Comparto la opinión de que vivimos en una interesante época para la animación occidental. Interesante, más por sus temas, contextos y guiones que por la extendida moda de estilos, arte que parece siempre inclinarse más por los trazos de líneas gruesas, modelos sencillos y con pocos detalles. Sin importar si este estilo va orientado a facilitar y acelerar los tiempos de animación, es difícil negar que no hay una moda al respecto.
Además de lo anterior, lo interesante reside en que las producciones dirigidas al público infantil se han perfilado entre lo mejor que se ha visto desde el “boom” de los años noventa. Hay de donde escoger en este medio y cada vez que sale una nueva producción, especialmente si es para el público adulto, llama la atención al público aficionado a la animación.
Grandes expectativas generó sin duda el anuncio de la llegada de (Des)encanto durante el mes de agosto a la plataforma Netflix en su querido formato de temporadas completas disponibles desde el día uno. ¿Y cómo culpar a quienes nos entusiasma esta producción si es otra creación de Matt Groening, el creador de Los Simpson (1989-2018) y de Futurama (1999-2013)? Groening puede ser un veterano pero también es un estandarte de la animación occidental desde 1989 y aunque Los Simpson se encuentran en un turbulento vórtice de identidad, su segunda producción más importante (Futurama) significó otro manazo a la mesa. El público está más que listo para ver cómo Groening retoma su herencia y entra a la competencia de animaciones.
(Des)encanto llega de la mano de Groening y de otro de sus colaboradores de antaño: Josh Weinstein quien colaboró en la escritura de varios de los episodios más memorables de las temporadas doradas de Los Simpson. Acompañados de otros escritores como Reid Harrison o David X. Cohen, (Des)encanto parecía tener las herramientas mínimas para convertirse en la siguiente obra descomunalmente buena de Groening. Pero el recibimiento negativo que encontró ha sido tan compartido y uniforme que vale la pena preguntarse qué fue lo que pasó.
Algo que parece olvidarse a cada momento es que Groening no hizo solo a sus personajes ni tampoco sus historias. No es ningún secreto que justo en la octava temporada de la familia amarilla es el tránsito cuando los argumentos y el sentido de humor comienzan a caer en picada. En torno a la temporada ocho, el equipo de escritores comienza a disolverse hasta que en la temporada 15 queda sólo un puñado del grupo original. Matt no hace sus creaciones solo y es quizás esta la explicación del extraño resultado que es (Des)encanto.
Ambientado en un medievo de fantasía que recuerda a Juego de Tronos, (Des)encanto es protagonizada por una tercia conformada por la princesa Tiabeanie, un Elfo que se llama Elfo y un pequeño demonio de misteriosos propósitos llamado Luci. Compuesta de diez capítulos, ésta serie tiene una hechura mixta pues, aunque es episódica, cada entrega es de estructura autoconclusiva, es decir, en cada capítulo se desarrolla un pequeño arco que termina en el mismo capítulo, no obstante y respondiendo a ciertas tendencias actuales, cada episodio aporta poco a poco elementos y personajes que construyen paulatinamente un arco general que permea toda la narración encontrando su “desenlace” del capítulo siete al diez.
Tiabeanie o “Bean” como suelen llamarle es la princesa de Dreamland, donde reina su padre el Rey Zog y su madrastra la Reina Oona. La trama comienza cuando Bean es obligada por su padre a casarse con el príncipe de otro reinado para consolidar una alianza militar. Elfo proviene de una villa al estilo Los Pitufos, quien se harta de estar sumergido en una vida de felicidad y canciones empalagosas y sin fin. Luci (el demonio) llega como parte de los regalos de boda. Bean se resiste a casarse contra su voluntad y estos tres personajes se confluyen en clímax del evento, formando así la tercia de protagonistas que conducirán el resto de episodios.
Parece haber un acuerdo general en que el sentido del humor de Groening y compañía está ahí, pero un inicio lento, sumado a este sentido del humor que nomás no logra ser sólido o efectivo, termina por volver a los episodios entretenidos pero poco memorables, por momentos tediosos, por muchas ocasiones en extremo predecible y la sorpresa suele ser un ingrediente crucial en la comedia. El diseño de personajes principales parece mal planeado, no se percibe una gran química entre ellos. Curiosamente los personajes secundarios, como el Rey Zog o El exorcista consiguen reconquistar la atención del espectador.
Bean es interesante más por su personalidad que por su doblaje o diálogos. Una mujer joven que ahoga su situación de represión social en alcohol recuerda a otros ebrios como Homero o Bender sólo que en esta ocasión Bean es una borracha melancólica que inspira harta depresión, más cercano a Bojack Horseman (tal vez menos ridículo) que a sus parientes creados por Matt. Tal vez su gran defecto sea ese, que la comedia (que debería sostenerse principalmente por los protagonistas) se encuentra más bien en sus personajes secundarios, volviendo a varios de sus episodios francamente pesados de ver.
A nivel técnico (Des)encanto tiene bastante que ofrecer pues aunque es en definitiva el arte de Groening, la animación es por varios momentos hasta deslumbrante por sus efectos y acabado. La paleta de colores es refrescante y bastante variada.
Algo que parece hacer a un lado la crítica es la música, creada por el exmiembro de la banda ochentera Devo, Mark Mothersbaugh, quien le da un acompañamiento muy adecuado con polkas fiesteras y como sucede en Los Simpson y Futurama el tema principal quedará bien grabadita en la cultura pop.
Probablemente las expectativas jugaron en contra de la serie sin embargo, la respuesta de su rechazo quizás se encuentre en que estamos ante unos creadores que no han envejecido nada bien. Comparado con otras producciones como Rick and Morty o Bojack Horseman que brillan por todos lados, principalmente por su guion, (Des)encanto se queda a medio camino, con una propuesta floja y tímida, pero es complicado negarle a esta obra el enorme potencial que guarda. Quizás el buen Matt necesita más de diez episodios para dejar fluir esa magia que más de uno extrañamos desde hace varios años.
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