Más que una elección, fue un plebiscito: Trump, Sí o No.
Biden fue sólo una especie de monigote.
Prácticamente pudo haber sido cualquier otro candidato demócrata y seguramente no fue el mejor posible entre los «cualquiera», pero fue el que le dió cohesión a su Partido.
La de Biden fue una campaña desabrida, excesivamente plana, carente de entusiasmo, con ánimo de verse serena y fincada en una sóla idea: «No Soy Trump».
Eso fue lo que le dió al aburrido Biden la mayoría de los votos populares, y lo convirtió en el candidato más votado de la historia de los Estados Unidos.
Pero lo verdaderamente sorprendente es que, se reelija o no, casi la mitad de los votantes le dieron su apoyo a trom, luego de ser durante 4 años el presidente más patán, patológico, racista, misógino y mentiroso de la historia de los Estados Unidos.
Pasará a la posteridad como el amo de la postverdad y las fake news.
Recordemos que inauguró su mandato afirmando que lo había acompañado una multitud mayor que la que asistió a la toma de posesión de Obama, y cuando se mostraron las fotos que probaron lo contrario su jefa de prensa dijo que «el presidente estaba presentando una realidad alternativa».
Si la democracia se nutre de la verdad, el alimento de la autocracia consiste en hacer creible la mentira.
Tal vez sólo existe un gobernante que hoy por hoy le dispute a su «amigazo trom» ese liderato.
La clave de su éxito en Florida fue convencer a cubanos y otros latinos de que Baiden es comunista; a los largo y ancho de la unión vendió con éxito la falacia. En el cinturón industrial del noreste millones le creyeron que los chinos fueron quienes enviaron la enorme cantidad de votos por correo. Cuando se vió descubierto de que no había pagado impuestos en los últimos años dijo que los había pagado «por adelantado», a principios de siglo, sin ninguna prueba, y hubo muchísimos norteamericanos de buena fé que le creyeron. Su simulación de que fue infectado de covid y que poderosamente se recuperó en tres dias tuvo un gran éxito.
Un verdadero triunfo del populismo.
A la mitad de los votantes no les importó que encerrara en jaulas a miles de niños indocumentados, ni su misoginia, ni su relación con prostitutas, ni los sobornos que les pagó a cambio de silencio, ni sus negocios turbios con Rusia y Ukrania.
Su gobierno es responsable del peor manejo de la pandemia en el mundo. El dia de la votación registró la suma de 231 mil muertos. Se resistió a usar el cubrebocas y su ejemplo fue emulado por otros gobernantes populistas como lópez y Bolsonaro, que negaron la peligrosidad del virus y enfilaron a la muerte a miles de sus fieles creyentes.
Sin embargo, el martes trom ganó en nueve de los diez estados más golpeados por la pandemia.
Azuzó el racismo y ganó en Alabama, Tenesse, Missisipí y Lousiana.
Muchos analistas coinciden en que si trom se va, de cualquier manera el trompismo se queda. El daño social está hecho y ha echado raices.
Su mayor herencia es un país profundamente dividido, fracturado, con valores democráticos hechos trizas.
Una tradición de decencia política sostenida desde tiempos inmemoriables en la unión americana es que el candidato presidencial perdedor reconoce con entereza su derrota, aun en condiciones de extrema competencia. Basta recordar el caso de Al Gore, que renunció a las disputas judiciales para no dañar al sistema electoral en la contienda frente a Goerge Bush Jr.
En franco contraste con la decencia y en plena sintonía con el populismo trom estuvo recurriendo a la denuncia de fraude mucho antes de las elecciones. Gane o pierda continuará con la cantaleta, lastimando seriamente al sistema electoral que ha sido piedra toral de la credibilidad y el respeto popular a la ley.
No le importa. Si pierde, querrá destruir todo lo que esté a su alcance.
Con el rostro desencajado y la mirada desorbitada insiste en que «el voto por correo destruyó el sistema». Fue él quien intentó desarticular el servicio postal retirándole un alto volumen de fondos dos meses antes de la votación, con el evidente propósito de dificultar el voto cuando las encuestas lo daban por perdido y cuando la pandemia atemorizó a millones que no quisieron acudir a las urnas.
Sin embargo, en 2016, con un porcentaje de participación del 58%, obtuvo casi 63 millones de votos; ahora, con un porcentaje de participación mayor al 65%, y con el contéo aun en marcha, ya registra más de 68 millones de sufragios. Si la participación creció un 7 por ciento, los votos a su favor crecieron minimamente un 8%.
Imagine usted si la elección hubiera sido en febrero, cuando la economía estaba a todo vapor y no había pandemia ni disturbios raciales.
El gran éxito de trom se basó en dos pilares fundamentales: mentir y polarizar.
Es el libreto de cabecera de los populistas.
Para ello fue táctica de primer órden descalificar sistemáticamente a los medios de comunicación con mayor seriedad, y mantener un rechazo obtuso a la crítica. El insulto y la grosería estuvieron y siguen estando siempre prestos en lugar de un descontado diálogo democrático.
Aquí nadie nos cuenta, a diario vivimos esas prácticas.
Ayer fuimos testigos de un hecho sin precedente en el mundo entero: mientras el «amigazo trom» hablaba en un mensaje pleno de mentiras las cadenas televisoras lo sacaron del aire.
Acusaba trom a decenas de estados, incluídos algunos gobernados por republicanos, de haber cometido fraude y de haberlo hecho por corrupción. Las cinco principales cadenas de televisión decidieron cancelar la transmisión y explicaron a la audiencia que lo hacían por su responsabilidad social, en vista de que el presidente decía obvias mentiras y acusaba sin presentar una sóla prueba.
También twitter, la red favorita de trom bajó sus mensajes por mentirosos.
No recuerdo algo semejante. No tengo en la memoria que un presidente de algún país haya sido sacado del aire por la peligrosidad de las mentiras que esté diciendo.
Note usted que las dos palabras clave del mensaje de trom fueron Fraude y Corrupción.
«Si cuentan los votos legales, gané fácilmente», decía encrispado. «Estabamos ganando en todo, pero nuestra ventaja se desvaneció milagrosamente»…Están cometiendo fraude…Son corruptos…lo hacen por currupción…lo predije, he estado hablando mucho de ello».
«Gané Pensilvania muy fácilmente», señaló, pese a que el conteo no ha terminado en esa entidad. También aseguró que ganó Wisconsin, aunque el conteo favorece a Joe Biden.
La intención en los conceptos, la estructura del discurso y el lenguaje corporal de trom fueron claramente entendidos como diseños comunicacionales para sembrar odio y dos de las cadenas televisoras temieron que llamara a la violencia. Otra dijo que no se prestaría a transmitir esa falsedad y las dos restantes discutieron editoriales abordando con profundidad la responsabilidad de los medios ante las mentiras peligrosas.
CNN razonó:
Los principios pasados de moda del negocio de las noticias se desvanecen en esta niebla de desinformación. Por ejemplo, el pre3cepto de que «Lo que dice el presidente es noticia».Todavía consideramos que eso es cierto, pero cuando te está diciendo que no creas a tus propios ojos y oídos, ¿es realmente una noticia?
Ayer leí que Ted Roosvelt decía que la mayor amenaza contra la democracia surge cuando personas de diferentes ideologías, clases o religiones dejan de verse unos a otros como ciudadanos y empiezan a considerarse como «los otros», los opuestos.
Lo más grave es que la que se ha considerado como la mayor democracia de la era moderna haya sido gravemente lesionada por un temporal basado en la mentira.
Nadie había causado tanto daño a los valores de la democracia desde Hitler y en esta ocasión no fue necesario usar un ejército.
El trompismo, aun sin reelección, está robusto y vigoroso.
En una sociedad polarizada poco o nada importan las evidencias cuando lo que manda es la enfermedad del antagonismo.
Sin embargo, el mundo tiene en la elección del martes la prueba de que aun con un candidato aburrido, el populismo estimula un valladar capaz de ganar con un slogan tan simple como el que usó Biden.
El populismo, por basarse en la mentira, a la vez que hace permanente campaña a su favor, la hace en su contra.