Texto e investigación de José Luis Muñoz Pérez
Un día como hoy hace 14 años, el jueves 3 de febrero de 2011, todo el Estado de Chihuahua amaneció hecho un témpano de hielo. Los chihuahuenses, que nos creemos los mejores mexicanos para “torear” el frío, sentimos que se nos congeló hasta la sonrisa. No fue para menos. Las temperaturas descendieron a los 20 grados bajo cero en la granja de mi papá, frente a la carretera a Majalca;-18 en la capital, -16 en Ciudad Juárez.
Ese inolvidable día también se registraron 24 grados bajo cero en Majalca, igual que en Madera y en San Juanito. Pero el punto extremo, el más frío del estado fue El Vergel, en el municipio de Balleza, con 27 grados bajo cero. El récord nacional mexicano del siglo en curso.
Como todos sabemos, son localidades muy distantes entre sí, lo cual nos confirma que el fenómeno fue muy extendido. Por ejemplo, en línea recta entre El Vergel y Ciudad Madera hay 320 kilómetros. La onda gélida era mucho más grande que eso, pues abarcó también buena parte de Texas y Nuevo México.
Quizá todos los que lo vivimos recordamos ese día como el más frío del que tengamos memoria. Lo más presente en el recuerdo es que se reventaron miles de tuberías de agua y se averiaron las bombas de los hidroneumáticos y las válvulas check, tan comunes ambos en ciudades en las que es indispensable tener depósitos de reserva de agua por la insuficiencia en la red en temporadas cálidas.
Varias ciudades chihuahuenses se quedaron sin energía eléctrica. Las estaciones de la CFE en el estado colapsaron y fue necesario que recibiéramos suministro de Coahuila, Durango y Sonora.
Pronto se llenaron los hoteles de familias locales buscando un refugio cálido y una regadera con agua caliente. El día 4 por la tarde ya no había vacantes. Estaban al 100% hasta los moteles de paso, a donde muchos se llevaron a la esposa, a los hijos y a la suegra.
El día 4 continuó la temperatura gélida.
A eso del mediodía, en cuanto se sintió un poco de calor del sol arrancó el deshiele, comenzaron los escurrimientos y muy pronto se habían multiplicado, procedentes de las tuberías rotas. Nadie había tomado la precaución de cerrar las llaves de paso la noche del día 2 para evitarlo, pues el meteorológico no nos avisó, o no de la dimensión de lo que venía. Las colonias populares de las ciudades chihuahuenses parecían los meandros de Iguazú, escurriendo por doquier.
Está claro que no es durante una nevada que se presentan las temperaturas más bajas. En busca de la memoria, debemos comenzar diciendo que no fue una nevada. Lo que vivimos la madrugada del día 3 de febrero de 2011 en la ciudad de Chihuahua inicialmente no fue caída de nieve. Partículas de agua propias de la humedad ambiental se congelaban en el aire, precipitándose como un polvo helado, pero no procedían de nubes, ni eran copos. Agitadas por el viento golpeaban el rostro como agujas.
Yo me enteré de que algo sucedía poco antes de las 4 de la mañana. Había comenzado a trabajar a eso de las 3, como era y sigue siendo habitual para mi. Mi escritorio estaba cerca de una ventana que daba al jardín frontal. Un calentador a gas portátil auxiliaba a la calefacción central y mantenía muy calientito mi espacio. Yo tecleaba cómodamente. En eso pasó un auto por la calle y con sus luces iluminó mi ventana. Algo extraño me causó curiosidad y moví la cortina y la persiana. Vi que el cristal estaba congelado por fuera. No podía ver más allá. Me incorporé y abrí la puerta al jardín. Sentí un ramalazo de frío, al tiempo que vi lo que parecía una cubierta de nieve en el asfalto. Más tarde, por datos oficiales, supe que la sensación térmica era en ese momento de 27 bajo cero. Cerré de inmediato y me desplacé al baño. Abrí la ventanita y pude ver más claramente. El alumbrado público iluminaba la calle. Una ráfaga de viento levantó y arrastró lo que parecía una oleada de polvo. Pero no era tierra, era hielo. Subí a mi recámara y me empalmé varias capas térmicas. Me puse botas de nieve, sweter y chaleco de lana y una chamarra de las que usaba para ir a esquiar. Salí y vi con precisión lo que sucedía. Mi primera intención fue salir a tomar fotos, pero aún tenía cosas que despejar del trabajo. Me avoqué a tratarlas. Cuando dieron las 6;30 y ya comenzaba a iluminarse el día, -en ese entonces operaba el horario de invierno- le llamé por teléfono a mi amigo y colaborador Javier Valeriano.
-¿Ya viste que está nevando?, le pregunté, aunque ya me había percatado que no era así.
-No, ¿a poco? me respondió con sorpresa. No, no me he levantado, agregó.
-Vamos a tomar fotos y video, le propuse. ¿Te animas?
-Órale, vamos, dijo entusiasmado.
-Ahí te caigo en unos 40 minutos, nomás despacho un par de temas.
Antes de seguir trabajando saqué la cámara de video de su estuche y puse a cargar la pila mayor.
Esa la operó Javier, como siempre, y yo tomé algunas fotos.
Cuando emprendimos la salida, aún no sabíamos qué estaba sucediendo, ni cuál era la temperatura ambiental en la ciudad, pero nos sorprendió ver en la Avenida de las Américas a muchachas caminando en sentido contrario a las maquilas. Las habían regresado del trabajo a sus casas y no había camiones que las transportaran. Esos suspendieron el servicio. Intenté escuchar la radio, pero no había transmisión. Como no existía la supuesta nieve acumulada, no encontramos los motivos fotográficos esperados. Sólo tomamos algunas de parques vacíos y helados y nos acercamos al cerro grande. Nos entretuvimos en el Panteón de Dolores y ahí la cámara de video, una Cannon XHA1 se resistió a funcionar y Javier la cubrió con su bufanda. Funcionó. Desde entonces le quedó un tanto averiado el “modo manual”. Las estatuas del cementerio estaban desnudas, sin nieve, pero parecían más rígidas que la pura piedra. Entramos ante la sorpresa del encargado, nos identificamos como periodistas y pasamos un rato hasta que decidimos irnos a desayunar. Entonces supimos que estábamos a 17 grados bajo cero.
Las clases se suspendieron, pero los padres lo supieron en la puerta de las escuelas, no antes, pues en el sentido más amplio el temporal nos tomó desprevenidos a todos, incluyendo por supuesto a las autoridades de protección civil. Laura Gurza Jaidar era Coordinadora General de Protección Civil de la Secretaría de Gobernación, César Duarte Jaques gobernador del Estado de Chihuahua y el titular de la Unidad Estatal de Protección Civil, Martín de la Rosa.
Al llegar a mi casa, como en casi todas, no salía agua de las tuberías.
En los días siguientes El Heraldo informó que cerca del 90 por ciento de las casas reportaron rotura de tuberías .
En Ciudad Juárez sí nevó el día 3, pero luego se despejó y la helada de 16 bajo cero causó iguales estropicios. Nueve de cada 10 casas y edificios sufrió desperfectos en las tuberías. Yo tenía una casa en esa frontera en la que no había nadie en esos días. La señora Lucía, una muy apreciada vecina me llamó el día 4 por la tarde para decirme que “está saliendo agua por debajo de la puerta de su casa… ora sí que de adentro para afuera” y que ya había cerrado la llave del medidor para contener el flujo. Cuando fuimos, unos días después, nos encontramos por supuesto que no había material en las ferreterías para hacer reparaciones, estaba agotado. Cuando lo hubo, un niple o cople, que sirven para unir dos partes de un tubo reemplazando la parte fracturada, que regularmente cuestan 20 pesos, se cotizaban en 250. Así estaba el mercado en todo Chihuahua. La Crisis duró más de una semana, quizá dos.
Por todo lo causado es que a nadie se nos olvida.
Pero, ¿Qué fue lo que sucedió, qué fenómeno atmosférico causó el desastre climático?
En síntesis, fue una DANA provocada por La Niña.
¿Que qué es eso?
Veamos:
El término DANA, sin ser una novedad, se puso de moda recientemente con la catástrofe sucedida el pasado octubre en Valencia, España, donde según la Agencia Estatal de Meteorología, en la zona de Chica se acumularon 491 litros de lluvia por metro cuadrado en ocho horas. Algo así sucedió en Chihuahua y la región aquel 3 de Febrero de 2011, sólo que en lugar de agua fue frío.
No lo medimos en litros, pero sí en grados bajo cero.
Dieciocho grados bajo cero es la temperatura más baja registrada en la capital del Estado en toda la historia, desde que se tienen registros oficiales iniciados en 1877, cuando se estableció el Observatorio Meteorológico de México.
¿Qué es una DANA?
Todos sabemos por sus siglas que es una Depresión Aislada en Niveles Altos.
Un sistema meteorológico que se forma en capas altas de la atmósfera, aislándose del flujo normal, una especie de burbuja gigantesca de aire que se desprende de una corriente muy fría y que desciende sobre otra de aire caliente y, sustraída de la circulación general atmosférica, se mueve de forma independiente produciendo grandes perturbaciones.
Puede causar lo mismo lluvias intensas, frío anómalo o vientos muy fuertes.
¿Producida por La Niña?
Efectivamente, la mentada Niña. Pero ¿Qué es La Niña?
Aunque parezca tautológico, es lo opuesto a El Niño.
Aquí se pone más interesante.
Primero veamos qué es El Niño y por qué se le llama así.
El Niño es un evento o un fenómeno climático recurrente pero no periódico, es decir que sucede o ha sucedido varias o muchas veces pero no con regularidad precisa; tampoco tiene un lapso fijo de vigencia, pues suele durar entre 9 y 12 meses y su intensidad también puede variar, por supuesto, siempre íntimamente relacionado con la temperatura del Océano Pacífico. Se le llama El Niño porque los pescadores de la costa de Ecuador y Perú notaron que se presenta originalmente cerca de las fechas navideñas, es decir, según sus tradiciones, próximas al nacimiento del Niño Jesús, en Navidad, al comienzo de su verano. Consiste en que las aguas del mar en sus regiones se entibian y los peces que son su objetivo se van a otras aguas. Por ejemplo, durante El Niño el agua de la costa Ecuatoriana se torna más cálida de lo normal. Sin el agua fría que se eleva a la superficie, menos fitoplancton puede sobrevivir. Y con menos fitoplancton para comer, menos anchoas pueden sobrevivir, así que se marchan en busca de su alimento.
El efecto de El Niño no se limita a los océanos. Es una fluctuación climática que forma parte del fenómeno ENOS, denominación ya adquirida por la ciencia, que significa El Niño Oscilación del Sur, – o en inglés El Niño Southern Oscilation ENSO-. Hay pruebas de que El Niño se manifestó hace cientos e incluso miles de años. Su presencia se sucede irregularmente cada 3-7 años y tienen efectos globales en el océano y la atmósfera, desde la cantidad de lluvia que cae en Indonesia y California hasta la salud de los arrecifes de coral en Australia. El sur de Alaska puede volverse más cálido y la costa del Pacífico de Estados Unidos puede ser más fría y lluviosa. En Chihuahua los veranos pueden ser más secos y calientes. Incluso tiene impacto en la Antártida.
Un agua más cálida provoca más evaporación, lo que se traduce en más lluvia en algunos lugares y sequía en otros. Los cambios en la forma en que el aire se mueve en la atmósfera pueden afectar los patrones climáticos en todo el mundo.
El evento se despliega cuando una zona de alta presión atmosférica sobre el Pacífico y una de baja presión sobre el océano Índico cambian de intensidad. Durante El Niño, la alta presión se debilita y los vientos disminuyen. Con menos viento, hay menos afloramientos. El afloramiento (o “upwelling” en inglés) es un fenómeno oceanográfico que consiste en el desplazamiento de masas de agua desde niveles profundos hacia la superficie. Las zonas de afloramiento comprenden tan sólo el 1% del área total de los océanos de la Tierra y sin embargo acumulan el 20% de la productividad biológica. Un menor índice de afloramiento provoca menos agua fría y más agua cálida en la superficie del Pacífico tropical.
La niña, decíamos, es lo opuesto. También se le conoce como la fase negativa de El Niño. Es decir, un fenómeno oceánico caracterizado por el enfriamiento de las aguas superficiales de la parte central y oriental del Pacífico ecuatorial. Igualmente, produce cambios en la circulación atmosférica tropical, lo que repercute en los regímenes de temperatura y precipitaciones en diversas partes del globo. Su historial de influencia en el clima es inmemorial, aunque su primer registro científico fue en 1892-1893, después de detectado, estudiado y analizado El Niño, por eso usted escuchó primero hablar de éste y posteriormente de aquella.
Los efectos más comunes de La Niña se experimentan como inviernos más fríos y nevadas intensas, especialmente en regiones como América del Norte y Europa.
A fines de Enero ( 30 y 31) de 2011, comenzó una compleja interacción de sistemas meteorológicos que avanzó a principios de Febrero (1 y 2) . Una Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) se cargó de aire de Vórtice Polar ( viento del Polo Norte) y se onduló en Canadá y en los Estados Unidos, trasladando en su burbuja aire gélido hacia Texas, Nuevo México y Chihuahua.
Llegaba a la región un Vórtice Polar.
Ahora que tenemos claro lo que sucedió ese 3 de Febrero -el de 2011- podemos sorprendernos con el dato de que , sin embargo, y aunque estableció el récord del día más frío registrado históricamente en la Ciudad de Chihuahua, no es el fenómeno que tiene la marca del Día más Gélido en el Estado. Esta corresponde al 11 de Enero de 1962.
Sin duda, es posible que hayan existido días más fríos anteriormente, pero éste lo es desde que se llevan registros climatológicos oficiales y confiables.
Efectivamente, el 11 de enero de 1962 se registró la temperatura mínima histórica en el Estado, que fueron 30.6 grados Celsius bajo cero en Villa Ahumada. Es también la mínima histórica de todo México.
Ese mismo día se estableció el segundo lugar , de menos 29 grados en Los Lamentos, un punto minero abandonado en el municipio de Ascensión que empató con Temósachic.
El tercer puesto de toda la historia lo ocupa con menos 27 El Vergel ese 3 de febrero de 2011.
Debido a que la información de que se dispone en Internet abunda en imprecisiones, fue indispensable para elaborar esta Efeméride cruzar datos, someterlos a filtros y confrontaciones utilizando Inteligencia Artificial Avanzada (la común disponible es sumamente deficiente), gringa y china y fuentes de primer nivel, principalmente de los Estados Unidos y de Europa, ya que nuestro país carece de instrumentos suficientes para obtener información confiable, pues ni siquiera contamos con un mínimo satélite-observatorio. Es decir, México es dramáticamente dependiente de los Estados Unidos en la materia. En la Ciudad de Chihuahua como en Cd. Juárez no hay una estación meteorológica.
Tampoco podemos contar con mínima disposición de las altas autoridades de Conagua, ya no digamos para discutir y analizar datos, sino incluso para establecer contacto.
Tal fue mi experiencia con el M. C. Fabian Vázquez Romaña, Director del Servicio Meteorológico Nacional, quien en su lacónica respuesta confundió el concepto “mínimas históricas” con “mínimas promedio”, lo que obviamente es sumamente distinto. También confunde Hidrometerología (sic), en lo que se dice especialista en X, con Hidrometeorología, que es el nombre correcto de esa ciencia. Evidentemente no es lo mismo un “metero” que un meteoro. Y aunque se hace pasar por Director General del SMN, en realidad su cargo es de Coordinador.
En esa búsqueda tuve la suerte y el enorme gusto de encontrarme con un ilustre chihuahuense, el profesor Alfonso Méndez, maestro jubilado de los sistemas estatal y federal, egresado de la Escuela Superior de Pedagogía de la UACH y dedicado autodidacta con décadas de experiencia en materia meteorológica que edita el exitoso sitio en FB, Tiempo Severo Chihuahua, miembro de una amplia red nacional.
Le agradezco su tiempo y disponibilidad.
Estos datos sobre las mínimas históricas me fueron corroborados por él y también me orientó sobre el hecho de que la NOAA, National Oceanic and Atmospheric Administratión de los Estados Unidos es la agencia más confiable en la materia, a quien recurrí obteniendo una agradable y fructífera experiencia.
Ambos meteoros, los de 2011 y de 1962 que ubican a Chihuahua como la entidad mexicana con registro de los eventos más fríos, son vinculados a La Niña.
La Niña de 1962 ha sido la más drástica que se ha presentado, desde que se tienen registros.
Su dimensión se midió y se mide sistemáticamente a partir de observación de las temperaturas en la línea ecuatorial del Océano Pacífico.
Ésta línea está dividida en varias regiones y la que rige específicamente el comportamiento climático para el Hemisferio Norte es la que se conoce como Región 3.4, entre las regiones 3 y 4, que se encuentra entre los 5°N y 5°S, y entre los 170°W y 120°W.
En 1962 la región 3.4 presentó una anomalía de menos 2.5 grados, verdaderamente excepcional, acorde con las heladas registradas en Chihuahua, que establecieron las marcas históricas nacionales de temperaturas mínimas. La Niña vigente en estos días fue causante de las heladas que vivimos en el pasado enero de 2025, destacando la del día 11 que presentó un descenso a -6 en la Ciudad de Chihuahua y menos 23.1 en Majalca, casi su récord de 2011.
También fue causa de La Niña la nevada–helada que vivimos el 14 de febrero de 2021, a la vez la tormenta más intensa que azotó Texas en los más recientes 30 años, que ocasionó el desabasto de gas texano a México y por consecuencia nos dejó sin energía eléctrica. Reveló uno de los muchos aspectos de la tozuda torpeza con que Manuel Bartlett dirigía la CFE. De eso hablaremos en otra ocasión.
En cambio, el poderoso fenómeno El Niño contribuyó, junto con el cambio climático, a elevar las temperaturas globales los años pasado y antepasado, 2023 y 2024, convirtiéndolos en los más calientes de la historia.
2024 rompió todos los récords de temperatura promedio a nivel mundial, superando el impuesto en 2023, es decir 2 años consecutivos de récord de calor. La temperatura global promedio superó los 1.55 grados sobre el nivel preindustrial, umbral establecido en el Acuerdo de Paris como objetivo a evitar.
Con el arribo de Donald Trumph a un nuevo período presidencial en los Estados Unidos los expertos esperan un nuevo relajamiento de las políticas contra el calentamiento global de la primera potencia mundial y conductas emulatorias en otros países.
Pero volvamos al 3 de enero de 2011.
Una de las huellas indelebles que dejó fue el cambio de fisonomía en la Ciudad de Chihuahua.
Miles de eucaliptos que se habían convertido en una de las principales poblaciones forestales decorativas de la urbe, murieron a causa del frío. Muchos ya estaban enfermos, acosados por plagas desde el norte de los Estados Unidos, donde abundan, hasta el sur de México, donde son más escasos.
En realidad nunca fue buena idea plantar eucaliptos en Chihuahua. En la costa este de Norteamérica se usan para desecar pantanos, o sea que evaporan el agua del suelo y el subsuelo, algo trágico para nuestra realidad. Lo hizo Luis H. Álvarez cuando fue alcalde entre 1983 y 1985 ( no concluyó su trienio) pese a recibir la opinión de voces autorizadas que le advirtieron del error. No era un político dispuesto a escuchar a quienes diferían de sus opiniones. Los eucaliptos crecieron rápidamente, que era uno de los atractivos políticos, pues es una de sus características, pero enfermaron pronto y la helada sucedida menos de tres décadas después los devastó y sus restos debieron de ser talados, dando paso a los encinos que ahora son población mayoritaria en calles, parques y camellones. Son propios del clima y la región y las últimas heladas no les han causado daño.
Chihuahua no fue el único estado con daños en la población vegetal. En Sinaloa los se sufrieron severas pérdidas. El reporte de El Dictamen indica que se perdieron alrededor del 70% de las hectáreas sembradas de los cultivos más importantes del estado, incluyendo unas 500 mil hectáreas de maíz y también grandes extensiones con frijol, garbanzo y cártamo. Los cultivos que no se exterminaron perdieron tamaño y peso.
Para ilustrar con testimonios esta efeméride solicité a algunas personas unas líneas relatando su experiencia personal. Atendieron la petición:
Gonzalo García Terrazas:
En casa los geranios que bordeaban el césped y las sávilas en las macetas quedaron pegadas al suelo como una sombra negra. El vetusto olivo se heló. Aquello era una escena dantesca.
Se evidenció el calificativo que le dan los rancheros a ese tipo de eventos: Helada Negra
Pude observar algo muy peculiar, los tordos que pernoctaban en los árboles grandes no murieron, no vi aves muertas en los jardines, ni roedores. Las ardillas del jardín del ICHICULT siguieron vivas y los chanates, igual
En el rancho (en Satevó) no hubo ninguna res muerta ni caballos. Sólo las plantas de ornato se helaron
Jesús Chávez Marín :
Dos días después de la helada del 3 de febrero de 2011, salimos al patio de la casa: los tres árboles, que antes habían empezado a dar los primeros brotes de hojitas verdes luego de permanecer con vida latente durante el invierno, parecían fantasmas, o zombies: las pocas hojitas que habían brotado se habían vuelto bolitas negras; todas sus ramas parecían quebradizas. Sobrevivieron el árbol de limón y el ciruelo de ornato. También el arbusto de laurel. La higuera se secó por completo. O al menos eso parecía. Días después vimos una ramita que no estaba muerta, como el resto del árbol. Esa ramita es ahora el árbol: tiene hoy la misma estatura que en 2011, poco a poco fue viviendo. El limón ya fruta…el ciruelo no hace fruta, es de ornato, pero está muy lindo… da una hojitas color vino tinto, y flores una temporadita, pero nunca fruta.
Raúl Sánchez Trillo:
Corrí con suerte en aquella helada negra. Se reventaron las tuberías de muchas casas y de oficinas. También tronaron las bombas de los hidroneumáticos. Hubo una crisis de plomería en la ciudad, no solo batallabas para encontrar un plomero, en las ferreterías se acabaron conexiones y tubos.
Ese día amanecimos sin agua y con el gas congelado. Era cumpleaños de mi mujer. Afortunadamente había electricidad y pudimos calentarnos con el minisplit de la recámara. Tenía al fondo del patio, para regar los árboles, un tinaco de 1000 lts, con una gruesa capa de hielo misma que rompí para sacar agua y asearnos un poco esa mañana.
Sabía que con el aumento de la temperatura saldrían los desperfectos, al siguiente día y estando mi esposa y yo en el trabajo, se derramó el agua del tinaco de la azotea pues la válvula check se había reventado. No podíamos utilizar el agua de la cisterna porque la tubería bajo tierra que alimentaba la casa estaba congelada y por su ubicación en la cara norte, donde en invierno nunca da el sol, no tenía para cuando descongelarse y lo mismo pasaba con el tanque estacionario del gas. Podía sacar agua de la cisterna solo de una llave de jardín cuya tubería ya se había descongelado.
Lo del gas lo solucioné gracias al tanquecito de un calentón con lo cual al menos pudimos encender la estufa.
Lo más laborioso fue descongelar la tubería bajo la banqueta con un soplete que me llevó horas, pues el hielo así como lo volvía agua se volvía a congelar casi en el acto. A punto de darme por vencido debido al cansancio y a que tenía que devolver el soplete, escuche desde la cocina la voz de mi mujer que me gritaba «mijo, mijo, ya está saliendo el agua».
Leo Zavala
1.- Éramos once las y los integrantes del grupo de corredores. Yo les llevaba más de 20 años de edad a los demás, y ese jueves 3 de febrero, como todos los días de lunes a sábado, acudí puntual a la rutina que empezaba a las 5:15 de la mañana.
No era común revisar el pronóstico del tiempo y sabía que entre los dos primeros meses del año el frío se presentaba inclemente, así que, fiel a los códigos de disciplina del ejercicio físico, aguanté.
Me había costado trabajo levantarme, pero lo hice. Cuando llegué al parque “El Reliz” eran las 5:10 am y no quise bajar del auto esperando a los demás. Minutos después, en la oscuridad del estacionamiento aparecieron dos vehículos; eran tres de mis compañeras que se quejaban del frío, pero decidimos hacer los ejercicios de calentamiento, todos con sendas chamarras pluma de ganso. Estábamos terminado el calentamiento cuando llegaron otras dos chicas y nuestro entrenador –un chavo de unos 25 años- que pronto se unieron al inicio del trote.
El sol distaba mucho de asomarse y la oscuridad era profunda e inquietante. Tomamos la pista del parque y aún no completábamos el primer kilómetro, cuando una chica gritó con singular angustia: “me estoy congelando”, y todos, al unísono, nos detuvimos al advertir que nuestras chamarras estaban cargadas de una pesada escarcha, y que el incipiente sudor del calentamiento se nos había convertido en una gruesa y pegada capa de hielo sobre la cara.
El entrenador investigó en su celular y, sorprendido porque no tenía esa información, nos pidió que suspendiéramos las actividades, pues el termómetro frisaba los 15 grados centígrados bajo cero y bajaría más, por lo que era peligroso seguir a la intemperie.
Aún reinaba la oscuridad y todos regresamos apresurados a los respectivos vehículos para vivir, ya bajo techo, un inesperado día de temperaturas nunca antes experimentadas que nos hicieron suspender, por única ocasión, un par de días nuestra rutina del trote.
Leo Zavala
2.- La noche del miércoles dos de febrero, en medio de los tamales del día de la Candelaria dejé de hacer las llamadas que todo el día me habían ocupado, para invitar a amigos y conocidos a la solemne presentación del primero de mis cinco libros, hasta ahora publicados.
La ceremonia sería en “Casa Chihuahua, Centro de Patrimonio Cultural”, el escenario más emblemático de la ciudad, y ocurriría como parte de los tradicionales “Jueves de puertas abiertas”.
Había llamado individualmente a casi 300 invitados porque me interesaba personalizar la invitación. Había dado el visto bueno al escenario y la logística de ofrecimiento del vino de honor. La publicidad por los periódicos y la radio había sido razonablemente exitosa. Los tres comentaristas de mi libro estaban listos; mi hija acababa de llegar de Monterrey y una hermana mía, de Guanajuato, para acompañarme. Parecía todo estar listo.
Esa noche del día dos fui a descansar, exhausto, pero feliz de haber atendido los preparativos.
Por la mañana del jueves desperté un poco cansado y sin ganas de levantarme; sentía mucho frío, pero me levanté para bañarme y dar los últimos toques al texto de mi intervención. Para sorpresa mía, no había agua: las tuberías se habían reventado por el frío y empecé a preocuparme cuando en los noticieros anunciaban que estábamos a 15 grados bajo cero y que la temperatura bajaría más durante el día.
A media mañana me hablaron de Casa Chihuahua para informarme que, al igual que todas las oficinas de gobierno, las actividades de ese museo se habían suspendido y habría que reprogramar la presentación de mi libro.
Una mezcla de decepción y angustia me invadió. ¿Cómo avisar a los cientos de invitados que la ceremonia no se realizaría, si estaban interrumpidas las comunicaciones, entre otras, la telefónica?
En medio de mi caos interno y luego de tratar de reparar las fugas de agua por el reventamiento de tuberías, me preparé para acudir por la tarde a Casa Chihuahua. La presentación sería a las 7 de la tarde de ese jueves 3 de febrero de 2011, así que, para no ser desatento con los invitados que se arriesgaran a acudir, sorteando los peligros de calles inundadas y congeladas, a las 17:00 horas llegué al museo, que estaba cerrado y, ahí afuera, aguantando el frío que seguía por debajo de los 15 grados bajo cero, pude disculparme con una treintena de personas que habían solidariamente acudido y, casi a las 9 de la noche, me retiré desilusionado por la suspensión de la presentación de mi primer libro, que afortunadamente se realizó con gran éxito, una semana después en el mismo escenario
ANTONIO PINEDO
Recuerdo que la planta baja del edificio, en donde se encontraban las oficinas de Semanario, salía de las paredes agua con la forma geiser en tres o cuatro muros y el techo todo estaba totalmente húmedo, empezaba a trasminar y el piso estaba anegado. Fue un milagro salvar la hemeroteca y la papelería. Los pisos uno y dos no tenían agua, faltaba presión. Se había advertido de bajas temperaturas, pero nadie imagino tres días consecutivos a 17 grados bajo cero. No había juarense que en su horizonte histórico tuviera memoria de algo similar.
Lo primero fue consultar el chat familiar para saber cómo estaban y qué perjuicios habían tenido. Mi hija Gabriela dijo que tenía agua, “un chorrito, pero sale”. Su casa está a una distancia que se recorre en 15 minutos. Al llegar, ya ni el chorrito. Se había apagado. Se había reventado una línea en el patio: era como una fuente. Diana, la mayor, ofrecía por el chat una opción: “tenemos agua, vengan a bañarse”. A los cinco minutos, o menos, avisa: ya no sale el agua.
Al tercer día mi hijo Pablo, el menor de la familia me invitó al vapor del Deportivo los Nogales a bañarnos, ya al terminar, cuando nos enjuagábamos, se fue el agua…afortunadamente el desánimo duro un par de minutos, pues habían llegado las pipas que estaban surtiendo la cisterna.
Por supuesto fue “el tema” de conversación durante días. Hubo amigos que se fueron a hacer fila y suplicar por una habitación a los hoteles. Eran más los clientes gringos; al parecer El Paso estaba menos preparado que Juárez para un evento como ese.
Por Tandas, se fueron publicando en el diario Oficial de la Federación las declaratorias de emergencia por el fenómeno de Heladas Severas para los 32 Municipios del Estado de Chihuahua.
También se declaró emergencia por el mismo fenómeno, pero el día 4, para 32 de los 39 municipios del Estado de Durango :
Canatlán, Canelas Coneto de Comonford, Cuencamé, Durango, Gómez Palacio, Guadalupe Victoria, Guanacevi, Hidalgo, Indé, Lerdo, Mapimi, Mezquital, Nazas, Nombre de Dios, Nuevo Ideal, Ocampo, El Oro, Otáez, Panuco de Coronado, Peñón Blanco, Poanas, Pueblo Nuevo, Rodeo, San Bernardo, San Dimas, San Juan de Guadalupe, San Juan del Río, San Luis del Cordero, San Pedro del Gallo, Santa Clara, Santiago Papasquiaro, General Simón Bolívar, Súchil, Tamazula, Tepehuanes, Tlahualilo, Topia y Vicente Guerrero.
Los periódicos del Estado de Chihuahua publicaron así la información. No se de dónde sacaría El diario de Chihuahua el dato de – 13, pero es erróneo :
La temperatura mínima histórica registrada en la región fronteriza de México y Estados Unidos se registró el 1 de febrero de 1951 : menos 50 grados farenheith, equivalentes a menos 45.6 celsius. También se le atribuye ese temporal a La Niña.