobre los preparativos de la invasión alemana pero se negó a darles crédito, atribuyéndolas a propaganda británica para enemistarlo con Hitler. Más aún cada día concedía más prerrogativas y facilidades a los alemanes. En última instancia, cuando su instinto y el eficiente espionaje inglés lo hacían dudar de Hitler, razonó que éste no atacaría a la URSS antes de derrotar al Reino Unido. El estupor le duró varios días y le costó grandes pérdidas territoriales y humanas.

Fue hasta el 3 de julio, 11 días después de iniciada la invasión, que se dirigió a la nación llamando a la resistencia y la defensa del país.

Pero a partir de ahí ordenó la movilización total de las fuerzas armadas y la dedicación de la industria soviética al esfuerzo bélico. Estaba justamente ardido.

El 12 de julio la Unión Soviética y el Reino Unido firmaron un “acuerdo de cooperación” en la lucha contra Hitler.

Estados Unidos permaneció sin sumarse  militarmente, pero Roosevelt estaba ansioso por intervenir a favor de los intereses y la ideología de su país. Su primer impedimento eran las leyes de neutralidad, aprobadas por el Congreso unos años antes a propuesta de los aislacionistas, que  impedían que se prestara ayuda, ni siquiera material, a los países en guerra. Tras la rendición de Francia, Roosevelt había avanzado consiguiendo un acuerdo con Churchill para transferir de la Armada de Estados Unidos a la Marina Real Británica y a la Canadiense 50 destructores “sobrantes” a cambio de la instalación  de bases estadounidenses en Terranova, Nueva Escocia, las islas Bermudas y en distintos puntos del Caribe, todos ellos territorios bajo dominio británico. Churchill necesitaba los destructores para defender las costas de Gran Bretaña ante la amenaza de invasión alemana y para escoltar los convoyes que abastecían a las islas británicas y que eran atacados por los submarinos alemanes cuando atravesaban el Atlántico.

De hecho, ya era un rompimiento de la “neutralidad”. Alemania lo considero como un acto abiertamente hostil.

Algunos analistas consideran que ese acuerdo aceleró las negociaciones entre Alemania y Japón y la misma invasión a la URSS.  En noviembre de 1940 Roosevelt fue reelegido para un tercer mandato​ y ese mismo mes el almirante Harold R. Stark, jefe de operaciones navales, presentó el «Plan Dog» sobre la estrategia que debería seguir Estados Unidos en caso de entrar en guerra. En él se decía que la prioridad para Estados Unidos debía ser derrotar a Alemania incluso si estallaba la guerra con Japón en el Pacífico, ya que consideraba que Gran Bretaña no podría vencer a Alemania sin la presencia en Europa de las fuerzas estadounidenses y si Gran Bretaña era derrotada Estados Unidos se vería fatalmente amenazado.

Roosevelt toma posesión de su tercer mandato

Con fecha de 8 de diciembre de 1940, el primer ministro británico Winston Churchill le envió al presidente Roosevelt “una de las cartas más importantes que había escrito en su vida”, como la calificó más tarde. En ella le pedía “un acto decisivo”  que consistía fundamentalmente en que la Armada de Estados Unidos participara en la escolta y protección de los convoyes de abastecimiento de las islas británicas que atravesaban el Atlántico y que estaban siendo atacados por los U-boot alemanes; que además Estados Unidos le proporcionara buques mercantes que sumaran tres millones de toneladas para reponer las pérdidas navales sufridas, pues hasta ese momento los submarinos alemanes habían hundido barcos por un valor de más de dos millones de toneladas brutas. También solicitaba el envío de dos mil aviones. La carta acababa abordando el punto más importante, la «cuestión financiera». Churchill le comunicó al presidente que las reservas británicas de dólares y de oro estaban a punto de agotarse y que los últimos pedidos realizados al amparo del Cash & Carry superaban ya «varias veces el total de los recursos en divisas de que aún dispone Gran Bretaña».

En pocas palabras le pedía protección total.

Roosevelt recibió la carta el 9 de diciembre a bordo del USS Tuscallosa cuando estaba de vacaciones navegando por el mar Caribe. Inmediatamente comprendió la gravedad de la situación de Gran Bretaña y en seguida se planteó la forma de sortear las leyes de neutralidad para hacer llegar a los británicos la ayuda que necesitaban. Así fue como surgió la idea del «Préstamo y Arriendo» (Lend-Lease), que había sido esbozada por primera vez en una reunión del gabinete celebrada el 8 de noviembre, un mes antes de que Churchill escribiera su carta.

Roosevelt desembarca del USS Tuscallosa, donde recibió la carta de Churchill

Roosevelt volvió a Washington el 16 de diciembre y al día siguiente por la tarde, en una conferencia de prensa, explicó su idea del Lend-Lease al pueblo estadounidense mediante la parábola de la manguera del jardín (the garden hose parable). “A un vecino que tiene su casa en llamas, lo que pone en riesgo la tuya, dijo Roosevelt, no le vendes tu manguera del jardín sino que se la prestas para que una vez que haya apagado el incendio te la devuelva”.

De esta forma preparó Roosevelt a la opinión pública para que apoyara el proyecto de ley de préstamo y arriendo que iba a presentar al Congreso de Estados Unidos -que fue preparado por el Departamento del Tesoro encabezado por Henry Morgenthau-. En cuanto se aprobara la ley el presidente Roosevelt quedaría facultado para «prestar o arrendar» «artículos de defensa» a los «gobiernos de cualquier país que el presidente considere vital para la defensa de los Estados Unidos».

La enorme popularidad y control político entre los congresistas de los que gozaba Roosevelt fueron determinantes. Sin ellos hubiera sido imposible.

Dos semanas después, Roosevelt volvió a defender su plan.  «Si Gran Bretaña cae, las potencias del Eje controlarán los continentes de Europa, Asia, África, Australasia y los mares, y estarán en posición de disponer de enormes recursos navales y militares contra este hemisferio», dijo. «No podríamos salvar nuestro propio pellejo», añadió. Y concluyó con una frase que tendría una enorme repercusión: «Debemos ser el gran arsenal de la democracia». Según las encuestas tres de cada cuatro estadounidenses habían escuchado el discurso y cerca del 70 % estuvieron de acuerdo con lo que el presidente había dicho.

Se había llegado a un «punto de no retorno» en la implicación de Estados Unidos en la guerra.

Churchill, por su parte, dijo ante la Cámara de los Comunes que la propuesta del Lend-Lease  “era el acto más desinteresado de la historia de cualquier país”, pero en privado sabía que las condiciones que acabó imponiendo la Ley de Préstamo y Arriendo eran durísimas, ya que Estados Unidos no concedería ninguna ayuda hasta asegurarse de que Gran Bretaña agotara completamente sus reservas de oro y divisas -de hecho un buque de la armada estadounidense fue a Ciudad del Cabo a recoger la última reserva de oro británico- y además obligaba a vender a precio de ganga las empresas de propiedad británica existentes en Estados Unidos, algunas de las cuales serían revendidas más tarde a  precios muy superiores.

La Ley de Préstamo y Arriendo fue aprobada por el Congreso el 8 de marzo de 1941 y el presidente Roosevelt la firmó el 11 de marzo.

No solo el Reino Unido fue beneficiario. También la URSS, la resistencia francesa, China y otras naciones aliadas. Canadá tuvo un programa similar, aunque mucho más pequeño. Estados Unidos envió suministros a sus aliados por valor de 50 mil 100 millones de dólares de la época, equivalentes a  unos 900 mil millones de la actualidad. El principal beneficiario fue Reino Unido con 31 mil  400 millones de dólares, la Unión Soviética recibió 11 mil 300 millones, Francia 3 mil 200 millones, la República de China mil 600 millones y los demás países aliados los 2 mil 600 millones restantes.

En total, los Estados Unidos enviaron sólo a la Unión Soviética las siguientes mercancías:

14 mil 795 aviones y 7 mil 537 carros de combate, 8 mil 218 cañones antiaéreos, 131 mil 633 metralletas y 345 mil 735 toneladas de explosivos; 51 mil 503 jeeps, 35 mil  170 motocicletas, 8 mil 700 tractores de artillería, 375 mil  883 camiones de diversos tonelajes y 3 millones 786 mil neumáticos; mil 981 locomotoras, 11 mil 155 vagones de ferrocarril y 540 mil  toneladas de rieles de acero, equivalentes a más de un millón de kilómetros; comida por un valor de mil 312 millones dólares; 2 millones 670 mil toneladas de petróleo y 842 mil toneladas de productos químicos diversos; 49 mil toneladas de cuero y 15 millones de pares de botas.

Sin lugar a dudas, Estados Unidos asumía el liderazgo indiscutible en las filas de los aliados y su condición de “neutral” era ya sólo una palabra hueca. En realidad, era ya el patrocinador de la guerra.

No en balde debe entenderse a Churchill como el arquitecto de la defensa.

La derrama tuvo un enorme impacto en la economía de los Estados Unidos, abatiendo el desempleo y generando una abundante riqueza, aun fuera de sus fronteras. Un mínimo ejemplo es el del desarrollo de la industria de las llantas para automóviles en Monterrey, México, para abastecer la gran demanda interna de la unión americana ya que sus instalaciones industriales estaban enfocadas a abastecer la demanda bélica. Las cuotas autorizadas de importación de neumáticos de México fueron claramente rebasadas y se registró un intenso contrabando de sur a norte.

Al amanecer del domingo 7 de diciembre de 1941, a partir de las a las 7:48 horas,  353 aviones japoneses atacaron la base naval de los Estados Unidos en Pearl Harbor, pretendiendo evitar la intervención de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos en las acciones militares que el imperio del sol naciente  planeaba realizar en el sureste asiático contra las posesiones en la región  del Reino Unido, Francia, Países Bajos y el propio Estados Unidos. Los japoneses hicieron coincidir esta ofensiva con el ataque a las posesiones del Imperio Británico en Hong Kong, Malasia y Singapur. Dañaron los ocho acorazados estadounidenses atracados en el puerto, y cuatro de ellos se hundieron. También hundieron o dañaron  tres cruceros, tres destructores, un buque escuela y un minador. Los estadounidenses perdieron 188 aviones, registraron 2 mil 403 bajas y  mil 178 heridos .

Los nipones perdieron 29 aeronaves y cinco minisubmarinos, y  sufrieron 65 bajas entre muertos y heridos. Uno de los tripulantes de los minisubmarinos, Kazuo Sakamaki, fue capturado. Aunque para ellos fue un combate exitoso seguramente por sorpresivo, no lograron destruir la central eléctrica, el astillero, las instalaciones de mantenimiento, los depósitos de combustible y torpedos, los muelles de submarinos ni  el edificio del cuartel general y de la sección de inteligencia. En la suma, un éxito a medias.

El USS Arizona (BB-39) arde durante ataque a Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941

Al día siguiente, el 8 de diciembre, Estados Unidos le declaró la guerra al Imperio del Japón venciendo cualquier postura interna de no intervención directa en el conflicto.  La Alemania nazi y la Italia fascista declararon la guerra a Estados Unidos el 11 de diciembre, en respuesta a lo que afirmaron era una serie de provocaciones y pretextos por el gobierno estadounidense para entrometerse en la guerra.

Roosevelt tenía plena libertad de acción. Apenas iniciando el año llegaron a la Gran Bretaña los primeros escuadrones aéreos norteamericanos y el 26 de enero desembarcó el primer contingente de soldados norteamericanos, poco más de 4 mil   efectivos integrantes de la Fuerza Magnet, perteneciente a la 34ª División de Infantería de Iowa, al mando del Mayor General Russell P. Hartle, que embarcaron en Brooklyn el 14 de enero y zarparon de Nueva York al día siguiente. Fueron recibidos  con vítores y fanfarrias por una multitud. Pero no era tropa para entrar en combate; su tarea fue la custodia de los almacenes de material militar suministrados al Reino Unido, localizados en Belfast, Irlanda del Norte.

Para mediados de febrero de 1942, Hong Kong, Malasia y Singapur ya estaban en poder de Japón.

1942 fue un año crucial, en el que los aliados comenzaron a frenar a los nazis  que se encontraban en su apogeo y en el que las tropas de Hitler enfrentaron, por primera vez, grandes dificultades. Los norteamericanos, aun sin entrar en acción militar, se dedicaron a refaccionar tanto a los ingleses como a la resistencia francesa y a enviar el  cuantioso material bélico a Stalin, custodiando los envíos con embarcaciones militares. Una colosal operación logística.

Otra de las tareas prioritarias ordenadas por Roosevelt fue la creación de la Oficina de Servicios Estratégicos, OSS,  la primera agencia de inteligencia integral de los Estados Unidos, creada para coordinar las actividades de espionaje detrás de las líneas enemigas, realizar tareas de propaganda, subversión y planificación para el Estado Mayor Conjunto, es decir, para todas las dependencias del gobierno norteamericano involucradas en la guerra, desde la Marina y Defensa, hasta el departamento de Estado y el Tesoro. Se desarrolló con la ayuda de los británicos, quienes proporcionaron entrenamiento y equipamiento, así como sus capacidades de radiodifusión en onda corta a Europa, África y el Lejano Oriente. Fue el antecedente de la CIA.

MÉXICO, INVOLUCRADO

El primer buque petrolero mexicano torpedeado por alemanes

A las 23:55 horas del 13 de mayo de 1942  el submarino alemán U-564 atacó al  barco petrolero mexicano Potrero del Llano  con  35 marinos de tripulación, de los cuales 14 perdieron la vida. Entre las víctimas estaban el capitán de la embarcación, teniente de navío Gabriel Cruz Díaz, su segundo de a bordo el teniente de fragata Rafael Castelán Orta, y el primer maestre Enrique Andrade Díaz, quien era el radio-operador. Los tres habían sido  designados suplentes ante la deserción del capitán Juan Ávalos Guzmán y de otros marineros.

Tras la protesta diplomática por el ataque, el gobierno mexicano sólo recibió como respuesta otro ataque el 20 de mayo contra el también petrolero,  Faja de Oro, hundido en el Golfo de México por un torpedo nazi.

El 22 de mayo el presidente Manuel Ávila Camacho convocó una sesión extraordinaria del Congreso de la Unión para solicitar la facultad de declarar la guerra a  Alemania, Italia y Japón, mediante decreto que expidió con fecha 1 de junio.

El Faja de Oro ardiendo

Los alemanes también hundieron 11 barcos cubanos y 18 brasileños, causando la muerte a más de mil brasileños, 600 de ellos civiles, y 82 cubanos. En julio de 1941 Cuba fue sede de la II Reunión de Cancilleres de las Repúblicas Americanas donde se firmó la “Declaración de La Habana”, en la cual se consignó que cualquier agresión contra la soberanía de cualquiera de los firmantes se asumiría como un acto de agresión a los demás.

“El estado de guerra es la guerra con todas sus consecuencias” , dijo el presidente Manuel Ávila Camacho al anunciar que México se sumaba a la Segunda Guerra Mundial

Aunque la participación de México y en general de los países de Latinoamérica en la guerra carece de relevancia, los efectos de las medidas de defensa que procuraban garantizar la seguridad originaron intervencionismo, represión y persecución sobre los derechos de personas, organizaciones sociales y empresas. Listas negras, deportaciones -en el mejor de los casos- campos de concentración o internamiento, y expropiación de bienes contra individuos y organizaciones, por lo general ajenos a la guerra, fueron la norma indiscriminada.

La familia Shibayama administraba de la exhacienda de Temixco, donde México concentró a cientos de ciudadanos japoneses.

En México vivían unos 6 mil migrantes japoneses y sus familias. Algunos tenían décadas de residir en el país, pues formaron parte de la primera oleada de inmigrantes que llegó a fines del siglo XIX. Otros habían nacido aquí, y la mayoría estaba completamente integrada a la sociedad mexicana. Muchos ya sólo hablaban español. El gobierno mexicano se encarnizó contra ellos que sufrieron la violación de sus derechos elementales, especialmente la libertad de tránsito pues fueron confinados y confiscadas sus propiedades,  aun a los que ya eran mexicanos por nacimiento,  y muchos fueron encarcelados durante años. En algunos casos se cancelaron las cartas de naturalización.

El campo de concentración de Perote

Todos los japoneses fueron obligados a concentrarse en la Ciudad de México y en Guadalajara y muchos  fueron confinados en el centro de detención de Perote o a las familias en la ex hacienda de Temixco, en el Estado de Morelos.

Además de una perspectiva xenofóbica, también se aplicó una visión eminentemente  racista. Los alemanes fueron tratados con menor rigor y aun menor los italianos. Una de las acciones fue crear una “estación migratoria” en Perote, Veracruz,  que en realidad era una prisión, semejante pero de largo plazo a la de Ciudad Juárez en la que  murieron calcinados 40 migrantes en el régimen de López Obrador, donde fueron encerrados numerosos ciudadanos de los países enemigos, ciertamente muchos de ellos alemanes, señalados como agentes de la Alemania nazi. Otros fueron acusados falsamente, por lo general de infringir las leyes del país. El gobierno mexicano no actuaba muy distinto a la brutalidad nazi.

Los niños japoneses que vivieron mejor en México durante la Segunda Guerra estuvieron concentrados en la exhacienda de Temixco, Morelos
Campo de concentración para japoneses, alemanes e italianos en Texas

Sin embargo, el gobierno fue sensible al hecho de que  identificó un especial aprecio de los mexicanos por los alemanes, incluso mayor a la  simpatía por los estadounidenses. Muchos pudieron continuar con sus negocios y respetándoseles su nacionalidad cuando ya la tenían. En 1938 Alemania había logrado desplazar a Reino Unido en sus inversiones en México y algunos empresarios tenían excelentes relaciones con funcionarios mexicanos.

No fue igual para todos. Los bienes de varios ciudadanos alemanes nacionalizados fueron controlados mediante mecanismos como la congelación de activos, la prohibición de hacer comercio con los países del Eje, se decretó el control administrativo de cincuenta y seis plantaciones de café y la transferencia de los activos de su propiedad en los bancos y de sus casas comerciales al Banco de México.

Por su parte, el Departamento de Estado, logró que cerca de 8 mil 500 ciudadanos, en su mayoría alemanes y japoneses residentes en América Latina fueran recluidos de manera indiscriminada y definitiva en los campos de concentración de Crystal City, Texas, para  ser deportados a sus países canjeados por civiles estadounidenses presos en Alemania o Japón. A Texas fueron 4 mil 58 alemanes, 2 mil 264 japoneses y 287 italianos (Gurcke, 2008). Algunos ya eran ciudadanos del país latinoamericano del que fueron expulsados, y de cualquier modo  tratados en ocasiones como prisioneros de Guerra.

Los tratados con mayor benevolencia sin duda fueron los italianos, acaso porque la presión norteamericana hacia ellos fue menor.  El presidente Roosevelt dijo en una ocasión a su fiscal general, Francis Biddle, sobre los italianos: “No me importan mucho los italianos… Son un montón de cantantes de ópera, pero los alemanes son diferentes, pueden ser peligrosos” (Wheeler, Becker & Glover, 2012; Biddle, 1962).

Los japoneses, en cambio, no tuvieron ninguna defensa, ni tampoco eran comúnmente apreciados en México, así que en ellos se cargó la mano.

Ningún soldado mexicano entraría en combate hasta casi el final de la contienda.

LOS NORTEAMERICANOS EN ACCION

 

El primer combate propiamente dicho de los norteamericanos desde que entraron oficialmente a la guerra, es decir posterior a Pear Harbor, fue la batalla de Midway que inició el 4 de junio de 1942, también producida por un ataque japonés. Midway es un atolón de 6  kilómetros cuadrados localizado en el Pacífico Norte, cerca del extremo noroccidental del archipiélago de Hawái, aproximadamente a un tercio de la distancia entre Honolulu y Tokio, cuyo  nombre hace referencia simbólica a su posición a medio camino entre América y Asia. El 14 de febrero de 1941, el presidente  Roosevelt  había emitido la Orden Ejecutiva 8682 para crear áreas de defensa naval en territorios del Pacífico, incluyendo la “Zona de Defensa Naval de la Isla de Midway”,  considerada como el segundo lugar en importancia para la protección de la costa oeste de los Estados Unidos después de Pearl Harbor. El mismo 7 de diciembre de 1941 cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbor, Midway fue atacado por dos destructores y la fuerza japonesa fue rechazada con éxito, constituyendo  la primera victoria estadounidense de la guerra. Posteriormente, un submarino japonés bombardeó Midway el 10 de febrero de 1942. Pero el 4 de junio de 1942 los norteamericanos tuvieron previamente  información de inteligencia que les permitió tender una emboscada, cuando una gran flota de la Armada Imperial Japonesa, comandada por Isoroku Yamamoto, atacó la base.

La Armada de los Estados Unidos, bajo el comando de Chester Nimitz, aprovechó la información de espionaje para causar daños devastadores a la marina nipona, a pesar de que contaba con más efectivos, 185 buques, entre ellos cuatro portaaviones pesados que transportaban más de 250 aviones cada uno, dos portaaviones ligeros, siete buques de línea, catorce cruceros, y varios submarinos, destructores y navíos de abastecimiento. La derrota detuvo la expansión del Imperio Japonés en la región del Asia-Pacífico y constituyó un punto de inflexión en el desarrollo de la guerra.

Algunos de los cuadros de Monet plasmando portada de la catedral

Hasta entonces, los norteamericanos no habían tomado la iniciativa realizando algún ataque.

Su primera incursión, que tampoco fue un combate, fue un desgraciado y lamentable bombardeo aéreo con un grupo de B-24 el 17 de agosto de1942 contra  la histórica ciudad francesa de Rouen, capital de la región de Normandía y del departamento de Sena Marítimo, ocupada  entonces por los Nazis.

Conocida como la «Ciudad de los Cien Campanarios» y famosa por ser el lugar donde Juana de Arco fue  condenada y quemada en la hoguera en  la plaza del Vieux Marché, también es admirada por su espléndida Catedral gótica de Notre Dame, que Claude Monet pintó en una colección de 30 cuadros captando la fachada en diferentes momentos del día y del año, lo que refleja los cambios de condiciones de luz y color, una maravilla del impresionismo y la pintura universal. Ahí está enterrado el corazón del famoso  rey Ricardo I de Inglaterra. El ataque iba dirigido a la estación de mercaderías y la mayor parte de las bombas no dieron en el blanco. Hubo un total de 54 franceses muertos, las primeras víctimas del fuego amigo.

Soldados canadienses muertos en el fallido desembarco en Dieppe

El primer combate en el que participaron tropas norteamericanas, específicamente con un batallón de Rangers, fue el  intento de tomar Dieppe el 19 de agosto de 1942, un antiguo e importante puerto francés en Normandía, ubicado en la costa de Alabatros del Canal de la Mancha, precisamente en la desembocadura del pequeño rio Arques, perteneciente a la actual provincia del Sena Marítimo, frente a la ciudad británica de Newhaven. El ataque fue planeado con equipo anfibio conjuntamente entre norteamericanos, canadienses e ingleses, lanzando por delante a miles de tropas canadienses. Se le llamó Operación Jubilee, la dirigió el general británico Bernard Montgomery y resultó en un rotundo y vergonzoso fracaso.

El desembarco comenzó a las 5 de la mañana y, en poco tiempo, todo se descontroló. Los canadienses intentaron tomar el puerto y destruir instalaciones militares y de abastecimiento alemanas, mientras los británicos y los estadounidenses atacaban objetivos periféricos. Los alemanes habían sido alertados de la presencia de las fuerzas enemigas en el canal y estaban preparados para defenderse. Un grave error de Montgomery fue continuar con el ataque a pesar de que debió cancelar el apoyo aéreo por problemas meteorológicos. Además, algunos tanques se atascaron en la playa y los botes de desembarco no lograron alcanzar su objetivo. Pronto se vieron obligados a retirarse pero ya habían perdido más de 3 mil hombres de los 6 mil 90 que participaron. La mayoría de los soldados que llegaron a la playa fueron ultimados y 900 canadienses fueron capturados. Los alemanes sufrieron alrededor de 600 bajas.

Ambos ejércitos obtuvieron importantes lecciones. Los alemanes fortificaron sus defensas en las costas francesas complicando sustancialmente otro posible desembarco, mientras los aliados debieron reconocer que no estaban listos para enfrentarse a las defensas alemanas en la costa europea, muy superiores  tecnológicamente a lo que esperaban. Se vieron obligados a cambiar el diseño de sus equipos, a revisar sus tácticas de asalto y a modificar los paradigmas de planificación. Su único beneficio consistió en las enseñanzas a largo plazo, que ciertamente supieron aprovechar.

Una semana después, el 23 de agosto, después de asegurar la península de Crimea y en el momento cúspide de su éxito militar, rebosante de soberbia, Hitler inició el sitio de Stalingrado, quizá la batalla más sangrienta de la historia de la humanidad, que costó la vida de más de 2 millones de personas y que duraría 174 días, hasta el 2 de febrero de 1943 cuando finalmente se rindieron las fuerzas de ataque alemanas, italianas, rumanas y húngaras, que habían quedado atrapadas,  marcando otro punto de inflexión en el conflicto y un cambio en el rumbo de la guerra. La batalla no solo fue significativa por su duración y el número de bajas, sino también por su impacto estratégico en la campaña del Frente Oriental. A la vez, evidenció la incapacidad táctica de Alemania y sus aliados para el abastecimiento logístico en un frente tan amplio y complicado, como si no hubieran aprendido las lecciones del fracaso de Napoleón. El número de muertos quizá fue mayor, pero los historiadores rusos no pudieron precisarlo durante la era soviética por prohibición de  descubrir el infame precio pagado.

Los errores fueron sumamente costosos en ambos bandos.

Soldados alemanes atacando casa por casa

Antes del ataque a Stalingrado los rusos derribaron un avión alemán en el que encontraron documentos con planes para el sitio de la ciudad. Fueron llevados a Stalin, pero el “hombre de acero”  los desestimó, ahora convencido férreamente de que Hitler intentaría directamente ocupar Moscú. Tras confirmarse el avance y la rápida caída de la ciudad de Rostov, Stalin ordenó que Stalingrado quedase en estado de sitio, es decir, prohibió la salida de los civiles con el objetivo de alentar a los soldados a combatir con mayor fiereza al tener a sus familias dentro, motivo por el cual hubo tantas bajas civiles.

Los nazis no estaban entrenados para pelear en las calles y en los primeros días sufrieron más de 2 mil 500 bajas.

Stalin le ordenó al mariscal Gueorgui Konstantínovich Zhúkov que defendiera la ciudad metro a metro, costara lo que costase. “Hasta el último hombre”

La ciudad pronto se invadió de un aire pútrido, un derroche de vidas que terminó con miles de cadáveres bajo las ruinas. Pero así, enviando miles y miles de soldados incluso sin experiencia, el general Chuikov logró terminar con la superioridad técnica alemana y obtener su rendición.

Para octubre, tras fracasar en todos los intentos de tomar la ciudad, Hitler se dio cuenta de que menos podría lograrlo  en otoño por falta de abastecimiento y llegaría el invierno con temperaturas de menos 30 grados. Sus tropas ya sufrían epidemias de paratifoidea, tifus y disentería, incapaces de  derrotar a los soldados soviéticos situados en la orilla oeste del río Volga que divide la ciudad. Esta resistencia logró aislar al Ejército Alemán del general Palaus dentro de Stalingrado. Cada día costaba cientos de vidas soviéticas, pero no importaba.

Lo que quedó de Stalingrado

Palaus trató de retirar a su Ejército por el sudeste para evitar el encierro, pero Hitler se negó alegando que los salvaría con  un puente aéreo, en la práctica imposible por las fuertes tormentas de nieve. Doscientos cincuenta mil  soldados estaban cercados, muriendo a causa del hambre, el frío, las enfermedades y los ataques continuos. Ante la situación, y contra las órdenes del führer, que se negaba a reconocer el fracaso, el general Palaus se dio cuenta de que no había forma de salir y que se había decidido  abandonarlos. El 30 de enero,  Palaus recibió la notificación de su promoción a Mariscal de Campo, cargo en el que nadie había sido capturado hasta la fecha, lo que entendió como una orden de suicidio, por lo que prefirió rendirse con lo que quedaba del ejército, ya sólo  91 mil soldados.

Finalmente, el Ejército Rojo  se cubrió de gloria y heroísmo y la nación soviética de sufrimiento, de rencor y odio, sentimientos que aun perviven en su sociedad, contra los invasores.

Para afrontar el dolor, Stalin desplegó una intensa y eficaz campaña de propaganda exaltando el patriotismo.

Por algo, los rusos no le llaman la Segunda Guerra Mundial, sino La Gran Guerra Patriótica.

Los rusos le llaman La Gran Guerra Patriótica. Aquí, el desfile conmemorativo en Moscú hace 20 años

Otro hecho sobresaliente de 1942 fue la llegada en junio  al frente de guerra del Mayor General Dwight D. Eisenhower. Se instaló en Londres y aunque no participó, fue testigo del fracaso de Dieppe en agosto. Su encomienda era comandar las fuerzas aliadas para  tomar acción en África, donde Rommel estaba sumando éxitos en auxilio de los italianos, que contaban ahí con importante presencia imperial. Persuadidos de la impracticabilidad de lanzar una invasión de Francia como segundo frente, los comandantes estadounidenses acordaron realizar desembarcos en el noroeste de África con el objetivo de limpiar el continente de tropas del Eje. Era una fase estratégica de primera importancia por los recursos procedentes de Egipto, el petróleo árabe y la amenaza que pendía sobre el Canal de Suez, dominado por los ingleses. Rommel había adquirido un prestigio de leyenda, luego de lograr un giro espectacular al flaqueo italiano, Hitler lo presumía, lo llamaba niño maravilla -era el general más joven de las fuerzas nazis-  y lo consideraba invencible. Había recuperado la estratégica ciudad portuaria de Tobruk, en Libia,  derrotado a las fuerzas británicas en Gazala, lo que le permitió avanzar hacia Egipto y tomar Marsa Mathrum, ya en el país de los faraones.

Eisenhower en Londres en 1942

Eisenhower se enfocó en la planeación de la Operación Antorcha, consistente en invadir el norte de África por tres frentes en noviembre, Casablanca, Orán y Argel, aunque Casa Blanca implicaba mayor distancia que las primeras opciones contempladas, dificultando la captura rápida de Túnez. Se descartó la opción de Marruecos  en previsión de que España pudiera entrar  en la guerra al lado de Hitler, lo que implicaría que  el Estrecho de Gibraltar podría cerrarse comprometiendo toda  la operación en el Mediterráneo.  La zona era defendida por las fuerzas francesas de Vichy, colaboracionistas de los nazis que sumaban alrededor de 120 mil hombres, 500 aviones y varios buques de guerra. Se tenía la vaga esperanza de que los franceses no dispararan contra las fuerzas británicas y estadounidenses, defensoras de Francia. Para ayudar a evaluar las condiciones locales, el cónsul estadounidense en Argel, Robert Daniel Murphy, recibió instrucciones de recopilar inteligencia y comunicarse con miembros del gobierno francés de Vichy, que fueran posibles simpatizantes.

Robert Daniel Murphy. Luego sería embajador en Japón y en Bélgica y subsecretario de estado

Murphy proporcionó evidencia que sugería que los franceses no se resistirían y se puso en contacto con varios oficiales, incluido el comandante en jefe de Argel, el general Charles  Mast. Si bien sus contactos estaban dispuestos a ayudar a los aliados, solicitaron una reunión con un alto comandante antes de comprometerse. Eisenhower envió al mayor general Mark Clark a bordo del submarino HMS Seraph. Al reunirse con Mast y otros en Villa Teyssier en Cherchell, Argelia, el 21 de octubre de 1942, Clark recibió seguridades de  apoyo.

Placa conmemorativa de la Operación Antorcha en el Monumento naval de Gibraltar

En preparación para la Operación Antorcha, el general Henri Giraud fue sacado de contrabando de la Francia de Vichy con la ayuda de la resistencia. Aunque Eisenhower tenía la intención de convertir a Giraud en el comandante de las fuerzas francesas en el norte de África después de la invasión, el francés exigió que se le diera el mando general de la operación. Giraud sintió que esto era necesario para garantizar la soberanía y el control franceses sobre las poblaciones nativas bereberes y árabes del  norte de África. Su demanda fue rechazada y, en cambio, Giraud se convirtió en mero espectador durante la operación. Con las bases preparadas con los franceses, los tres convoyes de invasión zarparon con la fuerza destinada a  Casablanca partiendo de los Estados Unidos y los otros dos navegando desde Gran Bretaña. Eisenhower coordinó la operación desde su cuartel general en Gibraltar.

File source: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Aerial_view_of_Casablanca_harbour_in_1942.jpg

Programado para aterrizar el 8 de noviembre de 1942, el grupo de trabajo occidental se acercó a Casablanca bajo la dirección del mayor general George S. Patton, al mando de 35 mil hombres. En la noche del 7 de noviembre, el general pro-aliados Antoine Béthouart intentó un golpe de estado en Casablanca contra el régimen del general Charles Noguès. Fracasó y Noguès fue alertado de la inminente invasión. Al aterrizar al sur de Casablanca en Safi, así como al norte en Fedala y Port Lyautey, los estadounidenses se encontraron con la inesperada oposición francesa. En cada caso, los desembarcos habían comenzado sin el apoyo de la artillería naval, con el supuesto de que los franceses no resistirían, pero al acercarse a Casablanca las baterías costeras francesas dispararon contra los barcos aliados. La “opción B” estaba plenamente contemplada por Eisenhower con aviones que atacaron de inmediato, destruyendo el acorazado Jean Bart , un crucero ligero, cuatro destructores y cinco submarinos.  Después de demoras climáticas en Fedala, los hombres de Patton, soportando el fuego francés, lograron tomar sus objetivos y comenzaron a moverse contra Casablanca. En los tres frentes los franceses colaboracionistas con los nazis intentaron repeler a los aliados.  En el sur, las fuerzas   francesas retrasaron los desembarcos en Safi y los francotiradores inmovilizaron brevemente a las tropas aliadas en las playas. Aunque los desembarcos se retrasaron, los franceses finalmente se vieron obligados a retroceder a medida que el apoyo de los disparos navales y la aviación desempeñaban un papel cada vez más importante.  En todos los frentes, los franceses finalmente fueron vencidos y las fuerzas estadounidenses reforzaron su control sobre Casablanca, que ocupó Patton. Para el día 10 eran dueños absolutos de la situación.

Desembarco de la Operación Antorcha

La Operación Antorcha costó a los Aliados alrededor de 480 muertos y 720 heridos. Las pérdidas francesas totalizaron alrededor de mil 346 muertos y mil 997 heridos. Como respuesta de la Operación Antorcha Hitler ordenó la Operación Antón, en la que las tropas alemanas ocuparon la Francia de Vichy.  Paralelamente los marineros franceses en Toulon hundieron muchos de los barcos de la Armada francesa para evitar que los alemanes los capturaran.

Rommel fue frenado y finalmente derrotado por ingleses, australianos, neozelandeses,  indios y sudafricanos liderados por Bernard Montgomery. Su debacle comenzó en la batalla de Alamein (23 de octubre  a 5 de noviembre) después de varios intensos combates en territorio egipcio.

Rommel, orgulloso de Hitler, fue derrotado por Montgomery

En el norte de África, el resto de la Armée d’Afrique francesa se unió a los aliados aportando varios buques de guerra.

Los bombardeos británicos a las ciudades alemanas que habían iniciado el 30 de mayo de 1942 en Colonia, eran cada vez más intensos y efectivos. Hitler empezaba a delirar mencionando en las  reuniones con su estado mayor recursos y ejércitos inexistentes.

Por su parte, considerando que la campaña en el norte de África concluiría rápidamente, los líderes estadounidenses y británicos comenzaron a debatir el futuro curso estratégico de la guerra. Mientras los británicos preferían avanzar hacia el norte a través de Sicilia e Italia, sus homólogos estadounidenses deseaban un ataque directo a través del Canal de la Mancha, directamente al corazón de Alemania. Como este tema y varios otros, incluidos los planes para el Pacífico, requerían una discusión extensa, se decidió programar una conferencia entre Roosevelt, Churchill y sus respectivos  jefes militares principales bajo el nombre en clave Símbolo. Eligieron Casablanca, territorio recién conquistado,  como lugar de la reunión, y la organización y seguridad de la conferencia recayó en Patton, el conquistador. Determinó que sería en  el Hotel Anfa. Aunque Stalin fue invitado, se negó a asistir debido a la Batalla de Stalingrado, a punto de finalizar, pero  aun en curso.

Giraud, Roosevelt, De Gaulle y Churchill en Casablanca

Roosevelt viajó en tren a Miami y de ahí, disfrazado de oficial de la Air Force, tomó una serie de vuelos  en un hidroavión de Pan Am con escalas  en Trinidad, Brasil y Gambia, hasta llegar a Inglaterra. De Oxford voló en un bombardero sin calefacción a Marruecos. Al llegar él y Churchill fueron trasladados rápidamente al Hotel Anfa, donde Patton había construido un complejo de una milla cuadrada. Las primeras reuniones de la conferencia comenzaron el 14 de enero. Al día siguiente recibieron información sobre la campaña en Túnez de parte de Eisenhower. Las noticias no pudieron ser mejores.

Patton

Rápidamente llegaron a un acuerdo sobre la necesidad de reforzar a la Unión Soviética. Sin duda era urgente. Luego, las discusiones se estancaron cuando se abordó la asignación de recursos entre Europa y el Pacífico. Los británicos favorecían una postura defensiva en el Pacífico y un enfoque total en derrotar a Alemania ese mismo año mientras los estadounidenses temían dar tiempo a Japón para consolidar sus ganancias. Surgieron más desacuerdos con respecto a los planes para Europa para inmediatamente después de la victoria en el norte de África. Mientras Roosevelt y Eisenhower se inclinaban por  montar una invasión de Sicilia, el jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos general George Marshall, insistía  en conocer las ideas de Gran Bretaña para asestar un golpe mortal a Alemania.

Conforme  se decantaban por el ataque a Sicilia se ventiló la información del espionaje británico confirmada por la Mafia Siciliana de Nueva York, consistente en que un ataque contra Italia sacaría al gobierno de Benito Mussolini de la guerra y  obligaría a Alemania a trasladar fuerzas al sur para enfrentar la amenaza aliada. Esto debilitaría la posición nazi en Francia, lo que permitiría una invasión a través del Canal en una fecha posterior. Aunque los estadounidenses hubieran preferido un ataque directo a Francia en el transcurso de 1943, carecían de un plan firme para contrarrestar las propuestas británicas y la experiencia en el norte de África había demostrado que se necesitarían hombres y entrenamiento adicionales.

Entre los otros temas de discusión estaba la necesidad de lograr  un grado de unidad entre los líderes franceses, el general Charles de Gaulle y el general Henri Giraud.  De Gaulle consideraba a Giraud un títere angloamericano y Giraud creía que De Gaulle era un comandante débil y egocéntrico. Aunque ambos se reunieron con Roosevelt, ninguno impresionó al líder estadounidense. Más bien lo decepcionaron, principalmente de Gaulle.

El 24 de enero veintisiete reporteros fueron llamados al hotel para un anuncio. Desconocían lo que sucedía y se sorprendieron al  encontrar un gran número de altos líderes militares aliados, pero  quedaron atónitos cuando Roosevelt y Churchill aparecieron. Luego llegaron De Gaulle y Giraud.

Dirigiéndose a los reporteros, Roosevelt ofreció detalles vagos sobre la naturaleza de la conferencia y afirmó que las reuniones habían permitido al personal británico y estadounidense discutir una variedad de temas clave. En el futuro, afirmó, «la paz puede llegar al mundo solo mediante la eliminación total del poder de guerra alemán y japonés». Luego declaró que esto significaba la «rendición incondicional de Alemania, Italia y Japón». Aunque Roosevelt y Churchill habían discutido y acordado el concepto de rendición incondicional, el líder británico no esperaba que su homólogo hiciera una declaración tan contundente en ese momento. Al concluir sus comentarios, Roosevelt enfatizó que la rendición incondicional no «significaba la destrucción de la población de Alemania, Italia o Japón”.

Al terminar, los líderes se despidieron y partieron a sus respectivos países.

El 2 de Febrero, como ya  vimos,  culminó por fin la horrenda batalla de Stalingrado.

Las fuerzas estadounidenses se encontraron con las tropas alemanas por primera vez el mismo mes en Kasserine Pass, una brecha de 3.2 km de ancho en la cordillera del Atlas en el oeste de Tunez. Fue una derrota humillante para las fuerzas estadounidenses y una de las últimas victorias de Rommel. Pero no duró mucho. Los Aliados sufrieron grandes bajas tanto al intentar el avance como durante la retirada a la que se vieron obligados, al estar continuamente bajo el fuego de la columna de los blindados alemanes a medida que estos iban saliendo del paso. Pocos kilómetros más adelante, la fuerza alemana se encontró con una inesperada resistencia aliada parapetada que no pudieron vencer con la rapidez requerida, por lo que ante la posibilidad de quedarse sin combustible, Rommel abandonó su intento y volvió sobre sus pasos al punto de partida de la operación.

Con sus fuerzas demasiado diseminadas e inmovilizadas por la artillería de los Aliados, sus suministros disponibles en constante disminución, y haciendo frente a los contraataques norteamericanos a lo largo del río Hatab, Rommel se dio cuenta de que su ataque había sido detenido. En realidad estaba en una gran crisis. El 23 de enero de 1943 el 8º Ejército Británico de Montgomery  había tomado Trípoli, la capital de la Libia italiana y principal base de suministros de Rommel.

Tropas del 16.º Regimiento estadounidense atravesando el paso de Kasserine el 26 de febrero de 1943

En Sbiba, a lo largo del río Hatab, y ahora en Thala, fracasaron los esfuerzos de las fuerzas italo-alemanas para abrir una brecha decisiva en las líneas aliadas. Con pocas perspectivas de un mayor éxito, Rommel consideró que sería más prudente concentrarse en el sur de Túnez y asestar un golpe al 8º Ejército. Le quedaba el consuelo de haber infligido un gran número de pérdidas al enemigo y de que las concentraciones aliadas en la zona de Gafsa-Sbeitla habían sido destruidas. Ese mismo día, 23 de febrero, un ataque aéreo masivo de la Fuerza Aérea estadounidense sobre el paso montañoso aceleró la retirada alemana, y al atardecer del 24 de febrero, el paso había sido ocupado de nuevo por los Aliados.

Luchando durante la primavera, los aliados finalmente expulsaron al Eje del norte de África en mayo de 1943.

Rommel culpó del fracaso de su avance a que las fuentes de suministros de su ejército se habían secado. Por ejemplo, los envíos desde Italia habían sido reducidos substancialmente. Durante febrero recibió 5 mil toneladas de suministros, comparadas con las 34 mil de enero, y sólo 400 vehículos, comparados con los 2 mil del mes previo. Ciertamente se fue quedando sin recursos.

El 9  de marzo Rommel fue relevado del mando del Afrika Corps y evacuado a Alemania, debido en parte a problemas de salud y sobre todo a diferencias con el alto mando. No estuvo presente en la rendición final del 13 de mayo en Túnez.

Desde el 7 de agosto de 1942, por primera vez, las fuerzas aliadas desplegaron una ofensiva contra las japonesas y para al 9 de febrero de 1943 ya habían tomando Tulagi, Florida y Guadalcanal, en las islas Salomón. En plan defensivo, junto con los australianos habían impedido que Japón controlara la llamada Ruta del Coral y que aislara a Australia, frenándolos en Nueva Guinea. La campaña de Nueva Guinea fue una de las más sangrientas y prolongadas en el Pacífico y significó un gran revés para los nipones, aunque los aliados perdieron más barcos.

La guerra claramente tomaba otro cauce.

Eisenhower no había desperdiciado un minuto de su tiempo, enfocado en la planeación estratégica acompañado de su gran amigo George Pattón, que había sido su jefe en México durante  la fallida expedición punitiva en busca de Pancho Villa.

Luego del gran éxito en el norte de África  y de los acuerdos de Casa Blanca  el siguiente paso debía ser Sicilia.

Los ingleses fueron  especialmente creativos en la planeación y montaron un ingenioso plan para engañar a italianos y alemanes y hacerles creer que planeaban una invasión a Grecia, no a Sicilia. Le llamaron La Operación «Mincemeat, (carne picada) y estuvo a cargo de  dos oficiales de la inteligencia británica: el capitán de la RAF Charles Cholmondeley y el oficial de inteligencia naval Ewen Montagu. La idea era hacer llegar a manos de los alemanes unos documentos que les indicaran la información falsa. Para ello usaron un cadáver, el de Glyndwr Michael, un vagabundo galés de 34 años que había fallecido en la calle. A aquel cadáver, que sacaron de  un congelador donde se había depositado desde finales de 1943, le dieron una nueva identidad: se trataría del comandante William Martin. El cadáver fue disfrazado, se esposó  a su muñeca un maletín conteniendo 2 cartas en clave junto a documentación personal y se arrojó a las playas de Huelva, donde sabían que residía un espía alemán  llamado  Adolf Clauss, muy bien situado entre las autoridades locales franquistas y pro nazis, y que seguramente iba a ser uno de los  primeros en saber de la aparición del oficial inglés muerto en el mar. Se pretendía que pareciera un accidente que casualmente había llevado a los nazis información de primera mano. Finalmente, todo sucedió como fue planeado, logrando confundir y tomar desprevenidos a las fuerzas del eje. Es una estupenda historia de contraespionaje que se ha llevado al cine en una deliciosa película española llamada La Operación Mincemeat, o El Arma del Engaño, muy recomendable.

Documento de identidad del falso oficial inglés

Ocupar Sicilia  significaría el dominio del Mediterráneo y por lo tanto una valiosa libertad de tránsito desde el estrecho de Gibraltar hasta Egipto y el extremo oriental. Además, la península itálica quedaría al alcance y  con ella los Balcanes. Churchill comisionó a Harold George Alexander, bajo la dirección de Eisenhower,  y los generales al frente serían Patton y Montgomery. El ejército de Patton debía desembarcar entre Licata y Gela, y el de Montgomery simultáneamente en la provincia de Siracusa. Por cierto, Patton y Monbtgomery se odiaban mutua e inconciliablemente.

Mussolini había insistido en que Sicilia debía ser defendida exclusivamente por fuerzas italianas, pero el alto mando alemán lo ignoró y envió al XIV Cuerpo Panzer, al mando del general Albert Kesselring y a un cuerpo de la  división de paracaidistas Hermann Göring.

La operación se llamó Husky y comenzó con el mayor desembarco de la historia la noche del 9 de julio de 1943.

Por la tarde se registraron fuertes vientos que hicieron dudar a los generales pero finalmente Alexander insistió en que el mal tiempo serviría como agregado de sorpresa, pues las tropas del eje jamás pensarían en que se avecinaba  un ataque en esas condiciones. Efectivamente así fue, pero también los vientos ocasionaron dispersión de las tropas aerotransportadas e incluso algunos aeroplanos se estrellaron en el agua.

Días antes, miembros del Servicio Aéreo Especial británico habían neutralizado tres cañones costeros situados en Capo Murro di Porco, que amenazaban el éxito del desembarco.

Es ampliamente sabido que la Mafia Siciliana participó al lado de los aliados, específicamente cubriendo la retaguardia. Vito Genovese se ocuparía con su pueblo de liquidar a los fascistas que quedaran rezagados. Su participación derivó de un acuerdo de Lucky Luciano con el gobierno de los Estados Unidos, pero en realidad su actuación no fue muy eficaz. Los mafiosos y Mussolini también se odiaban, pero este era un odio a muerte.  Genovese y su gente habían confirmado a los norteamericanos informes de espías ingleses que afirmaban que una derrota en Sicilia dañaría profundamente al Duce en el seno del Consejo Fascista y ante el rey Vittorio Emmanuel III, como efectivamente así fue.

Los aliados emplearon en la operación a 160 mil soldados, norteamericanos, ingleses y canadienses, que desembarcaron en un solo día;  14 mil vehículos, 600 tanques, 3 mil 500 aviones y más de 2 mil 500 barcos, incluidos dos portaaviones, seis acorazados y 128 destructores.

La defensa nazi-fascista estuvo compuesta por más de 300 mil hombres, 40 mil alemanes y 268 mil italianos que contaban con 47 tanques.

Desembarco en Sicilia

El desembarco se topó con resistencia, pero la venció. Para el 15 de julio, las fuerzas de Patton habían extendido la línea del frente hasta Agrigento, mientras los británicos se habían rezagado al encontrar una recia  oposición en las faldas del Etna, que les impedía  abrirse camino hasta Mesina. El comandante Alexander estuvo emitiendo algunas órdenes confusas y contradictorias que Patton aprovechó para avanzar sin autorización hacia Palermo, que tomó con relativa facilidad el día 22. Alexander lo felicitó y le autorizó seguir hacia Mesina, que logró tomar antes que llegara Montgomery.

Dos días después, llegadas las noticias a Roma, el Consejo Fascista emitió un voto contra Mussolini destituyéndolo. Al día siguiente el Duce fue arrestado. Lo reemplazó Pietro Badoglio, quien se apresuró a declarar que Italia no abandonaría a Alemania, pero prácticamente de inmediato inició negociaciones secretas con los aliados. Su percepción era correcta: la guerra estaba por perderse.

La Operación Husky duró 38 días y en varios aspectos fue la mayor de la Segunda Guerra Mundial, incluso superior al desembarco en Normandía conocido como El Dia D, que ocupa un lugar preponderante en la percepción  popular debido  a que a ella se agregan otros componentes,  a que  tuvo una mayor trascendencia en el final de la guerra y a que estuvo más cerca de la derrota nazi.

En Sicilia murieron un promedio de 237 soldados diarios del Eje y 146 de los aliados:

Cuatro mil 678 alemanes perdieron la vida en el campo de batalla  y  4 mil 583 se cuantificaron como desaparecidos.

Italianos, fueron  4 mil 325 muertos y 40 mil 655 desaparecidos. Ciento 20 mil de ambas nacionalidades fueron capturados.

De los Aliados, fallecieron 2 mil 721 entre británicos y canadienses y 2 mil 811 norteamericanos. Veinte mil contrajeron malaria.

Sin duda, el desembarco en Sicilia enseñó a los Aliados cómo debía ganarse la guerra: mediante “una completa hermandad de operaciones terrestres, aéreas y marítimas”  a la vez que  reportó valiosos aprendizajes tácticos para futuras campañas.

La desorganización de las tropas aerotransportadas motivó que se mejorara sustancialmente el entrenamiento, ya que los casos de fuego amigo fueron abundantes.

Se consiguieron todos los objetivos pretendidos en la planeación, salvo uno: se calcula que unos 100 mil soldados y 10 mil  vehículos del Eje escaparon a Italia.

Churchill hubiera querido que la campaña continuara en la península itálica, a la que consideraba “el vientre débil del Reich”, pero los norteamericanos  impusieron el criterio de que era innecesario y significaría una gran desviación de tiempo y recursos distrayéndolos de la prioridad que consistía en  invadir Francia o directamente Alemania. Sin embargo, pronto cambiarían de parecer.

Desembarco en Salerno

Independientemente, la Invasión de Sicilia había dejado un enorme beneficio, o mejor dicho varios, de incalculable trascendencia.  No sólo se logró que las rutas marítimas del Mediterráneo se abrieran libremente para los barcos mercantes aliados por primera vez desde 1941, sino que el 8 de septiembre de 1943 el gobierno de Badoglio se rindió incondicionalmente ante los aliados y el día siguiente los aliados desembarcaron en las costas de Salerno, cerca de Nápoles.  Simplemente repitieron una acción conjunta de las fuerzas terrestres estadounidenses y británicas, con apoyo naval que les había dado excelente resultado, pero ahora con mayor precisión y ya sin causar bajas por fuego amigo. Sin embargo, encontraron fuerte resistencia y sufrieron considerables pérdidas de vidas y recursos, pero para el 1 de octubre el estratégico puerto de Nápoles estaba ya en su poder, aunque deshecho y con la ciudad en ruinas.

Los alemanes reaccionaron sin dilación tomando el control de Roma y el norte de Italia y lograron reestablecer, así fuese en papel, un nuevo  régimen fascista títere bajo el mando de Mussolini, a quien comandos alemanes liberaron  de prisión  el 12 de septiembre,  ya carente de prácticamente cualquier apoyo popular.

Pero para lograrlo debieron desplazar una quinta parte de sus tropas y por lo tanto descubrir el frente oriental. Los aliados prefirieron congelarlos ahí que combatirlos…por un tiempo.

Ante los descalabros que había sufrido en El Alamein y en Stalingrado a finales de 1942 y principios de 1943, Hitler  se encontraba por primera vez en una crisis sin precedente. Para afrontarla, supuso que una victoria en el frente oriental le reportaría gran prestigio ante sus aliados que  cada vez tenían más dudas acerca de un hipotético triunfo, y además le aportaría una importante cantidad de mano de obra esclava que le urgía  para su industria armamentística. Su plan consistía en pinzar desde el norte y desde el sur la protuberancia de Kursk, de 250 kilómetros de largo y 160  de ancho, muy cerca de la actual frontera rusa con Ucrania -escenario de combates en la actualidad- para  apoderarse de ella.

Los soviéticos tuvieron información oportuna de inteligencia, propia y de los ingleses, y prepararon una gran línea defensiva que incluyó un millón de minas antiorugas y antipersonas, trincheras, fortificaciones, puntos antitanques y fuego de artillería entre otros, a lo largo de más de mil kilómetros, en espera de una ofensiva semejante en volumen a la reciente de Stalingrado.

Los nazis fueron rechazados en Kursk

Apenas a una semana de iniciada la avanzada nazi en  Kursk, con un rápido costo de más de un millón y cuarto de bajas en ambos bandos, el 17 de julio Hitler puso punto final a la Operación. Los hechos de Italia lo habían obligado a cancelar sus planes  dando un gran respiro al ejército de Stalin y, sobre todo, permitiéndole asumir la ofensiva, que ya no cesó.

Después de ese quiebre el ejército nazi pasaría a posiciones únicamente defensivas en el  frente del oriente europeo. Su derrota  ya era sólo cuestión de tiempo.

La moneda había dado la vuelta y ahora la cara de la derrota miraba de frente a Hitler.

1943 cierra con otro triunfo espectacular de los aliados, la liberación de Kiev el 6 de noviembre, tan estratégica como simbólica.

En la Unión Soviética la figura de Stalin se ha regrandecido y la moral del pueblo, en pleno sufrimiento por la falta de alimentos y la enorme mortandad de padres, hermanos, hijos, se muestra dispuesta a soportar lo necesario para ultimar al odiado enemigo. Sin duda, han hecho un gran uso de la propaganda.

Ya nadie en los círculos del alto mando nazi creía en la victoria, mucho menos entre los pueblos de los países aliados a Hitler, pero las órdenes consistían en continuar. Sin embargo, nadie en el estado mayor se atrevía a expresarlo ni a proponer  alguna vía alterna.

El 22 de enero de 1944 tropas aliadas desembarcan con éxito cerca de Anzio, inmediatamente al sur de Roma.

La acción de los partisanos, una especie de guerrilleros   italianos opuestos a Mussolini y a Hitler entre los que caben socialistas, comunistas, liberales, republicanos y anarquistas se multiplica y la canción Bella Ciao, de antiguos orígenes, se canta insistentemente en toda la península, principalmente en las zonas ocupadas por los nazis, convirtiéndose en un himno de la resistencia.

No obstante, el éxito inicial del desembarco en Anzio siguió acompañado de un serio error, consistente en retrasar el avance hacia Roma. La demora permitió  a los alemanes fortalecer sus defensas  y dejó atrapados a los aliados durante cuatro meses con un alto costo, incluyendo 7 mil muertos y 30 mil heridos. Las batallas consecuentes se prolongaron por más de 5 meses. Fue hasta el 4 de mayo que las fuerzas aliadas lograron la Liberación de Roma.

Entre tanto, el 19 de marzo, temiendo que Hungría abandone la alianza del Eje, los alemanes ocuparon el país y obligaron a su regente, el almirante Miklos Horthy, a designar a un primer ministro proalemán.

Hitler ya no sabe a dónde dirigir sus tropas, que parecen no alcanzarle para tapar uno tras otro agujeros por los que se le escapa el control de Europa.

Tras la liberación de Roma vienen seis semanas en las que los bombarderos anglo-estadunidenses se enfocan en atacar blancos del este de Alemania, por primera vez desde el inicio de la guerra. En otras palabras, las llamas han alcanzado la casa de quienes las iniciaron.

Así llega el 6 de junio de 1944.

Tropas británicas, estadounidenses y canadienses invaden Francia desembarcando exitosamente en las costas de Normandía. Es una operación gigantesca, la más famosa de la Segunda Guerra Mundial.

Se le llamó  Operación Overlord y se organizó bajo el mando  de Eisenhower, ya para entonces con el cargo de  Comandante Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada. El general británico Bernard Montgomery tuvo bajo su mando a las fuerzas terrestres que desembarcaron en Normandía.

Desembarco en Normandía

En la primera oleada 133 mil  tropas terrestres de los aliados desembarcaron en cinco playas que abarcaban aproximadamente unas 50 millas de la costa normanda.

Durante la noche anterior a los desembarcos anfibios, más de 23 mil  paracaidistas estadounidenses, británicos y canadienses aterrizaron en Francia, detrás de las líneas de defensa alemanas, en paracaídas y planeadores. Unos 195 mil  efectivos navales y marinos mercantes, 7 mil  navíos y más de 11 mil 500 aviones apoyaron la invasión inicial.

El primer día no lograron avanzar conforme a lo planeado

Al principio, bajo el mando de los mariscales de campo Gerd von Rundstedt y Erwin Rommel, ya reestablecido, los alemanes mantuvieron la ventaja en las posiciones de batalla. El Séptimo Ejército alemán, con seis divisiones, incluida una de tanques, estaba colocado para defender el noroeste de Francia contra cualquier fuerza invasora. Sin embargo, los aliados tenían una ventaja abrumadora en poderío naval y aéreo. Además habían desplegado un exitoso plan de engaño para hacerles creer a los alemanes que el punto de ataque estaría más al noreste, en la costa cercana a Calais y la frontera belga. Engañados, los alemanes se movilizaron lentamente para reforzar las defensas de Normandía después del desembarco inicial.

Durante el Día D en sí, los aliados no lograron cumplir su objetivo planeado de enlazar las cabezas de playa o penetrar tierra adentro hasta una distancia de nueve millas. El 11 de junio, sin embargo, las tropas aliadas vencieron la resistencia alemana. Unieron las playas de la invasión para formar una gran cabeza de playa. Sin embargo, a pesar de la superioridad militar de los aliados, los alemanes contuvieron a las tropas aliadas en su lenta expansión de la cabeza de playa durante seis semanas.

A finales de junio más de 850 mil  soldados aliados habían desembarcado, incluyendo grupos de Francia, Noruega, Checoslovaquia, Polonia, los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Grecia, Australia y Nueva Zelanda. Incluso un posteriormente  famoso puñado de 160 españoles, republicanos refugiados.

Para esas fechas, más de cinco millones de judíos habían sido asesinados por la Alemania nazi y sus colaboradores y la existencia de los campos de concentración no era información corriente. Por supuesto, la persecución era de todos sabida, pero no sus dimensiones ni las condiciones de los concentrados. Ante las versiones que se filtraban muchos reaccionaban pensando que las atrocidades de las que hablaban eran propaganda  de ingleses y norteamericanos, porque aún no se habían revelado pruebas.

Tropas de Patton avanzan al interior de Francia

El 22 de junio de 1944 los soviéticos lanzaron una ofensiva masiva en el este de Bielorrusia, destruyeron el Centro del Grupo del Ejército Alemán y avanzaron hacia el oeste rumbo al río Vístula frente a Varsovia. Para el 1 de agosto están en el centro de Polonia, que como recordamos fue donde se inició la guerra al ser el primer territorio ocupado por Hitler ante el cual reaccionaron, lenta y tibiamente, los entonces gobernantes de Francia e Inglaterra.

El 25 de julio de 1944 las fuerzas aliadas encabezadas por el Tercer Ejército del general George Patton salen de la cabeza de playa de Normandía y avanzan decididamente hacia el este rumbo a París. Para mediados de agosto, las tropas aliadas habían rodeado y destruido gran parte del ejército alemán en la región de Normandía cercana a Falaise.

Del 1 de agosto al 5 de octubre de 1944 el Ejército Nacional, la resistencia polaca no comunista, se levanta contra los alemanes en un esfuerzo por liberar a Varsovia antes de la llegada de las tropas soviéticas. Stalin decide no apoyarlos y que combatan solos.  El avance del Ejército Rojo se detiene en la ribera oriental del Vístula. Para el 5 de octubre ya han sido vencidos y  los alemanes aceptan la rendición de lo que quedaba de sus fuerzas.

El 15 de agosto de 1944  otro gran contingente de fuerzas aliadas desembarcan en el sur de Francia cerca de Niza y avanzan rápidamente hacia el río Rin con rumbo noreste.

Entre el 20 y el  25 de agosto de 1944 las tropas aliadas llegan a París.

Tropas francesas aliadas llegan a Paris

Einsenhower tiene tiempo y voluntad para permitir que quienes entren primero sean franceses de la única unidad de sus tropas que operaba bajo bandera francesa, muy especial en su composición porque en su seno luchaban incluso españoles antifranquistas y africanos de las colonias, la llamada División Leclerc, al mando del general francés Fhilippe Leclerc, o  2ª División de la Francia Libre.

Los libertadores son bienvenidos

La consideración fue mayormente importante debido a una condición especial creada por la sublevación de la resistencia en la ciudad. A medida que las tropas aliadas iban acercándose a la capital francesa en el verano de 1944, la Resistencia incrementó su presión sobre las fuerzas de ocupación alemanas. Generalmente las Fuerzas Francesas del Interior se dividían en dos tendencias, la gaullista y la comunista, que compitieron por ver cuál liberaba París y de qué manera. Los nacionalistas intentaban calmar los ánimos de los sectores civiles más radicales prometiéndoles una pronta llegada del Ejército de Liberación: a medida que las tropas aliadas fueran derrotando a los alemanes y los expulsaran de sus posiciones en suelo francés, el día de la liberación de Francia estaba más próxima. Pero el día 18 de agosto las fuerzas comunistas proclamaron la movilización general contra las fuerzas nazis de ocupación. Pretendían que París fuera liberado sin esperar a que llegaran los aliados. Los sectores gaullistas respondieron al día siguiente llamando a la resistencia parisina a la insurrección general, sin esperar el visto bueno del gobierno provisional de Francia. La ciudad de París se sublevó y los trabajadores del transporte urbano (ferrocarril y metro) se declararon en huelga y dejaron de trabajar, siendo secundados por la propia policía francesa. Las fuerzas comunistas comenzaron a desarrollar tácticas de guerrilla urbana atacando en pequeños grupos a pequeñas unidades de tropas nazis aisladas. A la lucha callejera le acompañó la ocupación de comisarías, edificios estatales y oficinas gubernamentales, declarando con su toma la liberación de París y la disposición de esas infraestructuras al servicio de la liberación parisina. Hombres, mujeres y niños se aprestaron a la formación de improvisadas barricadas en las calles de París. Pero París estaba bien defendida. Según fuentes periodísticas francesas, las fuerzas alemanas se estimaban en 16 mil  soldados, 80 tanques y 60 cañones al mando del gobernador, general Dietrich von Choltitz, cuyo cuartel general estaba en el Hôtel Meurice de la calle Rivoli. Así, concentradas en la defensa no pudieron evitar que, aprovechando un alto al fuego temporal negociado por el cónsul sueco Raoul Nordling con el alto mando alemán, la resistencia tomase el Ayuntamiento.

Sublevados se parapetan

Efectivamente, el día 20, un puñado de miembros de la Resistencia ocuparon el Ayuntamiento en nombre del Gobierno Provisional de la República Francesa e izaron la bandera tricolor. Para su defensa, 400 personas se atrincheraron en su interior mientras grupos armados defendían los edificios de las calles de Rivoli, de la Verrerie y de Renard para impedir que los alemanes se acercaran al Hôtel de Ville. Las comidas, irregulares, consistían en sardinas, mermelada, fideos y queso en tubos  tomados a los alemanes. En tan solo 48 horas, el centro de la ciudad se había convertido en un foco de insurrección.

Formaron decenas de barricadas

Paris, que durante 4 años tuvo entre los nazis fama de ser para ellos un destino tranquilo y placentero pues una  tupida red de colaboracionistas cooperó con las autoridades ocupantes, se había convertido en el principal destino de descanso de los oficiales alemanes. El Gobierno militar publicaba una guía bimensual para los nazis que visitaban París, y  podían gozar de hoteles y cines reservados exclusivamente para ellos,  a los que se veía frecuentar cafés, mercados y puestos callejeros. La pretendida normalidad de que gozaban los invasores contrastaba con las penurias reales que pasaban sus habitantes, víctimas de una permanente carencia de alimentos. La falta de carbón para alimentar las calefacciones significó una existencia miserable para los parisinos durante los inviernos notablemente duros entre 1940 y 1944.

Más de 4 años los nazis gozaron de Paris

Ahora la población se había sublevado sabedora de que todo cambiaría muy pronto. Tenían pocas armas y gastaron la mayor parte de la munición el primer día. Pero con sus emboscadas, los tiroteos desde azoteas, el lanzamiento de cócteles molotov y los sabotajes, consiguieron atemorizar a los alemanes, que se concentraron en algunos puntos fortificados de la ciudad. Muchas mujeres participaron directamente en los combates.

La euforia desbordó las calles

El 25 de agosto por la mañana las fuerzas francesas libres, respaldadas por la 4ª División de infantería del Ejército de los Estados Unidos, entraron en la Ciudad Luz. De Gaulle llegó a media tarde.

Un hombre escribió a su esposa a las 9:30 de ese día: «Acabo de verlos. Tengo el corazón encogido y los ojos llenos de lágrimas. Y los que he visto son franceses. La multitud reunida espontáneamente estaba en delirio. Los tanques apenas podían pasar». Un oficial francés, Gaston Ève, recordaría: «La gente nos regalaba botellas de vino. Les dimos paquetes de galletas, pequeños trozos de nuestras raciones de chocolate y por supuesto les devolvimos el beso y besamos a las personas por las que luchábamos». Tras los franceses entraron los estadounidenses, que fueron recibidos con grandes muestras de amor y agradecimiento.

El gobernador von Choltitz firmó la capitulación conbtra las órdenes de Hitler

Por la mañana y al medio día  hubo algunos combates en los puntos en los que se habían concentrado las fuerzas alemanas: un cuartel de la plaza de la República, el Senado, el Hotel Majestic, la central telefónica de la rue des Archives… A las 15:30, el gobernador von Choltitz, se rindió en el Hotel Meurice y dio la orden de deponer las armas. Consciente de la importancia simbólica que tenía la toma de la capital de Francia en la moral de las tropas de ambos bandos, Hitler había ordenado defender París hasta el último hombre y específicamente dictó que debía ser destruida “por completo”, muy particularmente pensando en el arte que albergaba, antes de que cayera en manos aliadas. Pero von Choltitz, se negó a cumplir la orden y Paris fue preservada. La historia lo registra como el nazi que salvó la ciudad de la locura de Hitler. Otras versiones atribuyen el mérito a las dotes persuasivas del cónsul Nordling o a la imposibilidad material de las fuerzas de ocupación de llevar a cabo la orden demencial  por carecer de los medios necesarios. De cualquier manera,el mundo  le debe Paris a  von Choltitz.

En total, durante la insurrección y la liberación de París murieron 900 resistentes, 76 soldados de la división Leclerc y en torno a 3 mil  militares alemanes. Fueron apresados casi 13 mil nazis. Oficiales alemanes a los que llevaban presos recibieron pedradas y golpes pese a la protección de su escolta. Un hombre se acercó corriendo con un revólver y mató a uno de un tiro en la cabeza.

La rabia y la frustración acumuladas durante cuatro años se desataron también contra los franceses colaboracionistas, particularmente contra las mujeres. Se calcula que los comités de liberación raparon a unas 20 mil  mujeres en toda Francia acusadas de trabajar para el enemigo, mantener relaciones sexuales con el ocupante o denunciar a los combatientes de la resistencia. Durante esos días eran usuales las escenas de mujeres que sufrieron una traumática humillación pública para cubrirlas de vergüenza.

Exhibidas y denigradas por colaborar con los nazis

Para septiembre, los aliados llegan a la frontera con Alemania. Para diciembre, casi toda Francia, la mayor parte de Bélgica, y parte del sur de los Países Bajos habían sido  liberadas.

El 23 de agosto de 1944 la aparición de las tropas soviéticas en el río Prut indujo a la oposición rumana a derrocar el régimen de Antonescu. El nuevo gobierno concluye un armisticio e inmediatamente cambia de bando en la guerra. El cambio de posición rumano obliga a Bulgaria a rendirse el 8 de septiembre y los alemanes huyen de Grecia, Albania y el sur de Yugoslavia en octubre.

Entrada de la división rumana en Bucarest que derrocó al dictador pronazi Antonescu

Del 29 de agosto al 28 de octubre bajo el mando del Consejo Nacional Eslovaco, formado tanto por comunistas como por no comunistas, las unidades de la resistencia clandestina eslovaca se levantan contra los alemanes y el régimen fascista local. Pero a fines de octubre los alemanes toman Banská Bystrica, los cuarteles generales del levantamiento, y ponen fin a la resistencia organizada.

El 4 de septiembre de 1944 Finlandia acepta firmar el armisticio con la Unión Soviética y expulsar a las fuerzas alemanas.

El 15 de octubre el movimiento fascista húngaro de la Cruz Flechada lleva adelante un golpe de estado con apoyo alemán para evitar que el gobierno húngaro entable negociaciones para rendirse ante los soviéticos.

Mientras tanto, el 20 de octubre de 1944 tropas estadounidenses desembarcan en Filipinas al mando del legendario Douglas Mc Artur, que había vivido en el país cuando su padre, también general fue gobernador  en la época del  protectorado de los Estados Unidos luego de independizarse de España.

El 16 de diciembre de 1944 los alemanes lanzan una ofensiva final en el oeste, conocida como la batalla de las Ardenas, en un intento por reconquistar Bélgica y dividir las fuerzas aliadas apostadas a lo largo de la frontera alemana, una ocurrencia ilusoria quizá del propio Hitler que fracasó de principio a fin.  El 1º de enero de 1945, los alemanes debieron emprender la retirada.

Cuartel personal de Hitler en Alderhost

A mediados del mes Hitler abandonó su cuartel de Adlerhorst, desde donde despachaba, para recorrer en tren los 500 kilómetros que lo separaban de Berlín. En la capital alemana se instaló en el llamado Führerbunker, un sólido refugio subterráneo de dos pisos construido bajo los jardines centrales  de la Cancillería del Reich…. “Sé que la guerra está perdida (…) la superioridad del enemigo es demasiado grande (…) Jamás nos rendiremos, podemos caer, pero con nosotros caerá todo un mundo”, le dijo a uno de sus edecanes antes de partir hacia Berlín, con el ferviente deseo de arrastrar a la desgracia al mayor número posible de víctimas.

A su llegada Albert Speer, Herman Göring y  Heinrich Himmler le propusieron alternativas para negociar la rendición pero fueron tajantemente  rechazados y desde ese momento quedaron fuera del primer círculo.

Por el  resto de su existencia sólo un día recibió lo que para él fue una buena noticia.

Fue la íltima vez que tuvo algo de optimismo. El 13 de abril,  Goebbels irrumpió en una reunión. Pero antes de que Hitler pudiera reaccionar, su ministro eufórico y agitado lo felicitó. “Le dije que todo cambiaría Führer. A mediados de abril las estrellas indicaban un vuelco. Y se produjo: Roosevelt ha muerto”. Hubo gritos, algarabía y celebraciones. Generales y ministros fueron llamados de urgencia. Desbocado por el entusiasmo, Hitler explicó “el cambio de rumbo que había dado la contienda”. Los argumentos eran una conjunción de movimientos astrales y la muerte del Presidente de los Estados Unidos. Los planes a futuro se dibujaban con ardor. La noche fue larga.

Pero a la mañana siguiente, la realidad se impuso una vez más. Viena había caído en manos de los soviéticos

Las honras fúnebres de Roosevelt

El 12 de abril los soldados estadounidenses descubrieron el campo de concentración de Ohrdruf.  Habían corrido rumores de su existencia pero ningún norteamericano ni ningún británico los había visitado. Eisenhower y otros oficiales estadounidenses acudieron a verificar los reportes recibidos y documentaron  ordenó una amplia documentación. Además, tomó medidas para asegurar que el mundo se enterara, invitando a periodistas y a ciertos civiles a visitarlos y pidiendo a Washington que enviara corresponsales de prensa.

“Lo que vi es indescriptible… Hice la visita deliberadamente para poder dar testimonio de primera mano de estos hechos si alguna vez, en el futuro, surge la tendencia a atribuir estas acusaciones a mera propaganda”, escribió Eisenhower, en una carta al Jefe del Estado Mayor del Ejército, George C. Marshall, fechada el  15 de abril de 1945. El mundo se horrorizó y en las siguientes semanas sucedieron otros descubrimientos.

Dos corresponsales de guerra ingresan al campo de concentración de Ohrdruf, el primero de los liberados por los Aliados. Uno de los hombres de prensa no solo es fotógrafo, también busca a su madre. El horror se les impone. La difusión de las fotos en todo el mundo muestra por primera vez el infierno.

Hitler pasó los últimos 10 días de su vida  en situación deplorable. Encerrado en el bunker, un sitio horrendo, húmedo, sin ventilación y saturado de penetrante olor a orina y a caño, debido a que los sanitarios no drenaban correctamente por falta de pendiente. El bunker, con un techo de 3 metros de espesor y paredes de 8 metros de ancho, constaba de unos 700 metros de superficie en ambas plantas. Se construyó como refugio en caso de bombardeo aéreo, pero nunca estuvo pensado para vivir ahí, menos para ser utilizado como oficinas y lugar de trabajo de decenas de personas que lo ocuparon al finalizar la guerra, pues prácticamente se trasladó todo el despacho de la cancillería. Originalmente se pidió que fuera más profundo, pero los mantos freáticos del área lo impidieron y de hecho siempre tuvo que ser desaguado con bombas extractoras. Su fuente de información noticiosa era la BBC, que escuchaba con ira. Ahí se enteró de lo sucedido a Mussolini el día 28.   La última vez que Hitler salió del bunker fue el día de su cumpleaños, el 20 de abril, para recibir y acariciar a soldados adolescentes de entre 12 y 14 años que habían sobrevivido y en realidad escapado en la periferia de Berlín a una de las primeras avanzadas de soviéticos que ya rodeaban la ciudad. Fue cuando se le tomaron las últimas fotos.  Nunca más volvió a ver el sol. Padecía un insomnio tan drástico que sólo lograba conciliar el sueño de 3 a 4 horas con cantidades cada vez mayores de somníferos y el párkinson, agudizado, lo mantenía temblando. Aunque ya ni en las mayores alucinaciones imaginaba ganar la guerra, desvariaba mencionando que llegarían las tropas del general “x” o del mariscal “z”, o los escuadrones “y” de la fuerza aérea, todos ellos ya aniquilados por el enemigo, para detener la ocupación de la ciudad. Por supuesto, nadie se atrevía a refutarlo. Sólo en algo no perdió lucidez: debía morir antes de que los rusos lo capturaran. Y además, era menester destruir su cadáver, para que no le pasara lo que a Mussolini. Las instrucciones de ser incinerado las impartió a cuatro personas, para  evitar que por algún impedimento  se incumplieran.

Las últimas fotos se le tomaron cuando recibió y acarició a los adolescentes que había enviado a enfrentar a los soviéticos que entraban en Berlin
Con Eva

Sobre lo que fue el bunker actualmente está el estacionamiento de unos apartamentos, a un costado de la plaza-monumento al holocausto.

Un área del bunker se acondicionó para que fueran sus habitaciones que compartía sólo con Eva y donde recibía a muy poca gente, entre la que se encontraba con mayor frecuencia el matrimonio de los Goebbels, Joseph y Magda, sus favoritos, y de quien había sido padrino de bodas antes de que tomaran el poder. Algunos historiadores se refieren a ella como la primera dama no oficial de la Alemania nazi, pues jugaba un activo y emblemático papel en el partido y Hitler le tenía en gran aprecio, considerándola “el modelo de la mujer Nacionalsocialista” mientras Eva siempre permaneció en un sitio discreto. Dos días antes de suicidarse, Hitler le obsequió a Magda su anillo del partido nazi, lo que a ella le conmovió profundamente, entendiéndolo como “el más grande honor de un alemán”. Magda, quien tenía 6 hijos con Joseph y uno mayor de un anterior matrimonio, Harald, en ese momento prisionero de guerra en África, le escribió a su primogénito su última carta, en la que entre otras cosas le decía:

“El mundo que viene después del Führer y el nacionalsocialismo ya no vale la pena vivirlo y por lo tanto me llevo a los niños conmigo, porque son demasiado buenos para la vida que seguiría, y un Dios misericordioso me entenderá cuando les dé la salvación… Los niños son maravillosos… Nunca hay de ellos una palabra de reproche o llanto. Los impactos están sacudiendo el búnker. Los niños mayores arropan a los menores, su presencia es una bendición y hacen sonreír al Führer de vez en cuando. Que Dios me ayude a tener la fuerza para hacer lo último y más duro. Solo nos queda un objetivo: lealtad al Führer incluso en la muerte…”

Magda Goebbels

El día 29 Hitler entregó su testamento y anunció el nombramiento de Karl Dönitz como Reichsprasident a partir del momento de su muerte y a Goebbels como el nuevo canciller. Luego contrajo matrimonio con Eva en una tétrica ceremonia, en la que Walter Wagner actuó como oficial del registro civil y los Goebbels como padrinos.

Probó la efectividad del veneno con su perra

Esperó hasta último momento, retrasó lo más que pudo el final, pero siempre con el cuidado de que no fuera demasiado. Entonces probó la eficacia del cianuro con su perra Blonda, una pastor alemán que había adquirido en 1941. Cuando calculó que faltaban 24 horas para el arribo de los rusos, cuando las tropas del Ejército Rojo estaban cerca del centro de Berlín, mordió la cápsula de cianuro y casi al mismo tiempo se disparó, -quizá en la boca de acuerdo a las declaraciones de los testigos y al estado en que quedó su cabeza- con su pistola Walther PPK 7.65. Instantes antes Eva, había ingerido su propia cápsula, pero no se disparó. No quería ser un cadáver desfigurado.

Goebbels supervisó que los cadáveres de Hitler y Eva fueran incinerados en un cráter afuera del bunker que había producido una bomba soviética. El 1 de mayo Goebbels envió un telegrama al almirante Dönitz. Estaba marcado como «muy secreto» y «urgente», y empezaba anunciando: «El Führer murió ayer a las 15:30 horas». La siguiente frase decía : «El testamento del 29 de abril lo nombra a usted presidente del Reich».

Al día siguiente, Magda y Joseph dispusieron que el dentista de las SS Helmut Kunz inyectase morfina a sus seis hijos con el fin de dejarlos inconscientes y así poder introducirles una ampolla de cianuro en la boca. Después de inducirles la muerte subieron al exterior del bunker y ambos se suicidaron, también con cianuro.

Goebbels con sus hijos

En la ciudad las tropas soviéticas desataban la furia de su venganza, descargándola principalmente en las mujeres. Se le considera el fenómeno de violaciones sexuales masivas máscuantioso de la historia. Edran el único botín disponible, pues la ciudad completa estaba en ruinas. Sólo en Berlin unas 100 mil mujeres fueron objeto de violaciones, la gran mayoría repetidamente. Algunas hasta 70 veces el mismo día, según sus propios testimonios. Cerca de 10 mil murieron en el trance.  Stalin lo justificó diciendo que “eran jóvenes que habían caminado cientos de kilómetros y tenían derecho a momentos de relajamiento con una mujer”. Algunos oficiales instaban a sus soldados a tomar venganza.  Se calcula que en toda Alemania las mujeres víctimas de ataques sexuales en los siguientes dias de la ocupación ascendió a mas de 250 mil.

La primera  – y quizá la única- instrucción que giró Dönitz como Reichsprasident fue  dirigida a Alfred Jodl, comandante en jefe de las fuerzas alemanas en Europa para que negociara la rendición con Eisenhower, como vimos al inicio de esta efeméride. Ya sabemos  que Eisenhoower no aceptó ninguna negociación y que Jodl firmó la rendición incondicional.

Dönitz fue juzgado y condenado a sólo 10 años de prisión y gozó de pensión vitalicia del gobierno

El mito de que  Hitler no se suicidó el 30 de abril de 1945 muy probablemente fue idea de Stalin, de cuyo primer circuló surgió la versión de que los americanos lo ocultaban. Pero fueron precisamente sus agentes del grupo de contraespionaje Smersh quienes encontraron y verificaron sus restos.  Cuando los rusos toman Berlín, Stalin ordenó que  un equipo de Smersh se apoderara de la cancillería y por supuesto del bunker, a donde no dejaron  ingresar a nadie, incluyendo al mismo comandante ruso, el mariscal Gueorgui Zhukov, a quien le negaron  permiso para bajar al búnker. Le dijeron que era peligroso porque había explosivos, pero era mentira. El Smersh montó fue una operación   para recuperar los cadáveres  de Hitler, de Eva, de la familia Goebbels y de algunos militares y los sacó del búnker.

La dentadura de Hitler, prueba de que se suicidó en el bunker.

Como los restos del Führer estaban carbonizados y en esa época no había pruebas de ADN, lo común era identificar los cadáveres por la dentadura. Hitler tenía una dentadura muy particular, con puentes de oro y con determinados arreglos. Lo que hacen los rusos es   buscar a su dentista y encuentran a su asistente, Kathe Heusermann. Ella aporta pruebas documentales  como radiografías y diagnósticos  de que esa era la dentadura de Hitler. Incluso dibujó pormenorizadamente  la dentadura y el dibujo existe. Ahí los rusos confirmaron 100 por ciento que estaban ante su cadáver. De manera que  desde muy pronto  se probó que Hitler había muerto en el bunker. Hay fotografías de su cadáver carbonizado y hay fotos de su mandíbula que aún hoy conservan los rusos y que son la pieza clave de sus restos. Elena Rzhevskaya, la intérprete rusa del Smersh, que fue la que llevó la dentadura de Hitler a Moscú como prueba para Stalin, lo explica muy bien en sus memorias, que se publicaron en los 80s.

El dibujo de Kate Heusermann

Ciudades desde Londres hasta Moscú se verán inundadas de desfiles, sobrevuelos y actos de homenaje esta semana en el 80 aniversario de aquel glorioso día.

Pero mientras millones de occidentales celebraban el Dia de la Victoria, en el teatro de guerra del Pacífico aliados y japoneses libraban una de las batallas más sangrientas de aquella guerra,  en Okinawa, que costó unas 250 mil vidas. Había iniciado el 1 de abril  y se prolongó hasta el 21 de junio.

Más como se  dice, esa es otra efeméride.


Lea el Efeméride en versión de publicación electronica

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Autor

  • José Luis Muñoz Pérez

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