La jornada del 4 de junio deja muchas enseñanzas. Los resultados apretados y dudosos del PRI, tanto en Coahuila como en el Estado de México, han arritado a un amplio sector de la población por la abierta y desvergonzada intromisión del aparato de gobierno para favorecer a los candidatos del partido oficial.
Estas acciones por parte del gobierno han manchado el proceso electoral, todo esto ante la mirada complaciente y pasiva del órgano que debiera de velar por la transparencia de las elecciones. Diferentes actores y analistas políticos han alertado sobre el actuar de los órganos electorales por haber dejado en entredicho la credibilidad de las instituciones que regulan las elecciones, al haber dado una clara muestra de su falta de imparcialidad y su total sumisión frente al poder; su actuación queda en tela de juicio rumbo a los comicios presidenciales del 2018.
Más grave aún, queda la sospecha bien fundamentada en torno a un ajuste al conteo rápido, el PREP y al cómputo de casillas, se han detectado errores de captura, duplicidad de actas y no se han abierto los 5 mil paquetes electores que la propia autoridad había anunciado, lo que daría mayor certidumbre al proceso. Al contrario, las instrucciones han sido según testigos, abrir el menor número posible de paquetes.
En el caso de la elección en el Estado de México, el dispendio de recursos económicos y la movilización del aparato estatal alcanzaron los niveles de una elección presidencial. A sabiendas el PRI, que se jugaba su permanencia en la silla presidencial otros seis años. Incluso así, el tricolor perdió un millón de votos, con respecto a la elección en la que resultó electo Eruviel Ávila hace seis años.
Por las repercusiones de cara a las elecciones de 2018, todos los ojos estaban puestos en el resultado de la elección mexiquense, para seguir a detalle la contienda más reñida y cerrada en la historia del estado. Esto permitió que se mostrara claramente los excesos en los que incurrió tanto el gobierno federal y estatal.
Las amplia cobertura mediática mostraron las mismas prácticas de siempre, las del viejo PRI autoritario del siglo pasado, reproducidas por el «nuevo PRI» del siglo veintiuno.
La elección del estado de México dio clara muestra del regresionismo en la democracia en nuestro país. Mucho dinero, el uso indiscriminado de programas sociales, violencia electoral, intimidación, intromisión descarada de autoridades y pasividad de los órganos electorales.
Así pinta el proceso electoral de 2018.
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