Ciudad Juárez, Chihuahua.- En un espectáculo de fuerza coordinada que tensó el aire sobre la línea divisoria, fuerzas militares y de seguridad de México y Estados Unidos desplegaron este mediodía un imponente operativo binacional en el Punto 3 del muro fronterizo, justo en los confines entre Sunland Park, Lomas de Poleo y Anapra. Helicópteros zumbando en el cielo, tanquetas Stryker ancladas en la arena y antenas de vigilancia erguidas como centinelas marcaron una escena que evoca los viejos tiempos de los «Operativos Espejo», aunque las autoridades guardan un silencio que solo alimenta especulaciones sobre amenazas inminentes en la zona.
El punto de ignición para este movimiento se registró en el cruce internacional San Jerónimo-Santa Teresa, donde la secretaria de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Kristi Noem, aterrizó escoltada por un convoy blindado. Fuentes consulares confirmaron su presencia, acompañada por delegados mexicanos en un encuentro que duró poco más de una hora, pero que sirvió de preludio a la ofensiva conjunta. Noem, conocida por su mano dura en políticas migratorias desde que asumió el cargo en la administración Trump, ha multiplicado sus visitas a la frontera en los últimos meses: en agosto anunció la pintura de negro del muro para disuadir escaladas, y en octubre lanzó la «Operación River Wall» con más de cien embarcaciones para blindar el Río Bravo. Hoy, su sombra se proyecta sobre este despliegue, que podría ser una extensión de esas iniciativas para contrarrestar el flujo de migrantes y narcotráfico en uno de los sectores más calientes del desierto chihuahuense.
Miles de Ojos y Botas en la Línea Invisible
Del lado estadounidense, el Ejército de Estados Unidos tomó la vanguardia con un arsenal tecnológico que impresionó a los observadores locales. Elementos de la Guardia Nacional de Texas, la Patrulla Fronteriza, el Buró Federal de Investigación (FBI), el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) y la Oficina del Sheriff de Doña Ana se desplegaron en formación cerrada, instalando una antena metálica de diez metros de altura que dominaba el horizonte. Junto a una tanqueta Stryker, tres aparatos de monitoreo escaneaban el terreno con pulsos invisibles, mientras un equipo de cómputo en una mesa improvisada procesaba datos en tiempo real. Dos helicópteros negros, sigilosos como sombras, y uno blanco de reconocimiento sobrevolaron la zona durante casi tres horas, descendiendo mandos de alto rango que se reunieron en un círculo discreto, flanqueados por francotiradores en posiciones elevadas.
En el flanco mexicano, la respuesta fue igual de contundente. Personal de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Guardia Nacional y el Instituto Nacional de Migración (INM) erigieron un perímetro de vigilancia alrededor de la emblemática piedra del Punto 3, en Lomas de Poleo. Vehículos blindados y drones de bajo vuelo completaron el mosaico, asegurando que ningún movimiento pasara desapercibido. «Es como si la frontera se hubiera convertido en una fortaleza viviente», describió un testigo ocular, un ranchero local que prefirió el anonimato por temor a represalias. Esta coordinación evoca los históricos Operativos Espejo, ejercicios conjuntos contra el crimen organizado que han marcado la relación bilateral desde los noventa, pero con un matiz actual: el énfasis en inteligencia artificial y vigilancia remota, impulsado por las directrices de Noem para «recuperar el control soberano».
Silencio Oficial y Susurros de Inteligencia: ¿Qué Acecha en el Desierto?
Pese al estruendo de rotores y el polvo levantado por botas y llantas, el velo del secreto persiste. La Oficina de la Patrulla Fronteriza, consultada por reporteros en el sitio, se limitó a un escueto «no tenemos conocimiento de ningún despliegue especial en el Punto 3», una respuesta que choca con la evidencia palpable de su propio personal en el terreno. Fuentes extraoficiales susurran que podría tratarse de una simulación antiterrorista o una redada preventiva contra carteles que han intensificado sus incursiones en la zona, especialmente tras las inundaciones de julio que erosionaron secciones del muro recién pintado de negro. Noem, en su última declaración pública desde Washington hace dos semanas, aludió a «amenazas asimétricas» en la frontera suroeste, prometiendo «acciones decisivas» sin más detalles.
Mientras el sol se ponía sobre el desierto, dejando un rastro anaranjado en el acero del muro, los convoyes comenzaron a replegarse con la precisión de un reloj suizo. Ni detenciones anunciadas ni cargamentos incautados, solo la promesa implícita de que este no será el último capítulo. En un contexto donde las deportaciones masivas de la era Trump han repatriado a 1.6 millones de migrantes en 200 días —según presumió la secretaria en agosto—, este operativo subraya la nueva normalidad: una frontera no solo vigilada, sino hiperconectada y lista para responder. El Gobierno de Estados Unidos ha prometido un comunicado oficial en las próximas horas, pero en Juárez, donde el eco de los helicópteros aún resuena, la pregunta flota en el aire: ¿fue esto un ensayo, o el preludio de algo mayor?



