Este viernes, familiares, amigos, profesores y el resto de los compañeros de generación homenajearon a los 43 estudiantes de la Escuela Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, desaparecidos desde hace cuatro años. Uno a uno, fueron nombrados los jóvenes durante la graduación que debería haberles convertido en profesores en Guerrero, uno de las zonas más pobres, rezagadas y violentas del país.
La noche del 26 septiembre de 2014, 43 jóvenes veinteañeros, hijos de familias campesinas y escasos recursos fueron atacados a balazos y secuestrados en Iguala, por policías locales aliados con un grupo de narcos, quienes según la versión oficial los asesinaron y quemaron los cuerpos en un basurero cercano al confundirles con una banda rival, ante la mirada pasiva del ejército, según algunos testigos del horror que se vivió esa noche en Guerrero.
El caso, plagado de irregularidades, se ha convertido en el símbolo de la violencia y la impunidad en México, y en un lastre para el gobierno del Enrique Peña Nieto. Un equipo de expertos internacionales ha desmentido la versión oficial, criticada también por Naciones Unidas. Las familias siguen clamando justicia y en los tribunales el caso sigue abierto.
Un crespón blanco cubría este viernes la composición de retratos de los 43 muchachos colocada en el arco de entrada a la escuela. Por debajo pasaron vestidos de pantalón, saco, chaleco y corbata azul los 74 compañeros.
El informe de un grupo de psicólogos que trabajaron las secuelas del trauma, reveló que las familias, volcadas en una incansable búsqueda infructuosa, son ahora más pobres, están más enfermas y más solas.
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