La adaptación del (primero) manga de culto, Ghost in the Shell que se convertiría en un fenómeno con las películas y series posteriores ha pasado por un camino tormentoso desde el anuncio de Scarlett Johansson como la protagonista y el supuesto whitewashing (el blanqueo en el cine) que implicó su casting hasta su recibimiento nada espectacular en las salas estadounidenses (su target principal) y alrededor del mundo, tal vez excepto por el curioso mercado de China que podría ayudarlo a rebasar esos 110 millones.
Aquí no entraré a la discusión de la preferencia de etnias. Es algo que simplemente no tiene mucho lugar aquí por diversas razones. La primera es que Mamoru Oshii (el director del importante producto animado del 95) por tanto revuelo, se pronunció y advirtió que no hay controversia debido a que el cuerpo actual de la Mayor (Johansson) no tiene una relación directa con el anterior cuerpo de Mokoto Kusanagi. La segunda razón es que, aunque ese cuerpo fuera el de una chica japonesa, el mundo que se presenta se muestra muy por encima de las diferencias étnicas, incluso por encima de las barreras del idioma, por lo que una mente y un ghost japonés en un cuerpo de apariencia occidental y construido por una compañía que a simple vista aparenta ser transnacional me parece, va bastante ad hoc. La tercera es que desde los 80’s podríamos acusar de lo mismo a los productos japoneses originales (la primera aparición del manga de Masamune Shirow fue en 1989), ya que en harta cantidad vemos protagonistas, tanto masculinos como femeninos) occidentalizados. La cuarta es que la ciudad donde se desarrolla, nunca aclara ser japonesa, tanto en el ánime como en esta cinta, e incluso los fans argumentan que se trata de la región de Hong Kong. Yo por lo pronto le advierto que no es un elemento que rompa la experiencia, aunque por lo general, el whitewashing empobrece mucho a todo el conjunto cuando se da en otras experiencias. Creo que el espantoso e insípido título que le pusieron para Latinoamérica juega peor en su contra que este elemento. Pero me estoy adelantando.
Dirigida por Rupert Sanders (Blancanieves y el cazador, 2012), La vigilante del futuro (como la conocimos en América Latina) llega por fin a las salas a impulsar esta moda naciente de convertir en blockbusters, ánimes y mangas. En futuro más o menos lejano, más o menos distópico y aunque sí verosímil, la humanidad desdibuja a grandes pasos el límite entre las máquinas y el cuerpo humano. La premisa de la película animada del 95 (de la que abreva en mayor cantidad) se mantiene, en una ciudad que se percibe más china que japonesa, la Sección 9 se dedica a combatir el ciberterrorismo, práctica criminal extendida en un mundo donde los cuerpos humanos son «enchulados» con toda clase de baratijas tecnológicas para cualquier parte del cuerpo: órganos, huesos, extremidades, ojos, oídos, aparatos y salidas en la nuca para conectarse a redes informáticas. La Mayor (antes adolescente japonesa que tras una tragedia insertan su cerebro y su espina dorsal a un cuerpo totalmente cibernético y declarada como única en su clase) lidera un equipo S.W.A.T. en dicha agrupación policíaca y al enfrentarse a un asalto y hackeo se topa con un misterioso enemigo de la corporación de investigación y desarrollo en robótica que le otorga a la Mayor su condición mitad humana, mitad ciborg. Una indagación policíaca comienza y en el proceso, la Mayor comienza a tomar consciencia de su ser a la vez que se plantea cuestionamientos filosóficos.
Ghost in the Shell (jamás podré quedarme con el otro título) es una adaptación fiel a la estética, al tono, a las intenciones e incluso a la estructura narrativa de la cinta animada. Pero como he dicho en otras ocasiones, las adaptaciones fieles no siempre son sinónimo de calidad. Lo primero que se nota en la cinta es la dirección de arte. Colorida, saturada, con tintes cyberpunk que a veces recuerdan a Blade Runner y otras recuerdan a Akira. Muestran un medio urbano ahogado en publicidad que ocupa mucho espacio y emborracha la vista, las «mejoras» a los cuerpos expresan una idea que domina a esta sociedad en general: la mente humana no tiene límites, el cuerpo humano sí que los tiene así que ¿por qué no alterar aquello que frena a la mente? El ojo del fan y ajeno quedarán atraídos por un diseño arriesgado, aunque visto antes. Aseguro que ningún fan de ánime o manga se sentirá excepcionalmente estimulado.
El ritmo de la cinta es pausado, pero no lento. Mantiene la atención, pero no la recompensa mucho. Si espera una cinta de acción dinámica y explosiva mejor gire la vista a otra cosa. En una crítica la ponían en la misma vía de la prodigiosa The Matrix (Hermanas Wachowski, 1999) lo cual llamó mi atención y cometí el error de esperar lo mismo. No es secreto que a las hermanas directoras se les acusó de plagio o por lo menos de poca originalidad ya que su cinta del 99 guardó muchas similitudes incómodas con el producto animado de Mamoru Oshii. Sin embargo, hay una gran distancia entre ambos, aunque se toquen temas similares. Ghost in the Shell no logra atrapar más allá de su contenido visual al público. La acción se agradece, pero se siente vacía por un tratamiento muy superfluo de los temas filosóficos a los que se acerca. Las actuaciones cumplen pero es el guion el que no ayuda a entender el problema y las reflexiones. Es más, podría decir que carece de un tratamiento de esto, la exposición comienza dichos acercamientos, pero se queda lejos de alguna conclusión clara. Malas decisiones de la dirección y tanto se nota esto que la cinta parece querer apuntar más a un Batman o Daredevil asiático y cibernético que a un sujeto producto (no hay otra manera mejor de describirla) de su tiempo que intenta entender lo que es. La pretensión de ahondar en el problema del ghost (elemento humano similar al concepto del alma o espíritu que se conserva o prolonga en el ser de la Mayor) se percibe en el metraje con toda esa solemnidad que sustenta a la película, pero se queda lejos de incluir al público en el problema. Es buena adaptación, no llega a ser palomera por su tono introspectivo pero como espectador se sentirá fuera del juego. La recomiendo si tiene ganas de ver algo diferente. No la vea si está aburrido.
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