De no creerse, las insensibles declaraciones del secretario de Comunicaciones y Transporte Gerardo Ruiz Esparza, en torno a la muerte de dos personas por asfixia, padre e hijo, en la carretera que va de la Ciudad de México a Cuernavaca. Al expresar que la indemnización a la que tienen derecho, la familia de las dos víctimas, se les va a dar por el «mal rato».
La tragedia sobrevino luego que el auto en el que circulaban por dicha carretera quedó enterrado al abrirse una enorme cavidad, provocada, sí, por las fuertes lluvias en la zona, pero sobre todo, por la mala calidad de la construcción de dicha vialidad, llamada «paso exprés».
Dicha obra fue inaugurada hace apenas cuatro meses, y ya acumulaba, antes del accidente que les costó la vida a dos personas, una larga lista de irregularidades y denuncias por la mala planeación y construcción de la carretera. Los usuarios y residentes de la zona habían ya denunciado, el riesgo inminente que se corría al circular por la vialidad, que dicho sea de paso fue alabada y presumida por Gerardo Ruiz Esparza y por el mismísimo presidente, Enrique Peña Nieto.
Son verdaderamente inaceptables e indignantes las palabras del secretario Ruiz Esparza, que primero, se ufanó por Twitter, que luego de ocho horas de labores de rescate, se haya logrado sacar de la enorme grieta en la carretera, el jetta enterrado, sí lo sacaron, pero con dos cuerpos dentro de él, que dicho sea de paso estuvieron vivas entre 90 y 120 minutos, tiempo en el que tuvieron oportunidad de hacer llamadas a su familia. Finalmente fallecieron.
Luego declara, palabras más, palabras menos, que la indemnización que se le otorgará a la familia de las víctimas es por el «mal rato», sobretodo también, porque algunos de los trámites que se tienen que hacer en estos casos, pueden ser bastante cansados y pues ellos, el gobierno federal, ayudan intercediendo para que el «mal rato» sea lo menos engorroso posible.
Bravo, el Gobierno Federal está haciendo su trabajo. Somos nosotros los ciudadanos, los malpensados, que no le aplaudimos a Peña Nieto, que no vemos la bonanza en la que vivimos, que la crisis «está en nuestra cabeza». Que debemos ser comprensivos con Murillo Karam, porque está «cansado», cansado de explicarnos que no hay más verdad, que la «histórica» del caso Ayotzinapa.
Y así un rosario interminable de declaraciones insensibles por parte de los funcionarios federales, que demuestran que nuestros gobernantes están más preocupados por ellos mismos y conservar el gran negocio en que se ha convertido gobernar este país, que al cabo que no trae ninguna consecuencia negativa sobre ellos.
Y todo esto acurre ante la mirada pasiva de la ciudadanía.
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