México es quizá el único país en el cual, si matan, violan o desparece una mujer, será su culpa. Y las razones pueden ser muchas: por ser mala estudiante, por irse a vivir con el novio, por salir a algún bar con amigos, por ponerse minifalda, por salir sola de noche, por ser alcohólica, por drogarse, por puta. En fin lo que se le ocurra. Si las matan, será su culpa.
Hace unos días en el campus de la Universidad Nacional Autónoma de México, el cuerpo sin vida de Lesby Berlín Osorio apareció frente a la facultad de Ingeniería, la estrangularon.
Días después la Fiscalía, declaró que las líneas de investigación señalaban como presuntos responsables, a su novio, el último en verla con vida, y ella misma, pues «era alcohólica y mala estudiante», «Estaba drogándose con unos amigos», «Se había ido de casa y vivía en concubinato con su novio». Dando a entender que la violencia ejercida contra la víctima se justificaba por su conducta inapropiada, según las autoridades.
La violencia de género en nuestro país alcanza números alarmantes. Según datos del Instituto Nacional de Estadística Geografía (Inegi), en México, dos de cada tres mujeres mayores de 15 años ha padecido algún tipo de agresión. Del año 2000 al 2015 se cometieron 28 mil 710 asesinatos violentos contra mujeres, es decir cinco diarios. Esto significa un aumento del 85{1735f8c4d45cf8a7c22ecbf90211e3be8db77eaf7294ee842f16f03e71870070}, al pasar de mil 284 homicidios ocurridos en el año 2000; a dos mil 383, en 2015. En Chihuahua en lo que va del año 64 mujeres han sido asesinadas. En la mayoría de estos casos, el responsable resulta ser la pareja.
En México la violencia machista se encuentra en todos lados, en todos los sectores de la sociedad. Contrario a lo que pudiéramos pensar, que la violencia contra la mujer se ejerce principalmente entre las clases pobres. Los números reflejan otra cosa; las mujeres de cualquier nivel social es propensa a sufrir algún tipo de violencia machista.
Y ésta es justificada y solapada por las autoridades, las que deberían de procurar justicia para las víctimas. Como en el caso de Lesby o en el caso del juez González Hamedi que liberó a uno de los porkys, porque consideró que no hubo «lascivia» al tocar los senos e introducir los dedos en la vagina de una menor de edad en Veracruz. Este caso luego dio para más, luego que Marcelino Perelló, maestro de la UNAM, declaró que «sin verga no había violación». Si eso piensa un catedrático, qué podemos esperar de los demás.
Los números son alarmantes. En México la mayoría de las mujeres son propensas a ser atacadas, violadas y asesinadas y si eso ocurre, todo será su culpa.
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