Reseña de la esperada quinta temporada (puede contener «spoilers»).
Finalmente llegó a Netflix la quinta temporada de House of Cards (HoC) este thriller/drama de corte político que se estrenó en 2013, creado por Beau Wilimon, quien escribió The Ides of March (2011).
Protagonizada por Kevin Spacey (Belleza Americana, 1999) y Robin Wright (Forest Gump, 1994). Esta nueva tanda de episodios ha sido harta esperada, pues la cuarta temporada revitalizó el concepto, retomando varios de los elementos que hace de la primera temporada un gran producto de la televisión contemporánea y al mismo tiempo, quitó bastante del sabor agridulce de las temporadas 2 y 3. Por lo que las expectativas son altas entorno a esta serie, basada en la homónima miniserie británica, producida por la BBC en 1990 y a su vez inspirada en la novela del mismo nombre de Michael Dobbs.
En HoC seguimos la implacable lucha del congresista demócrata Francis Underwood (Spacey) por conseguir sus objetivos políticos en un Washigton D.C. contemporáneo. Este amante del poder en sus diversas manifestaciones, es acompañado y apoyado en todo momento por su esposa Claire Underwood, quien dirige una ONG y guarda un temple tan sólido como seductor. Esta minúscula sinopsis pertenece a la primera temporada y usted lector entenderá que dar un resumen de la temporada recién estrenada sería arruinar su experiencia si piensa atender a HoC. Lo que sí puedo mencionar es que continúa justo donde acaba la cuarta temporada.
En el papel HoC puede sonar bastante arriesgado, pues su contenido se concentra casi por completo en los diálogos entre los personajes. Para decirlo en una palabra, es un programa de gente que se dedica a hablar, hablar y más hablar. Por favor no espere superhéroes, tiroteos, policías correteando criminales o simples romances melodramáticos. No. HoC va sobre el poder y la política interna estadounidense. Lo «emocionante» ocurre tras bambalinas y aunque cada cuando nos regala una escena espectacular, esta se soporta más bien en el sobrentendido del impacto de las decisiones y sí, esta es de esas ocasiones en que la televisión le exigirá a usted y no al revés. Pues su guion no para de hacer comentarios, sátiras y críticas sobre las tendencias de los gobiernos estadounidenses actuales, sobre los manejos políticos entre los cargos públicos o los partidos, sobre la maquinaria que se echa andar durante las elecciones y sobre la naturaleza inquietante del poder y la democracia.
La quinta temporada es, como las anteriores, sencilla en su conflicto central pero densa en su contexto, conforme se desarrolla. Tiene un afán narrativo intenso (lo cual siempre se agradece), por lo que no puede apartar la vista ni un momento si quiere entender lo que ocurre, además, varios de sus momentos clímax son muy sutiles y efímeros. Su foto y dirección exige al espectador atención a los detalles, a los pequeños pero trascendentes descubrimientos para la trama. El ritmo en esta ocasión se siente mejor llevado y con una estructura bastante más clara, ya que los primeros 5 episodios son dinámicos y ayudan a introducir con agilidad los giros en el argumento. Los problemas comienzan a surgir más o menos a partir de aquí: personajes que se van y otros que entran sin mucha explicación o seguimiento, los obstáculos políticos a los que se enfrentan los protagonistas, sus aliados y sus enemigos se empantanan demasiado haciendo un poco cansado seguir al pie de la letra cada nuevo suceso y dando la sensación en ocasiones de dar vueltas. Un ejemplo, Claire y Francis requieren el apoyo de ciertos congresistas, por lo que negocian, ofrecen, amenazan y resuelven el conflicto, todo en un mismo episodio o quizá en dos sin salir de los mismos espacios y hablando con los mismos personajes varias veces. Señalo esto porque puede ser un punto débil para quien no soporte esta clase de narrativa basada en diálogos.
Los malabarismos de influencias y autoridad en los últimos tres episodios pueden sin duda, cansar a la mayoría. Recomiendo darse un respiro cada dos capítulos. Sin embargo, el diálogo en esta temporada es también de los mejores de toda la serie. Mucho rompimiento de la cuarta pared, varios comentarios implícitos sobre la autoridad, una burla elegante sobre las recientes elecciones presidenciales, así como de sus consecuencias, una actitud didáctica sobre la realidad política de Estados Unidos y una silenciosa tensión que crece exponencialmente hacia su cierre, el cual busca emular el resultado impactante de la temporada anterior. Sumado a actuaciones de calidad por todas partes (en lo personal Robin Wright y Joel Kinnaman me roban la atención) aunque, tan sutiles como el resto del conjunto.
Sin embargo, para quienes seguimos esta serie, el sentimiento de novedad se siente reducido, pues, vemos a los Underwood lidiar con un problema tras otro interminablemente, dando la sensación de que los escritores tienden forzar constantemente la trama y llegado el punto de inflexión, lo resuelven con la tangente más sencilla. A pesar de ello no puedo dejar de ver cada capítulo nuevo que sale. Su dinámico guion y su denso contexto dan la sensación de leer una novela ligera glorificada. La recomiendo para quien guste del cine de abogados o de periodistas pues como dije antes, no encontraran la clase de espectáculo que ofrecen los programas policíacos o de superhéroes.
Una última recomendación. Si es seguidor, tal vez sea conveniente que rememore numerosos hechos del pasado, debido a que algunos de estos eventos se colaran en el guion como una referencia pequeña pero importante y otros sucesos retumbarán con mucha intensidad por lo que es necesario tenerlos presentes para no perder el hilo.
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