Hace unos días, el presidente Enrique Peña Nieto defendió con todas las fibra de su ser el actuar de las fuerza armadas en su lucha contra el narcotráfico y la delincuencia en el país y se quejó del «bullying» que la sociedad civil comete en contra de las instituciones.
El hecho se dio durante el Sexto Foro Nacional Sumemos Causas: Por la seguridad, ciudadanos + policías, en el cual la presidenta de la organización Causa en Común, María Elena Morera, incomodó al presidente cuando hizo notar algunos de las deficiencias en las instituciones, especialmente las armadas y policiales cuyo desempeñó en los últimos años han generado un clima de desconfianza en la sociedad.
Notablemente molesto, Peña Nieto respondió que tanto las fuerzas armadas como las policías, actúan con un estricto apego a los derechos humanos, y que los malos son la sociedad que hace «bullying» a las instituciones de seguridad al criticarlos por la falta de una actuación más eficaz y no saber reconocer sus buenas acciones, cuando las hay, (si es que las hay).
Hay que ser un caradura, un cínico o de plano el presidente ni ha de estar enterado. Tanto el Ejército como la Policía Federal, son las dos instituciones que más viola los derechos humanos en el país, que desde hace tan sólo diez años, el ejército ha acumulado más de 12 mil denuncias ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).
No ha de saber también que son los principales responsables de cientos de desapariciones y asesinatos en los últimos años. Que el Ejército es culpable de la matanza de Tlatlaya en el Estado de México, donde murieron 22 personas y la Policía Federal de la matanza de Nochixtlán en Oaxaca con un saldo de 10 personas asesinadas y cientos de heridos.
No, el señor Presidente no ha de saber o no entiende, con eso de que es medio lento, no lo dudamos, que parte de su trabajo es recibir y aceptar las críticas a su gobierno y a las instituciones a su mando cuando éstas se equivocan y los resultados hablan por sí mismos, dejando mucho que desear. México atraviesa una crisis en materia de derechos humanos y el Estado mexicano está haciendo poco para solucionarla.
Lo que más molesta del discurso del presidente es su cinismo, sus dichos denotan una total indiferencia y un total distanciamiento de la realidad. ¿En manos de quién estamos?
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