Ciudad Juárez tendría unos 500 mil habitantes, y el único vuelo matutino que llegaba de la Ciudad de México era cubierto por la prensa local. Yo reportaba para Correo, y ni mi jefe de información había advertido de su llegada. El senador venía en su calidad de museógrafo; al avistarlo entre el pasaje, solo, cargando una pequeña maleta, me lancé decidido. Lo recuerdo alto, por lo menos un metro ochenta, ya sin las vanidades juveniles, lucía la calva rasurada. Vestía un saco sport en tonos marrón y un suéter de cuello de tortuga café. No sabía en ese momento que era museógrafo y senador; solo vi al poeta Carlos Pellicer. A sus casi ochenta años, lucía erguido y juvenil.
La noticia que traía era que venía a supervisar las obras del Museo de Arqueología e Historia de El Chamizal, diseñado por él e inspirado en el de “La Venta” en Huimanguillo, Tabasco, su estado natal, también de su autoría como museógrafo. Serio, parco, me dio la información estrictamente necesaria y se acabó. Pero aquel pequeño aeropuerto se vaciaba rápido, y nos quedamos solos luego de la breve entrevista.
Vi la oportunidad:
—¿Alguien viene a recogerlo, don Carlos?
—Eso pensé, pero no ha llegado nadie.
—Si gusta, lo llevo a donde usted quiera.
—Voy al hotel Holiday Inn.
Escribo así el diálogo porque tengo permiso de Gabriel García Márquez, quien afirmaba: “La vida no es lo que uno vivió, sino la que recuerda y cómo la recuerda para contarla”.
Del aeropuerto al hotel del Pronaf platicamos un poco más. No lo recuerdo locuaz, pero me dio más información y detalles sobre su visita, que sería breve. Sabiendo que no tenía transporte, me ofrecí como su chofer para llevarlo; en realidad, el fotógrafo Jorge López era el dueño del automóvil y era quien conducía. Lo llevamos al hotel y, tras una breve espera, solo para dejar el maletín, salió y nos fuimos a El Chamizal. Nadie había anunciado la obra, así que era una noticia exclusiva.
Fue fácil llegar al terreno donde hoy se levanta el Museo de Arqueología. Aunque el parque aún estaba en obra, de hecho, donde hoy se levanta el museo no había nada de nada. Estaban removiendo la tierra, y recuerdo un montículo que elevaban con una excavadora. Después, ahí pude ver una de las cabezas colosales olmecas. La tierra la sacaban de lo que fue un lago artificial hoy arruinado.
Habló con los encargados de la obra y me permitió seguirlo y escucharlos. Ahí, luego de 30 ó 40 minutos, me dio las gracias. Su regreso al hotel estaba resuelto, y él todavía tenía que ver en el sitio que los planos se respetaran. Tras ese breve encuentro, me interesé por su faceta de museógrafo, que desconocía, como muchas cosas a mis 20 años. Recupero una de sus declaraciones como museógrafo: «…cuando hago un museo, y los he hecho siempre solo; todos los errores son míos, y si hay aciertos también son míos. Estoy más cerca de la lógica y el orden a través del tacto moviendo o movilizando objetos que manejando las palabras. Para mí, hombre confundido con la tierra, las palabras son demasiado volátiles: se me escapan de las manos. En la organización de museos es donde me encuentro con menos obstáculos, con mayor posibilidad de ejercer, de establecer el orden».
Algo más: Pedro Ramírez Vázquez fue su estudiante en secundaria y recuerda: “No hablaba de Grecia como una sucesión de fechas y héroes, sino que se refería a la vida cotidiana de las personas”. El Museo Nacional de Antropología e Historia tiene la mano de Pellicer, ya que su exalumno lo consultaba.
¿Cuánto gana un senador…?
Años después supe por Raymundo Romero cómo fue que se le convenció para que aceptara ser candidato a senador por Tabasco, postulado por el PRI. El presidente saliente Luis Echeverría quería figuras sobresalientes en el Senado y envió a cercanos a invitar al poeta a ser candidato.
—Nos recibió vestido con un caftán oriental y nos escuchaba con poco interés, mientras regaba las plantas de un solárium muy agradable.
Don Carlos Pellicer, quien había probado las hieles de la política como vasconcelista — fue secretario de José Vasconcelos—, no mostraba entusiasmo y ni siquiera los invitó a sentarse. Platicaban y trataban de convencerlo mientras él alimentaba sus macetas, y los enviados de Echeverría lo seguían. El poeta, casi ausente, los escuchaba mientras atendía sus plantas.
De repente, el poeta hizo una pregunta:
—¿Cuánto gana un senador?
Ahí se acabaron las dudas. Ganó por mayoría la senaduría, la cual solo ocupó por seis meses, ya que la muerte lo alcanzó justo un mes después de haber cumplido los 80 años. No pudo ver terminado el Museo de Arqueología e Historia de El Chamizal, visitado por él solo unos meses antes.
“El poeta de América”
Cuando la poeta Gabriela Mistral estuvo en México, conoció a Carlos Pellicer, a quien nombró “El poeta de América”. Pero, por encima del rango que le da la Premio Nobel de Literatura chilena, Pellicer Cámara es, sin lugar a dudas, el poeta de los tabasqueños. Es una figura importante en su tierra, donde hay museos, calles, escuelas y monumentos en su honor. Fue su poesía la que escogió el ahora senador Adán Augusto López para leer a la entonces diputada juarense Andrea Chávez. Así lo cuenta la periodista Lourdes Mendoza:
“Adán Augusto realizó un viaje en jet privado y ordenó a los pilotos mantener cierto patrón aéreo para ver la luna llena, mientras le leía poemas de amor de Carlos Pellicer a la diputada Andrea Chávez”.
El hecho tuvo amplia cobertura periodística en septiembre de 2023, aunque eran eventos del 8 de noviembre de 2022. Viajaban en un jet privado de la Fuerza Aérea Mexicana de Chihuahua a Guadalajara, a un evento con el gobernador de Jalisco. El sobrevuelo poético provocó que el secretario de Gobernación llegara una hora tarde, porque Adán Augusto leía poesía de Carlos Pellicer a la joven chihuahuense, mientras tomaba vino en compañía de otros cuatro diputados federales. Me llega a la mente una línea de la poesía amorosa del tabasqueño:
«¿Qué se cree esa puerta que no me deja estar a solas con tus besos?»