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Meridiano 107
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Juan Pablo I, La Sonrisa de Dios

José Luis Muñoz Pérez Texto: José Luis Muñoz Pérez
16 octubre, 2025
en > Efemérides
Tiempo de Lectura: 31 minutos
Portada Efemérides
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     A mi yerno y amigo Juan Pablo Carvajal de la Rosa,

esposo de mi hija Victoria y padre de mis nietas,

Amelia y Julia, con todo mi afecto.

 

Investigación y edición de José Luis  Muñoz Pérez

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Se le conoció como El Papa de la Sonrisa y en franca hipérbole la televisión italiana lo bautizó como La Sonrisa de Dios.  El motivo por el que más se le recuerda es su efímero pontificado, pues falleció a sólo 33 días de haber sido electo Papa, el primero de la historia con

La ostentosa Triple Corona, símbolo del Papa como Majestad.

un nombre compuesto: Juan Pablo, el primero nacido en el Siglo XX, el primero en  rechazar el ser coronado con la ostentosa triple tiara como sus antecesores en más de mil 200  años y el último italiano en ocupar la Cátedra de Pedro hasta el presente, en una racha ininterrumpida de 455 años, desde que se eligió a Clemente VII, Giulio di Giuliano de Medici en 1523, quien enfrentó una grave crisis en la iglesia incluyendo la expansión de la Reforma Protestante y fue sucesor de Adriano VI, holandés, otro cuya muerte también despertó sospechas.  Nacido un día como hoy 17 de octubre, en 1912, su nombre secular es casi un poema: Albino, evocación de la primera luz del nuevo día, y su apellido, Luciani, hijo de la iluminación.  

Lo extraordinario de su temprana muerte, sorprendente, de improviso, ocasionó que 1978 fuera un año de 3 papas, el primero desde 1605, cuando León XI murió a los 27 días de ser electo desatando necesariamente un alud de especulaciones, principalmente la de que hubiera sido asesinado. Decisiones obtusas de la burocracia vaticana tras su fallecimiento incentivaron las sospechas, como ya veremos. Se habló de envenenamiento, de conspiraciones de banqueros y estafadores, de la mafia, y por supuesto de la misma curia. La versión oficial fue un ataque cardíaco pese a no tener antecedentes, y la autopsia, si se le practicó, fue secreta y nunca confirmada.  

Su pontificado de apenas 33 días fue demasiado corto para hacer cambios importantes y trascendentes en la iglesia, pero sorprendentemente suficiente para dejar en los creyentes una fascinación extraordinaria, una especie de encanto cautivador que justamente se potenció con la difundida versión de su presunta victimización.  Ya sabemos que las víctimas despiertan simpatía y solidaridad.   

A diferencia de su antecesor e impulsor Pablo VI, hijo de un matrimonio aristócrata integrado por  Giorgio Montini, un próspero abogado, político miembro del parlamento

Paulo Vi.

y periodista dirigente  de la Acción Católica, y de Giudetta Alghisi, perteneciente a una familia de la nobleza rural, Albino Luciani fue el primer hijo de un matrimonio que sufrió y vivió siempre en la pobreza. Nació en un parto largo y difícil y de apariencia tan frágil que su madre pidió que le bautizaran de inmediato temiendo por su sobrevivencia.  Su padre, Giovanni Batista Luciani,  fue un obrero de la construcción y jornalero agrícola, migrante constante en busca de empleos mal remunerados, de ideas y filiación socialista, ateo  que despreciaba a los curas y a la iglesia católica por considerarlos alejados del proletariado. Cuando Luciano tenía apenas un año su padre ya estaba laborando en Argentina. Su madre, Bortola Tancon, igualmente carente de instrucción pero de gran apego a la iglesia y devota piadosa tuvo una gran influencia espiritual en la formación de su hijo.  

“Mi madre fue mi primera maestra de catecismo”, recordaba Luciani.   

Los años de la Primera  Guerra Mundial, de 1914 a 1918, y los siguientes, marcaron la primera infancia de Albino y fueron particularmente difíciles para esa región del Véneto, una tierra pobre caracterizada por la emigración, donde se enclava el poblado en el que  vivían,  Canale d’Agordo, en la provincia de Belluno, al pie de la cadena montañosa de los Dolomitas. Su hermano menor, Edoardo, recuerda: “Había sólo hierba y las raíces de las plantas para hervir… de vez en cuando un pedazo de pan hecho de salvado y del aserrín de los

Giovanni Batista Luciani, padre de Albino.

árboles”. Por muchos años la familia vivió en un pajar adaptado. Su padre regresó del extranjero en 1915 sólo para participar en la guerra y al finalizar partió de nuevo, esta vez hacia Alemania, dejando a su esposa otra vez embarazada.  

Su biógrafo  Marco Roncalli encontró una oración que Albino escribió cuando apenas cursaba el cuarto grado de primaria: “ Señor, tú que lo sabes todo y que todo lo puedes, ayúdame a vivir. Yo soy aún un niño, no tengo estudios, soy pobre, pero quiero conocerte. Ahora no sé verdaderamente quién eres y no sé si te quiero, me gusta el Padre Nuestro, me gusta mucho el Ave María, oro por los difuntos y por mis seres queridos. Ayúdame a entender. Soy tu Albino. Amén».  

Sin duda, un texto que nos revela su fé y nos muestra su franqueza: “no sé si te quiero”.  

Cuando pensó en estudiar para sacerdote su madre lo alentó entusiasmada. Pero ambos dudaron de la autorización de su padre. Decidió dubitando escribirle una carta a Francia, donde

Su madre, Bartola Tancom, lo encaminó a la religiosidad desde pequeño.

a la sazón se encontraba y esperó temeroso la respuesta, pidiendo a Dios constantemente. Cuando por fin llegó lo invadió una enorme alegría doble: Dios lo había escuchado y su padre otorgado la autorización, con una firme recomendación: “Espero que cuando seas sacerdote estés de parte de los trabajadores, porque Cristo mismo lo habría estado…” 

Albino conservó esa carta y la llevó siempre consigo, igual que fue fiel a su promesa de velar por los trabajadores. De hecho, estaba entre sus papeles encontrados en su dormitorio cuando murió. 

Pareciera paradójico y lo es, que el consejo de un padre ateo haya sido de tal nivel de influencia en la línea de conducta de un Papa.  

Ya como obispo escribirá: «Cuando nos llamamos entre nosotros, los hombres, la llamada es muy clara… Cuando Dios llama, es diferente; no hay nada escrito, ni fuerte, ni evidente: una voz baja, un susurro, un «pianísimo» que toca el alma».

Al concluir su educación elemental, a los 11 años entró en el seminario de Feltre, donde conoció a su maestro Giulio Gallo, un militante del Partido Popular que desde  época temprana denunció al Partido Fascista fundado en 1919, entre otros por Benito Mussolini. Gallo indujo al adolescente Albino a la lectura proporcionándole libros no sólo religiosos o disponibles en el seminario, sino también algunos que no eran bien vistos por otros instructores. Así,  dio rienda suelta a su pasión devorando textos de Molière, Verne, Twain, Dickens, Dovstoievskij, Tolstoi, Camus, Péguy, Pascal, Erasmo, Chesterton, Goethe, Petrarca, Papini, Freud, Darwin, Nietzsche, Marx, Lenin y muchos más, que estarán siempre presentes en su pensamiento y a quienes se referirá, como veremos.  Le había tomado el primer gusto desde niño, leyendo y releyendo Cuento de Navidad, de Dickens y Las Aventuras de Pinocho de Carlo Collodi. Gallo lo consideró su mejor alumno y le insistió en una recomendación: mantenerse alejado de la política italiana. Posteriormente, cuando los fascistas tomaron el poder, Galló fue perseguido y exiliado.

Luciani, recién ordenado sacerdote.

Luciani fue ordenado sacerdote a los 23 años. Los siguientes dos trabajó como asistente de un párroco desarrollando «aquel apostolado sencillo entre la gente que me gustaba mucho». Luego volvió al seminario, como profesor y como vicerrector, durante diez años, de 1937 a 1947, es decir poco más que todo el período de la Segunda Guerra, años tremendamente dramáticos para Italia y por supuesto para toda Europa, que Luciani vivió atento a los acontecimientos del mundo, haciendo hincapié en su estudio entre sus alumnos. Al inicio de la década pidió autorización para inscribirse en la Universidad Gregoriana de Roma y la obtuvo con la condición y dispensa para no asistir a clases presenciales, sino estudiar sin abandonar su labor, tanto pastoral como académica. El obispo lo quería en la línea de acción. Así obtuvo su Doctorado en Teología Negativa, con una tesis sobre EL origen del alma humana en Antonio Rosmini obteniendo el grado Summa Cum Laude.

La teología negativa, también llamada teología apofática, es un enfoque que intenta describir a Dios a través de la negación, afirmando que la esencia divina es trascendente e incognoscible para la mente humana. En lugar de decir lo que Dios es, se enfoca en lo que Dios no es, eliminando atributos humanos o finitos para acercarse a una comprensión indirecta de lo divino. Entre sus principios clave podemos encontrar los siguientes:  Trascendencia divina, principio que parte de la idea de que Dios es infinitamente distinto y superior a todo lo que conocemos y podemos entender. Inadecuación del lenguaje, es decir, las palabras y conceptos humanos son limitados y no pueden expresar la verdadera naturaleza de Dios. La negación.- Se usan declaraciones negativas, como «Dios no es bueno» en el sentido humano de la palabra, o «Dios no es hombre», para evitar atribuirle características finitas. El Objetivo es alcanzar una aproximación a lo divino a través de una vía indirecta y mística, reconociendo la insuficiencia de las afirmaciones positivas sobre Dios.  No es difícil encontrar una coincidencia interesante con la frase expresada por el niño Albino en su primera oración refiriéndose a Dios: “… no sé verdaderamente quién eres…” Al terminar la guerra fue nombrado provicario de la diócesis, después vicario general y Juan XXIII lo designó  obispo de Vittorio Veneto. Fue consagrado en la basílica de San Pedro el 27 de diciembre de 1958. Tomó como lema de su escudo episcopal la palabra Humilitas, explicando: «Yo soy el simple y pobre polvo; sobre este polvo el Señor ha escrito la dignidad episcopal de la ilustre diócesis de Vittorio Veneto». 

Juan XXIII, el Papa del Concilio Vaticano II, el último hasta ahora.

Se dedicó a una intensa labor pastoral en su diócesis, participó en los Sínodos de Obispos y viajó al extranjero por motivos pastorales.  

En 1962 el papa Juan XXIII dió inicio al Concilio Vaticano II, un evento de gran trascendencia en la vida de la Iglesia Católica. En una entrevista con el periodista Renzo Allegri, Marco Roncalli esboza en pocas palabras cómo lo asumió el obispo Luciani: 

“Con gran entusiasmo. No sabemos de su intervención directa, pero estuvo presente en todas las sesiones y miraba aquel evento con asombro. Se refería a él con un lenguaje deportivo, comparándolo con un «partido extraordinario» donde juegan «más de dos mil obispos» y «el árbitro es el papa». De sus escritos se lee: «El Concilio me ha obligado a volverme un estudiante de nuevo y a convertirme también mentalmente.»  

Después del Concilio, su pastoral tuvo una oleada de iniciativas nuevas, fuertes, que muchos juzgaron, incluso, como revolucionarias. 

¿Por qué?, pregunta Allegri.  

  “Luciani resultó ser un verdadero pastor, negado a ser encasillado en los estereotipos

habituales de «conservador» o «progresista»., responde Roncalli.  “Sin embargo, era firme en cuanto a la doctrina y los principios, pero lleno de compasión por la fragilidad humana, cercano a los problemas reales de las familias. Incluso entonces estaba creciendo en nuestro país la presencia de los inmigrantes que pertenecían a distintas religiones. Y él miraba con el corazón de un padre, incluso a esas personas. Escribió así: «Algún obispo se ha asustado: hay cuatro mil musulmanes en Roma, ¿tienen el derecho a construir una mezquita? No hay nada que decir: hay que dejar que lo hagan». Comprensivo, disponible, abierto, pero también inamovible en cuanto al rigor doctrinal y la disciplina. Siempre reiteró la incompatibilidad entre el cristianismo y el marxismo,  condenando los abusos de los que amenazaban con convertir al Concilio en un «arma para desobedecer, una excusa para legitimar todas las ‘extravagancias’ que pasan por la cabeza.» 

En 1969 murió el Patriarca de Venecía y Pablo VI  llamó a Luciani para designarlo como nuevo titular del cargo, que asumió el 15 de diciembre del mismo año.  

Los patriarcas son un tipo especial de arzobispo. Gobernaba  9 diócesis en la región

Marco Roncalli.

noreste de Italia. Sus obispos trabajaron en gran armonía bajo su liderazgo. Dependían  de los fondos del Banco del Venetto para realizar sus obras así que se le llamaba coloquialmente el Banco de los Curas, pues era muy cercano  al Instituto para las Obras de Religión, que tenía una importante participación en el Banco. 

 A mediados de 1972 en banco se convirtió en un  foco especial para Luciani…. 

El presidente del Banco del Vaticano, el obispo estadunidense Paul Marcinkus vendió la mayoría de sus acciones en el Banco del Veneto a otra persona, no religioso, el magnate financiero Roberto Calvi, director general del mayor banco privado de Italia, el Banco Ambrosiano, un hombre solitario, muy reservado en su vida personal y en sus negocios. 

La operación causó una gran inquietud y molestia entre los obispos italianos, pues sin el apoyo financiero su labor se vería paralizada. Además, estaba decidido a transformar el banco en una institución enfocada a los fines de lucro. Organizados, acudieron a una reunión con Luciano en su despacho de la Plaza de San Marcos para solicitarle su intervención ante el Papa. 

Para colmar la angustia de los obispos de su región,  esos días emergió  un escándalo bancario local que implicaba al obispo Marcinkus y al magnate Roberto Calvi.

Roberto Calvi.

Paulo VI era muy cercano a Marcinkus. Además de que fueron compañeros y amigos en la Universidad Gregoriana,  el papa le tenía especial estima desde que el obispo lo salvo del ataque con un cuchillo del  pintor boliviano Benjamín Mendoza disfrazado de sacerdote,  cuando desembarcaba en Filipinas en noviembre de 1970 para el viaje más largo de su pontificado. El obispo alcanzó a detener firmemente el puñal a unos centímetros del corazón del pontífice, que sólo logró causarle una herida menor que no lo puso en peligro. Marcinkus, un hombre fuerte, alto y corpulento, derribó al atacante y lo mantuvo sujeto hasta que los policías entraron en acción.  Paulo VI lo consideró la mano a través de la que Dios lo había salvado.  

Luciani entendía claramente que debía ser muy cuidadoso en el manejo de aquel tema y le intrigaba especialmente la extraña asociación entre Marcinkus y Calvi. Se preguntaba si el Papa estaba al tanto de sus maniobras financieras. 

Por su amigo el obispo Giovanni Benelli, que se desempeñaba en la Secretaría de Estado del Vaticano y era un hombre sagaz y muy conocedor de los entresijos de la Santa Sede, se enteró de algunos detalles: la venta formaba parte de un plan mucho más amplio entre los dos personajes, del que el Papa efectivamente estaba enterado. Calvi le habría pagado a Marcinkus alrededor de 45 millones de dólares por las acciones del Banco del Veneto una parte de los cuales  fueron a dar a las cuentas personales del vendedor. La fama de Marcinkus como negociante era ampliamente conocida por toda la iglesia.  

Pero algo más: en otro acuerdo el Banco del Vaticano compró acciones del Banco Ambosiano, el banco de Calvi, regresando así a sus arcas el dinero que había pagado por el Banco Veneto.  

Negocio redondo:  Calvi era ahora el verdadero dueño del Banco del Vaticano, el dinero regresó a sus arcas y fortaleció a su banco. 

Hasta entonces se sabía oficialmente que el Vaticano poseía el 1.8 por ciento de las

Giovanni Benelli.

acciones del Amborsiano, pero Luciani pronto supo que en realidad el volumen de participación había aumentado  considerablemente, incluyendo recursos adicionales de origen desconocido. 

Por otra parte, el director de la Radio del Vaticano, Francisco Faruzi, le reveló a Luciani  que  creía que Marcinkus no era el único involucrado en los tratos secretos. 

 

Luciani comunicó entonces a sus obispos que el asunto estaba mucho más allá de su alcance y que simplemente debía disciplinarse y rogar a Dios por que sus actividades no se vieran perjudicadas. Su decisión, por lo menos en apariencia,  era mantenerse al margen. 

Unas semanas después  Luciani fue elegido vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana y el 16 de septiembre Paulo VI visitó la Sede del Patriarcado en Venecia y se hospedó en su residencia. El Papa lo convidó a oficiar juntos la misa. El Sumo Pontífice aparece en todas las fotos de las ceremonias transmitiendo alegría mientras Luciani siempre recatado y con la vista baja, con gran humildad a la sombra del Papa. Por supuesto, no se sabe si el asunto de los bancos fue tema de sus conversaciones privadas.  

Seis meses más tarde, en marzo de 1973, el Vaticano anunció que  Luciani sería nombrado Cardenal.  

Apenas investido, el Cardenal Luciani recibió en Venecia otra visita, la de su amigo e informante Giovanni Benelli,  con una noticia tan  fresca como estremecedora: una horas antes agentes del FBI del área especializada en crimen organizado habían realizado una visita con orden de cateo a la oficina eclesiástica de Marcinkus en Chicago, en busca de pruebas o indicios sobre ciertos bonos falsos por 14 y medio millones de dólares producidos por la Mafia de Nueva York y entregados en Roma en julio de 1971. Temían que su destino final hubiera sido el Vaticano y que Marcinkus fuera el conducto.  

Eso le ganó a Marcinkus el apodo de “contacto en el Vaticano”. 

El 24 de abril de 1973  Marcinkus fue interrogado  en su despacho del Vaticano por el fiscal federal estadounidense William Aronwald y por Bill Lynch, jefe de la Sección de Crimen

El fiscal Aronwald no pudo con Marcinkis.

Organizado y Extorsión del Departamento de Justicia de Estados Unidos. Marcinkus declaró con gran frialdad que las acusaciones eran graves, pero que  carecían de fundamento suficiente para sentirse en la necesidad de  violar la confidencialidad del banco con el fin de defenderse, negando así el acceso a cualquier documentación.  

En otras palabras: hagan lo que gusten, aquí no encontrarán colaboración alguna.  

Tanto Marcinkus como Calvi y el propio Paulo VI hicieron valer todos los derechos de secrecía del banco y de la Iglesia, y el FBI no pudo encontrar ninguna prueba; los altos funcionarios se vieron obligados a regresar a América  con  un palmo de narices y concluir  el caso centrándose en un gangster italo-americano que cumplió 12 años en prisión.   

Sin embargo, Luciani quedó pasmado.  

Ni Marcinkus ni mucho menos Paulo VI volvieron a ser molestados por investigaciones de autoridades norteamericanas. 

En 1976 publicó un libro de mucho éxito, Illustrissimi, traducido al español como Ilustrísimos Señores. Se trata de un conjunto de 40 “cartas abiertas” imaginarias que el Patriarca de Venecia escribe a personajes históricos y mitológicos, a escritores famosos,  a santos  y a los más dispares personajes de la ficción literaria, como Dickens, Mark Twain, Fígaro, Mr. Pickwick, Petrarca, Goethe, San Bernardino de Siena, Hipócrates, Chesterton, Pinocho, Teresa de Ávila, Marconi, Quintiliano, Penélope, María Teresa de Austria… El estilo es culto, a la vez que sencillo y directo, y contiene reflexiones filosóficas sobre la sociedad contemporánea, en ocasiones con cierta ironía y buen humor.  

Su primera carta  es a Dickens, su autor favorito de la infancia, que según confiesa le gusto “infinitamente porque sus libros estaban transidos de un gran sentido de amor a los pobres y de regeneración social, con calor de fantasía y de humanidad”  

Le dice: «Querido Dickens, soy un obispo que se ha impuesto la extraña tarea de escribir cada mes una carta a algún ilustre personaje… todas tus novelas están pobladas de gente pobre

El libro de Albino Luciani con cartas a grandes personajes.

que vive en una miseria impresionante: mujeres y niños enrolados en fábricas y almacenes indiscriminadamente, incluso antes de los siete años; ningún sindicato que los defienda; ninguna protección contra la enfermedad o la desgracia; salarios de hambre; trabajo que se prolonga hasta quince horas diarias, que, con desoladora monotonía, encadena a fragilísimas criaturas a la máquina potente y ruidosa, al ambiente física y moralmente malsano, e impulsa con frecuencia a buscar el olvido en el alcohol o a  evadirse mediante la prostitución….son los oprimidos: para ellos reservas toda tu simpatía. Enfrente están los opresores, que tú estigmatizas con pluma manejada por el genio de la cólera y de la ironía, capaz de esculpir casi en bronce figuras de máscara”. 

Piensa Luciani  como Baudelaire, que «la burla mejor que el diablo logra es la de hacer creer a los hombres que no existe».

Charles Dickens.

  

Notoriamente el libro fue escrito pensando en el hombre común, en doctos e indoctos, próximos y lejanos. En lenguaje periodístico, ágil, pleno de frescura y espontaneidad popular, analiza problemas de la vida moderna, habla de Dios y del hombre, de la esperanza, de la humildad, del amor, de la vida y de la muerte, siempre con un tono  amigable y conciliador y fidelidad absoluta a la enseñanza del Evangelio. Respiran sus cartas serena confianza en las fuerzas del bien y en el  optimismo y su diálogo nunca ve a enemigos, sino siempre a hermanos que tienen derecho a ser informados. El desarrollo del tema se anima a cada paso con anécdotas vivas, chispazos de ingenio, observaciones agudas y refranes populares.  Destaca su postulado de que el Evangelio es alegre noticia, y el humor, virtud cristiana. 

En el Prefacio escrito por Igino Giordani plantea :  “En este epistolario vivo, surgido de una cultura sorprendente y moderna, renace una apologética poderosa, aunque afable, sin reticencias y sin ampulosas citas culturales, rica en episodios de la vida diaria; una apologética que establece la lógica discriminación de la vida y de la muerte, del castigo y del mal, para los avatares de nuestro tiempo. Se presenta, a la luz de la sabiduría eterna, una defensa de la persona y de la sociedad, que tantos organismos infortunados y

Mark Twain.

tantos cerebros desorientados se afanan por exterminar.” 

En su carta a Mark Twain, le dice:  

“Tú fuiste uno de los autores preferidos de mi adolescencia. Todavía recuerdo las divertidas Aventuras de Tom Sawyer, que son, por lo demás, tus propias aventuras de infancia, mi querido Twain. He contado cientos de veces algunas de tus ocurrencias… Mis alumnos se entusiasmaban cuando yo les decía: Ahora les voy a contar otra de Mark Twain. Temo, en cambio, que mis diocesanos se escandalicen: «¡Un obispo que cita a Mark Twain!» Quizá fuera necesario explicarles primero que hay muchas clases de obispos. Algunos, en efecto, parecen águilas que planean con documentos magistrales de alto nivel; otros son como ruiseñores que cantan maravillosamente las alabanzas del Señor; otros, por el contrario, son pobres gorriones que, en la última rama del árbol eclesial, no hacen más que piar, tratando de decir algún que otro pensamiento sobre temas vastísimos. Yo, querido Twain, pertenezco a esta última categoría”. 

Es un libro divertido, ameno, sabio, muy recomendado para chicos y grandes. Les comparto aquí el enlace para que lo disfruten.  https://www.lafebuena.com/wp-content/uploads/2023/06/Ilustrisimos-senores.pdf

  

Aldo Moro.

1978 fue un año convulso para Italia, que se debatía en una violenta lucha entre  radicales de derecha e izquierda del espectro político nacional en el marco de la Guerra Fría. La mañana del 16 de marzo en una estrecha calle de Roma dos autos cercaron  a la comitiva que conducía al dirigente del mayoritario partido Democracia Cristiana Aldo Moro. Varios individuos disfrazados con uniformes de la línea Alitalia le tendieron una emboscada. Se desató un tiroteo en el que 5 escoltas del político fueron asesinados y él secuestrado, sin sufrir un rasguño. Obviamente los ejecutores eran profesionales de alto rango.  

Aldo Moro había sido Presidente del Gobierno en dos períodos, encabezando una coalición con el que había sido adversario tradicional de su organización política, el Partido Comunista, algo que antes de Moro parecía impensable. Aunque la  insólita alianza trajo relativa gobernabilidad al país, no todos estaban de acuerdo y extremistas  de ambos bandos asumieron líneas terroristas.  Ese día asumía un período de gobierno igualmente coaligado Giulio Andreotti, correligionario pero no plenamente afín a Moro. 

Posteriormente, se supo que 49 de los 91 disparos efectuados en la operación salieron de una misma arma y se sugirió que hubiera sido un miembro de la Ndranghetta, la mafia calabresa, con conexiones con los servicios secretos. Un testigo afirmó haber oído gritar órdenes con acento extranjero, y otros testigos declararon que además de los ocupantes de los dos autos habrían participado otros dos hombres que huyeron en una moto Honda. 

La noticia conmocionó al país que, de forma espontánea, salió a la calle a manifestarse.  

Durante casi dos meses, 55 días en concreto, se desató un intenso debate en la sociedad italiana sobre si se debía negociar con los terroristas o no. El 30 de marzo los captores hicieron pública una carta que Aldo Moro envió a Francesco Cossiga, en aquel momento ministro del Interior, en la que reprochaba a sus compañeros de partido en el gobierno su negativa a negociar su liberación. En esos 55 días se movilizaron para su búsqueda 13 mil policías y decenas de helicópteros en Roma y en Milán, hubo  40 mil  registros domiciliarios en diversas ciudades  y se establecieron más de 70 mil retenes y controles en calles y carreteras… pero no se realizó una sola  detención.

Henry Kissinger le dijo a Moro que pagaría caro.

 

El martes 9 de mayo Franco Tritto, quien fue asistente de Moro, recibió una llamada que le informó que encontrarían el cuerpo del «Honorable», en vía Caetani, exactamente a mitad del camino entre las sedes del Partido Demócrata Cristiano y el Partido Comunista, en el maletero de un coche rojo. Efectivamente, se le localizó acribillado. Se especuló que habían sido las Brigadas Rojas, que se atribuyeron el plagio, que habría sido la Maffia calabresa, que el Servicio Secreto, que la CIA o la KGB, y por supuesto que miembros de su propio partido y del gobierno. El propio Henry Kissinger habría sentenciado alguna vez que Moro pagaría caro haber incluido a los comunistas en su gobierno. Estados Unidos invertía millones de dólares al año para frenar al comunismo en Italia. Su mujer, Eleonora, que nunca perdonó a Giulio Andreotti, no permitió que se celebrara un funeral de Estado. 

Italia se sumergió en un mar de especulaciones acusaciones y sospechas. El conspiracionismo se convirtió en un deporte nacional. 

El 6 de agosto del mismo año 1978 Paulo VI murió por complicaciones derivadas de un ataque al corazón que sufrió días antes, a los 80 años de edad. 

 Veinte días más tarde, concluidas las exequias, el Colegio Cardenalicio inició el Conclave para elegir sucesor. Antes de la primera reunión circuló profusamente el nombre de Giovanni Benelli como uno de los supuestos favoritos, y se le llamaba el  “candidato natural”, lo que sólo evidenció que los “analistas expertos” invariablemente se equivocan en sus pronósticos de elección papal.  Tras la primera votación fue evidente que Benelli  había sido descartado por su edad: sólo 57 años, demasiado joven para el grupo de electores,  que votó a otros 4 candidatos con  un número mayor de sufragios, incluyendo a Luciani. Para la tercera votación ya sólo figuraron 3, pero ninguno obtuvo los dos tercios necesarios. 

 En la cuarta votación del día, Albino Luciani obtuvo 101 de los 111 sufragios, prácticamente la unanimidad. 

Benelli demostró ser un eficiente cabildero a favor de Luciani, antes y durante el cónclave,  se dice que en espera de ser nombrado Secretario de Estado, pero no lo logró, pues en el breve mandato de Luciani permaneció en el cargo el cardenal Villot,  que lo ocupaba desde el 2 de mayo de  1969 por designación de Paulo VI. 

Fue uno de los cónclaves más ágiles que se recuerden, pues la tarde del mismo 26 de agosto que inició, los fieles reunidos  en la Plaza de San Pedro vieron salir el humo blanco,  sólo superando por escasos 90 minutos o menos al más corto de la historia, que se resolvió en  9  horas en 1503,  al ser elegido Giuliano della Rovere, un experimentado cardenal veterano de la política italiana y eterno rival de su antecesor, el papa Borgia. Reinó con el nombre pontifical de Julio II, un papa guerrero y el mayor mecenas de artistas entre los sucesores de San Pedro, incluyendo a  Miguel Angel Bounaroti, a Bramante y a Rafael, e iniciador de la construcción de la Basílica de San Pedro.   

En contraste, el cónclave más prolongado de la historia fue el que eligió a Teobaldo Visconti como Gregorio X  en 1271,  que se prolongó por 2 años y 9 meses.  

Julio II fue electo en el cónclave más corto de la historia.

 La corta duración del cónclave de 1978 puede ser indicio de que los príncipes de la iglesia coincidían en qué tipo de Papa querían para ese momento histórico. La revista Time pronosticó que sería un cardenal dotado de sencillez y que se llevara bien o no tuviera  rencillas con los bandos opuestos entre purpurados.  Aparentemente ese fue uno de los motivos que hicieron resaltar la imagen de Luciani, por lo menos ante los ojos del mundo. Pero tratándose de la política en la iglesia de Roma, como todos sabemos, casi todo es un misterio.  

Al anunciarse el resultado  en  el recinto del cónclave, por protocolo, el cardenal Camarlengo le preguntó  al elegido si aceptaba el cargo.   

Luciani vaciló, permaneció en silencio un largo minuto y ante la expectativa general  aceptó pronunciando una frase memorable:  

“Que Dios los perdone por lo que han hecho conmigo”. 

Entonces eligió su nombre papal: Juan Pablo, no en memoria de los santos apóstoles  Juan y Pablo, sino de los dos papas que durante sus respectivos reinados se desarrolló su carrera:  Juan XXIII y Pablo VI.  Pero  no solo ofrece un homenaje de gratitud a los Papas que lo quisieron como obispo y cardenal, sino marca un camino de continuidad en la aplicación del Concilio, cerrando el paso tanto a los retrocesos nostálgicos como a los saltos incontrolados hacia adelante.  

En su primer mensaje Urbi et Orbe por la radio se refirió de nuevo a su asombro: 

“Tenemos todavía el ánimo turbado por el pensamiento del tremendo ministerio para el que hemos sido elegido. Como Pedro, nos parece haber puesto los pies sobre el agua movediza y, agitado por el viento impetuoso, hemos gritado con él al Salvador: “Señor, sálvame”. Pero hemos sentido dirigida también a Nos la voz, alentadora y al mismo tiempo amablemente exhortadora de Cristo: «Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?” 

Fue de los pocos discursos en que usó el “nosotros” o plural mayéstico, que abandono pronto.  

En los treinta y tres días de pontificado mostró al mundo una atractiva espiritualidad destacando la sencillez del Evangelio y una vibrante acción pastoral de marcada orientación catequética de tono muy familiar y recalcando la santificación que puede producir el trabajo con alegría:  “En mitad de la calle, en la oficina, en la fábrica, nos hacemos santos, pero con la condición de cumplir el propio deber con competencia, por amor de Dios y con mente alegre, de modo que el trabajo diario no sea la «tragedia diaria», sino la «sonrisa diaria»”. 

Las contadas  audiencias de los miércoles durante su brevísimo pontificado son encuentros de catequesis:  habla sin texto escrito, cita poemas de memoria, invita a subir a un niño y a un monaguillo y les recuerda haber pasado hambre  en su infancia y repite las valientes palabras de su predecesor sobre los “pueblos del hambre” que desafían a los “pueblos de la opulencia”.  

Solo salió del Vaticano una vez, en las calurosas semanas de finales del verano para tomar posesión de su catedral, San Juan de Letrán, pero era firme su intención de acudir a la

El Papa tomando posesión de su Catedral, San Juan de Letrán.

Inauguración de la III Conferencia Episcopal Latinoamericana convocada por Paulo VI y confirmada por él, que se celebró  del 28 de enero al 13 de febrero de 1979 en la ciudad de Puebla, México,  para la que programaba un pronunciamiento en respaldo a la llamada Teología de la Liberación. Su contenido nunca fue dado a conocer y, al contrario, su sucesor fue un claro opositor a dicha corriente de pensamiento político cristiano. 

Recibió el homenaje del alcalde de Roma, el comunista Giulio Carlo Argan, a quien citó

Beguin, Carter y Sadat.

el Catecismo de San Pío X, recordando las fórmulas y oraciones que había aprendido de niño para reafirmar que la opresión de los pobres y la “defraudación del justo salario a los trabajadores” son pecados que “claman venganza ante Dios”. 

Como mencionamos atrás, nunca se alejó de la instrucción recibida de su padre socialista cuando lo autorizó para entrar al seminario y dedicar su vida al sacerdocio. 

Fue vehemente expresando  su apoyo a las conversaciones de paz celebradas entre el presidente estadounidense Jimmy Carter, el presidente egipcio Anwar El Sadat y el primer ministro israelí Menachem Begin en Camp David. 

También en sus  palabras dirigidas el 4 de septiembre a más de un centenar de representantes de misiones internacionales, en las que enfatizó su deseo de que “la Iglesia, humilde mensajera del Evangelio a todos los pueblos de la tierra, contribuya a crear un clima de justicia, fraternidad, solidaridad y esperanza, sin el cual el mundo no puede vivir”. 

La mañana del 29 de septiembre lo encontraron sin vida en su recámara  la monja que le llevaba diariamente el café matutino a su habitación y una compañera. Les extrañó que no lo hubiera recogido a la temprana hora de costumbre y decidieron entrar a la habitación. Ambas le habían servido fielmente desde sus años de Patriarca de Venecia y él siempre les había otorgado un lugar cercano entre sus colaboradores. Tenía especial aprecio por las monjas. Estaba recostado, reposando sobre dos almohadas, casi sentado, lo que sugiere que murió leyendo. Había papeles sobre la cama. Parecía dormido. Su rostro  no expresaba un rictus de dolor.  De inmediato dieron aviso a su secretario, quien le tocó las manos, confirmando que estaban demasiado frías.  Como se juzgó que sería impropio informar que las monjas habían ingresado en su recámara, se falsificó la versión a decir que quien lo encontró fue el secretario, pero pronto surgieron las contradicciones. Eso dio pie a las primeras especulaciones. 

La noticia asombró al mundo.

Luego se dijo que no habría autopsia porque a los Papas no se les practica pues sería equivalente a profanar su cuerpo. Sin embargo se ordenó que se le embalsamara de inmediato, el mismo día, como si no fuera algo semejante. Luego circuló la versión de que sí hubo autopsia y que sí se practica, pero que siempre los resultados son de extrema secrecía.  

En el caldeado ambiente especulativo y conspiranóico que imperaba en Italia, el sospechosismo no se hizo esperar.  

Oficialmente, como ya se dijo, su muerte se atribuyó a un paro cardíaco, más no hubo nunca confirmación forense, y se dejó correr la versión de que por la tarde del día 28 había sentido dolor en el pecho pero no le había querido dar  mayor importancia.   

Eso sólo aumentó las elucubraciones: ¿Cómo es posible que el médico de cabecera  no se hubiera alertado?… ¿Cuál era entonces su función? … ¿O acaso hizo intencionalmente la vista gorda?  

Ningún dato podía mencionarse sin encontrar de inmediato su doblez conspiracionista.  

Todas las menciones a la muerte del nuevo papa se apellidaban con la  referencia al posible asesinato:   

¿Pero cómo… Otra vez murió el papa?…. bueno, quiero decir el nuevo… !No puede ser! , qué sospechoso…! De seguro se lo echaron !….   

Eso fue lo que me dijo mi padre, la primera persona con quien comenté la noticia  que vi en El Heraldo  a las 6 de la mañana.   

Y todos aquellos con quienes se mencionaba el tema decían lo mismo.  

Yo trabajaba entonces en El Sol de México y circunstancialmente estaba de vacaciones en Chihuahua visitando a mi familia. Ahí me enteré. A media mañana hice unas llamadas a la redacción y hablé con tres o cuatro de mis compañeros cercanos. Todos, sin excepción, expresaron de una u otra manera la misma sospecha con las más variadas atribuciones.   

“Dicen que fueron los del Opus Dei”.

El perverso y sacrilego Maciel.

“Que los Legionarios, que por que iba a quitarle la protección a Maciel” 

“Se sospecha de la extrema derecha, que porque era liberacionista”.  

“Que fueron los mismos que ejecutaron a Aldo Moro”  

“Que fueron  Marcinkus y la Mafia”  

“La CIA”  

“Que tras su defensa de los pobres se escondía un comunista”  

No sólo eso, hubo otras verdaderamente descabelladas. 

Quizá entre todas hubo 3 que descollaron: 

La relativa a su simpatía por la Teología de la Liberación, la que señalaba a la Curia vinculada al multimillonario y degenerado pederasta y violador de monjas y seminaristas Marcial Maciel, y la de Marcinkus y  Roberto Calvi.  

La llamada Teología de la Liberación se expandía por toda América Latina profusamente y cada vez había más sacerdotes y obispos que la respaldaban. Arnulfo Romero en El Salvador, Helder Cámara en Brasil, Mendez Arcéo en México, eran algunos de sus exponentes más notorios e influyentes.  La entendían como una visión y ejercicio sin los cuales la identidad cristiana no cumplía cabalmente su misión secular. Pero quienes la rechazaban la veían como un gran peligro para la iglesia católica, apostólica, romana. Incluso partían de que no era una “teología”, pues no versaba sobre Dios, sino la calificaban como eminentemente materialista. La versión de que el Papa Juan Pablo I acudiría a la Conferencia Episcopal en Puebla y expresaría su apoyo a ese movimiento causó enorme  expectación y júbilo entre los partidarios y honda preocupación en el bando opuesto.  

El tema de Marcial Maciel y sus aberrantes depravaciones era ya ampliamente conocido en El Vaticano desde décadas atrás. Hoy se sabe que Pio XII, el llamado Papa de Hitler que ciertamente estuvo ligado al dictador genocida y solapó la existencia de los campos de concentración, recibió una gran cantidad de documentos procedentes de México revelando la inmoralidad del fundador de los Legionarios de Cristo y autorizó una investigación que llevaría a condenar a Maciel a las penas más severas de la iglesia contra clérigos sacrílegos. Sin embargo, la muerte sorprendió a Pio XII el 9 de octubre de 1958 en Castelgandolfo y el proceso se vió frenado y postergado en las sucesivas épocas de Juan XXIII y Paulo VI. Poderoso factor fue el torrente de dinero que representaba Maciel, de quien se afirma que llegó a amasar una fortuna de 10 mil millones de dólares, convirtiéndolo en el hombre más  rico de México en los años 60. Todo indica que para  Juan Pablo I ese hombre era la mayor vergüenza para la Iglesia de Cristo en el mundo y su permanencia, por lo tanto, absolutamente inadmisible. Pero los amigos de Maciel estaban en muy diversas posiciones de la curia y prácticamente en todo el mundo, donde compartía jugosos negocios con obispos y cardenales. Maciel gozaría de la protección de los siguientes 3 papas y sería hasta 2006 cuando Benedicto XVI lo expulsaría del sacerdocio, aunque imponiéndole una muy blanda condena: la de vivir en el retiro y en oración. Seguramente su caso nos dará para otra efeméride, en su momento oportuno.  

Por lo que respecta al espinoso asunto del Banco del Veneto, el Banco del Vaticano o Instituto para las Obras de Religión y el Banco Ambrosiano, desde sus tiempos de Patriarca de Venecia Albino Luciani había reunido una serié de testimonios e información de primera mano que involucraban al poderoso cardenal Macinkus, como vimos antes. Marcinkus fue presidente del Instituto para las Obras de Religión desde 1971 hasta 1989, manteniendo el control del dinero de los fondos católicos, lo que lo convirtió en uno de los hombres más poderosos en la Iglesia. Es ampliamente conocido que el papa Luciani tenía en la mira a Marcinkus y que sería una de sus prioridades en el ejercicio del papado. La muerte del pontífice lo salvó de pagar las que debía. Cuatro años después, en 1982 el Banco Ambrosiano cayó en quiebra develando un fraude de más de mil 300 millones de dólares. En el centro de la trama estaban Marcinkus y Calvi, el presidente del banco durante las operaciones fraudulentas, que era un alto miembro de la llamada secta masónica P-2, que la masonería siempre ha negado como parte de su organización y que ejecutó una serie de operaciones financieras internacionales en conjunto con el financista de la Mafia Michele Sidona. El 18 de junio de 1982 Roberto Calvi apareció colgando del cuello bajo el puente Blackfriarse sobre el rio Tamesis en el distrito City de Londres, a donde había llegado en un avión privado que rentó en Roma. La Scotland Yard encontró en sus ropas dos costosos relojes, diez mil dólares en efectivo y un fajo con billetes de libras esterlinas,  chelines austriacos y francos suizos, además de  algunas piedras pesadas en los bolsillos de sus pantalones y de su chaqueta. En el mes siguiente, julio del mismo 1982, fue asesinado el alto ejecutivo del banco Georgio Ambrosoli, un testigo clave que reveló con honestidad importantes secretos que esclarecieron el fraude. Las autoridades norteamericanas intentaron detener a Macinkus pero se amparó bajo la inmunidad diplomática y el apoyo irrestricto de Juan Pablo II. Sin embargo Macinkus fue relevado de su alto cargo en El Vaticano y regresó a Estados Unidos, donde murió en el poblado Sun City en Arizona. El autor inglés David Yallop indica a Marcinkus como unos de los autores principales de la presunta eliminación de Juan Pablo I. En octubre de 2019, uno de los jefes de la mafia Anthony Raimondi, de la familia Colombo, sobrino de Lucky Luciano, y primo de Marcinkus, sostuvo que el arzobispo fue el brazo ejecutor del asesinato del papa Juan Pablo I en 1978 para que no sacara a la luz el fraude financiero que podía acabar con Marcinkus en la cárcel. 

Los 3 asuntos reúnen motivos bastantes de poderosos intereses para desear la muerte del papa

 Luciani. Por supuesto, nunca ha sido probado que Juan Pablo I muriera asesinado.

Juan Pablo I con el que sería su sucesor, Karol Jósef Wojtila.

 Es extraño o quizá revelador, que, dando por válida la hipótesis de que el Colegio Cardenalicio eligió al purpurado Luciani en un cónclave de un sólo día porque sabía con claridad qué Papa necesitaba la iglesia en ese momento histórico, es decir, un pastor apacible y humilde, sencillo, austero, de fácil exposición didáctica del evangelio, claramente defensor de los pobres y  que no le temblara la mano con los poderosos abusivos dentro del clero sino dispuesto a aplicar con ellos una política de cero tolerancia y cero encubrimiento, haya  elegido como su sucesor a Juan Pablo II, un papa que, pese a secundar su nombre aparentemente como mensaje de continuidad, fue en los hechos lo más cercano al reverso de la moneda por lo menos en cuanto a las tres especulaciones más sonadas de su hipotético asesinato: La Teología de la Liberación, Marcial Maciel y el Banco Ambrosiano, además de distinguirse por su  gusto y disfrute de las multitudes, amante de que lo aclamaran  con euforia y entusiasmo y del encanto de la popularidad, porque como dijo alguna vez el Papa Francisco, “la popularidad encanta” y sin duda es un encanto mundano.  

¿Fue este giro diametral una corrección del camino, o acaso la sujeción obediente a un mensaje siniestro?

Miles de fieles asistieron a la ceremonia de Beatificación de Juan Pablo I.

Juan Pablo I fue beatificado  el 4 de septiembre de 2022 en la Plaza de San Pedro por el Papa Francisco, quien subrayó la importancia de seguir el ejemplo de Jesús y vivir con humildad y cariño. La beatificación fue seguida por un gran número de fieles y peregrinos. Francisco reconoció un milagro atribuido a la intercesión del Papa de la Sonrisa, la curación de la niña argentina Candela Giarda, quien vivía en Paraná y enfermó gravemente. Primero padeció dolores de cabeza que con el tiempo fueron empeorando con vómitos y fiebre y pronto comenzó a sufrir convulsiones. 

En marzo de 2011 fue internada en el Hospital Pediátrico de Paraná. Luego de recorrer distintos centros  de salud, mientras su condición agravaba, Candela fue trasladada a la unidad de Pediatría de la Fundación Favaloro de Buenos Aires. Allí fue internada y  su pronóstico no era alentador, sino todo lo contrario.  Fue en esas circunstancias cuando Roxana, la madre de Candela, se acercó a la parroquia de Nuestra Señora de la Rábida, para solicitar la visita del entonces párroco, José Dabusti.  

«A partir de ahí yo iba a visitarla de vez en cuando, le administré el sacramento de la Unción de los Enfermos y Roxana se acercaba periódicamente a la parroquia para rezar, asistía a Misa, charlábamos y rezábamos por Candela», dijo Dabusti a la agencia AICA.  

La madre se acercó el 22 de julio de 2011, después de la Misa de mediodía, a comunicarle al  sacerdote que Candela «había contraído un virus intrahospitalario que le sumó a su gravedad una neumonía. Los médicos le habían dicho que no había mucho más que hacer, que por  lo crítico de su condición era muy difícil que pasara esa noche. Entonces  fuimos juntos, una vez más, al quinto piso de la fundación Favaloro. Nos pusimos a rezar junto a Candela y le propuse en ese momento a la mamá invocar la intercesión de Juan Pablo I». 

Candela, el párroco Dabusti y Roxana.

 «Roxana no sabía quién era y le expliqué brevemente, en medio de la terapia, quién era y por qué yo quería invocarlo a él. Así que junto a dos enfermeras, rezamos», prosigue Dabusti. Sentí muy claramente proponerle a Roxana que rezáramos juntos por la intercesión de Juan Pablo I. 

«Ella y yo pusimos nuestras manos sobre el cuerpecito de Candela, que teniendo 11 años pesaba 19 kilos ya que su involución era tremenda».  

Dabusti recuerda que durante los días siguientes la madre de Candela le «iba comunicando sus mejorías. Primero había pasado esa noche dramática y después fue

El papa Francisco beatifica a Juan Pablo I.

 

evolucionando, día tras día,  semana tras semana. La desentubaron, salió de terapia intensiva y un par de meses después yo perdí contacto con ellas». A fines de 2014, «cuando estando todavía yo en la parroquia de la Rábida y confesando,  las veo acercarse, a Candela con su mamá. A Roxana la reconocí enseguida, a Candela no. Fue una emoción enorme el encontrarnos», afirmó el sacerdote. En esa ocasión el sacerdote le dijo a Roxana que en algún momento habría que «informar a Roma de lo que pasó y ella asintió porque se acordaba perfectamente a quién le habían rezado esa noche».  

El sacerdote recordó que cuando Albino Luciani fue elegido Papa, el 26 de agosto de 1978, él tenía 13 años. «Me impresionó mucho su figura, su persona, sobre todo por su alegría, por la sonrisa que transmitía. Esa alegría interior suya tan especial. Sobre todo por su humildad. Me impresionaba mucho su humildad, la sencillez de su personalidad. Y desde ese momento yo, personalmente, siempre le recé», afirmó el sacerdote. 

 

Dabusti destaca que Juan Pablo I le ayudó en el camino del discernimiento vocacional y «siempre lo tuve muy interiormente». 

Previamente a la beatificación, el 9 de noviembre de 2017, el Papa Francisco había firmado el decreto que reconocía que Juan Pablo I había vivido las virtudes cristianas, de la Fe, la Esperanza y la Caridad, en modo heroico.  El reconocimiento de las virtudes heroicas es un paso largo y complejo dentro del proceso de beatificación, porque también se estudia de manera detallada la vida del candidato.  

La Fundación Vaticana Juan Pablo I publicó un volumen que recoge puntualmente las notas, reflexiones, homilías, discursos, cartas, audiencias generales y Ángelus, pronunciados o escritos por el Papa Luciani en sus 34 días de Pontificado, del 26 de agosto al 28 de septiembre de 1978. 

La tumba de Juan Pablo I en el Vaticano.

 

.

 

Autor

  • José Luis Muñoz Pérez

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