En un par de portales se hizo referencia a una nueva y misteriosa producción de Netflix titulada The OA presentándola como un entremés mientras llega la segunda temporada de Stranger Things ya que hay algunos paralelismos de género y trama además de señalarla como equiparable. Anteriormente había reseñado la serie antes mencionada y en resumen, aunque no presenta el hilo negro, su ejecución, ensamble de referencias y afán narrativo la convirtió en una de mis preferidas en 2016. Por tanto The OA había captado mi atención con tales credenciales. La plataforma de streaming continúa con su intenso bombardeo de series y películas de gran diversidad para que no puedas despegar el ojo ¿será que busca ser monedita de oro?
Esta serie fue creada por Zal Batmanglij, director y escritor de Sound of My Voice (2011) y The East (2013) y por la actriz y guionista Brit Marling (The Wife, 2016) quien también la protagoniza y produce junto a Brad Pritt, Zal Batmanglij, Dede Gardner, Jeremy Kleiner, Michael Sugar y Sarah Esberg. ¿El argumento? Bueno no puedo revelar mucho porque arruinaría el misterio y secretismo con que llegó The OA y que se mantiene en los ocho episodios de la primera temporada. Lo que sí puedo compartir es lo siguiente: Brit Marling interpreta a Prairie Johnson una invidente quien a inicios de sus veintes desaparece durante siete años sin dejar rastro. Finalmente aparece en un puente esquivando autos e intentando un aparente suicidio al lanzarse del puente. Prairie sobrevive, sus padres la encuentran por un video en YouTube realizando su acto y ella puede ver, pues su ceguera se desvaneció. La chica se resiste a explicar lo que le ocurrió, sin embargo, tras solicitar ayuda, cinco almas heridas se cruzan en su camino y a estas les comparte su increíble historia con el objetivo de pedirles ayuda para una misión de rescate una vez que hayan comprendido el enigmático asunto en que se ha involucrado.
Estamos ante una serie de ciencia ficción, conflictos existenciales, drama psicológico, cosas de ángeles, experimentos desquiciados, múltiples dimensiones, científicos locos y bailes tan extraños como sacados de la manga. Desde el primer episodio se entiende por qué se le pone en el mismo carril que Stranger Things o Lost, pues su atractivo se encuentra en el desmenuzamiento de los enigmas utilizando la exposición de más misterios para mantener el interés y el ritmo en la narración. Su fotografía concentra tonos fríos y numerosos planos generales. Me recordó un poco la fría, limpia y rectilínea fotografía en House of Cards. Su música tenue combinado con diálogos cortos y centrados en las emociones hacen juego para una experiencia congruente en lo técnico.
The OA tiene las ideas y las intenciones claras, pero el guion falla constantemente. Usar el recurso de «el misterio mantiene la atención» como en los ejemplos antes dados, funcionan cuando la narrativa se dedica a develar el misterio. Aquí se dedica muy poco a develar el meollo del asunto y todavía falla al hacerlo. El octavo episodio deja una sensación de haber perdido el tiempo, puesto que se soluciona el arco menos interesante y de una forma que da mucha pereza, que se siente inverosímil. De esos desenlaces que dicen dos cosas: queremos dejar un gancho para la siguiente temporada y los escritores no supieron cómo resolverlo y dejaron ese problema para la siguiente tanda de capítulos. Ese es el mayor problema, mucho misterio y poca resolución. Es cierto que en Stranger Things se vale de recursos similares, pero a diferencia de la que nos incumbe en esta ocasión, en ST se opta por resolver de manera clara pero sin ahondar mucho en las explicaciones, es decir, la intención es dejar pequeñas dosis de misterio con un final redondo, que satisface y que no pide de rodillas una segunda temporada; es una sensación parecida a la que deja el cuento de Stephen King, La Niebla. En The OA se explican algunas cosas cruciales, sí, pero lo importante se hace a un lado sin mucha justificación y sin mucha habilidad en una narrativa que va y viene entre el presente y el pasado. Son ocho capítulos que sentirá, debieron ser cinco.
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