Chihuahua, Chih.- Tras cinco días intensos de encuentros literarios que reunieron a más de 5 mil visitantes en el Centro de Convenciones de Chihuahua , la Feria del Libro Chihuahua (Felich) 2025 bajó el telón este domingo con una agenda vibrante que fusionó poesía transfronteriza, reflexiones históricas y talleres creativos para todas las edades. Bajo el lema «La Palabra Que Resiste», el evento —que del 29 de octubre al 2 de noviembre atrajo a 50 editoriales y desplegó más de 150 actividades gratuitas— reafirmó su rol como epicentro cultural del norte del país, fomentando la lectura como herramienta de transformación social en tiempos de incertidumbre .
La Felich no solo ofreció un festín de libros a precios accesibles, sino que tejió un tapiz de voces diversas que cuestionaron realidades latinoamericanas, desde las sombras de la soledad hasta las urgencias de la justicia social. Familias enteras, estudiantes ávidos y amantes de las letras colmaron los pabellones, donde el aroma de las páginas frescas se mezcló con el eco de declamaciones apasionadas y el bullicio de talleres interactivos. «Esta feria no es solo un cierre, sino una apertura perpetua a la imaginación», comentó una asistente al final de la jornada, reflejando el espíritu colectivo que impregnó cada rincón del recinto.
El corazón del acto de clausura latió en la Sala Wikáarame, donde cuatro escritores internacionales de Chile y Bolivia —César Antezana, Flavia Lima, Edgar Solíz e Iris Kiya— desgranaron una antología poética de su autoría, un mosaico de versos que navegan por las grietas de la existencia humana . Antezana y Lima, unidos en la dualidad de identidades —ella, una voz trans que publica bajo ambos nombres y forma parte de la Colectiva Almatroste desde 2004 —, lideraron la lectura con fragmentos que destilan la crudeza de problemáticas sociales en América Latina, como la migración forzada y la desigualdad rampante. Solíz, con su pluma afilada, invocó la soledad como un espectro urbano, mientras Kiya —boliviana de 1990, editora y tejedora de heterónimos como Sebastian Melmoth o Milton Steiner — exploró el amor carnal en tonos viscerales, casi táctiles, que hicieron vibrar al público con aplausos prolongados.
Estos poetas no solo compartieron palabras; las hicieron carne viva, invitando a la audiencia a confrontar sus propios silencios. «La poesía resiste cuando se atreve a nombrar lo innombrable», declaró Lima al término de la declamación, en un guiño al tema central de la feria que resonó en cada verso recitado bajo las luces tenues de la sala.
Dos libros estelares marcan el pulso del día
La jornada no se limitó a la lírica; dos presentaciones de libros elevaron el cierre a un diálogo profundo con la historia y la ficción. Primero, Manuel Rojas desentrañó «Apachería mexicana. Recapitulación y Hallazgos», una obra editada con el respaldo del Programa Editorial de la Secretaría de Cultura que recorre las huellas de los apaches en el noroeste mexicano, fusionando archivos coloniales con testimonios orales para reescribir narrativas olvidadas. Rojas, con voz pausada pero firme, enfatizó cómo estos «hallazgos» no son meros datos, sino ecos de resistencias indígenas que aún palpitan en el desierto chihuahuense.
El clímax llegó con la presentación estelar de «Vladimir C, el Vigilante del Campo de Mostaza», el debut novelístico de Iris Kiya —firmado bajo el pseudónimo de Milton Steiner y galardonado en la Primera Residencia de Escritura Mantis —. Esta obra, un laberinto de espejos y ausencias, gira en torno a la desaparición de un autor ficticio en un paisaje de mostazas amarillas, tejiendo hilos de identidad, exilio y la fragilidad de la verdad. Kiya, con su habitual audacia, reveló cómo el libro juega con la idea de la «desaparición del yo» en la literatura contemporánea, un tema que, en el contexto boliviano-chileno, evoca las sombras de dictaduras pasadas . La sala, atestada, respondió con un silencio ensimismado roto por preguntas que prolongaron el debate hasta entrada la tarde.
Mientras los adultos se sumergían en reflexiones densas, el Pabellón Infantil y Juvenil bullía de color y movimiento con actividades diseñadas para encender chispas creativas. El taller de diseño de personajes para juegos de rol permitió a decenas de niños y adolescentes forjar héroes y villanos inspirados en leyendas locales, mientras que la clase de acuarela impartida por el artista Adrián Serrato transformó lienzos en paisajes oníricos donde la palabra se funde con el trazo libre. Estas sesiones, parte de un pabellón que incluyó cuentacuentos, juegos literarios y experiencias sensoriales a lo largo de la feria , no solo entretuvieron; sembraron el hábito de la lectura como juego infinito, atrayendo a familias que partieron con cuadernos rebosantes de ideas.
Serrato, pincel en mano, guió a los participantes en la captura de emociones efímeras: «El agua diluye el miedo, pero fija la historia», les dijo, mientras gotas de pigmento daban vida a dragones poéticos y ríos de tinta narrativa.
Taller final invita a desarmar la historia desde lo cotidiano
La Felich 2025 selló su legado con el taller «La escritura como resistencia: Ensayo de mujeres y vida cotidiana», a cargo de la escritora guanajuatense Lola Horner, cuya pluma ha explorado los intersticios de la memoria femenina en obras previas. En una sesión íntima que congregó a una treintena de participantes —mujeres en su mayoría, pero abierta a todas las voces—, Horner desafió a los asistentes a cuestionar la historia como disciplina rígida, proponiendo el ensayo personal como arma sutil contra narrativas patriarcales y coloniales .
«¿Y si la resistencia empieza en el diario de una madre, en el recibo de una renta impaga?», interrogó Horner, guiando ejercicios donde las anécdotas diarias se convertían en manifiestos. Al dispersarse el grupo bajo el sol poniente de noviembre, muchos llevaban no solo notas, sino una brújula para reescribir su propio relato. Así, la feria no concluyó; se ramificó en miles de páginas por venir, recordándonos que la palabra, una vez liberada, resiste eternamente.



