El pasado 6 de agosto, se publicó en el sitio de Proceso un texto de Fabrizio Mejía Madrid titulado La mentalidad priista. Un texto que recomiendo que recomiendo harto por su claridad y la reflexión a la que invita. Con todo y crisis ontológica para llevarse a la casa. En este breve texto, intentaré una suerte de réplica/reflexión de las palabras de Fabrizio.
En pocas palabras, el autor intenta explicar la mentalidad del PRI por medio de la idiosincrasia mexicana. La naturaleza de este partido se fundamenta en el ser y hacer del colectivo mexicano. Ontológicamente hablando, el PRI se soporta en la sociedad que lo originó y éste es lo que lo mantiene vigente.
De esta manera, debemos entender al PRI no sólo como el resultado de un proceso histórico convulso y crucial para el México contemporáneo (la Revolución Mexicana) sino como un reflejo vivo de aquello que los mexicanistas de mediados del siglo pasado discutieron constantemente. ¿Qué es el mexicano? Pregunta que se intentó contestar desde la literatura, la historia, la psicología, la antropología, sociología y por supuesto la filosofía. El resultado de estos intensos debates, no sólo son conocidos popularmente, sino que se han consolidado en el imaginario sobre lo que el mexicano entiende por mexicano. Tal vez sea la propuesta literaria de Octavio Paz la más conocida pero no fue el primero ni el último en aventurarse a contestar la cuestión.
El asunto es que como mexicanos y mexicanas, nos entendemos a través del relajo, la desidia, el fatalismo, el complejo de inferioridad, el resentimiento, el valemadrismo, el sentimentalismo a manera de máscaras para fortalecer el mito del valor o indiferencia del mexicano frente a la muerte. Son estos algunos de los componentes típicos que se heredaron de aquellas discusiones. Fabrizio sugiere que toda esta construcción «abona a la obediencia indisciplinada, a la apatía miedosa, al desgano predestinado y, últimamente, al “todos son iguales” y la imposibilidad de la política, el futuro y el valor de las palabras». El carácter del mexicano como ser político proviene de estos elementos (no necesariamente «defectos») constitutivos. Además de nutrirse de lo anterior, dice el autor, la mentalidad priista se nutre del devenir histórico de esta sociedad desde la lucha independentista por lo menos.
Fabrizio Mejía no se aventura en terreno desconocido, pues no es raro interpretar el siglo XX por medio del PRI. La historia de este país es también la historia de este partido y no cómo líneas paralelas sino más bien como dos historias trenzadas que se influyen mutuamente. El PRI cristalizó en una institución política, según el autor, un mecanismo autosuficiente que facilita la explotación desmedida de los trabajadores por los poderosos; que facilita la tendencia mexicana al sometimiento y a la percepción de sí mismo como inferiores; que facilita los privilegios de los patrones, pues «la revolución del PRI es un intercambio de las demandas sociales por el altruismo del patrón» y así, la democracia funciona sólo dentro del partido y los derechos que supuestamente que tenemos todos, son exclusivos de los que se alinean a las corporaciones que forman el sistema. Los derechos entonces son productos de las lealtades al sistema político; lealtades demostradas en todos los espacios públicos y privados. Dice Mejía que «no hay ciudadanos, sólo súbditos», ya que, los que se oponen al régimen y sus aparatos, aunque sea sólo en el habla, pierden toda posibilidad de beneficiarse de los frutos de la sociedad. O estás dentro o no eres mexicano.
El propósito incendiario y antipriista del texto se percibe, y no vaya a pensar usted lectora o lector, que iniciaré una apología de este partido. La historia de nuestra sociedad se encuentra irrevocablemente atada a esta institución sin duda, pero lo males de nuestra vida política, me parece, involucran no al PRI sino al sistema partidario o supuestamente partidario, que guarda una amplia gama de defectos congénitos que envenenan profundamente y sin excepción esa vida pública mexicana que a veces parece agonizante y otras ya en pleno proceso de putrefacción. Hay un aura de verdad en las palabras de Mejía ¿no es acaso evidente que el PRI (y el resto de partidos para acabar pronto) es como es, porque está hecho de nosotros mismos?
Es fácil y peligroso generalizar. Tampoco intento aleccionar a nadie y muchos menos esperar a ver a quién le queda el saco. Si hay un punto en que acierta Mejía es sobre el mal que provoca la mentalidad priista de la necesidad de incorporarse a algo, al sistema injusto, al partido, al ambiente de sometimiento y rechazar las demás opciones, la oposición y al desacuerdo. En ellos últimos meses se habla en México de la «restauración autoritaria» en la que desde el Ejecutivo hasta los brazos principales del partido empoderado harán lo que sea necesario para mantener y proteger el poder político. Los organismos que deben proteger el sistema electoral y a la Constitución se encuentran secuestrados, amenazados o beneficiados por esta gran corporación política. Así el INE y el Tribunal Electoral no sólo mantienen impunes las intervenciones para socavar la débil democracia mexicana, sino que ayudan al sistema a conservarse erguido en lugar de mantenerlo a raya y dentro de los marcos legales. Las pasadas elecciones han demostrado a pulso que la balanza está a favor de quienes son mexicanos por incorporarse. El PRI no es la fuente de todos los males, pero sin duda forma parte de ellos.