Los políticos mexicanos del siglo XX, era común que entre sus lecturas favoritas estuviera “Las memorias de Adriano”, de Marguerite Yourcenar. Es sobre el periodo de los emperadores llamados Antoninos o españoles, aunque ninguno de los dos nombres los defina bien. Básicamente retrata el sistema de sucesión por adopción, que fue muy común en la Roma que dominó la cuenca del Mediterráneo. Mismo sistema del PRI del pasado siglo y el utilizado por Andrés Manuel, para heredar a Claudia Sheinbaum; en todo lo que va del siglo no se había presentado.
Vicente Fox no pudo heredar a Santiago Creel, Felipe Calderón tampoco dejó sucesor y el caso de Peña Nieto es el mismo. Solo Andrés Manuel supo maniobrar para heredar. Desde su fundación, el PRI realizó con éxito la práctica, solo falló en la sucesión de 1994, por el asesinato del hijo adoptado: Luis Donaldo Colosio. Ahí solo había de una sopa: Ernesto Zedillo; por ello, el rompimiento fue muy rápido y abrupto, con el encarcelamiento de Raúl Salinas y la subsecuente salida a Irlanda del expresidente Carlos Salinas.
No hay espacio para analizar caso por caso la tardanza o no del rompimiento… porque el poder no se comparte. Vayamos entonces a la sucesión que tuvo en mente Andrés Manuel López Obrador y que él mismo evidenció en una Mañanera, al decir que él no se equivocaría como Lázaro Cárdenas, quien, en lugar de optar por Francisco J. Múgica (Claudia Sheinbaum), el Tata Lázaro se inclinó por Ávila Camacho (Marcelo Ebrard).
Lázaro Cárdenas, por cierto, es el último presidente que tuvo la anuencia del Jefe Máximo, Plutarco Elías Calles. Cárdenas, sentado en la presidencia pero aún sin el poder, se tardó 14 meses en quitarse la sombra de Calles y mandarlo al destierro.
Recordemos que Cárdenas, siendo muy joven, empezó su participación en la revolución de 1913 y a los 25 años fue gobernador interino de su estado, Michoacán, y dejó de sucesor a Francisco J. Múgica; o sea que en 1934, cuando le llegó su oportunidad de llegar a la presidencia, ya tenía una experiencia de 21 años, había ocupado diversos puestos de carácter político y militar en tiempos muy difíciles.
Con todo el bagaje acumulado en más de 20 años, moviéndose entre políticos que andaban con una .45 al cinto y no dudaban en sacarla, le llevó 14 meses sacudirse al Jefe Máximo. Las referencias son para dejar en claro lo difícil de tal tarea.
Claudia se tardará más
La situación de Claudia Sheinbaum, quien sin duda es la presidenta, pero indudablemente aún no tiene todos los hilos del poder o todo el poder, la tarea que viene para estar sentada a plenitud en la silla presidencial le puede llevar hasta dos años, porque, aunque es fiel seguidora de Andrés Manuel y, como ha dicho, cree en el mismo proyecto, lo cierto es que está rodeada, en buena medida, por personajes que López Obrador calificó como un 90 por ciento de lealtad y un 10 por ciento de capacidad… solo que la lealtad es hacia él.
Claudia ha marcado algunas diferencias; es más ejecutiva, está dando a los miembros de su gabinete margen para que se dediquen a su función, respeta el cargo y no le da por los encargos, como era costumbre en López Obrador.
El reto es grande, tiene que evitar que la ala radical de la 4T la rebase, tiene que tejer muy fino, porque López Obrador está pendiente de todo en Palenque, no puede ser de otra manera; solo sabe hacer política, nunca la vida le dio la oportunidad de hacer otra cosa, y chango viejo no aprende maroma nueva.
Pocos han sido los destellos que refleja su estilo personal, pero los ha habido. Ya ha dado pasos importantes; la reunión con los empresarios extranjeros y nacionales marcó una diferencia en su relación con los empresarios, sabe que los necesita para generar riqueza. Poco a poco se sentirá más cómoda en la silla presidencial y la fuerza que la llevó a la presidencia es también su problema; es claro que López Obrador la nombró su heredera, pero el partido se quedó en manos de esas personas que son 90 por ciento lealtad a él.
Claudia ha demostrado que puede, pero no será ella a plenitud antes de 18 meses, cuando, poco a poco y con hilado fino, se haga de los hilos del poder, no necesariamente en manos de López Obrador, pero todavía no en sus manos. López Obrador se tiene que ir; el poder no se comparte… tarea difícil, pero creemos que Sheinbaum Pardo puede.