Séptima temporada
La adaptación televisiva de la saga de libros Canción de Fuego y Hielo (no terminada), de George R.R. Martin no es sólo uno de los eventos televisivos del año, también es todo un fenómeno de la cultura popular. El universo creado por este autor, con su riqueza y complejidad mítica, se ha cristalizado con la producción de HBO Juego de Tronos, creada por David Benioff y D.B. Weiss. Por medio de su diseño de producción, diálogos, casting y musicalización ha forjado su lugar entre los televidentes. La séptima temporada ha sido por supuesto tan esperada como pirateada, pues HBO se reserva su estreno por medio de sus plataformas. El temor de spoilers, los escándalos en las redes sociales y los debates en internet no se dejaron esperar. ¿Qué calidad entregó la propiedad neoyorkina de la Time Warner en esta penúltima temporada? Esta reseña de la séptima temporada, advierto, la realiza alguien que no conoce la obra escrita y sólo se tomarán en cuenta las anteriores temporadas. Cabe aclarar también que habrá spoilers.
Danerys por fin ha llegado a Westeros con sus tropas, sus dragones y sus ambiciones. No quiere perder mucho el tiempo en negociaciones y quiere pasar a la acción lo más rápido posible. Tyrion como su mano derecha tratará de guiar a su reina por caminos más ad hoc de Westeros. Mientras tanto, Cersei intenta organizar a sus fuerzas para encarar la amenaza que viene del otro lado del mar. La presencia de los dragones saca de equilibrio a la balanza del poder militar por lo que hay una necesidad urgente de aliados y recursos. En Winterfell se reúnen Sansa, Bran y Arya y la relación con Little Finger se torna tensa. Jon Snow siendo Rey del Norte, decide ir a la fortaleza de la recién llegada Danerys, pues en los cimientos del castillo Targaryen se encuentra la clave para derrotar a los caminantes blancos, a quienes, Snow considera como la verdadera urgencia, por encima del conflicto por el Trono de Hierro.
Una crítica recurrente a esta serie ha sido su dirección, que consiste en una docena de personas, pues su ritmo y vibra varían constantemente entre las temporadas. Provocando que la atención a la acción, a los diálogos o a las exposiciones sea muy diverso. Consecuencia lógica cuando hay tantas direcciones diferentes, sin embargo, la esencia de la serie es clara para sus seguidores. Su atractivo está en sus complejas pero comprensibles intrigas políticas y familiares, está en sus diálogos de calidad, está en el balance que hace entre el realismo medievalista y la fantasía (siendo éste último un recurso aprovechado en momentos sumamente especiales y no como el centro de atracción), está en el éxito del desarrollo de personajes bien delimitados, memorables y sobretodo, muy humanos. Personajes con varias dimensiones, con diferentes cantidades de vicios y virtudes. Personajes que evolucionan o se mantienen inamovibles. Además, su dinámica y sorpresiva narrativa episódica evita que el espectador quiera levantarse del asiento. Giros radicales a las tramas y subtramas, personajes que cambian de bando, muertes inesperadas, eventos de gran trascendencia que repercuten en los episodios siguientes y que fungen como una especie de memoria histórica.
La sexta temporada se percibió excesivamente larga y con mucho relleno inútil. Es evidente que quisieron evitar estos problemas con la séptima. Sumando a los problemas de financiamiento durante la fase de producción, se vuelve comprensible la decisión de estrenar sólo siete episodios para esta temporada. Algo nunca antes hecho en esta serie de diez episodios la tanda. Por lo que era de esperarse que la narrativa fuese muy rápida, compactada y posiblemente atropellada. Las expectativas fueron más o menos acertadas al respecto. Los adelantos prometieron reuniones esperadas y muchas batallas cargadas de acción. Y este ha sido uno de sus puntos débiles. Pues a pesar de la presencia de diálogos memorables hubo más un desarrollo de la convergencia de todas las líneas narrativas. Decisión que se puede justificar porque en este punto de la historia, todas las líneas se están afectado directamente, en cortos lapsos y con personajes que conviven en varias situaciones diferentes. Por lo que hay muchas acciones y poco debate. Percibo que esta narrativa es la ideal pero no se tuvo un ritmo así en todas las temporadas y es una situación de la que se suele abusar para extender la duración de las temporadas.
La séptima temporada se dedicó a resolver muchas de las predicciones y posibles rumbos de la compleja situación construida hasta entonces. ¿Qué estrategia y objetivos seguiría Daenerys una vez en las tierras de Westeros? ¿Cómo se definiría el liderazgo de Winterfell con la reunión de los Stark sobrevivientes? ¿La amenaza de los caminantes blancos amenazaría directamente al conflicto por el trono de hierro o el curso de ambos eventos sería paralelo? ¿Cómo enfrentaría la reina Cersei al inmenso poder destructivo de los dragones? En fin, varias situaciones que se previeron fácilmente al final de la temporada pasada se resuelven o se desarrolla con mucha exposición.
Esta vibra la hace sentirse más cinemática. Y se ha criticado como una temporada «no tan Juego de Tronos», pues como se mencionó, los diálogos, las intrigas y el desarrollo de personajes (el guion) ha jugado constantemente como el gran atractivo pero en esta ocasión, estos elementos han sido poco o nada explorados. Esta tendencia puede justificarse si se considera la poca afluencia de personajes nuevos. A casi todos los conocemos, todos han tenido algún grado de desarrollo y lo que se espera son sus próximas decisiones y no tanto su evolución. Esto también ha provocado que se le acuse a esta temporada de ser muy «hollywoodense». Conflictos entre personajes que se resuelven muy rápido, eventos predecibles, falta del guion como el protagonista, mucho espectáculo visual (explosiones, violencia, efectos especiales espectaculares, fan service) fueron sin duda la tendencia de las decisiones creativas para la séptima temporada. Encuentro un tanto exagerada esta crítica, pues como se dijo antes, es muy complicado mantener el mismo ritmo en todas temporadas, sin mencionar que resultaría cansado que no se arriesgara un poco en este sentido. No obstante, concuerdo en que esta ha sido la temporada más ligera y explosiva. Pensar en las anteriores temporadas como thrillers políticos y esta como un thriller de acción. Muchas acciones y poco debate.
Sin duda fue una temporada anómala con respecto a las anteriores (cantidad de episodios, tono, guion) y efectivamente se siente como la menos «Juego de Tronos». Pero no hay que olvidar que el cierre se aproxima (al parecer hacia finales del año entrante), los cabos deben atarse y deben apresurarse las condiciones óptimas para un desenlace verosímil y satisfactorio. La explosividad creo que es bienvenida después de seis temporadas consistentes pero el uso de tangentes y salidas fáciles en esta temporada sí que puede desentonar mucho con lo visto previamente. En algún punto habría de reventar todo. A pesar de su ligereza, GoT se mantiene bastante apegada a su espíritu, es una temporada aunque anómala, muy digna y eficiente para articular el gran cierre que se avecina.
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