La adaptación de la novela homónima del estadounidense Ernest Cline, Ready Player One, llegó por fin tras unos siete años de espera desde su publicación. Spielberg tomó el proyecto con la distribución de Warner y un presupuesto de 175 millones para materializar en forma de largometraje una obra que formó una cierta afición sedienta de una producción de estas proporciones. Protagonizada por Tye Sheridan, Olivia Cooke, Ben Mendelsohn, Mark Rylance y Simon Pegg, RPO se estrenó el pasado 29 de marzo.
En un distópico de 2045, el mundo está hundido en interminables problemas, por lo que las personas prefieren evadirlo todo yendo al mundo virtual e infinito de OASIS en el que los usuarios pueden hacer literalmente cualquier cosa. Desde simples diversiones de videojuegos hasta esclavizantes medios de subsistencia. Su creador James Halliday, murió unos pocos años atrás y dejó como testamento el control absoluto de OASIS que representa el mayor valor del mundo. Sin embargo, dicho control se otorgará a quien encuentre el «Huevo de Pascua» que éste último escondió en este multiverso virtual. La historia se mueve en torno al huérfano Wade Watts, quien vive en una zona humilde de Ohio y que persigue de forma solitaria el Huevo de Pascua. Encontrar el testamento de Halliday es una carrera por el destino de millones entre los Gunter y una enorme organización de jugadores llamada The Sixers, dirigidos por el malvado empresario Nolan Sorrento (Mendelsohn).
Tratándose de una adaptación, RPO goza de las debilidades típicas de estas producciones, pero como se ha expresado antes en esta sección, una adaptación al cine se considera lograda cuando el espíritu del material original logra ser trasladado a la pantalla grande y más aún cuando los cineastas tienen el atrevimiento de llevar el concepto más allá y explorar otros horizontes del material original.
En esta ocasión estamos ante ese Spielberg ligero, desenfadado y enfocado a la diversión y el asombro visual. Frenético, se queda corto para describir el vertiginoso ritmo de la cinta. De principio a fin el público va con pocos y reducidos respiros que vuelven muy ligeros sus 140 minutos.
Contrario a lo que puede sugerir el material original, un 60{1735f8c4d45cf8a7c22ecbf90211e3be8db77eaf7294ee842f16f03e71870070} de la cinta se desenvuelve en OASIS y el resto en el mundo real. Lo cual es comprensible desde un punto de vista narrativo, pues la cinta tendría menos impacto si Spielberg no mostrara los efectos de OASIS en el mundo real o sobre las conexiones «reales» entre las personas. Algunas críticas han sido muy severas por el infantilismo con que Spielberg abordó la historia, haciendo a un lado casi todo comentario social en la cinta, pero como adaptación, RPO la cinta cumple en ese sentido. Las intenciones en esta ocasión fue la de explotar el factor diversión y no ahondar en qué tan poco nos parecemos a la enfermiza sociedad de RPO y creo que es muy válida esta posición.
El diseño de producción y la dirección de arte están a la altura de lo que se describe en el material original. Probablemente muchos elementos terminen siendo olvidables o genéricos al ahogarse entre centenas (literalmente) de referencias a la cultura pop. Esto también muy propio del material original, aunque bajado de tono para que las masas pudieran conectarse con la producción. Ese es uno de los aportes del director a RPO, pues la novela tenía un público muy específico al que fue dirigido, es decir, personas que vivieron plenamente y a conciencia la década de los 80’s pero principalmente al sector «friki». No cualquier «millenial» o sus antecesores de la «generación X» pueden captar tantas y oscuras referencias nerd de la novela original. El director originario de Ohio la convirtió en una experiencia más universal, con referencias más conocidas y no tan atadas a una época y sector social específico.
En este proceso para aligerarla es donde se pierde harto el ritmo del material original, en el que la búsqueda del «Huevo de Pascua» es cerebral y cargada de falsas pistas. NO obstante, los elementos críticos de la narrativa original están ahí, depurados y acelerados pero la historia no deja cabo suelto de la secuencia planteada por Ernest Cline (quien por cierto participó en la construcción del guion). Incluso en estas condiciones, no hay duda de que RPO será indigerible para quien esté muy alejado de la cultura geek, de los videojuegos o hasta con semejante carga de CGI.
Por el lado actoral hay poco que resaltar. Los actores Mark Rylance y Simon Pegg cumplen pero al resto es mejor verlos cual personaje de serie animada de los 80’s, es decir, rebosantes de clichés, estereotipos y muy predecibles, aunque esto puede ser un defecto construido por el reparto y el guion. El cometido se logró. Si de algo no se puede acusar a la cinta es de aburrida pero ciertamente eso puede cambiar en un público tan variado y exigente, aun cuando la producción aligeró tanto el material original. La película para muchos será una masa insustancial de referencias y alejada bastante de la calidad épica a la que nos acostumbró este director por décadas. Recomendable pero bajar las expectativas para pasar un buen rato.
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