A mi casa empezaron a llegar los libros cuando me gradué de primaria, pero me recuerdo lector de periódicos, revistas e incluso de un libro sin pastas, sin lomo y sin pie de imprenta, que encontré por ahí en alguna parte de la casa; diez años después supe que el primer libro que leí en mi vida había sido … Y México se refugió en el desierto, de José Fuentes Mares, hojeando una edición en venta en la librería La Prensa de la ciudad de Chihuahua. Los primeros párrafos en donde habla de las dilatadas llanuras de Chihuahua, tierra de présbitas, estaban frescos en mi memoria.
Antes de mi primer libro había leído por entregas a Fouché de Stefan Zweig, las Memorias de Pancho Villa de Martín Luis Guzmán y La Cristiada de Víctor Ceja Reyes, entre otros; ocupaban las páginas centrales de la revista Alarma.
En secundaria llegó Julio Verne, Salgari, Dumas. Por supuesto, antes de la entrada de libros a la casa, las historietas de Kalimán, Memín Pinguín, Superman, Batman… En secundaria descubrí que quería ser periodista y llegaron los diarios, las revistas y mis primeras nociones de lo que era la noticia. Crecí sabiendo que Guadalupe y Calvo era un pueblo en donde el narcotráfico manda. Recuerdo cuando Culiacán era la ciudad más violenta de México, con el nacimiento de los cárteles.
El sábado pasado la senadora Andrea Chávez publicó en su cuenta de X sobre su visita a Guadalupe y Calvo, en donde le dijeron, según comentó, que nunca se había parado por ahí un senador y ella prometió volver.
La promesa de la senadora juarense me hizo recordar el mismo propósito expresado por el recién estrenado gobernador Francisco Barrio, quien en sus primeros y entusiastas meses de gobierno visitó Guadalupe y Calvo y expresó lo mismo: su deseo de volver.
El albañil más caro del mundo
La visita de Francisco Barrio a la población serrana fue cuando, con entusiasmo, dedicaba los fines de semana, con su equipo de primer nivel, a pintar escuelas; en teoría, estaba dedicando sus días de descanso a un trabajo social e invitaba a ser secundado. Poco duró Pancho en su alegre labor de pintor de brocha gorda, las críticas de la prensa fueron feroces. Era el primer gobernador no priista de la posrevolución y el marco ético-político que rigió en las épocas de la hegemonía priista ya no funcionaba. La disrupción de Barrio Terrazas chocaba con el status quo. Mucho le ayudó en aquel momento al gobernador la experiencia y el periodismo equilibrado que desde El Heraldo realizaba Alejandro Irigoyen Páez. El maestro Irigoyen evitó que lo hicieran pedazos.
Barrio también tenía en contra que quería hacer una vida normal, en familia, y tardó en darse cuenta de que eran seis años de excepción en su vida… Lo que sí comprendió de inmediato fue que Guadalupe y Calvo estaban fuera de la soberanía del gobierno estatal y jamás regresó.
Un reportero en la sierra
A principios de los años noventa, hace más de 30 años, llegó a colaborar en la revista Semanario del Meridiano 107 el reportero de San Luis Potosí, Javier Padrón, excelente periodista, quien a meses de su llegada me manifestó su deseo de hacer un reportaje sobre Guadalupe y Calvo y su deseo de viajar a la sierra. Se planeó el viaje y Javier, acompañado de una cámara fotográfica, fue. Pasó dos días y una noche en la población del sur de la Tarahumara.
Recuerdo el comentario del periodista Manuel Aguirre, cuando era jefe de prensa del PAN en el estado: “De todos los reportajes que he leído sobre mi tierra, es el mejor, el que mejor retrata a Guadalupe y Calvo”.
A Padrón muchas cosas lo impresionaron, por ejemplo, las enormes cantidades de cerveza que se consumían. Como le tocó un fin de semana, relata y recuerda muy bien las pick-ups del año que solo daban vueltas por la calle principal y la plaza, con jóvenes embriagándose a bordo y la música a todo volumen… Los arrancones en la ventana de su habitación de hotel para intimidarlo: no les gustó tener de visita a un periodista.
Su plática con el cura del pueblo, quien justificaba que los pobladores en una gran medida se dedicaban al cultivo de amapola: “De algo tienen que vivir”, dijo comprensivo el párroco.
Al regreso de Javier Padrón, en las pláticas previas y posteriores a la publicación del reportaje, me comentó sobre el temor que sintió, sobre todo en el hotel en donde no pudo dormir en toda la noche: “No vuelvo a regresar”, igual que Pancho. Pero Barrio no lo dijo.
A rayar amapola
El joven maestro llegó de tierra caliente y su primera plaza fue en la población de Yerbitas, municipio de Guadalupe y Calvo. Ya jubilado, recuerda cómo en los años setenta del siglo pasado jugaba al basquetbol con los soldados acantonados en un cuartel cercano a la escuela, en una cancha de tierra.
Recuerda también cómo el calendario escolar se regía por la siembra de la amapola, ya que esa había sido la solución para evitar la deserción escolar, pues los padres de familia se llevaban a los hijos a rayar amapola. Entonces se adelantaban las vacaciones de verano para ir a trabajar en la recolección de goma.
La mano de obra infantil es muy apreciada por lo delicado del corte, que se hace con navajas de rasurar. Los maestros, ante la cancelación de las clases, también se animaban a un trabajo extra y se iban a los campos cercanos a rayar amapola.
Estaremos pendientes del regreso a Guadalupe y Calvo de la senadora Andrea Chávez…