Ya no hay cabida para la ingenuidad en la actualidad. Tal vez después podamos darnos semejante lujo pero en este momento es una actitud que interfiere con nuestra idiosincrasia como animales políticos. La ingenuidad nos sobra para entender que, como sociedad, nuestra ideología ha sido formada por el PRI, que la democracia no puede ser perfecta porque las masas no lo saben todo, que los partidos políticos son ante todo sociedades dedicadas a la lucha por el poder y que la ideología no siempre es vital para alcanzar dicho objetivo.
Por eso podemos ver en el escenario político mexicano estos matrimonios temporales (y a regañadientes en algunos casos) entre partidos que, desde un punto de vista ideológico, serían en gran medida irreconciliables. La alianza entre PAN, PRD y Movimiento Ciudadano dejó a más de uno pasmado por la contradicción que dizque implica esta junta. ¿De dónde proviene la sorpresa? La actitud «conciliadora» de la presidencia de MORENA está integrando a militantes, funcionarios y líderes de otros grupos y movimientos. ¿En verdad se trata de la urgencia de conciliación entre fuerzas en pos de una regeneración de la clase política?
Es evidente que la respuesta es no, tanto como que la sociedad mexicana no es tan ingenua como se sugiere en la conversación cotidiana. Tan «mal pensados» somos de la clase política que lo hemos llevado al extremo y considerar que no importa que los políticos roben, mientras gobiernen «bien». ¿No es esto otra forma de ingenuidad?
No por nada se dice que el tejido social y la vida pública en México está descompuesta o de plano muerta. Nos asusta tanto pensar en una realidad de estado autoritario, que preferimos entendernos como una sociedad sin estado de derecho o de «Estado fallido». Tal vez ingenuidad, tal vez hartazgo empedernido. Tal vez la urgencia de un cambio tangible, tal vez la depresión de un país ahogado en sangre. La desilusión sin duda es el regalo más constante del sistema y su clase política. Esperamos con ejemplar paciencia la desilusión de partidos como el PRI y el PAN, pero en el escenario de la victoria de AMLO, ¿la desilusión se acabará?
Creo que una de las pocas cosas claras es que México no es ingenuo, pero en definitiva se encuentra esperanzado, para muchos es lo único que les queda. La esperanza es la razón por la que persiguen y atacan a AMLO y a sus seguidores. Mesiánicos, socialistas, dementes, «chairos» y varios otros adjetivos se han utilizado por años para descalificar y satanizar al grupo. ¿No hay ingenuidad de ambas partes? ¿No es acaso ingenuo ver en AMLO a ese paladín enfrentado a su dichosa «mafia del poder»?
Es difícil contestar estas cuestiones de forma simple. Es claro que el pragmatismo de esta candidatura no es nuevo ni único, pero sí necesario desde el punto de vista electoral. Nuestra vida pública se define en parte por las mayorías y así de simple es la lucha electoral. A través de este lente, es fácil entender tanto las desbandadas en varios partidos y movimientos con dirección a MORENA, como el motivo de alianzas nuevas («Por México al Frente», «Juntos Haremos Historia»), como algunas ya conocidas («Todos por México»). Todo se trata de números. Ampliar el «voto duro» y hacerse con el voto indeciso y los posibles nulos. Manejar la agenda política (como lo ha hecho AMLO por meses) para marcar el paso a los rivales, construir la imagen propia y destruir la otra, trazar una narrativa propia que dé fundamento y finalidad a un movimiento político, en fin, en una lucha de números la ingenuidad queda fuera de lugar.
¿Y entonces qué queda? Hay un elemento que se ha dejado a un lado, probablemente por lo trillado que puede encajar en un discurso político, pero es el elemento de la confianza. En buena parte, el acto de votar es un «voto de confianza». Podemos ser todo lo ingenuo o mal pensados que queramos, pero el sufragar bien puede reducirse a eso, a un acto de confiar en un futuro más claro que el presente. No confundir la ingenuidad con el idealismo y nunca hay que dejar de increpar porque urge un líder estadista, alejado de la tradición de la clase política y con algo de cerebro. Usted lectora, usted lector, le toca decidir si AMLO o cualquiera de su competencia cumple con su opinión sobre las necesidades de este país. Para un servidor, todas candidaturas se ganan día a día un voto de desconfianza.
Opina