Condolencias vacías
Las declaraciones de Claudia Sheinbaum sobre el asesinato de Carlos Manzo suenan a un guion repetido de condolencias vacías y desvíos culpables. Al calificar el crimen como un «cobarde, vil homicidio», intenta proyectar empatía, pero ¿dónde estaba esa indignación cuando Manzo le suplicaba ayuda federal en octubre? En lugar de asumir responsabilidad por la fallida protección que él pedía a gritos, opta por el lamento tardío, como si sus palabras pudieran borrar la sangre derramada frente a su familia. Es un cinismo que revela la desconexión de un gobierno que promete «abrazos» pero entrega fosas comunes.
Cero impunidad, cero credibilidad
«No habrá impunidad», promete Sheinbaum con la convicción de un mantra electoral, pero las cifras de Michoacán gritan lo contrario: siete alcaldes asesinados en su sexenio, y contando. ¿Cuántas veces hemos oído esta juramento en mañaneras pasadas, solo para ver cómo las investigaciones se diluyen en carpetas eternas? Manzo contaba con escoltas federales desde diciembre de 2024, y aun así un sicario lo acribilló en un evento público. Esta retórica de «cero impunidad» no es más que un placebo para un sistema judicial que, bajo su mando, prioriza la inteligencia fallida sobre la acción concreta.
Inteligencia sin resultados
Sheinbaum defiende su estrategia de «inteligencia y causas sociales» frente a la «guerra contra el narco» de Calderón, pero ¿qué paz ha construido en Uruapan, donde el plomo dicta las reglas? Criticar a gobiernos pasados es fácil desde el Palacio Nacional, pero ignorar que Manzo, un morenista leal, cuestionaba públicamente su «abrazos no balazos» por ineficaz, eso es hipocresía pura. En mayo de 2025, cuando él clamaba por abatir a delincuentes armados que resisten, ella lo tildó de promover «ejecuciones extrajudiciales». Hoy, ese mismo alcalde yace muerto, víctima de la pasividad que ella aplaudió como virtud.
Buitres y desvíos
La acusación de Sheinbaum contra la oposición, a la que llama «buitres» por politizar el asesinato, es un golpe bajo que desvía la mirada de su propio fracaso. ¿Empatía? Ella, que en su conferencia del 3 de noviembre ni menciona el terror de la familia Manzo más allá de un gesto protocolar, acusa a otros de falta de sensibilidad. Mientras Alito Moreno y Lilly Téllez exigen cuentas, Sheinbaum arremete contra «narrativas como narcogobierno», como si etiquetar a críticos silenciara el eco de los disparos en Michoacán. Es el clásico truco: victimizarse para no rendir cuentas.
Paranoia gubernamental
Cuestionar la «autenticidad» de la marcha por Manzo, programada para el 15 de noviembre, es el colmo de la paranoia gubernamental. Sheinbaum pide revisar cuentas en redes para detectar «campañas hostiles», como si el enojo de los michoacanos fuera un complot orquestado. ¿No será que la gente marcha porque ve en su muerte el símbolo de un estado ausente? En lugar de escuchar el clamor legítimo por justicia, la presidenta lo reduce a manipulación política, revelando un autoritarismo disfrazado de preocupación por la «estabilidad».
Desafío profético
Recordemos mayo de 2025: Manzo, tras el asesinato de una empleada municipal, exigía mano dura contra criminales armados, retando a Sheinbaum a capturarlos «sin un disparo» o renunciar él mismo. Ella respondió con una lección de Estado de derecho, insistiendo en detenciones flagrantes sin «abatir». Hoy, ese desafío profético se materializa en su tumba. ¿Dónde quedaron los «resultados» que ella presumía, con menos homicidios en papel pero más alcaldes en féretros? Sus palabras de entonces no eran consejo, eran condescendencia que costó una vida.
Apoyo de papel
Sheinbaum jura apoyo incondicional a Michoacán, con la Guardia Nacional y el Gabinete de Seguridad «al quite», pero los hechos desmienten la farsa. Manzo pidió explícitamente no retirar la GN el 8 de octubre, y aún con refuerzos en mayo, el crimen lo alcanzó en un festival público. ¿Inteligencia? Más bien negligencia selectiva, priorizando fotos de operativos sobre protocolos reales. Su defensa de Omar García Harfuch, pese a las críticas por inacción, huele a corporativismo que sacrifica regiones enteras por lealtad partidista.
Retórica mortal
Finalmente, la promesa de «no rendirnos nunca» cierra el círculo de retórica vacía, un eco de AMLO que no consuela a viudas ni frena balaceras. Sheinbaum, que en su campaña juraba transformación en seguridad, entrega un México donde alcaldes como Manzo pagan con la vida su valentía. Sus declaraciones no son duelo, son distracción: culpar al pasado, estigmatizar protestas y prometer lo imposible. Mientras Uruapan llora, ella mañanerea, y el crimen organizado agradece la inercia. ¿Hasta cuándo esta comedia de errores mortales?



