El petróleo así como el control de territorio (y la riqueza que hay en él claro está) suelen ser los motivos por los que las sociedades se van a la guerra. Tal vez no sea así en los siguientes cinco o diez años, pues el agua, ese líquido fundamental para nuestro estilo de vida, puede convertirse en lo más apreciado por su acelerado agotamiento (considerando que sólo alrededor de 2.5{1735f8c4d45cf8a7c22ecbf90211e3be8db77eaf7294ee842f16f03e71870070} del agua en el mundo es dulce), acentuado aún más por los efectos del cambio climático.
Habrá quien piense que es una falacia todo el asunto del calentamiento global. Que se lo digan a los habitantes de la turística Ciudad del Cabo. La segunda ciudad más poblada de Sudáfrica, con cuatro millones de habitantes, está pasado por una auténtica crisis de abastecimiento de agua. En este momento, la distribución por persona es de 50 litros por día (cantidad cercana de la que gasta una carga de lavadora). Con estos 50 litros actuales tienen que asearse y jalar la cadena una vez al día. Y las proyecciones más pesimistas dicen que podría ¡reducirse a la mitad!, es decir, 25 litros diarios.
Por si fuera poco, la alcaldía de Ciudad del Cabo ha establecido el «Día Cero», que es una fecha límite que con el esfuerzo de la población se ha desplazado del 12 de abril al 11 de mayo (del año en curso por supuesto). Este día se ha presumido, es el momento del «punto sin retorno» en el que se le dará cierre a la distribución pública del vital líquido. Este alarmismo ha surtido un efecto palpable pues la población se ha adaptado a este nivel de gasto de agua y al momento de escribir estas líneas se habla de un aplazamiento del «Día Cero» hasta junio. Estos aplazamientos no son victorias vacías, pues se espera que la siguiente temporada de lluvias reabastezca las reservas de esta ciudad que, geográficamente hablando, tiene que luchar contra la falta de este elemento.
Todo en el supuesto de que el clima pueda revertir un poco la situación, de lo cual no hay garantía pues se le adjudica al fenómeno climático de «El Niño» ser el responsable de modificar radicalmente la cantidad de precipitaciones. En este contexto, los modelos para proyectar la profundidad de la crisis han sido rebasados y no hay razones para creer que esta tendencia no se vuelva permanente.
La decisión de la alcaldía de plantar el «Día Cero» en la cabeza de los habitantes de esta ciudad ha cambiado el comportamiento de millones respecto al uso que hacen del agua. Una cuenta regresiva que acaba en una catástrofe medio ambiental tiene más impacto mediático y en las personas, aunque como era de esperar los habitantes de Ciudad del Cabo intentan hacerse de una reserva de agua para «prepararse» para el «Día Cero», por lo que optar por una estrategia de esta naturaleza no evita el consumo «excesivo» (palaba que evidentemente tiene que cambiar de dimensión).
No podemos ser ingenuos y pensar que todo es responsabilidad de la mayoría de la población. Ciertamente el grueso del consumo se va en el gasto residencial, pero en este contexto de desastre ecológico los diversos sectores económicos, especialmente el minero y el manufacturero. ¿Es comparable el nivel de consumo y contaminación que se hace en un hogar con el que se hace en un proceso de «fracking»? Como sociedad podemos adaptarnos todo lo que sea necesario y usar sólo 25 litros diarios cuando sea necesario (porque esa es la tendencia), pero ¿qué importancia puede tener cada litro ahorrado por persona cuando las corporaciones se apropian de todo manto acuífero posible, secándolos sin el menor reparo y contaminándolo hasta volverlo insostenible?
En México el agua siempre ha sido y parece que siempre será un problema por su distribución desigual y por la contaminación impune que se hacen de lagos y ríos. Pero como en nuestro estilo de vida capitalista, «todo» no es suficiente, la privatización hará aparecer dueños de estos mantos a las empresas por medio de concesiones que les permita hacer prácticamente lo que sea. La Ley Pichardo, que resulta ser aún peor que la congelada Ley Korenfeld de 2015 (congelada más por el escándalo que rodeó a su promotor David Korenfeld que por una defensa justa de lo que atacaba).
Esta legislación, traída a la mesa por el diputado del PRI (vaya sorpresa) José Ignacio Pichardo Lechuga por el Estado de México, es una versión «mejorada» de la Korenfeld. El riesgo es que esta ley pase por el mismo tratamiento que el de la Ley de Seguridad Interior y se aprueba un chasquido. La iniciativa «Agua para todos» que es una ley construida desde la sociedad civil ha sido tan ignorada como lo fueron las organizaciones empresarias, de civiles, académicos y demás grupos de interés que se presume fueron convocados para debatir el contenido de la iniciativa de Pichardo. Se habla de pura simulación en esta «consulta» ciudadana.
Con la Ley Pichardo las concesiones empresas como Abengoa o Grupo Higa (según lo que ha publicado Sin Embargo) podrán hacer lo que quieran, con todas las acumulaciones de agua dulce que requieran (o que puedan tener), por lapso de décadas o prácticamente de forma permanente. En esta ley no hay moderación en ningún sentido: aumento de tarifas, contaminación de mantos, agotamiento de mantos sin ninguna reglamentación para su control o de consecuencias legales por el impacto que haga a nivel medio ambiente, económico o humano. El epítome de las flamantes reformas energéticas del actual presidente está justo frente a nosotros. El agua puede convertirse en un bien privado pues el mismo problema sucede en otras partes ¿Quién más agotó el agua de Ciudad del Cabo?
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