Con el paso de los años la redacción del periódico Norte se empequeñece en mi memoria, hoy recordé dos cosas: primero, que la oficina que Luis Fuentes Saucedo se mandó construir era tan grande que ocupaba en la planta baja, la mitad de la sala de los redactores del primer piso, y que don Carlos Loret de Mola, era de una rapidez mental pocas veces vista. Por cierto don Carlos ocupaba una minúscula oficina en el segundo piso, como a todos los periodistas le gustaba estar en “la Redacción”.
Fue el Sábado de Gloria de 1982, Loret solía llegar a la redacción antes de las once de la mañana, subía siempre bien trajeado y cargando un maletín, (en el que por cierto llevaba una pistola escuadra) sonriente siempre, rápido de reflejos y disfrutando de su agudeza mental, más cuando esta pasaba desapercibida para la mayoría.
El Chihuahua de aquella época era menos de la mitad en población y extensión que el actual, todavía no se imaginaba la existencia del Periférico de la Juventud y el único edificio alto de la capital era la actual sede del Congreso. Patricio Martínez, quien transformó el centro de la ciudad, tenía aún su oficina en la librería la Prensa de la calle 21, donde me fue presentado por Irigoyen Ponce.
Don Carlos subía la estrecha escalera de Norte y a sus puertas con edición en mano lo recibió Andrés Vela, quien era el jefe de redacción y se distinguía por su larga y ondulada cabellera y por un físico que denotaba que levantaba pesas o en algún tiempo lo había hecho.
Antes de continuar con el encuentro debo decir que los periodistas de todo Latinoamericano y probablemente de España, en Semana Santa, tradicionalmente tenemos dificultades para obtener información fresca, el cierre de oficinas, bancos, comercios, etc., nos obligaban a los reporteros a prever desde los días previos la situación e ir guardado información, para aguantar la sequía noticiosa de estos días.
En la colonia San Rafael, desde muchos años atrás se hacía la representación de Cristo, creo que un popular padre de nombre Antonio Ramírez, fue el que inició años atrás, lo que ya es un vieja tradición, que por supuesto era un respiro para los medios de comunicación, sin importar su periodicidad y repetición.
En esos años Chihuahua era una ciudad inhóspita para los que no éramos nativos, había pocos restaurantes de mariscos y las colas eran muy largas, los forasteros que nos estábamos dispuestos a esperar, comíamos lo que fuera en donde fuera.
Llega pues don Carlos a la Redacción, como un cascabel y en el escritorio más próximo a las escaleras pide el ejemplar del día para revisarlo; a ocho columnas, todavía existían, en esos años los diarios eran en promedio de once pulgadas de ancho; lee sin perder la sonrisa la nota de ocho: “Y Cristo fue crucificado”, con un buen talante voltea a ver a Vela y le felicita con un “así me gusta, nota fresca”. Andrés no pudo ocultar su satisfacción y yo corrí a mi refugio, la sub-dirección, igualmente pequeña que la oficina de don Carlos, aún nos llegaba el maestro Irigoyen.
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