Cerca del Zócalo de la hoy Ciudad de México se localiza la esquina de Moneda y Lic. Francisco Primo de Verdad y Ramos, en dicho lugar estuvo la casona arzobispal y en pretéritos años se le nombro Cerrada de Santa Teresa La Antigua.
Bajo la dinastía del sobrino nieto de Carlos III de nombre Felipe V, rey de España de 1683-1746 quién tuvo bajo su potestad al virrey de la Nueva España y arzobispo Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta, el cual fungió como tal de marzo de 1734 al mes de agosto de 1740.
Fue el sevillano Jerónimo de Balbas, quien dio por terminado la reconstrucción de la casona arzobispal, sus campanas instaladas resistieron el roer de los siglos, todavía se recuerdan los arcos los que descendían en línea recta al penetrar a dicho palacio, habían amplios corredores, enormes bodegas, cuadras para potros rosillos, aposentos para tertulias, había vasos con figuras de cuerno, rebosantes de frutas y flores llamados cornucopias, que simbolizaban la abundancia, existían alfombras de Flandes tejidas de lana que cubrían el suelo, cortinas de tafeta de color amarillo, otras de carmesí, cuya tela era de seda, las sillas eran de nogal, madera cortada de árboles con tronco robusto con la copa redondeada cuya altura alcanzaba los 15 metros, los cojinetes abullonados eran de terciopelo rojo, la cama de madera de avellano, con columnas a torno pintadas con oro pimiento y plata, amplias colchas de flecadura con alamares de igual color y rodapié de chaquira, cuyas cuentas de metal quedaban ensartadas, el colchón de crin, con sus filamentos flexibles y elásticos, obtenidas de las hojas de esparto provenientes de la planta gramínea, de ella se empleaban por ser duras, el fundetón grande con travesero bordado a punto de cruz, las sábanas de Ruan, la fresada de Castilla, la sobrecama de paño esmeraldado, el aguamanil decorado y a un lado los juboncillos, la toalla de cabritilla adobada, cuya piel ya curtida procedía de animal pequeño, en ella estaba estampado el escudo de Córdova.
Los armarios encancetonados, la ropa colocada en cofres flejados, al abrirlos guardaban los olores del romero y tomillo, las cajuelas con cerraduras y llaves, las sayas de terciopelo negro semejante a las basquiñas, dichas vestiduras eran túnicas que llegaban hasta los talones, los capillejos eran gorras o redes que usaban para abrigar la cabeza, los calcetines eran de seda de Toledo, los puños deshilados, las tocas de lino, los guantes de piel agamuzados, los calzones boloñeses eran de jergueta, las gorgueras apañaladas, las camisas de Malinas, los zapatos de Córdoba, los sombreretes de fieltro.
Los taburetes eran de Vitela, hechos de pergamino muy fino, fabricados con piel de animales jóvenes, las polainas de cordoncillo, las malaquitas de Tolimán y un Cristo con su peana de carey colocado arriba de una tarima destacando sus tres clavos de plata con la sarta de los sufrimientos sometidos al Hijo del Creador y en el filete superior de su túnica una sortija de oro azulada y en la base una jícara de azulejo de talavera, en donde depositaban rosarios y las intenciones de los penitentes.
También existían azófares con aleación de cobre y zinc, almireces de metal, calderetas para el guiso de pescado al que agregaban cebolla, aceite y vinagre o el guisado de un cordero o de un cabrito, había perolallos que eran vasijas de metal semiesféricas que servían para cocer diferentes alimentos, los tinajeros que eran vasijas grandes de barro cocido, más anchas por la mitad que por el fondo y por la boca tenían un aro sirviendo para depositar agua, aceite u otros líquidos.
Hubo atriles grandes llamados facistoles, les decían ruceles a las personas que tenían su cabello de color pardo o claro o blanquecino o entre canoso.
Los tederos eran soportes de hierro para las teas, o sean, las antorchas de madera impregnadas de resina, las cuales ardían con facilidad, siendo útiles al iluminar los pasillos.
Los ebaneros procedían de un árbol del tronco grueso, cuya madera era maciza de color negro y en el centro de color blanquecino.
Existían los clavicordios que fueron los antiguos instrumentos de cuerda de alambre con teclado semejante a los actuales pianos de cola.
Las vihuelas eran instrumentos musicales de cinco, seis o siete dobles cuerdas, antecedentes de la guitarra.
Las damas usaban en sus orejas los zarcillos que actualmente son los pendientes o aretes. Las gorgueras eran adornos que utilizaban las damas en el cuello.
Se decían tocas a lo agrio, áspero o desabrido, los facistoles eran atriles grandes, el alfajor era la pasta de harina de yuca con piña y jengibre, para degustar rosquillas de alajú, le decían tinajero al líquido que llena una vasija.
La palabra anaquelada se usaba al poner tablas horizontalmente en los muros y armarios principalmente en amplias bibliotecas.
Lamentablemente, durante el período del Virrey Juan Antonio Vizarrón y Eguiarreta, sucedió una catástrofe que estremeció a la Nueva España, por una epidemia llamada matlazáhuatl, la cual mató a casi 40 mil personas en la Ciudad de México y 200 mil en el resto del país.
En 1735 se incrementó la extracción de oro y plata enviándose a España cientos de barras y gracias a esa aportación se logró la reconstrucción del Palacio Real de Madrid, y gracias a esa aportación se sufragó la guerra contra Austria.
En 1740 se inició la construcción del templo en el Cerro del Tepeyac a fin de venerar a la Santísima Virgen de Guadalupe.
Tras de entregar el arzobispo Juan Antonio de Vizarrón y Eguiarreta el mando a su sucesor Pedro de Castro Figueroa y Salazar, Duque de la Conquista, el arzobispo Juan Antonio de Vizarrón continuó en el Arzobispado de la Nueva España, falleciendo a los 89 años en el año 1747.
Si es de reconocer los grandes éxitos que tuvo el Virrey Juan Antonio de Vizarrón, en el combate de gavilleros y asaltantes rurales, cosa que los actuales gobernantes de la República Mexicana no han podido solucionar la violencia existente, destacando los asaltantes quienes desvalijan a los ciudadanos cuando viajan en transportes públicos, los constantes asaltos en las calles, el hurto en los hogares, el despojo a los cuentahabientes que retiran dinero de las instituciones bancarias y de los cajeros automáticos, el saqueo a los centros comerciales, el robo de automóviles con lujo de violencia, el despojo a los pasajeros que utilizan el servicio de autobuses que circulan por las carreteras y no se diga de los secuestros, en fin que es un problema de inseguridad, ya que, la cifra de homicidios dolosos registrados en la República Mexicana durante el primer trimestre del presente año 2017 alcanzó la suma de 5,775 denuncias por homicidio intencional.
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