El 31 de marzo pasado llegó la última bomba de Netflix: Por trece razones (como se le conoció en español) la cual ya se convirtió en una sensación por su espinoso y contemporáneo tema, el cual nos es transmitido con consciencia, objetivo y calidad. ¿Está justificado el barullo que ha levantado a su alrededor? Antes de continuar querido lector y lectora, tengo que hacer una advertencia, en esta reseña podría haber algún spoiler, por lo que le sugiero tomar sus precauciones.
Las empresas productoras Anonymous Content y Paramount Television distribuyen los trece episodios de 13 reasons why por medio de Netflix, con el guion de Brian Yorkey y la dirección de Thomas McCarthy, Kyle Patrick Álvarez, Gregg Araki, Carl Franklin, Helen Shaver y Jessica Yu. Esta serie es una adaptación de la novela homónima de Jay Asher publicada en 2007, convertida ya en bestseller y coprotagonizada por Dylan Minnette (Goosebumps, 2015) y Katherie Langford quien había aparecido en el cortometraje Daugther durante el Festival de Cannes de 2016.
La vida en la preparatoria Liberty, ubicada en un pequeño pueblo de algún rincón de Estados Unidos, cambia cuando Hannah Baker (Langford) se suicida en la bañera de su casa. La conmoción es grande, pues al parecer nadie entiende lo que pasó. Una semana después uno de sus amigos más cercanos, Clay Jensen (Minnette), encuentra en la entrada de su casa una vieja caja de zapatos con siete cintas de audio, numeradas a ambos lados a modo de nota suicida. Cada lado de los casetes contiene un mensaje grabado por la mismísima Hannah y dirigido a una de trece personas (hay una cinta con un solo lado de grabación) en el que explica cómo contribuyó cada uno a su decisión de quitarse la vida. ¿Quién le envió estas cintas?, ¿por qué Hannah las envío de esta manera?, ¿por qué estoy en una de ellas? y ¿en cuál estoy? Son algunas de las interrogantes con las que comienza este drama/misterio en que Clay sigue las pistas dejadas por Hannah para entender el irremediable desenlace de su corta vida.
El planteamiento es interesante, por momentos algo inverosímil, pero creo que es válido hacer el esfuerzo para dejarse llevar por lo que ocurre. La primera impresión casi me aleja, pues los primeros dos o tres episodios pueden llevar a cierto rechazo puesto que no deja de sentirse completamente dirigido a espectadores entre 12 y 18 años. Pero todo el conjunto juega a varios niveles, por lo que el público «adulto» podrá conectar con los problemas de estos adolescentes. Donde percibo un probable obstáculo es en lo contemporáneo de su contexto. Su temporalidad es el 2017, por lo que ya se imaginará que está cubierto por la problemática de la «chaviza»: bulling, slut-shaming, acoso virtual, humillación en redes sociales entre otras cosas. Lo cierto es que esto juega a su favor porque los años no pasan en vano y la violencia no se practica ahora de la misma manera que ayer y no es posible tener la vista en otra parte mientras nos escondemos en el típico argumento de «adolescentes frágiles con problemas inventados» o el de «en mis tiempos teníamos problemas reales y no andábamos de llorones». Hay que mantener presente que esto cuesta vidas y sí, también está pasando en México.
Probablemente su primera impresión sea similar a la mía: «esto tiene cara de La rosa de Guadalupe pero con calidad Netflix». En teoría tal vez sea cierto, pero 13 reasons why está escrita decentemente. Cada episodio, de entre 50 y 60 minutos aproximadamente, sabe mantener el interés del espectador (por medio del misterio del suicidio de Hannah) a la vez que construye a fuego lento un contexto social complejo, de amplias y diversas lecturas. Un guion in crescendo bien pensado y ejecutado. No obstante, uno o dos episodios se sienten poco relevantes para el argumento central en comparación al resto, pero no se deje engañar, esta serie lo va a maltratar sin miedo y con rudeza.
La gran virtud que veo en esta serie es el empeño por ser realista hasta la médula. Los diálogos, la puesta en escena, la personalidad de cada individuo, la expresión de las emociones y las reacciones, y la gran variedad de aspectos explorados del argumento central (¿por qué se suicidó Hannah?) se perciben con los pies bien plantados en la tierra gracias a una fotografía que se comporta como las emociones de los personajes, con una musicalización de calidad que va y viene en el tiempo y con unas actuaciones que son decentes casi todo el tiempo e impresionantes el resto, en especial los protagonistas: Minnette se desarrolla con cada cinta que escucha y el espectador comparte su transformación y una fotogénica Langford que demuestra que se puso a estudiar para su poderoso personaje. La escena del suicidio (como otras) no es para nada fácil de ver: dura, cruda, es fácil experimentar el horror y el terror de los involucrados, no se anda con juegos y muestra sin romanticismos una experiencia autodestructiva sin tapujos. No siempre el realismo tiene que ser crudo o antiromántico, sin embargo 13 reasons why intenta constantemente representar una realidad sin usar filtros y atendiendo siempre el crucial aspecto emocional. Si es creíble o no, lo dejo a mucho a su criterio porque sin duda es uno de los asuntos más interesantes de discutir en esta producción. Por momentos recuerda a cosas como Las ventajas de ser invisible (2012).
Me parece que se transmite efectivamente el mensaje. El suicidio no es un problema aislado y espontáneo, y cuando ocurre hay un complejo contexto donde la responsabilidad del colectivo puede debatirse pero no negarse. Las oportunidades para ayudarla fueron muchas. La asfixia de Hannah viene de un agotamiento en un sentido muy amplio: se le acaba la confianza en sí misma y en los demás, las conexiones humanas, la seguridad, el temple para soportar una cantidad monstruosa de golpes, su esperanza nulificada y su tranquilidad desecha le llevan a rendirse ante un mundo que no da tregua. Los caminos por los que se aborda tienen forma de discursos sobre la experiencia femenina del acoso y el abuso, la discriminación por la variedad sexual, la presión social, la ansiedad por el status, la vida familiar enfermiza, desórdenes en la práctica de la sexualidad, los usos nefastos de la tecnología para la humillación pública y casi siempre impune, el aislamiento en tiempos de la hiperconectividad, entre otras cosas más. Hay sustancia sin sentirse densa.
Sus debilidades se multiplican hacia el cierre, aunque no desentonan por completo y no arruinan la experiencia general. Considero que grandes y chicos pueden ver a 13 reasons why muy superficial y acusar de exagerado el planteamiento por lo que no dudo que muchos tendrán que hacer un esfuerzo especialmente grande para empatizar. Otra cosa es que puede ser cansado cada tantos episodios, muchos golpes y pocos respiros no aburren pero agotan emocionalmente y sí, me parece que esto no fue accidental. Su gran debilidad es el cierre, no está demás aclarar que hay varias diferencias importantes con respecto al libro pero además de ello, un final que se siente inacabado (como si se les hubiera olvidado rodar muchas escenas) sugiere la llegada una segunda temporada que no fue planeada pero con su evidente éxito es legítimo asumir que la habrá y es que quedaron muchos, demasiados cabos sueltos que sí necesitan cierre y no veo la justificación para otros trece episodios de cerca de una hora cada uno. La recomiendo harto para entender una problemática actual con muchos estigmas y puede llegar a herir muchas sensibilidades. Sin niños.
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