Nota de la Redacción: Con motivo del 108 aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, en Meridiano 107 retomamos esta interesante entrevista, publicada en las páginas de la desaparecida revista Semanario en 1989, que el historiador Friedrich Katz le realizó a Soledad Seañez, la viuda del célebre revolucionario Francisco Villa, que tantas pasiones encontradas sigue levantando a la fecha el jefe de la división del Norte. Doña Soledad Seañez Holguín falleció en julio de 1996, en la ciudad de Chihuahua a la edad de 100 años.
El sábado 7 de abril estuvo en las oficinas de Semanario el prestigiado escritor e historiador austriaco Friedrich Katz, autor de una de las más importantes obras históricas sobre nuestro país: “La guerra secreta en México”.
El encuentro representó la gran oportunidad para conocer el trabajo de investigación que en la actualidad realiza el también autor de “Rebeliones campesinas en México”.
De ese encuentro, que no podía por su trascendencia, quedar en historia del pasado, ha dado cuenta el propio Katz en una entrega exclusiva para Semanario. Él fue a entrevistar a doña Soledad Seañez Viuda de Villa, quien ha sido reconocida por el gobierno de la República como legítima esposa del Centauro del Norte.
El doctor Friedrich Katz, maestro en la Universidad de Chicago, Illinois, estuvo en Ciudad Juárez participando en el Segundo Congreso de Historia Regional Comparada, organizado en su segundo año por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez y en donde Katz ha sido figura central en las dos ocasiones.
A la entrevista con la última viuda de Villa se le añaden varios de los comentarios que hiciera Katz durante el encuentro con los directivos de nuestra revista.
La transcripción es de Javier Corral Jurado, quien acompañó al doctor Katz en un recorrido por más de 100 minutos de grabación en una cinta magnetofónica que conservamos.
Cinco escenarios de un diálogo sobre el Centauro del Norte
La personalidad de Francisco Villa, siempre será interesante. El interés de muchos entre los que incluyo el mío, nace de lo controvertido de su biografía personal, que íntegramente hasta ahora se encuentra inédita. En él, los críticos se enfrentan en una relación amor-odio. Tiene detractores y apologistas, casi por igual número. Héroe y villano resulta de una primera investigación sobre la figura del revolucionario mexicano, Jefe de la División del Norte.
Pero su vida tantas veces escrutada, no termina de aportar nuevos datos; los que ahora y encuentro con Soledad Seañez Viuda de Villa o como a ella le gusta que le llame, “Profesora Villa”, pues en su juventud fue educadora en Valle de Allende, poblado del estado de Chihuahua, cercano a Parral.
Mujer de gran lucidez, a la que en algunas ocasiones, muy pocas a decir verdad, denota sus 94 años de edad. Característica ésta de sumo interés en la vida del que fuera su esposo: escogió mujeres que sobrepasaron considerablemente los 85 años de edad; las cuatro más conocidas: Juana María Torres, Luz Corral, Austreberta Rentería y Soledad Seañez.
Es posible que Francisco Villa actualmente estuviera al lado de Soledad Seañez, la única que le sobrevive, si no le interrumpen su estancia pacífica en Canutillo,ese 20 de julio de 1923, precisamente en la tierra que le gustaba “hasta para morir”: Hidalgo del Parral, en Chihuahua.
Vive sola en la fronteriza Ciudad Juárez, aunque no está precisamente abandonada; la pensión que le da el gobierno “el que después de un largo litigio la reconoció como la esposa legítima”, le ha permitido le ha permitido almacenar en el Banco Internacional de Ciudad Juárez alrededor de treinta millones de pesos [la entrevista se realizó y publicó en 1990, anterior a retirarle tres ceros a la moneda en 1993], que según sus intenciones, los donará para que se apoye a un grupo de ancianos pues, “ ya nada más llega uno a viejo y nadie le da la mano”.
La entrevista es resultado de las gestiones personales de los directivos de la revista Semanario, que tienen buena relación con la viuda de Villa. No cualquiera logra un encuentro con ella. Esto se debe a que está “desilusionada con algunos de los historiadores locales que “han explotado en mil formas y con una sarta de mentiras la vida de mi esposo”. “Ahí está este Benjamín, –se refiere a herrera Vargas, autor del libro Chihuahua cuna y chispa de la Revolución Mexicana– que dejó millonarios a los hijos y para qué, ni lo aprovechan”. Está molesta con el señor Armando B. Chávez y con el Lic. Filiberto Terrazas Sánchez, porque a pesar de haber consultado sus documentos “no se han apegado a la verdad” Está molesta con quienes, según su parecer no han seguido una investigación directa de los protagonistas, que como ella todavía viven.
A Luz Corral no le ha concedido ningún perdón “Por embustera”, porque su libro “que no lo escribió ella, es una mentira tras otra”.
Después de dos a tres reticencias, el diálogo empieza a transitar por una mayor apertura y se torna interesante. Transcribo algunos párrafos.
Katz.- Tenía muchas ganas de conocerla personalmente, he leído varias cosas sobre usted y ahora que tan amablemente nos recibe pues quiero agradecerle esta entrevista, que formará parte de un trabajo que estoy haciendo sobre su esposo
.
Soledad.– Muy bien, usted dirá, estoy a sus órdenes.
Katz.- Me interesa su opinión sobre el libro de Luz Corral.
Soledad.– No lo escribió ella, se lo escribieron.
Katz.- Bueno, puede ser creíble que no lo hubiera escrito ella.
Soledad.- Ella se ha vanagloriado de que la Quinta Luz y que esto, la verdad es que inventó muchas cosas y precisamente porque le dejó a otros que escribieran el libro, pues cometió muchas fallas, como este Herrera, Benjamín, ¿sí lo conoció?
Katz.- He oído hablar de su libro, precisamente ahorita vamos a ir buscarlo, quiero comprarlo.
Soledad.- Uyyy, también cometió muchas imprecisiones, ¿o cómo se dice? sí que no dijo en verdad todo, tiene mentiras como el de Luz, que es una mentira tras otra. Han hecho mil libros sobre mi marido, y ya nada más veo el autor o cómo empiezan y digo, ¡no!, esto es una porquería, como los de aquí, el profesor Chávez con lo de la mascarilla de Francisco o este otro, Filiberto, que no me ha regresado mis documentos, porque mire señor, aquí lo han consultado y no se han apegado a la verdad, Por eso cuando veo tanto libro y que me los traen, yo digo, y usted discúlpeme la expresión, pero si esa es la historia yo con ella me limpio la cola.
***
Katz.- ¿Dónde conoció a Villa, cómo lo conoció?
Soledad.- No, él fue quien me conoció a mí, Fíjese, yo desde muy chamaca educadora entonces estuve en la escuela municipal y me quería mucho el pueblo. Yo estaba parada en el portón de mi casa cuando pasó una persona, pasó como una calesa, pero era un automóvil, de los primeros automóviles, y pasó y a mí no me interesó. Y me fui a la esquina que era miscelánea, correo y tienda, y llegué a preguntarle a don Casimiro si tenía carta de mi novio, y no me contestaba por darme la noticia de que había pasado Villa. Había bajado para que le pusieran una venda, porque estaba herido de una pierna. Yo tampoco le hacía caso a don Casimiro y le seguía preguntando si tenía carta. Don Casimiro ¿tengo carta?, o sea yo le pedía carta de mi novio Nacho, con el que yo me iba a casar, al que quise y sigo queriendo, muerto está y le conservo todo mi cariño, todo mi corazón fuer para él. Es muy bonito querer y ser querida, ¿verdad?
Katz.- Sí, claro, es muy bonito.
Soledad.– En qué estábamos, perdón…
Katz.- Me contaba, cómo se encontró con Villa.
Soledad.- El cuento es de que, pasó aquello. Pero sí tuve carta de mi novio Nacho. Me fui para mi casa y luego llegó mi presunta suegra; me dijo vengo a verte hija, pues no me ha escrito Nacho y quiero saber si a ti sí te ha escrito. Sí, le dije, y ya le enseñé la carta. Pero luego déjeme contarle, llegó a mi casa don Casimiro y me insistió, insistió en que Villa había preguntado ¿Quién es aquella señorita que está allá? Y don Casimiro le contestó: pos una señorita. Sí –le dijo Villa–, ya sé que es señorita, pero cómo se llama. Entonces le dijo: Chole Seañez, y ya me dejó por la paz, porque Francisco mi hermano era villista, Silvestre Seañez, el general, era villista, Carlos Seañez era villista, andaban con él; yo pienso que eso fue lo que no lo dejó devolverse a hacerme el amor o a llevarme a lo mejor.
Katz.- Se llevaba a la fuerza a las mujeres… ¿eh?
Soledad.- No, él no se llevaba a nadie a la fuerza; no, no creo porque yo nunca vi eso. Así que pasó tiempo y yo fui de paseo al Valle de Allende con unas amigas, con la directora de Valle de Allende, cuando en eso llega mi papá que iba por mí. La familia Torres con quien yo estaba le dicen a mi papá: no se la lleve todavía, y a mí también me cayó mal que fuera mi papá por mí, pero en lo oscurito del zaguán me dijo, ahí está Nacho, ¡uuuy, entonces yo quería que nos fuéramos rápido, rápido! Mi papá me dijo que Eleuteria, o sea la mamá de Nacho Gurrola mi novio me llamaba, porque en su casa me querían mucho, mucho y en mi casa también querían mucho a Nacho, así que hubiéramos sido muy felices, porque era acuerdo de las dos familias. Ya cuando llegué a la casa, mi mamá dio principio a prepararme ropa para la presentación, porque se acostumbraba a presentarse uno por lo civil, entonces ella me aprontó un vestido guinda, lo recuerdo bien, muy bonito, me lo regaló mi mamá para presentarme en lo civil y de ahí ya salimos, yo vestida de novia a la iglesia. Pues no. No fue así. Porque pasó Lauro muy encarrerado a la Presidencia, mi papá ya sabía, y yo le pregunté que qué pasaba, él me dijo que nada y fíjese, yo guardé el vestido guinda y me puse uno negro y agarré un mantón, un chal grande, me lo eché a la cabeza y le dije a mi papá: pues a qué hora me va a llevar. Luego me preguntó: ¿Quieres ir? Sí, le dije. Yo ya iba de luto sin saberlo, y que, y que voy llegando y veo tanta gente, dije yo pues es gente que vino a la ceremonia, nada, que me paro en la puerta y exhala mi presunta suegra el grito: ¡Hija de mi vida, nos lo han matado! Se puede usted imaginar la sorpresa que llevé. Esa fue la muerte de mi novio.
Katz.- ¿Quién lo mató?
Soledad.- Se dijo de un modo se dijo de otro. La verdad es que cuando yo estaba ya casada con Francisco un día me dijo: si tú supieras que yo maté a tu novio. Y entonces yo paré oreja y le dije: Dios lo bendiga Francisco; me dijo: y era muy hombrote, yo si he sabido no lo había matado.
Katz.- Así que él lo mató…
Soledad.- Bueno, mire, no me acuerdo muy bien si dijo “yo lo maté o lo mandé matar”, pero ya para entonces ya habían matado a su jefe Maclovio Herrera y él quedó con la gente, él era teniente.
Katz.- Él era teniente de Maclovio Herrera.
Soledad.- Sí, porque a Maclovio Herrera lo mataron en 1915, y él tomó el frente.
***
Katz.- ¿usted estuvo también, cuando ya Villa hizo la paz con el gobierno, usted estuvo con él, en Canutillo algún tiempo?
Soledad.- Toda la vida. Mire, la primera casa que levantó Francisco en Canutillo fue la Cuadra Soledad, y muchas gentes creen que por mi le puso Soledad, no. Yo no soy como Luz, vanidosa, no voy a aprovecharme de eso. Esa cuadra Soledad desde sus primeros propietarios, los Jurado, dueños de esas propiedades, así se llamaba. Y fue la primera casa que levantó Francisco, porque era la única que tenía pedacitos de techo y la iglesia, ahí metió harina, azúcar, lo que pudo de comestibles en un pedacito de techo de la iglesia y luego en la casa que le digo que levantó, ahí metió al herrero, a su esposa y a un hijo. Por cierto que este Herrera ha hecho ese libro porque este chamaco estaba en la escuela ahí, nació en Canutillo y todos los datos que el chamaco le decía él los pone como originarios de un revolucionario, así que el libro de Herrera tiene muchas fallas, muchas mentiras. No le he contado que al casarse Francisco conmigo nos hicieron muchas persecuciones, tomaron presa a mi madre y a una chamaquita que crie chiquita, la agarraron presa.
Katz.- ¿Quién fue? Murguía o…
Soledad.- No, este fue, cómo se llama…
Katz.- Hernández.
Soledad.- No, no, tengo apuntado el nombre del general.
Katz.- Jesús Agustín Castro, Diéguez…
Soledad.- Ya merito, ya merito, sígamelos nombrando, era… no era muy malo.
Katz.- Enríquez.
Soledad.- Ah no, Enríquez era el que se metió a mi casa. Pero déjeme decirle, ¡Acosta, ese mero!, el general M. Acosta, ese llegó y tomaron presa a mi mamá y se la llevaron y como hubo un baile el general se voló con Amalia Gallardo, entonces cuando se llevaron presa a mi mamá, a mí la gente del Valle me estimaba bastante, y me dijeron que ella sabía dónde estaba. La señora Gallardo me llevaba la razón de mi mamá, porque yo ya presentía que mi mamá sufría y mi criatura. Entonces ellas se presentaron con Acosta: general no sea tan inhumano, esas familias, pues no es nada más una víctima la que usted va a hacer, no dos, es la mamá, la señora. En ese momento interrumpió el general Acosta a la señora Gallardo y le dijo ¿a poco ya dejó cría ese bandido? Total que, la señora logró llevando a otras damas de ahí del Valle, que Acosta me viera, les dijo: que se presente, que se presente. Y me acompañaron las señoras, cuando llegué frente a él me dijo: que se casó con el bandido usted; entonces le dije yo: igual me hubiera casado con usted si me hubiera tocado…
Katz.- Muy bien, me gusta mucho su respuesta.
Soledad.- Y luego ya dio él la orden de que dieran la libertad a mi mamá.
***
Soledad.- Cuando ya rescaté a mi mamá pues nos fuimos a El Paso, Texas. Hemos pasado de contrabando por Fabens, había una amistad de mi papá, porque no llevábamos documentos y yo iba huida, este… como se… desertora. El cuento es de que llegamos con unas primas, y que las primas no nos querían. Fíjese nomás, era mi muchachita, mi Mela, ya que dejé yo a la otra, nada más a mi Mela me la llevé, a mi mamá y yo, y el que llevaba, porque ya iba yo… Luego luego me flechó el señor, luego luego me heredó, me dio mi herencia. El cuento es de que ya llegamos allá y duré hasta febrero que nació mi hijo y luego luego que nació yo le mandé avisar por conducto del señor Juan Cereceres.
Katz.- ¿A quién?
Soledad.- Pues a Francisco, le mandé avisar por conducto del señor Cereceres. Ese hombre cómo nos sirvió, Dios se lo pague, y después fue el padrino del niño. El cuento es que ya se encargó él de ir por nosotros: venimos al Valle, inmediatamente vino Francisco a vernos, ya estaba en la hacienda nomás le avisó mi compadre y se vino a conocer al niño. Estaba encantado de su hijo y, preguntaron que cómo le íbamos a poner, me preguntaron a mí, dije yo que su padre tenía que decir, que le elija el nombre de su padre, él es el indicado para ponerle el nombre que él quiera. Antonio como mi hermano, exclamó y así le pusimos.
Katz.- ¿Cuánto tiempo vivió usted en Canutillo?
Soledad.- Como cuatro años, hasta despuesito de que lo mataron, pues me echaron de la hacienda.
Katz.- ¿Quiere decir que estuvo al mismo tiempo que Austreberta Rentería ahí en la hacienda?
Soledad.- Ahora verá, después llegó la señora Rentería a Canutillo con su mamá, las llevó una señora, hora verá, cómo se llamaba, ah sí, Chana de la Mora, esa fue la que las fue a llevar. Sin voluntad de Francisco se aprontó allá y un día, porque tenía sus ratos verdad, le dijo: a ver señora apróntese para que se vaya en la república a cumplir con sus obligaciones. ¡Válgame Dios de mi vida!, y mi papá que había agarrado idea de ir, yo le decía: no ande viniendo, si Francisco no lo llama no venga, no vaya a jugar lo que la mamá de Austreberta, al correrlo yo habría de sentir muy feo. Pues así estuvo, la corrió a la señora se la llevó a una recamara, ahí estaban juntas todas.
Katz.- ¿Usted también?
Soledad.– No, yo tenía mi casa. No le digo que la primer casa que levantó, por suerte se llama la Cuadra Soledad. Desde que yo llegué a Canutillo esa fue mi casa.
Katz.- ¿Ahí estuvo usted hasta que murió?
Soledad:- Hasta después de su muerte que me echaron fuera. Tenía mi casa, tenía arreglado todo, yo le ayudaba a llevar contabilidad, a muchas cosas le ayudaba.
Katz.- ¿Era buen negocio la hacienda?
Soledad.– ¡Cómo no! Fíjese, él tenía cerros de trigo, de frijol, de maíz de la cosecha que levantaba y toda enfrente de la casa de nosotros.
***
Katz.- ¿Cómo le propuso Villa a usted casarse?
Soledad.- No, si ya él había platicado con una de mis primas. ¿Se acuerda que le comenté que nos tenían envidia unas primas?, pues una de mis primas me tenía ofrecida con él y así es que él creía que yo ya era de segunda, creía Francisco que yo ya era de segunda y cuando se casó conmigo se va desengañando, le ha puesto una maltratada a la prima y a un Ismael de la Hacienda de Canutillo, bueno, los puso cobrados y pagados. Después de eso me dijeron en el pueblo que habían escuchado una voz que le gritó. Chole no es igual que tú, te mato desgraciada si Chole no es igual que tú, quien sabe qué le diría esta. Y después a la prima le iba a poner una tienda y un día me dijo Francisco: fíjate que aquí está Maclovia y quiere venir a verte. Y luego me preguntó: tú no quieres que venga, por qué. Y le contesté: Porque nunca me ha procurado. ¡Cómo!, exclamó Francisco y después investigó y ya se dio cuenta de todo. Es que yo estaba sentida con Maclovia, porque como yo trabajaba tanto, me gustaba el trabajo de verdad, sentí un resfrío y tenía una tos tremenda y ésta me oyó toser y le dijo a mi tía, hermana de mi papá y madre de Maclovia: Pero que tenga aquí esta tuberculosa. Si yo le digo eso a Francisco, yo creo que la hubiera matado.
Katz.- Muy bien, creo que ya es suficiente y es hora de dejarla descansar.
Soledad.- Oiga, no gusta un refresco o algo…
Katz.- No muchas gracias, muy amable.
Soledad.
– Un café…
Katz.- Muchísimas gracias, pero sale mi avión ya, yo vine todavía a verla antes, voy a Chicago esta tarde. Pero le agradezco mucho su amabilidad para con nosotros, por ahora le regalaré este libro, que es el segundo tomo de “La Guerra secreta”, después le enviaré lo que escriba, muchas gracias.
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