Una serie de escándalos de corrupción y un aumento de la violencia a niveles récord, son el legado del presidente Enrique Peña Nieto.
A principios del 2014, a poco más de un año del inicio del gobierno del actual presidente, Enrique Peña Nieto pasaba por uno de sus mejores momentos. Las reformas estructurales –principalmente la energética– iniciadas por su administración, llamaron la atención en el mundo e hicieron a todos pensar que en México pasaba algo, el Mexican Moment («El momento de México») lo nombraron.
La revista Time lo había puesto en portada, nombrándolo el «salvador» del país.
En México, su joven presidente y su guapa esposa, vivían una luna de miel. Angélica Rivera Hurtado, «La Gaviota», disfrutaba aún de la fama y la popularidad que le había dado ser estrella de telenovelas, la actriz, fue nombrada por el periódico alemán Bild como la primera dama más bella del mundo. Estaban en todos lados.
El Presidente había asumido el 1 de diciembre de 2012, pero 2014 terminó siendo el año emblemático que marcó el inicio del fin de la luna de miel entre México y Peña Nieto.
Ahora, a escasos meses de que finalicé el gobierno de Enrique Peña Nieto, todos coinciden, al considerarlo como un sexenio perdido que terminó justo en 2014, año clave en el que se registraron una serie de hechos que dejaron al descubierto la incapacidad del Estado para solucionar situaciones de crisis.
2014, el principio del fin
En medio del optimismo y la expectativa, sucedió el primer hecho sangriento importante durante el gobierno del presidente Peña, la masacre de Tlatlaya: el 30 de junio de 2014, elementos del Ejército ejecutaron a 22 civiles en una bodega del municipio de Tlatlaya, en el Estado de México.
Lo que primero se conoció como un enfrentamiento entre miembros del crimen organizado, resultó ser simple y llanamente un fusilamiento por parte de miembros del Ejército, el testimonio de una sobreviviente reveló cómo los militares habían ejecutado a los civiles, en su mayoría jóvenes, a pesar de que no estaban armados y de que ya se habían rendido. Se reveló también las argucias del gobierno y el Ejército para ocultar los hechos como habían sucedido.
El gobierno estatal trató de reservar la información, pero datos obtenidos por medios de comunicación vía mecanismos de transparencia revelaron que en el lugar se habían sembrado armas y que los cuerpos habían sido recolocados.
Semanas después, el 26 se septiembre, vino el caso por el que el actual gobierno será recordado: la desaparición de 43 estudiantes de la escuela normal rural Isidro Burgos en Ayotzinapa, Guerrero.
El caso cimbró al país, y es para muchos el reflejo de lo que ha sido la administración del actual presidente mexicano: corrupción, incapacidad para resolver los problemas, uso excesivo de la fuerza, impunidad, desapariciones forzadas, violencia, represión y ejecuciones extrajudiciales.
«Ayotzinapa es el emblema de la falla estructural del sistema de seguridad que si no se corrige vamos a terminar peor. El sexenio va a terminar como empezó: en medio de un baño de sangre y a lo mejor así empieza también el próximo», dijo para Infobae, Erubiel Tirado, coordinador del Programa de Seguridad Nacional de la Universidad Iberoamericana.
La desaparición de los estudiantes, resultó ser también, un llamado a la sociedad civil, distintos sectores comenzaron las búsqueda de sus desaparecidos ante la incapacidad y falta de disposición del Estado para hacerlo.
José Miguel Vivanco, el director para América Latina de Human Rights Watch, es contundente al calificar, el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto, ya en su recta final como un «sexenio perdido para los derechos humanos» el gobierno falló en su labor para la protección de los derechos humanos en nuestro país, dice Vivanco.
Esto marcó el principio del fin de la presidencia de Peña Nieto, se convirtió en una administración que acabó a los dos años porque «ya no hubo más. Sólo se empoderó un sector muy duro dentro del Ejército, policías, a burocracia dentro del área de seguridad que tiene altos salarios», dice Erubiel Tirado.
Los casos de Tlatlaya, Ayotzinapa y Tanhuato, así como los escándalos de corrupción de su esposa Angélica Rivera y su «Casa Blanca» y la del titular de la Secretaría de Hacienda, Luis Videgaray, mostraron la verdadera cara de la administración peñista y su desplome en apenas dos años.
2018, la recta final
El pasado 1 de abril arrancaron oficialmente las campañas, previas a las elección presidencial de 2018 y la renovación del Congreso y el Senado.
El inicio de las campañas coincide con el momento más violento en décadas en nuestro país. El sexenio que está por terminar es el período más sangriento en México en los últimos años.
El sexenio de Peña Nieto es ya oficialmente, más violento, que el del presidente Felipe Calderón, al sumar, 104 mil 583 homicidios, contra los 102 mil 859 asesinatos durante los seis años del Gobierno panista anterior, cuando se inició con la llamada «guerra contra narcotráfico», el legado de Peña dejan también más de 30,000 desapariciones.
Hace apenas unos días Enrique Peña Nieto no tuvo más, que reconocer que la estrategia de seguridad había fallado que las políticas seguidas durante el actual sexenio no habían resultado lo suficientemente acertadas y no se dieron «los logros y los resultados que nos trazamos, en particular en el ámbito de la seguridad pública», admitió el presidente.
Ese renglón, añadió, «sigue siendo todavía uno de los retos mayores del país» y sobre el cual se necesitan más acciones para que realmente México alcance condiciones de plena paz y de plena tranquilidad.
«El de Peña Nieto es un gobierno fallido. México es un Estado fallido que no se conduce por las fuerzas legítimas sino por otros entes. Actúa con actores informales que suplen el papel del Estado, que comparten ése papel. Por ejemplo: ¿quién está cobrando impuestos? Pues los grupos criminales, con su derecho de piso. Es una muestra de la fragilidad del Estado», dijo para Infobae, Guadalupe Correa Cabrera, investigadora invitada del Wilson Center, en Washington.
Pero no sólo la seguridad y la corrupción han sido la tónica que marcó el sexenio que está por termina, en materia de Desarrollo Social, el presidente Peña fracasó en su labor. Sólo 68 mil 249 personas dejaron de vivir en condiciones de pobreza entre 2012 a 2016 –un promedio de 17 mil 062 personas por año–, esta cifra es el resumen de la la política de combate a la pobreza empleada por la administración de Enrique Peña Nieto.
Esa será la herencia de Peña Nieto y su Gabinete para quien llegue a Los Pinos en 2018. A quien gane la presidencia le espera una pobreza estancada y programas sociales que sólo absorben presupuesto y sirven sólo para mantener el voto clientelar.
Como herencia quedan los casos de Tlatlaya, Ayotzinapa, Tanhuato, los miles de muertos y desaparecidos, la Estafa Maestra, el caso del Socavón, el caso Odebrecht y la protección recibida por el gobierno al gran amigo del Presidente, Emilio Lozoya Austin, son sólo algunos de la larga lista.
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