Parte 2
La naturaleza «irreversible» (sólo existe un único libro de cuentas mundial) y pública del sistema bitcoin, en conjunto a su carácter descentralizado y dependiente de la comunidad de usuarios que aportan sus potencias de procesamiento, han despertado optimismo y confianza. Cómo diría Manuel Gistaín para Letras Libres hace un par de años: «Se acabó la opción “deshacer”». Hay una historia única. Todas las anotaciones son públicas. Se eliminan los intermediarios, la demora, las comisiones; el intermediario ahora es el sistema, el software, que no depende de una autoridad central.
Esto explica porque hoy en día un bitcoin se cotice por encima de los 4 mil dólares. El horizonte que plantea, según sus promotores, es maravilloso y lleno de más posibilidades «buenas» que «malas». Convertir nuestra economía, aunque fuese parcialmente, a las criptomonedas abre la posibilidad para los países desarrollados de mantenerse estable y a los subdesarrollados de tener una opción a sus débiles monedas tercermundistas. Quienes no dudan del potencial salvador de las criptomonedas para la economía mundial suponen que su condición descentralizada y libre de intermediarios (incluyendo a los gobiernos y bancos mundiales) se mantendrá por mucho tiempo. Incluso al nacer este sistema de divisas se estableció (un misterio quién o quiénes tomaron la decisión) un límite fijo de cantidad de bitcoins a circular. Este límite es de 21 millones (actualmente circulan 16 millones) y se cree con mucha certeza que dicho tope se alcanzará ¡hasta el año 2140! ¿Cómo resistirse a una opción que promete estabilidad, seguridad y mucho valor por más de un siglo? Estos apóstoles están muy convencidos de que en 11 siglos la tecnología no dejará atrás un concepto que apareció hace ocho años y que apenas 20 antes era inconcebible por las limitaciones de las computadoras.
Los matices son inevitables. En su momento, al sistema bitcoin no lo bajaban de curiosidad hípster, fraude al estilo «negocio piramidal» o artefacto diabólico del neoliberalismo. Actualmente es un asunto que los bancos, gobiernos y empresas toman muy en serio e incluso, algunas empresas como la IBM explorar formas de pago con criptomonedas. Los bancos no saben muy bien qué hacer al respecto (además de levantar sospechas al respecto) y los gobiernos han tenido reacciones diversas. En México es un asunto desregulado, es decir, se ubica en una zona gris de la ley. No es ilegal hacer transacciones con criptomonedas pero no existe un soporte enfocado a sustentar la relación del peso mexicano con el bitcoin o el «ethereum» (otra criptomoneda que se cotiza en poco más de 300 dólares), que está cobrando mucha popularidad en América Latina por encontrarse en un lapso de crecimiento y por ser una opción viable para el proceso de minado.
La minería, en jerga de criptomonedas, es el proceso descentralizado por el cual se resuelve un problema matemático por los usuarios de las bitcoins por medio del poder de cálculo de los ordenadores conectados al sistema. El objeto de este proceso es validar las transacciones de los usuarios y evitar dobles gastos, fraudes, manipulación, etc. Estos problemas se encuentran en la cadena de bloques (blockchain), que es este libro de cuentas público y que al ser «resuelto» es recompensado con monedas digitales. Un bloque que contiene estos problemas matemáticos se resuelve cada 10 minutos en el mundo.
La apertura de granjas de minado o «pools de minería», se ha convertido en una opción de negocio en América Latina. En estas granjas un grupo de personas invierten capital y conocimientos para «minar» a la blockchain y recibir monedas digitales a cambio, monedas que se dividen entre los administradores de dicho pool. Negocio que necesita muchos conocimientos y computadoras muy poderosas. Actualmente es imposible «minar» de forma individual y con un ordenador casero común y corriente. Incluso hay empresas de computación, como NVIDIA o AMD que ha descubierto el interés (debido a la intensa demanda) por sus procesadores. Por lo que este año han lanzado tarjetas gráficas diseñadas para dicho proceso.
Para concretar lo inaccesible de este negocio, en México por lo menos, la tarjeta gráfica AMD Vega Frontier (lanzada para este sector) y en su modelo más barato, tiene un costo de 1000 dólares. Esto sin mencionar la enorme capacitación y conocimientos para que estas iniciativas rindan frutos, además de los gastos en energía eléctrica (las computadoras de minado nunca se apagan), mantenimiento de equipo, renta o compra de espacio (hay granjas que ocupan habitaciones o edificios completos) y un largo etcétera.
Las promesas de la blockchain y las criptomonedas (de las que existen por lo menos unas cien diferentes) son sin duda alentadoras y sugerentes de un régimen económico más flexible y democrático. Pues cada persona sería su propio banco y no habría que preocuparse de intereses, políticas bancarias arbitrarias, sistemas políticos corruptos o criminales de cuello blanco. Pero el tamaño de la promesa es igual de grande a los peligros. Sin mencionar que el funcionamiento de este sistema se basa en un mundo ideal. ¿En verdad los gobiernos pueden ignorar la proliferación de monedas alternas a las oficiales dentro de su territorio? ¿Es tan improbable que esta alternativa termine usándose como paraíso fiscal o como herramienta para el lavado de dinero? ¿Qué se puede esperar de proyecciones para el siguiente siglo? ¿Cómo saber que este dinero no puede perderse o destruirse aunque sea digital? ¿Cómo se llevará a cabo la introducción a los países subdesarrollados? ¿Qué tan confiable puede ser un sistema del que sus creadores son un misterio cuando no un manojo de rumores?
Al final, el valor de las criptomonedas sigue dependiendo de las monedas internacionales «físicas». Por ahora muchos lo ven como equivalente a las monedas artificiales que se emplean en videojuegos o aplicaciones para teléfonos. O bien se cree que es una moda muy pasajera, pues su estrecha relación a la tecnología lo puede condenar, por default, a su fin con los cambios tecnológicos por generación y no hasta el año 2140. El Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, advierte sobre el peligro de esta moneda digital, pues este mercado muestra signos de «burbuja» y sentencia que es «poco claro por qué la bitcoin debería ser un almacenamiento estable de valor» y no es para menos, pues el valor de estas divisas es sumamente inestable y aunque tiende a crecer, su valor resulta ser muy ambivalente.
En China muy probablemente se prohibirá por su caída vertiginosa de precio (más de 500 dólares) y Condusef advierte que esta moneda virtual no oficial «no está regulada por las autoridades financieras y todas las operaciones realizadas son irrevocables, por ello no existe forma de que los usuarios puedan reclamar, en caso de que sospechen que son o han sido víctimas de un fraude o algún quebranto, por un cambio repentino y abrupto en su valor o por la suspensión de su cotización.» Es urgente que la población en general se informe pues aunque la moneda no fue creada para el fraude, los engaños no se han hecho esperar. No vaya a perder ochenta mil pesos.
Opina