El cinismo descarado, considera Slavoj Zižek, es la ideología predominante en la actualidad. Pues las promesas y engaños de la derecha, la izquierda, el socialismo, el comunismo, las democracias y la aparentemente inapelable funcionalidad del capitalismo propician, una desconfianza profunda en cualquier propuesta de mejora de la sociedad o de la estructura que vivimos. Para concretar esta idea pensemos en el vacío político provocado los partidos políticos en México, pues es difícil proclamar la fe en un partido y no ser tomado por simple ingenuo o desconectado de la realidad. ¿Quién puede creer sinceramente en el funcionamiento y utilidad de los partidos políticos?
Por lo que la salida fácil o por lo menos la que se considera menos ingenua es plantarse como cínico. Las cosas están mal, hay poco o nada que hacer al respecto y sólo queda sacar el mejor provecho posible y si se puede evitar, no joder a terceros. Si pasa ni modo. Sin embargo, esta ideología del cinismo descarado también se traduce en un proceso de despolitización, pues se cree más en el trabajo político como un esfuerzo de administración de recursos, personas y dinero y ya no en ese espacio para el debate sobre la mejor decisión para la sociedad sobre todo. Por ejemplo, acuerdos económicos de salario o quizás impuestos. Este cinismo descarado se soporta en lo que Žižek llama la «novedad de nuestra época postpolítica del fin de la ideología, es la radical despolitización de la esfera de la economía: el modo en que funciona la economía […] se acepta como una simple imposición del estado objetivo de las cosas».
El esloveno Slavoj Žižek es uno los pensadores contemporáneos más populares por su apertura para hablar de lo que sea, en el espacio que sea y utilizando un bagaje de referencias pop para sus explicaciones y analogías. Criticado como un showman más que un filósofo serio, Žižek se le posiciona como un pensador de izquierdas que combina análisis lacaniano y materialismo dialéctico. Uno de sus grandes méritos es el de traducir complejas cuestiones y debates en términos más asequibles para su reflexión, como una especie de traductor mainstream filosófico. En el libro En defensa de la intolerancia de 2007, Žižek no plantea un tratado de teoría crítica, sin embargo, señala varios puntos sobre el problema que aparece con el multiculturalismo actual. Pues el cinismo que antes mencionaba, persiste en la creencia de que el funcionamiento de la economía es, como dice el esloveno, una «simple imposición del estado objetivo de las cosas». Sugiere entonces, en su obra, que esta despolitización no implica que la gente ya no intente la acción política, sino que ésta ya no funciona para transformar los cruciales elementos de la organización económica sino que la lucha se ha desplazado a causas más bien relacionadas con el multiculturalismo, dicho de otra manera, la gente se va a la lucha política para defender sus estilos de vida y, según Žižek, buscar el posicionamiento de estas voces en un lugar de importancia dentro de la democracia. Lugar que el debate económico ya no ocupa.
Hemos visto en la experiencia reciente que las luchas que más resuenan suelen provenir de estas causas culturales, tales como la legalización de la marihuana, el impulso de derechos constitucionales para la diversidad sexual o étnica, la organización de marcos legales para proteger al ambiente y/o a los animales, la defensa o el ataque en la cuestión de libertades religiosas, entre otras. La gran denuncia del pensador europeo es que esta despolitización consiste en dejar de discutir lo importante (la organización económica) para debatir otros temas que afectan en nada al régimen económico injusto, es más, muchas causas no sólo no afectan las condiciones del capitalismo, sino que incluso lo protegen o impulsan, propiciando la situación de injusticia. Y esto, apunta Žižek, ocurre con o sin la consciencia, con o sin la intención tanto de la izquierda como de la derecha.
Este pensador ha ganado su fama por incitar a la polémica y a debates incómodos, donde no quieres atacar ni defender cierto posicionamiento. Pues es evidente que las causas antes mencionadas son importantes, no cabe la menor duda. Pero el autor ha puesto el dedo en la llaga y es que hemos perdido de vista que mantener sana y lo más justa posible al régimen económico es el primer paso, no es el único pero la manera en se defienden estas causas multiculturales suele omitir el papel vital de la economía como elemento rector de prácticamente todos los elementos de la vida pública enmarcada por el contrato social. Žižek después de todo es un pensador de izquierda que suele reflexionar desde el pensamiento marxista, por lo que no debe sorprender el lugar central que le otorga al aspecto económico de nuestras vidas capitalistas y democráticas. Pero pondré un ejemplo sencillo y tal vez burdo para ejemplificar su crítica. La lucha por la igualdad de salarios entre mujeres y hombres es, por donde se le quiera ver, una causa justa y muy necesaria. No hay manera de justificar la desigualdad de salarios, pero ¿desde qué postura debe impugnarse este cambio? ¿Cómo una necesidad de aceptación de pluralismo en términos de género? ¿Cómo una batalla feminista? ¿Qué no acaso, debe plantearse como una necesidad de igualdad humana donde no importa ningún rasgo de mi identidad (color, etnia, sexo, género, religión, origen, idioma, estilo particular de vida), sólo mi condición de ser trabajador/trabajadora? Al final el tema responde a más de un reclamo, eso es evidente pero la denuncia del pensador esloveno deja mucho que desear de nuestra clase política y del resto de nosotros como seres políticos
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