La caída libre de Tesla en Bolsa ha sido tan inesperada como contundente. Desde que Donald Trump asumió su segundo mandato y colocó a Elon Musk al frente del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), las acciones de la compañía han perdido más de un 50% de su valor, desde el máximo registrado poco antes de Navidad, cuando llegó a cotizar a 480 euros la acción, hasta los 220 en los que cerró ayer (cuando cayó un 15%).
Este retroceso refleja la inquietud de los inversores por la creciente exposición pública de Musk como el miembro más destacado del gobierno de Trump. Muchos esperaban un papel de asesor discreto; sin embargo, Musk se ha convertido en la cara visible de unas políticas polémicas que incluyen recortes de gasto público y despidos masivos de empleados federales.
Pero la preocupación de los inversores no se limita a la política. La caída de ventas de Tesla está alcanzando niveles alarmantes. En Europa, las matriculaciones de coches eléctricos crecieron un 34% en enero, pero las de Tesla cayeron un 50%. En China, su segundo mayor mercado, las ventas se hundieron un 29% en los dos primeros meses del año.
En Estados Unidos, el desplome es también evidente. Las cifras de Cox Automotive apuntan a una caída del 16% entre diciembre y enero, aunque algunos analistas señalan que este patrón es habitual tras el esfuerzo de ventas de fin de año. Sin embargo, las protestas y boicots recientes contra Tesla podrían estar acentuando el declive.
Gordon Johnson, un conocido crítico de Tesla, lo resume así: “Las ventas globales se están desplomando. En China es la competencia. En Occidente es porque la gente está enfadada con Musk. Y no parece que haya una solución fácil.”
El impacto reputacional es otro de los factores detrás del descalabro de Tesla. Según S&P Global Mobility, la fidelidad de los clientes en los “estados azules” —aquellos que votaron demócrata en las últimas elecciones presidenciales— ha caído del 72% al 65% en solo un año. Esto ha reducido la cuota de mercado de Tesla en estados clave como California.
Una encuesta de Morning Consult revela que el 32% de los compradores en Estados Unidos “no considerarían” comprar un Tesla, frente al 17% en 2021. Las imágenes de protestas y vandalismo contra vehículos de la marca, como las registradas en Nueva York o durante el desfile de Mardi Gras en Nueva Orleans, son solo la expresión pública de un malestar más profundo.
Más allá del rechazo ideológico, los analistas cuestionan si Musk tiene capacidad para gestionar tantas responsabilidades a la vez. Además de dirigir Tesla, es CEO de SpaceX, propietario de X (antes Twitter) y fundador de xAI y Neuralink. Ahora suma su papel como funcionario de Trump en el DOGE, lo que podría distraerlo aún más de su empresa estrella.
Isaac Stone Fish, de la consultora Strategy Risks, advierte que el papel de Musk en el gobierno estadounidense podría convertir a Tesla en blanco de represalias por parte de China, un mercado clave para la marca: “Pekín tiene muchos resortes que puede activar para presionar a Musk”, señala.
A pesar de este panorama, los inversores más optimistas siguen confiando en el potencial de Tesla. El proyecto de robotaxis autónomos promete ser el próximo gran paso. Musk ha anunciado que este mismo año comenzarán a operar vehículos sin conductor en Austin (Texas), aunque ya ha sido superado por Waymo (Alphabet) y Uber en el despliegue de este tipo de servicios.
Gene Munster, de Deepwater Asset Management, cree que el verdadero valor de Tesla está en la autonomía: “Trump quiere ayudar a Musk a acelerar el desarrollo de los robotaxis. Si lo consigue, el valor de Tesla podría dispararse”, sostiene.
No olvidemos que Musk lleva prometiendo la conducción autónoma total desde hace más de una década y que los incumplimientos reiterados de estas promesas podrían precipitar una nueva oleada de ventas cuando Tesla publique sus resultados del primer trimestre en abril.
Por ahora, lo único claro es que la polémica en torno a Elon Musk y la caída sostenida de las ventas dibujan un panorama preocupante para Tesla en este 2025.