Washington D.C.- El Departamento del Tesoro de Estados Unidos escaló su guerra financiera contra el tráfico de fentanilo, al imponer sanciones contundentes a ocho ciudadanos mexicanos y doce empresas con sede en México, acusados de operar una red clandestina que suministra precursores químicos esenciales para la producción de esta droga sintética letal al Cártel de Sinaloa, particularmente a su facción conocida como Los Chapitos.
Esta acción, anunciada por la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés), representa un golpe quirúrgico en la cadena de suministro global del fentanilo, que se origina principalmente en China, transita por México y cruza la frontera sur de EE.UU. en vehículos ocultos, paquetes postales o túneles sofisticados, alimentando una epidemia que cuesta al erario estadounidense unos 1,500 millones de dólares anuales en atención médica y pérdida de productividad, de acuerdo con estimaciones del Congreso.
El subsecretario de Terrorismo e Inteligencia Financiera del Tesoro, Brian Nelson, declaró en el comunicado oficial que «esta designación es un paso decisivo para desmantelar las redes financieras y logísticas que sostienen a organizaciones criminales transnacionales como Los Chapitos, responsables de inundar nuestras comunidades con veneno».
Anteriormente, en un contexto de cooperación bilateral intensificada, el predecesor de Nelson, John K. Hurley, había alertado sobre las «más de 500,000 muertes por intoxicación con fentanilo», un número que sube a 74,000 anuales en promedio reciente y que ha impulsado iniciativas legislativas como la Ley FEND Off Fentanilo de 2023, que amplía las herramientas del Tesoro para congelar activos de entidades involucradas en el lavado de ganancias narco. Esta ofensiva se enmarca en una estrategia más amplia de la administración Trump, con un presupuesto federal de 1,200 millones de dólares para 2025 en operaciones antinarcóticos a través de la Iniciativa Mérida, que ha invertido más de 3,500 millones desde 2008 en inteligencia compartida, entrenamiento y equipo para México.
Las sanciones, que se suman a una cascada de medidas previas —incluyendo las de mayo de 2023 contra Sumilab, que obligaron a la red a reestructurarse con prestanombres, y las de junio de 2025 que designaron directamente a Los Chapitos como entidad terrorista bajo la Orden Ejecutiva 13224 (antiterrorismo) y la 14059 (antinarcóticos)—, se basan en inteligencia recopilada por agencias federales como la DEA, el FBI y Aduanas y Protección Fronteriza (CBP).
La red sancionada, con epicentro en Culiacán, Sinaloa, operaba a través de un entramado de fachadas empresariales que simulaban legitimidad en sectores regulados. Estas compañías, muchas fundadas entre 2018 y 2022 durante el auge del fentanilo post-pandemia, adquirían precursores como 4-piperidona y ANPP (N-fenetil-4-piperidona) de proveedores chinos vía puertos como Manzanillo, y los distribuían a laboratorios clandestinos en ranchos remotos de Sinaloa y Durango, donde se sintetizaban hasta 100 kilos semanales de fentanilo puro, equivalente a millones de dosis letales. Posteriormente, el producto final se prensaba en pastillas falsas de oxicodona y se exportaba a EE.UU., generando ganancias estimadas en 500 millones de dólares anuales para Los Chapitos, según informes desclasificados de la DEA.
Entre los individuos sancionados destacan los hermanos de la familia Favela López —Víctor Andrés, Francisco y Jorge Luis Favela López, de entre 35 y 45 años, con raíces en el sector químico local—, quienes, junto a su hermana María Gabriela, formaban el núcleo operativo, dirigiendo envíos y lavando fondos a través de transferencias a cuentas en Hong Kong y Dubái. Jairo Verdugo Araujo y Gilberto Gallardo García, parientes políticos de los Favela, manejaban la logística de importación, utilizando camiones con compartimentos falsos para evadir inspecciones en la frontera de Tijuana y Nogales. César Elías López Araujo, un empresario de 42 años con historial de quiebras sospechosas, actuaba como prestanombre en al menos cinco firmas, alterando registros notariales para diluir vínculos familiares tras las sanciones de 2023. Finalmente, Martha Emilia Conde Uraga, alias «Martita», una broker química de 50 años con almacenes en las afueras de Culiacán, era la intermediaria estrella: usaba facturas ficticias por «fertilizantes agrícolas» para despachar toneladas de precursores, coordinando con corredores del cártel en reuniones clandestinas documentadas por escuchas del FBI.
Las doce empresas bloqueadas abarcan un espectro diversificado para camuflar operaciones: Sumilab y sus subsidiarias como Favelab, Fagalab, Qui Lab, Storelab y Macerlab, especializadas en equipos de laboratorio y reactivos, que post-2023 quitaron letreros y reasignaron dueños ficticios; Agrolaren y Viand, fachadas agrícolas que importaban precursores bajo el pretexto de pesticidas; Viosma y Prolimph, en limpieza industrial y salud, que suministraban solventes para extracción de drogas; y Roco, una inmobiliaria que blanqueaba renta de propiedades usadas como laboratorios. Estas entidades, con ventas anuales combinadas de unos 20 millones de dólares, transferían ganancias a través de remesas y criptomonedas, evadiendo el sistema financiero tradicional. La OFAC reveló que, pese a los ajustes post-2023 —como el retiro de nombres familiares de actas societarias—, la red persistió en envíos a laboratorios sinaloenses y hasta a firmas estadounidenses en Arizona y California, donde se procesaban metanfetaminas para reexportación.
Esta operación no surgió en el vacío: fue fruto de una colaboración interinstitucional sin precedentes, con aportes clave de la Oficina de Campo de Phoenix del FBI (incluyendo la Agencia Residente de Tucson, que monitorea la frontera de Sonora), la Oficina de Distrito de Tampa de la DEA (con su unidad CHEMEX dedicada a precursores químicos), la División de Campo de las Montañas Rocosas del FBI, la Oficina de Campo de Newark de Investigaciones de Seguridad Nacional y el Centro Nacional de Objetivos de CBP, que interceptó contenedores sospechosos en San Diego. México, a través de la Secretaría de Hacienda y la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), compartió datos de transacciones atípicas, fortaleciendo lazos bilaterales tensados por extradiciones como la de «El Mayo» Zambada en julio de 2024. El Tesoro enfatizó que estas designaciones bajo la Ley de Sanciones al Fentanilo permiten bloquear activos en EE.UU. —estimados en 5 millones de dólares en cuentas congeladas hoy— y prohíben cualquier transacción con los sancionados por entidades estadounidenses, con multas civiles de hasta 1 millón de dólares o penas penales de 20 años por violación. Además, cualquier firma con 50% o más de propiedad sancionada queda automáticamente bloqueada, creando un efecto dominó que podría colapsar la red en meses.



