Investigación y texto de José Luis Muñoz Pérez
A mi nieta Julia, que nació el día que comencé a escribir esta efeméride. Algún día se escribirá la de ella.
Todos sabemos que el nombre de nuestro continente es en honor a Américo Vespucio, aunque no sea quien lo descubrió a los ojos de la Europa del Siglo XV. Pero no a todos es claro por qué, quién, cuándo y cómo se eligió y acuñó el nombre de América.
No fue nada simple. Al contrario, es un enredo fenomenal que aquí vamos a simplificar pormenorizadamente, en ocasión de que un día como hoy 9 de marzo, hace 571 años, Américo Vespucio nació en Florencia, en el seno de una familia medianamente acomodada al amparo del poderoso clan Medici.

Corría pues el año de 1454, una fecha enmarcada entre 2 acontecimientos de gran relevancia histórica: En 1453, específicamente el 29 de mayo, las multicentenarias murallas de la milenaria ciudad de Constantinopla cedieron ante el acoso de un chamaco de 21 años, el otomano Mehmed II y el rugir de sus cañones, los más grandes creados hasta entonces, provocando un vuelco formidable en las condiciones del comercio internacional, al trascender en un bloqueo de lo que hoy conocemos como las rutas de la seda, en plural, pues no una sola, que lo eran también de las especias, las perlas y otras piedras preciosas, y de valiosas mercancías procedentes del oriente. En su época de vigencia nunca se les llamó así. Fue el geógrafo alemán Ferdinand von Richthofen quien las bautizó con esa designación en su libro Viejas y nuevas aproximaciones a la ruta de la Seda de 1877. Era una red de caminos que conectaba a China, Japón, Corea y las islas del área, además de la India y el Océano Indico con el mundo mediterráneo atravesando Asia. Una gran incongruencia, pues es más fácil, rápido y barato llegar por mar; precisamente lo que aún no se sabía. Funcionaron desde el siglo II a. C. hasta la caída de Constantinopla.

Constantinopla era paso estratégico obligado entre Asia y Europa a través del Bósforo, que al caer en manos otomanas y cambiar al nombre de Estambul marcó el golpe letal a los vestigios del Imperio Romano de Oriente, que sobrevivía entre penas y estertores casi mil años más a su gemelo de occidente.
Tuvo esa conquista enormes implicaciones geopolíticas y económicas con impacto en tres continentes, Asia, Europa y África, pues obligó a todos los jugadores en aquel tablero “universal” a redefinir sus posiciones ante la presencia de un joven imperio que surgía vigorosamente con indubitables ímpetus expansionistas. El Imperio Turco-Otomano había llegado al mapa mundial para quedarse destacadamente en él durante casi 5 siglos
Y en 1455 el gran artesano Johannes Gensfleisch zur Laden zum Gutenberg editaría el primer libro de la historia fabricado en serie, en su flamante imprenta de tipos móviles, instalada en Maguncia, poniendo al alcance de la humanidad un magnífico y revolucionario instrumento de comunicación que haría de la entonces inasequible Biblia el libro más famoso y vendido de la historia de la humanidad.

Esa dificultad y esa facilidad sucedidas en torno al nacimiento de Américo Vespucio cambiaron el mundo. Dos acontecimientos que, por supuesto, él no eligió, igual que tampoco muchos otros que decidieron su insólito lugar en la historia.
La caída de Constantinopla -como se le conoce históricamente- obligó a los europeos a buscar nuevas rutas para llegar a “la especiería”, las islas asiáticas llamadas Molucas en indonesio hispanizado, de donde surgían pimienta, canela, cardamomo, jengibre, clavo, sándalo, incienso, nuez moscada, alcanfor y decenas de plantas aromáticas demandadas en toda Europa, principalmente para fines culinarios. Los musulmanes otomanos bloquearon el tráfico comercial entre Asía y Europa o le aplicaron aranceles estratosféricos. El efecto irrumpió trágica y desagradablemente en la mesa de los europeos, invadiéndola de fétidos aromas y sabores putrefactos, con sus carnes sin especias.
Con frecuencia aún se cree que el intenso uso de las especias en la cocina Europea del medioevo y el renacimiento era una alta sofisticación gastronómica, un lujo que rayaba en lo excesivo al grado de ser motivación prioritaria en tiempos que no eran precisamente de abundante riqueza generalizada, hasta que se cae en cuenta que entenderlo así es un gran error. No es difícil descifrar lo cierto. Pensemos en un mundo en el que no había frigoríficos ni se podía fabricar el hielo. Los alimentos, sobre todo los cárnicos, se descomponían en cuestión de pocos días, dependiendo del clima. En los países mediterráneos durante el verano una perdiz comenzaba a oler mal en 30 horas. Las especias servían ante todo para disfrazar sabor y aroma de carnes en vías de putrefacción que llenaban las mesas, aun las más ricas, pues comer carne fresca era un lujo de excepción. Fue famoso el dicho “saborear la perdiz, cubriéndose la nariz”. Eufemísticamente se decía que servían para “conservar” las carnes, pero no es, ni era ni será lo mismo perfumar que conservar. Las especias aromatizan y saborizan, pero no conservan. De manera que sólo ocultaban los efectos de la descomposición. Más que suficiente, o peor es nada, de ahí su función tan demandada. Sin especias todo sabía a rayos.

Y como no hay nada más costoso que lo escaso y anhelado, las especias se convirtieron en la mercancía más valiosa de aquel tiempo. El clavo llegó a cotizarse dos veces más caro que el oro. La canela y la pimienta, tanto como la mitad.
En pos de ellas, las principales potencias europeas de la época, Portugal y España, emprendieron las mayores travesías navieras de la historia y expandieron de manera exponencial su economía, dando origen a lo que podemos llamar La Primera Globalización.

Enredados en competencia requirieron los reinos primos la intervención del Papa Borgia, Alexandro VI, también peninsular, para dividirse un mundo aun por descubrir y ponerle fronteras en alta mar. Le llamaron Tratado de Tordesillas y se firmó el 7 de junio de 1494. Consistió en una partición sur y norte y oriente y occidente en el Atlántico y las tierras que se encontraran para uno y otro. La línea de demarcación corría de polo a polo, a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde.
Mientras tanto, en 1450 Gutenberg inició un proceso que completó el 23 de febrero de 1455: la edición de la Biblia Vulgata, una versión traducida al latín por San Jerónimo con la ayuda de Santa Paula en el siglo IV, procedente de los libros en hebreo conservados en el canon judío y del texto griego de los deuterocanónicos. La Vulgata (divulgada) se convirtió en la versión estándar de la Biblia en latín en Occidente. A esta edición se le conoce como la Biblia de 42 líneas, por ser impresa en formato de 42 renglones en dos cuerpos por página. De 40.5 por 29.5 centímetros, es más grande que las utilizadas por los frailes del siglo XIII, pero moderada en comparación con las gigantes de los siglos XI y XII en Italia. Se compone de 2 volúmenes, el primero de 324 hojas y el segundo de 319. Es el ícono que simboliza el inicio de la “Edad de la Imprenta”.
Tras su impresión fueron rubricadas e iluminadas a mano por artistas, lo que hace única a cada copia.

Hoy, un ejemplar de aquellos resulta el libro más caro del mundo. Se cotiza alrededor de 65 millones de euros, poco más de 50 mil por cada una de sus 1,282 páginas. Identificadas, sobreviven 21copias completas, de las 180 que constó el tiraje, 135 en papel y 45 en vitela, un tipo de pergamino delgado y duradero de superficie pulida, fabricado con piel de ternera. De éstas sólo quedan 3, encuadernadas en piel blanca de cerdo. Una se exhibe en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos y las otras dos están en la Bibliothèque Nationale de París y en The British Library, de Londres.
Por supuesto, luego vinieron más ediciones, pues la demanda desde cientos de templos, conventos y obispados de toda Europa fue mucho mayor que la esperada.
Antes de Gutenberg los libros se copiaban manuscritos o mediante el método Xilográfico, es decir con planchas de madera esculpidas a pulso con cuchilla, para conseguir que textos y grabados quedaran en relieve.

La imprenta permitió el surgimiento de una industria editorial que rápidamente se popularizó como incalculable fuente de conocimientos e ingresos, pero también de falsedades y engaños. La palabra impresa cobró una gran credibilidad y prestigio.
El destino de Américo Vespucio estaría marcado por esos dos acontecimientos sucedidos en los 2 años que circunscribieron su nacimiento.
¿QUIEN FUE?
Poco se sabe de sus primeras décadas de vida en Florencia. Hijo de Nastagio Vespucci, un notario florentino que documentaba las operaciones de la banca de los Medici en divisas y llegó a canciller de la Signoría; y de Lisa Andrea di Giovanni Mini, con fama de ser una mujer de carácter fuerte. Tuvo dos hermanos mayores, Antonio que estudió leyes y Girolamo, sacerdote. Bernardo, más joven, y una hermana, Agnoletta. Se sabe que más hermanos menores murieron muy pequeños. En el Archivo de Estado de Florencia están conservadas varias noticias relativas a la familia Vespucci, muy conocida en la ciudad

Por fortuna, tuvo también tres tíos, más ilustrados que su padre, que no fue más que un burócrata bien posicionado. Su tío Bartolomé Vespucci era un maestro científico muy apreciado en Pavía. Otro, el fraile dominico Giorgio Antonio Vespucci, abbad del convento de San Marcos, instaló ahí una escuela a la que asistían los hijos de las familias más prominentes de la ciudad.

Tomó bajo su cargo a Américo aportándole estudios de latín, lengua que llegó a dominar lo suficiente para escribir y leer a los clásicos como Aristóteles, Ptolomeo y Estrabón, cuyas obras ya habían sido traducidas. Se cuenta que asistió a la escuela como compañero de Piero Soderini, futuro gonfalonero de Florencia. Algunos de sus biógrafos afirman que tuvo especial predilección por Virgilio y por sus coterráneos Dante, Petrarca y Bocaccio. La escuela del convento gozaba de una nutrida biblioteca que había donado el propio Giorgio, de quien se dice que frecuentaba a Lorenzo El Magnifico, a Giovanni Pico della Mirandola, a Donato Acciaiuoli y a Toscanelli. Tenía amistad con el escritor Luigi Pulci (El Policiano), sus vecinos eran los pintores Verrochio y Sandro Botticelli quien representó a la joven y elegante mujer rubia de la Primavera y la diosa del amor en El nacimiento de Venus, bajo los rasgos de Simonetta Vespucci, la esposa de un primo suyo, Marco Vespucci. También rondaban en el vecindario Miguel Angel Bonarroti y Leonardo Da Vinci. En la capilla de los Vespucci (iglesia de Ognissanti), fue donde Domenico Ghirlandajo representó sobre un fresco a la familia Vespucci, realizado por encargo de Nastagio en 1472, siendo canciller. Esta capilla se convertirá más tarde en la iglesia San Salvatore d’Ognissanti. En este fresco se puede ver en el centro la Virgen de la Misericordia rodeada por los donantes, miembros de la familia que eran: el tío sacerdote Giorgio Vespucci, los hijos de Nastagio, Antonio, Girolamo, Bernardo y el joven Amérigo, a un lado de la Virgen. Por consiguiente, se conoce el semblante de Américo en su juventud, mientras que no se conoce ningún retrato auténtico de Cristóbal Colón a pesar de sus numerosas representaciones. Vivir en Florencia en esa época, la ciudad más próspera y dinámica de Italia y probablemente de Europa, era equivalente a respirar el renacimiento en cada esquina.

También, Américo estudió astronomía, cosmografía y geografía, de manera que un ignorante no era. Aunque quiso asistir a la Universidad de Pisa con el apoyo de su tío, su padre se opuso y lo enfocó a “dedicarse a los negocios”, oficio en el que nunca destacó.


Su otro tío, Guido Antonio Vespucci, fue un hombre cercano a Lorenzo de Medici. Durante la crisis de 1478 en la República Florentina, -cuando la llamada Conjura de los Pazzi, el asesinato de Giuliano de Medici y el atentado contra Lorenzo bajo el auspicio del papa Sixto IV- Guido Antonio fue un importante factor diplomático que logró que Venecia, El Milanesado y Bolonia se cargaran a su favor, la primera con una favorable y aparente neutralidad y el segundo organizando el envío de tropas a Florencia, y Bolonia en franca alianza. Fue entonces Guido enviado a Francia como embajador de Lorenzo ante el rey Luis XI y se hizo acompañar de su sobrino Américo, pues “quiso llevar consigo a una persona de toda su intimidad, capaz de redactar bien los informes, de guardar los secretos, de mirar lo que pasa”. Así lo dice el libro El Embajador del diplomático Germán Arciniegas. Guido Antonio Vespucci logró tener una ayuda y comunicación estrecha con Felipe D Argenton, señor de Commines, embajador del rey francés ante los florentinos, quien, según comunicó, “ha tomado a causa propia la de Lorenzo El Magnífico”. La conjura fracasó, resultando Lorenzo vencedor. Francesco de Pazzi murió ahorcado en el Palacio de la Señoría el 26 de abril de 1478 y los miembros sobrevivientes de la familia fueron desterrados de Florencia. El hijo de Giuliano, nacido el mismo año en que su padre fue asesinado, llegaría a convertirse en el papa Clemente VII. Américo y Guido Antonio regresaron a la capital toscana en 1481. Entonces trabó amistad con Lorenzo di Pierfrancesco de Medici, primo de El Magnífico, quien luego sería su patrón, y a quien dirigiría una trascendente correspondencia. Fue aquel viaje una experiencia que fascino a Américo y le aportó excelente roce en círculos del más alto nivel.

Pero nada sabemos de él en los siguientes lustros.
Entre los primos Medici existía una rivalidad cuyo origen eran desavenencias por problemas de dinero y de prestigio. Para marcar la diferencia, esta rama de la familia se había designado a sí misma como Medici Popolani (populistas o popularistas, un término en toscano para mostrar su afinidad con el pueblo, principalmente con un sentido de simpatía, con referencia a las atribuidas cualidades tradicionales de cordialidad, franqueza y honestidad; ahora completamente desusado). Después de una altercación, esta rivalidad se convirtió en enemistad. Lorenzo el Magnífico expulsó de Florencia a sus primos Pierfrancesco y Giovanni y éstos fueron acogidos por el rey de Francia Carlos VIII.

Guido Antonio jugará nuevamente un papel decisivo en la derrota y ejecución del monje Savonarola en 1498, pero para entonces Américo ya no estará en Florencia. En 1491, a sus 37 años de edad, sin fortuna y sin una carrera digna, salió nuevamente de Florencia enviado a trabajar a Sevilla en la sucursal comercial de Lorenzo Pierfrancesco de Medici, bajo el mando de Juanoto Berardi.
Un año más tarde, en 1492, morirá Lorenzo El Magnifico, los judíos serán expulsados de Castilla y Aragón, el Reino Nazari de Granada, ultimo vestigio de la antigua Al Andalus y de la presencia musulmana en Europa se rendiría a los Reyes Católicos, y Cristóbal Colon realizará su primer viaje en busca de La Especiería, llegando a Bahamas, Guanani, Cuba y Dominicana.
Un año que claramente significó un antes y un después, un parteaguas de la historia y obviamente de lo que llamamos El Descubrimiento de América. También un cambio de vida para Américo, convertido en un oscuro empleado que ayuda a Berardi en el montaje de naves viajeras y en la compraventa de esclavos negros. Ni él ni nadie pudo imaginar que sería un año insignia para su eternización.

Comerciante florentino asentado en España al menos desde 1486, agente de la poderosa familia médicis y con gran influencia en toda Andalucía, Berardi se dedicaba fundamentalmente al comercio de oro y de esclavos africanos, pero siempre atento a cualquier posibilidad de negocio. Anteriormente había conocido a Cristóbal Colón cuando el genovés formaba parte de la casa comercial que los Centurión y los Negro poseían en Lisboa. Interesado en las posibilidades comerciales y financieras delos viajes exploratorios, se convirtió en hombre de confianza y apoderado de Colón, cuando éste se estableció definitivamente en España. Una vez firmadas las capitulaciones del Almirante con los Reyes, Berardi será uno de los valedores económicos de las dos primeras expediciones colombinas, junto con el poderoso judío converso Luis de Santangel. A partir de 1493 ejercerá de factor de Colón ante los Reyes y será él quien despache y reciba carabelas y mercancías en nombre del Almirante.

Por intermedio de Berardi Vespucci y Colón se conocieron. Quizá por primera ocasión se encontraron en Palos, entre junio y agosto de 1492, mientras se organizaba y preparaba el primer viaje de Colón a las indias. Luego, la siguiente vez cuando los Reyes Católicos agasajaron a Cristóbal Colón a su regreso de las islas recién descubiertas. El Almirante había cruzado triunfal la península, de Sevilla a Barcelona, acompañado por un grupo de indios taínos. Durante la ceremonia, Berardi no se encontraba en Cataluña para asistir al evento y saborear el éxito de una expedición que había en parte financiado, pero Amérigo sí, enviado a presentar sus saludos.
Amérigo siguió al servicio de Berardi. Fue encargado de equipar las 17 embarcaciones de la flota que salió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493 al mando de Cristóbal Colón en su segundo viaje. Se ocupó de la preparación del viaje de Bartolomé Colón en abril de 1494 y también «hizo la trata» de los esclavos indios enviados por los dos hermanos. Igualmente se encargó que establecer las cuentas del segundo viaje de Cristóbal Colón cuando regresó en junio de 1496. Años después se volverían a encontrar, como veremos.

En el Archivo de Indias de Sevilla, se encuentra una carta de los Reyes Católicos, fechada del 15 de julio de 1494, dirigida al obispo Juan Rodríguez de Fonseca, avisándole que querían reservar a Juanoto Berardi el papel de contable mayor en lo referente a los negocios de las islas recién descubiertas y anunciándole la confianza que tenían en él: «Nos confiamos que el dicho Juanoto mirará con toda fidelidad las cosas de nuestro servicio»
Las cosas parecían pintar bien para Berardi, y en repercusión de lado para Vespucio, pero se le atravesó la muerte en diciembre de 1495. Américo fue uno de los albaceas de su testamento, por lo cual recibió del Tesorero del Estado la cantidad de 10 mil maravedís. Por cierto en ese testamento Berardi reclamaba 180 mil maravedíes a Colón. Algunos registros nos informan que en enero de 1496 Américo se encontraba en Sanlúcar de Barrameda aprovisionando una flota de cuatro carabelas comprometidas de ser fletadas por el difunto Berardi para llevar suministros a La Española, dominio del Virrey Colón. A los pocos días de partir de Sanlúcar, una tormenta sorprendió a los navíos y los embarrancó en las costas gaditanas.
En su segundo viaje Colón llevó en sus tres galeones y 14 carabelas mil 500 acompañantes muy bien pertrechados, con ánimo de dejar pobladores. Visitó Guadalupe, Monserrat, Antigua, San Cristobal, Puerto Rico, Santa Cruz y Jamaica. Llegó a las “Antillas menores”, la Dominica, el 4 de noviembre del mismo año y posteriormente a Guadalupe. Luego pasó por San Juan de Puerto Rico y llegó a La Española, donde encontró el fortín La Navidad destruido, y exploró la región de Cibao. Muy cerca de allí, en la costa norte, fundó su primera ciudad a la que bautizó con el nombre de “La Isabela”.

En ese viaje lo acompañó Alonso de Ojeda, un recomendado del poderoso Obispo Juán Rodríguez de Fonseca, capellán real y obispo de Badajoz, cada vez más influyente en la corte y entrometido en los asuntos de las expediciones, quien organizó el viaje por encargo del Rey Fernando. También iba entre la multitud el padre de Bartolomé de las Casas. En la provincia de Maguana, Ojeda capturó al cacique local sublevado llamado Caonabó, de manera ingeniosa: concertó una entrevista con él y le ofreció como regalo unos grilletes de latón, instrumento que el cacique jamás había visto. Mostrándoselos, lo inmovilizó, lo subió a su caballo y se lo llevó a Colón. Luego el Almirante fundó la ciudad de Concepción de la Vega en el interior, primera dedicada específicamente a la extracción de oro. El 11 de junio de 1496 regresaron a Cadiz trayendo las primeras muestras del metal precioso de las Indias, que de inmediato envió Colón a los Reyes Católicos, junto con un memorial donde ensalzaba la riqueza de las islas.

Para entonces, es un hecho que Vespucio transitaba desde la muerte de Berardi por una época de años muy malos, pero por razón desconocida no se acercó a Colon.
En 1497, mas al norte, el genovés Giovanni Caboto navegando con bandera inglesa en una pequeña embarcación de 50 toneladas con 18 tripulantes partió de Bristol y llegó a Terranova el 24 de junio, una gran isla de América del Norte, actualmente canadiense. Se preguntó si llegó a China, creyendo que eran las costas asiáticas. Se le considera y festeja como “el Descubridor de Canadá”.
Colón partió de nuevo en 1498 en un tercer viaje, zarpando de Sanlúcar de Barrameda el 30 de mayo. Ya no iba Ojeda, pues él y Colón se habían enemistado. Dos carabelas al mando de Pedro Fernández Coronel, con provisiones y al menos 55 soldados se habían adelantado el 6 de febrero rumbo a La Española. Colón partió con otros ocho navíos: Santa Cruz, Santa Clara, Castilla, Mabel, La Rábida, Santa María de Guía, Gaza y Vaqueña, con una tripulación de 226 personas. En las islas Canarias la flota se dividió en dos. Envió seis barcos directamente a La Española y continuó con tres, dos carabelas y una nao, para atravesar el Atlántico por una ruta más al sur que sus viajes previos, con la idea de llegar a una región que le atraía, dejando La Española al norte.
¿ Iba en busca de tierra firme, suponiendo que sería La India o buscaba un paso hacia el oriente?

El 31 de julio el marino Alonso Pérez avistó tierra , una isla con 3 montañas a la que bautizaron La Trinidad, hoy capital de Trinidad y Tobago. Estaban al noroeste muy próximo de la actual Venezuela. Inmediatamente después observaron que el mar se invadía de agua dulce. El 1 de agosto registran que se encuentran en la desembocadura del rio que en lengua de los otomacos llamaban Orinoco. Enseguida tocó Colón lo que llamó Tierra de Gracia, por la amabilidad de sus pobladores, que describió más blancos que los que había visto previamente. De inicio creyó que era otra isla por ser una esbelta península y quizá confundido por la delta, lugar que la etnia kariña llamaba Macuro, nombre que conserva en el Estado de Sucre, Venezuela.
Pisó Macuro, tierra firme, el 3 de agosto de 1498. Permaneció allí 12 días y entabló buenas relaciones con los indígenas. Ahí probó un “vino” hecho de un cereal desconocido que colectó para llevar maíz por primera vez a Europa.
Una de las cosas que más llamó la atención a Colón fue que el agua dulce siempre vencía en esa costa. Entendió que se trataba de un río caudaloso y dedujo que solamente podía provenir de extensa tierra firme. No era para menos. Estaba en la desembocadura del tercer rio más caudaloso del planeta -después de El Amazonas y de El Congo- con un flujo a boca desembocante promedio de entre 33 mil y 39 mil metros cúbicos por segundo.
Fue la primera vez -que se sepa históricamente- que un europeo piso el continente americano.
Dos hechos remarcables en este acontecimiento:
1.- Cólón seguía, como siguió hasta su muerte, pensando que estaba en Asia.
2.- ¿Por qué continuó de largo sin penetrar en el continente?
Mientras tanto, Américo Vespucio desesperaba en Sevilla sobreviviendo sin ingresos.
Y por su parte, el tenebroso y urdidor obispo Juán Rodríguez de Fonseca intrigaba contra Colón en la corte, envenenando su imagen ante los reyes. Consecuentemente, el 21 de mayo de 1499 Francisco de Bobadilla fue nombrado juez pesquisidor y, sustituyendo a Colón, gobernador de las Indias. Las tenaces quejas contra su administración y la de sus hermanos como gobernantes, la esclavización de los indios, la rebelión del alcalde mayor de La Isabela Francisco Roldán, -a quien De las Casas describe como “escudero y criado de Colón” quien lo había nombrado alcalde, pero que se unió al descontento de los colonos- las acusaciones de traición y enconados ataques de sus enemigos en Castilla, habían prosperado contra Colón y colmado las católicas coronas.
Fonseca era dueño de la situación. Adelantándose, tres días antes, el 18 de mayo- quizá aun sin saber a ciencia cierta que prosperaría la designación de Bobadilla- había partido en plan urgente una expedición ordenada por él para verificar los movimientos y descubrimientos de Colon. A cargo, Fonseca designó a Alonso de Ojeda, ya enemigo de Colon y poseedor por espionaje de las rutas y cartas de navegación que el Almirante llevaba en su tercera expedición.
Aprovechando esta misión, abatido económicamente, con 45 años de edad, sin alternativas laborales y sin ninguna experiencia de navegación, consiguió Américo Vespucio un lugar a bordo, sin cargo alguno ni función en específico. Fue su primer viaje marítimo. Ciertamente, como debemos recordar, casi 30 años antes, en su juventud, había cursado algunos estudios de geografía, astronomía, y cosmografía, que no sabemos si de algo le sirvieron.

También viajó en esa ocasión, como segundo de a bordo con cargo de Piloto Mayor, el destacado y brillante cartógrafo Juan de la Cosa, que había participado en los dos primeros viajes de Colón. Sería, como siempre, de gran y asertiva utilidad.
Bobadilla arribó a Santo Domingo el 23 de agosto de 1500. Cristóbal Colón estaba en La Vega y en la ciudad se hallaba su hermano Diego, quien rehusó obedecer a Bobadilla por considerar superior la autoridad del Almirante. Dos días después, el gobernador leyó su nombramiento real y tomó posesión de su mando, con gran satisfacción de los enemigos de los Colón, conquistando plena adhesión al hacer pública su decisión de pagar los sueldos atrasados. Se apoderó de la fortaleza, se hizo cargo de los presos y se incautó todos los bienes de los hermanos Colón, a la par que favorecía a sus enemigos. Comenzó una pesquisa contra el Almirante y recogió todas las quejas contra él. Sin escucharle, apresó a Diego y, encadenado, lo envió en una carabela hacia España. Cuando en septiembre de 1500 Cristóbal llegó a Santo Domingo, Bobadilla, sin más consideraciones, lo atrapó con grilletes y lo encerró en la fortaleza, haciendo lo mismo con Bartolomé.

A comienzos de octubre, las carabelas zarparon hacia España llevando en su interior presos y encadenados a Cristóbal y a Bartolomé, con la orden de Bobadilla de que fueran entregados a Fonseca. Al parecer los Reyes Católicos manifestaron pesar por el atropello y ordenaron que los Colon fueran puestos en libertad cuando llegaron a España. Pero Cristóbal debió renunciar a sus cargos como Almirante de la Mar Océano y de Virrey de todas las tierras descubiertas para obtener el indulto de la reina, y el episodio puso fin al monopolio del que gozaba como único autorizado para realizar las navegaciones exploratorias a ”las Indias”.
A partir de entonces se autorizaron numerosos viajes para conocer y conseguir riquezas de las nuevas tierras, a lo que el obispo ya se había anticipado.
Con la información que tenía, Ojeda decidió seguir una vía parecida a la trazada por Colón en su tercer viaje, aunque más próxima a la línea ecuatorial. Según los estudios más serios Vespucio sólo jugó el papel de “pasajero”. A los veinticinco días de abandonar las Canarias avistaron el continente americano, más al sudeste de donde lo había hecho Colón, frente a las Guayanas, procediendo a costear la tierra firme pasando por el extenso delta del Orinoco y llegar después al Golfo de Paria, dejando por estribor la isla de Trinidad. Seguían pues los recientes pasos de Colón.
Fue ahí donde pisaron tierra continental, convirtiéndose en los segundos europeos en hacerlo, dato relevante que pronto veremos cómo influyó en la posteridad.

Dice la Revista de Historia en su edición de septiembre de 2019 que “Después de mantener relaciones pacíficas con los indígenas de las riberas, siguieron hacia poniente de la tierra firme, se metieron por las Bocas del Dragón, entre aquella isla y la península de Paria, navegaron a largo de la costa continental y se detuvieron en la isla la Margarita, cuyo interior reconocieron, para hacerlo más tarde en Chichiriviche, al sur de la isla de Bonaire y no lejos del actual Puerto Cabello, donde sostuvieron escaramuzas con los naturales. Pasaron también a la isla de Curaçao, que bautizaron de los Gigantes, y hacia el 9 de agosto, navegando entre la isla de Aruba y la península de Paraguaná, (Tierra de Gracia) hallaron un hermoso golfo en cuya ribera occidental llamó la atención de los españoles un poblado palafítico.” Es decir de viviendas construidas sobre pilotes de madera hincados bajo el agua de un estero. Es Paraguaná la región de tierra firme más adentrada de Venezuela en el Caribe. Su nombre significa «conuco entre el mar». Esto motivó que hicieran remembranza de Venecia: “encontramos una grandísima población que tenía sus casas construidas en el mar como Venecia, con mucho arte”, cuenta Américo. Esto originó que en su mapamundi, el primero de la historia con una representación del “nuevo continente” Juan de la Cosa bautizara la región como Venezuela.

Hay quienes atribuyen sin ninguna base la imposición de dicho nombre a Américo Vespucio, pero no hay nada que así lo sugiera, pues ya vimos la lacónica referencia que hace sobre el tema, que no vuelve a mencionar. Tampoco se sabe que alguna vez visitara Venecia.
La expedición no tuvo mayor éxito ni generó utilidades pecuniarias, pero quizá obtuvo información que le interesaba al obispo.
En cuanto a Vespucio, regresó enfermo pero con 14 perlas, cuya venta le reportó más de 1000 ducados, que fueron un alivio para la condición en la que partió. No debieron sus jefes percibir mucha utilidad de sus servicios, puesto que no le llamaron más a otra expedición.

También en 1499 el portugués Vasco de Gama regresó de la India rodeando África. Es el viaje más largo de la historia hasta entonces y el primero en llegar a esa región de oriente. Portugal tomó la delantera en esa carrera y el rey mandó acuñar una moneda conmemorativa.
El 22 de abril de 1500 Pedro Álvares Cabral llega al actual Brasil. Fue la primera expedición portuguesa en llegar a ese país, que luego fue su mayor fuente de riqueza y sede del imperio.
Vicente Yáñez Pinzón, un antiguo compañero de Colón, había recorrido la costa brasileña tres meses antes con bandera española, pero fuera de la jurisdicción del Tratado de Tordesillas.
El siguiente viaje de Vespucio fue en 1501, pero ahora patrocinado por el Rey de Portugal Manuel I, conocido como El Afortunado.

Como con Ojeda Vespucio alcanzó las costas de Brasil, una zona que ya se encontraba en territorios de la corona portuguesa según el Tratado, Manuel I ordenó reclutarlo. Le propuso formar parte, en calidad de astrónomo, de una expedición destinada a explorar con mayor detalle, rodear la costa de lo que hoy sabemos es Sudamérica, buscar más al sur un paso y llegar a las islas de la especiaría y a la India. Aunque Vasco de Gamma ya lo había logrado, se pensó que la ruta por occidente sería más corta. La flota quedó al mando de Gonzalo Cohelo, también florentino, al servicio de la corona portuguesa desde años atrás. Partió de Lisboa en mayo de 1501. Vespucio iba ya no como simple pasajero, sino como guía, además de astrónomo. El 17 de agosto la expedición arribó a la costa brasileña, alrededor de los 5° Sur. Continuó descendiendo y llegaron a la bahía que los aborígenes llamaban Guanabara (23° S) en el día de Año Nuevo de 1502, nombrándola «Río de Janeiro». Navegaron dos grados más al sur (hasta la moderna Cananéia) antes de dejar el actual Brasil el 13 de febrero de 1502. Bajaron hasta el Rio de la Plata y de ahí hasta La Patagonia. El viaje resulto más largo de lo que habían imaginado y cuando llegaron a aguas demasiado frías decidieron retornar sin cumplir su misión.
“Verdad es que cuando fuimos a la altura de 50 grados estábamos en el mar y no en tierra, porque cuando nos apartamos de la tierra no estábamos a mayor altura que 32 grados y luego tanto navegamos por el viento siroco que fuimos a la dicha altura de 50 grados y sin tierra aunque juzgábamos estar cerca de tierra por muchas señales que veíamos que fueron infinitos pájaros de diversas clases y muchos maderos en el mar; señales ciertísimas, pero, porque el mar estaba tormentoso y frío y teníamos navíos muy separados y a la gente muy cansada, acordamos no ir a descubrir y dar vuelta atrás para Portugal…”
Tal propósito, encontrar el paso a oriente, como todos sabemos, no sería logrado hasta el viaje de Magallanes-El Cabo que culminó el 6 de septiembre de 1522.
Sólo una de las tres carabelas regresó a Lisboa el 7 de septiembre.
Ese fue el viaje que convenció a Vespucio de que aquella nueva tierra no era la India y que resultaba demasiado grande para ser una isla.
Aquello necesariamente era un nuevo continente. Por eso lo llamó Nuevo Mundo, detalle que sería factor determinante para obtener celebridad y descubrir la primicia para Europa.

«Llegamos a una tierra nueva que encontramos ser tierra firme […] .Llegué a la parte de las Antípodas, que por mi navegación es la cuarta parte del mundo […]. Supimos que aquella tierra no era isla, sino continente, porque se extiende en larguísimas playas que no la circundan y está llena de innumerables habitantes […]. Yo he descubierto el continente habitado por más multitud de pueblos y animales que nuestra Europa, o Asia o la misma África, y he hallado que el aire es más templado y ameno que en otras regiones por nosotros conocidas […]. De este continente, una parte está en la zona tórrida, más allá de la línea equinoccial hacia el polo antártico».
En cuanto a la misión encomendada por el rey, la expedición como vimos, no fue exitosa ni dejó dividendos a su patrocinador.
Deja claro porque no se detuvieron a explorar tierra adentro cuando Américo escribió: “Viajamos para hacer descubrimientos, no para buscar lucro alguno”.
Algunos historiadores especulan con la versión de que Vespucio participara como espía de los españoles en ese viaje, lo que no es descartable ya que luego regresó a Sevilla y posteriormente se le premió por “los servicios a la corona”, sin especificarse cuáles. En dado caso, sería agente doble, pues ya otorgaba a los portugueses información adquirida en su viaje español bajo el mando de Ojeda, que para eso lo buscaron.
Manuel I ya sabía que las tierras de Brasil vistadas en ese viaje caían dentro de la zona que le pertenecía.

La cédula mediante la cual se le otorgó la naturalización castellana, dice así:
«El Rey. A vos, Américo Vespucio, florentín, piloto y navegante de nuestra Corona, por cuanto nos habéis servido y servís con mucha fidelidad y diligencia en las armadas y viajes que habéis hecho a las Indias, y porque queremos honrar y premiar vuestros servicios y buenos trabajos, os hacemos y creamos natural de nuestros reinos de Castilla, y os damos y concedemos todas las libertades, franquezas y privilegios que tienen y gozan los naturales de nuestros reinos de Castilla.
Y mandamos a todos los concejos, justicias y regidores de las ciudades y villas de nuestros reinos de Castilla, y a todos los otros oficiales y personas que sea menester, que os tengan y traten como a natural de nuestros reinos de Castilla, y os guarden y hagan guardar todas las libertades, franquezas y privilegios que tienen y gozan los naturales de nuestros reinos de Castilla.
Dada en la ciudad de Segovia, a veintiocho días del mes de abril, año del nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo de mil quinientos y cinco.
Yo, el Rey
¿Cuáles fueron los servicios y buenos trabajos que realizó con mucha fidelidad por los que se le premiaban? Los viajes a los que se refiere sólo pudieron ser dos, uno con Ojeda y el otro con los portugueses, comandado por Cohelo.
¿Fue en ambos leal y diligente servidor del rey católico? Eso dice la cédula.
Ese mismo 1505, Fernando el Católico lo llamó a Toro, donde se acababan de convocar las Cortes de Castilla, para una junta de navegantes y cartógrafos que a partir de ahí se constituyeron como una especie de consejo de entendidos.
El rey le propuso participar en una expedición a las islas de la especiería, en la que iría como capitán junto con otro marino célebre, Vicente Yáñez Pinzón, pero una serie de imprevistos impidieron que el viaje se llevara a cabo. Cambió su nombre a Américo Vespucio, castellanización del toscano Almerigo Vespucci, y se casó con Maria Cerezo, una mujer con la que mantenía una relación desde su primera época en Sevilla.
Se especula que realizó otro viaje con los portugueses en 1503, también con Cohelo, pero su supuesto relato lo muestra con un recorrido tan parecido y con los mismos resultados que el de 1501, que sólo parece un remedo y se duda que haya sucedido, pero sobre todo que él lo haya relatado. Más aun, no coincide con lo que cuenta Cohelo de su viaje de 1503, ni con sus resultados.
Lo más probable es que sólo haya hecho esos dos viajes mencionados, el de Ojeda en 1499 y el de Cohelo en 1501.
Sin embargo….
He aquí cómo la imprenta inmortalizó a un navegante de menos de medio pelo transformándolo en una figura de relevancia histórica de enormes proporciones. Simplemente no hay lugar más grande en la tierra que lleve el nombre de una persona.
La palabra Asia deriva de Aszu, voz asiria que significa salida del Sol, o sea el Este, adquirida luego por el griego, lengua en la que significa Oriente. En árabe, su significado es más profundo, ya que es sinónimo de ‘animado’, o animación, como sinónimo poético de ‘sol naciente’.
Europa, lo opuesto en lengua akkadia, ocaso u occidente. Aunque alguna vez se pensó que el nombre vendría del mito de la adorable princesa fenicia que raptó Zeus convertido en toro y fue madre de Sarpedón, Radamantis y Minos, el rey de Creta ligado con el mito del Minotauro, Heródoto se encargó de negarlo en el Libro Cuarto de sus Historias. Dice “…es poco probable, porque Europa era asiática y nunca visitó el país que ahora llamamos Europa, no veo que tengan conexión.”
Africa, del latín africus, la palabra que usaban los antiguos romanos para referirse a todos los países al sur del Mediterráneo.
Australia, etimológicamente “sureña”, fue así bautizada del topónimo «La Australia del Espíritu Santo» que le dio el español Álvaro de Quirós a la Isla hoy parte de Vanuatu. Desde tiempos inmemoriales se usó ese nombre para identificar un imaginario continente localizado al sur. El navegador británico Matthew Flinders propuso en 1804 los nombres de «Terra Australis» o «Australia» para todo el continente.
A Groenlandia la bautizó Erik el Rojo alrededor del año 1000, por Grenland, Tierra Verde en Danés, aunque está casi en su totalidad cubierta de hielo.
No podemos negar que América va en consonancia fonética con sus semejantes.
Tampoco se duda de su eufonía ni de que es un bello nombre.
Pero veamos la vinculación con Américo:
En 1503, en Florencia y París casi de manera simultánea, comenzó a circular un pequeño impreso de apenas cuatro o seis hojas, texto que afirmaba ser una carta –traducida del italiano al latín– de un tal Albericus Vespucius, primer error o alteración acaso intencionada de los muchos que se sucedieron en publicaciones bajo su nombre. Esta carta fue escrita en Sevilla con fecha de 18 de julio de 1500, dirigida a Pierfrancesco de Medici y narra con detalle y amplitud su viaje bajo el mando de Ojeda.
Se desconoce quién llevó la carta a la imprenta, pero es claro que fue lo que hoy conocemos como una “filtración”.
Dado que a través de la historia se ha probado que no fue Américo, ni en este ni en casos posteriores, la lógica nos obliga a conjeturar que debió ser Pierfranceso.

Mi oficio me dice que cuando es “filtrado” un documento de correspondencia privada, la filtración sólo puede proceder del remitente o del destinatario, únicos con acceso a él. Además, cometer un error tan obvio como el nombre, Albericus ( que no es latín ni es toscano) en lugar de Americus -en latín, idioma de la publicación- es también falsa errata común en las filtraciones para reforzar la suposición de que la cometió alguien que desconoce detalle tan familiar o descartar que el autor sea alguien que de ninguna manera cometería tal error. Dicho de otra manera, eso prueba que no fue error, sino errata intencional.
No es casual que su circulación haya sucedido en Paris y en Florencia. La primera, ciudad de residencia de Pierfrancesco cuando fue expulsado de Florencia por su primo Lorenzo El Magnífico y donde tenía contactos y ya había otras imprentas, y la segunda, claro está, lugar de nacimiento de ambos donde el apellido Vespucci era ampliamente conocido y sin duda factor atractivo para el público.

La carta habla de la exuberancia que encontró en las tierras visitadas y , sin duda al escribirla Américo estaba convencido de estar explorando los confines de Asia oriental, pues lo dice textualmente “… Después de haber navegado al pie de 400 leguas continuamente por la costa, llegamos a la conclusión que ésta era tierra firme, como yo digo, y los confines del Asia por la parte de oriente, y el principio por la parte de occidente…”
También es una carta que nos deja perfectamente claro que su primer viaje fue este de 1499 y que por lo tanto -permítaseme redundar- no hubo otro en 1497, lo cual es de primera importancia por lo que veremos adelante. La prueba contundente la aporta Américo, pues inicia su misiva diciendo ” Hace mucho tiempo que no he escrito a Vuestra Magnificencia, y no ha sido por otra cosa, ni por nada, salvo no haberme ocurrido cosa digna de memoria”.
Sin duda, un viaje previo al que narra sería cosa digna de memoria.
El escrito también comprueba la habilidad narrativa de Vespucio, diametralmente opuesta al árido lenguaje de los reportes de navegación y como sabemos, no es uno de estos, sino correspondencia entre amigos. Seguramente de ahí el gran éxito que tuvo la publicación de 1503 y quizá la idea misma de publicarla para su venta.
Fue éste hecho el primer eslabón de la cadena de acontecimientos que vinculan la trascendencia de la figura de Vespucio con la imprenta, como ya dijimos surgida al mundo un año después de su nacimiento. Pero sobre todo, fue el lanzamiento de Américo a la fama mediática.
No entraré al enredado dilema de las seis cartas que se le atribuyen, que implica un debate que aun sigue en conflicto, todas ellas “filtradas” y sin duda alteradas como incluso lo admiten y proponen sus detractores, además que los biógrafos y analistas de la vida y correspondencia de Vespucio han confundido unas con otras y partido de las falsificaciones para generar nuevas confusiones. Es de hecho una característica de todo ello. Me referiré específicamente a las que trascendieron en el bautizo de nuestro continente con su nombre, que, por supuesto, conllevan de por sí su propia historia de alteraciones, imprecisiones y falsedades.
Al regresar de su segundo y último viaje, con Cohelo, Vespucio escribió una carta desde Lisboa también dirigida a Pierfrancesco. En ella revela su nueva convicción: no es Asia a donde ha llegado, sino un nuevo mundo.

“Dias pasados, muy ampliamente os escribí sobre mi vuelta de aquellos nuevos países, los cuales con la armada y a expensas y por mandato de este Serenísimo Rey de Portugal, hemos buscado y descubierto, y nos es lícito llamar Nuevo Mundo”
Su primera versión impresa surgió en Augsburgo en 1504, una obra en latín que decía ser un resumen de la carta de Lisboa que se tituló Mundus Novus. Tras su enorme éxito editorial, fue distribuida por Florencia, Venecia, Amberes, París y seis ciudades más entre Italia y Alemania. Pero no así en España ni en Portugal donde seguramente podría ser vista por el propio Américo, lo que no convendría a las maniobras de Pierrefrancesco.
La disposición que se hacía del material impreso en aquellos primeros años de la industria editorial es impresionante. En primer lugar se tomaban libremente y se reproducían sin dar ningún crédito al autor, aunque en este caso se uso invariablemente el nombre de Vespucio, incluso para imprimir relatos que él nunca escribió. En cada traducción o nueva edición se añadían elementos nuevos sin que nadie pudiera de alguna forma comprobar su inautenticidad.

De las seis cartas atribuidas a Américo Vespucio relativas a sus viajes descubridores, la fechada tentativamente en 1503, conocida como Mundus Novus es la más trascendente.
Tiene esta carta el mérito indiscutible y superlativo de ubicar a Américo Vespucio como el primero de sus contemporáneos que hace ver que las nuevas tierras reveladas a los ojos de Europa no pertenecen a Asia, como efectivamente fue y como equívocamente estaban creyendo tanto los navegantes como sus patrocinadores que lo antecedieron. Ubicó la presencia del nuevo territorio e incluso sirvió para precisar el 7 de agosto de 1501 como el día en que «surgimos en las costas de aquellos países y conocimos que aquella tierra no era isla sino continente«.
Con respecto a las alteraciones sin pudor, en refuerzo a la suposición de que el “filtrante” y autor fuese el populista Gianfrancesco, recordemos que ya había dado una famosísima muestra de su tendencia a falsificar. Hagamos un breve paréntesis para memorar esa ilustrativa anécdota.

Era Miguel Ángel Bounarroti un joven que aun no alcanzaba la fama cuando labró en Florencia un cupido de estupenda factura, como era su sello, en un mármol que le había dotado para el propósito Gianfrancesco de Medici. Cuando éste vió la obra tuvo la perversa ocurrencia de “envejecerla”. La enterró entre cuatro y cinco meses, fue sometida a humedad y algún otro tipo de corrosiones para que adquiriera una pátina de antigüedad y la envió a Roma al anticuario Baldassarre Del Milanese, como pieza de arqueología, quien lo vendió al cardenal de San Giorgio, Raffaele Sansoni Riario, por doscientos ducados. Fascinado con la pieza, el cardenal Riario, coleccionista y gran conocedor de arte, quizá hijo pero oficialmente sobrino del Papa Sixto IV, en algún momento posterior tuvo alguna sospecha y envió a Florencia a la persona de su confianza en adquisición de antigüedades, Jacopo Galli. Galli descubrió todo y contactó a Miguel Ángel. Le informó y pidió instrucciones al cardenal, quien le dijo que llevara ante él a ese genio. Así fue como Miguel Angel llegó a Roma y obtuvo de Riario el perdón, el aplauso y su primer contrato, con la curia, El Baco, que lo llevaría al de La Pieta del Vaticano.
El cupido pasó por las manos de César Borgia, Guidobaldo da Montefeltro e Isabel d’Este. Carlos I de Inglaterra adquirió la obra desde la colección Gonzaga. Probablemente se perdió en el incendio del Palacio de Whitehall en 1698.
La historia la relata el discípulo y biógrafo de Migue Angel Ascanio Condivi della Ripa.

Así se las gastaba Pierrefranceso, de manera que no es gratuito sospechar de él. Fue esta de Lisboa la última carta que Vespucio pudo escribir a Pierrefrancesco, pues éste murió el 20 de mayo de 1503. Pero el caminito de las falsificaciones ya había hecho derrotero.

También hay que decir que no todos cayeron en cuenta de la realidad continental tras lo razonado por Vespucio, incluido Cristóbal Colón, -quien murió desapercibidamente para el gran público en 1506, sumamente desprestigiado y aferrado a la idea de que había llegado a Asia, hasta “cerca del Rio Ganges”- pese a que indudablemente ambos personajes conversaron frente a frente sobre el tema. No sólo trataron negocios como he mencionado antes, sino también fueron amigos lo cual comprueba el mismo Colon en carta que se encuentra en el Archivo General de las Indias dirigida a su hijo Diego, que textualmente dice:
«A mi muy querido hijo don Diego Colón. En la Corte. 5 de febrero de 1505. «Diego Méndez partió de aquí lunes 3 de este mes. Después de partido, hablé con Amérigo Vespuchi, portador de esta, el cual va allá llamado por cosas de la navegación. Él siempre tuvo deseo de me hacer placer, es mucho hombre de bien; la fortuna le ha sido contraria como a otros muchos. Sus trabajos no le han aprovechado tanto como la razón requiere; él va por mío y en mucho desea de hacer cosa que redunde a mi bien, si a sus manos está. (…) El va determinado de hacer por mí todo lo que a él fuere posible. Tu padre que te ama más que a sí. .
- .S.A.S. X M Y Xpo Ferens
Es evidente que Vespucio llevaba alguna encomienda por gestionar en Sevilla a favor de Colón, que éste le confió seguro de su amistad y buen deseo de ayudar.

Algunas fuentes sostienen que incluso Vespucio estuvo ese febrero de 1505 alojado brevemente en casa de Colón en Sevilla, en los días previos al envío de esta carta, pero no encontré evidencia alguna que lo verifique irrefutablemente.
Roberto Levillier inició su estudio de la carta Mundus Novus, con el epígrafe “la carta que revolucionó la geografía”, lo cual es absolutamente cierto. Vespucio es el primer europeo que comprende que las tierras recién descubiertas forman una masa continental nueva en la concepción del mundo y por primera vez lo presenta, en esa carta, como un continente con propia identidad.
Fueron múltiples las traducciones e impresiones por toda Europa, con las consiguientes variantes, agregados, imprecisiones y contradicciones.
El tema se convirtió en una auténtica feria.

En 1505, apareció un impreso en Florencia con el titulo Carta de Americo Vespucio sobre las islas recientemente descubiertas en sus cuatro viajes, también conocida como La Lettera. Añade falsamente un supuesto viaje de 1497, que nunca se realizó y otro de 1503 y se basa en una carta apócrifa, presuntamente dirigida a Piero di Tomasso Soderini.
Los primeros textos de la Lettera contienen gruesos errores lingüísticos, e incluyen vocablos que no son sino corrupciones de términos que eran mezcla de castellano e italiano, lo cual es difícil de explicar en alguien que, como Vespucio, gozó de una educación de privilegio y manejaba las tres lenguas, castellano, toscano y latín sin confusión. En realidad —afirma Frederick Julius Pohl— sus redactores agregaron y describieron en detalle gran cantidad de elementos fantásticos en sus fabricaciones de las exploraciones del florentino, con el fin de generar aún más curiosidad en los lectores y aumentar las ventas.
En 1507 un oscuro impresor de Vicenza edita un compendio o antología de los descubrimientos, de 126 páginas, que incluye las expediciones de Vasco de Gama y Colon, y por supuesto de Vespucio, a quien menciona como Alvarico Vespuci, con su nombre en la portada y no el de Colon, induciendo a pensar que ha sido él el descubridor del nuevo mundo.

Entre tanto, en el Ducado de Lorena, gobernado por Renato II, un hombre letrado interesado en las artes y en las ciencias, formó éste duque una academia multidisciplinaria a la que llamó Gymnasium Vosagense de Saint Dié. En ella concurrían poetas, geógrafos, historiadores, y otros eruditos. El círculo dirigente, muy interesado en temas geográficos, estaba empeñado en la elaboración de una edición crítica de la Geographia de Ptolomeo -cuyo mapamundi rigió las creencias del mundo desde principios del segundo siglo de nuestra era- cuando hacia 1505 recibió, junto a unos portulanos, el impreso de Vicenza y la relación florentina de las expediciones de Vespucio. Los miembros de Saint Dié decidieron incorporar esta nueva información a su obra y además trasladarla a un mapamundi -del que se encargaría Martin Waldseemüller- en el que, de acuerdo con la tesis de Américo, aparecería el Nuevo Mundo descrito como la quarta pars de la tierra, es decir, como un cuarto continente.

Como la ambiciosa edición corrigiendo a Ptolomeo se retrasaba, decidieron adelantar en 1507 una más breve Introducción de sólo 52 páginas, sin foliar, que vio la luz el 25 de abril a la que titularon tan extensamente como Cosmographie introductio cum quibusdam geometriae ac astronomiae principiis ad eam rem necessariis. : Insuper quattuor Americi Vespucii nauigationes. Uniuersalis Cosmographiae descriptio tam in solido quam plano eis etiam insertis que Ptholomeo ignota a nuperis reperta sunt.
¡Uff!… o sea:
Introducción a la cosmografía con los principios básicos de geografía y astronomía necesarios , además los 4 viajes de Américo Vespucio con mapas del universo tanto en forma plana como esférica de todas las partes que Tolomeo ignoraba y que han sido descubiertas recientemente.

Justifican su publicación en el prefacio, diciendo que la obra tenía como objeto servir de introducción al estudio de la doctrina geográfica de Ptolomeo ya que, en su opinión, para acceder a su pretendido proyecto, el lector debía estar familiarizado con los principios básicos de la astronomía y la geometría. A ellos está consagrada la primera parte del libro que lleva como título Cosmographiae Rudimenta, y en la que se abordan, a lo largo de nueve capítulos, los principios de la geometría, los círculos del cielo, la esfera, las cinco zonas celestes, los vientos y las divisiones de la tierra.
Al joven “poeta” Mathias Ringman se le ocurrió incluir en el compendio La Lettera esa carta apócrifa atribuida a Vespucio en la que hablaba de sus supuestos cuatro viajes, pero por si no bastara, añadiendo sustanciales y disparatadas modificaciones y falsificó que estaba dirigida a su benefactor Renato II.
En el último capítulo titulado De quibusdam Cosmographie Rudimentis, compensando las sandeces, al parecer por iniciativa del cartógrafo Martín Waldseemüller lanza por primera vez la propuesta de llamar al Nuevo Mundo -más

concretamente a la parte meridional- con la palabra «América», por supuesto en honor de Américo Vespucio. Por ello, el célebre pasaje donde aparece ésta propuesta, es unánimemente considerado como el acta de bautismo del nuevo continente: «Nunc vero et haes partes sunt latius lustratae, et alia quarta pars per Americum Vesputium (ut in sequentibus audietur) inventa est, quam non video cur quis jure vetet ab Americo inventore, sagacis ingenii viro Amerigen quasi Americi terram, sive Americam dicendam : cum et Europa et Asia a mulieribus sua sortita sint nomina«: Ahora que de verdad estas regiones están sumamente exploradas, y esa cuarta parte -como se oirá después- fue descubierta por Americum Vesputium, no veo por qué razón alguien se oponga a que se les dé el nombre de Amerige, que es como decir tierra de Américo, su descubridor, varón de raro ingenio, o bien, América, puesto que tanto Europa como Asia han recibido nombres femeninos.
De quien halla sido la brillante iniciativa, el texto fue de un falsificador.

Acompañaban por supuesto a esta obra las dos piezas cartográficas prometidas en el título. La primera, Universalis Cosmographiae descriptio in solido, es un globo terrestre de configuración similar al planisferio. La segunda pieza, sin duda la más importante, lleva por título Universalis Cosmographia secundum Ptholomaei traditionem et Americi Vespucii aliorumque, lustracion que se conoce históricamente como el planisferio de Waldseemüller. Ha pasado a la posteridad de la cartografía por ser el primer mapa impreso donde aparece la palabra América sobre el nuevo continente, abarcando partes de lo que hoy son Brasil, Paraguay y Argentina, que se representa ya inequívocamente separado de Asia y rodeado totalmente de agua, con un mar al oriente que aún no descubría el explorador español Vasco Núñez de Balboa, pues lo haría hasta 1513 al sur de Panamá, y al que Magallanes llamó en 1521 Océano Pacífico tras cruzar el estrecho que lleva su nombre el 27 de noviembre de 1520 y luego soportar en alta mar tres meses de calma chicha. Por lo cual, “Pacifico”. Es un enorme mapa mural pensado para ser expuesto como un tapiz o un fresco ya que está dividido en doce hojas a modo de paneles de 45 por 62 centímetros cada uno. Por supuesto, no se delinean la costa este del continente ni su cuerpo norte. Las bases técnicas de la proyección se apoyaron en las establecidas en la edición de la Geographia de Ptolomeo recién publicada en 1482 mientras que la información geográfica procedía de los viajes de conocidos navegantes y exploradores como Marco Polo, o Américo Vespucio, citados en los márgenes del mapa.

Fue diseñado para ser colgado en las paredes de universidades y sabemos que los estudiantes hicieron bocetos de él. Fue una gran influencia para la época.
El mapa está hecho de papel europeo, con filigranas (marcas de agua) con dos coronas. Se utilizó una técnica de impresión con plancha de madera con tinta negra.

Su edición significó un éxito rotundo. Tuvo, en esa misma ciudad de Saint Dié y año de 1507 otras tres ediciones. La quinta edición latina salió a la luz en 1509 en Estrasburgo, de la mano de Johann Gruninger, todas con escasas variantes. Y tanto folleto como mapa recorrieron Europa en muchas reediciones en diversos idiomas. Fueron aceptados por los más afamados profesores y sabios como Stobnicza, Schoner, Apianus, Boulenger, Gaultier Ludd, Leonardo da Vinci y otros. Entre 1520 y 1540 se hicieron alrededor de diez mil copias
En el texto, elaborado por Matías Ringman, también se insiste mas de una vez que el descubridor del nuevo mundo es Américo Vespucio y en la gráfica que aquí incluímos aparecen a la izquierda Ptolomeo y a la derecha Américo Vespucio, lo cual enriqueció de tal manera la idea de llamar América al continente que dos decenios después toda Europa consagró el eufónico nombre de América. Quizá sólo en España siguieron llamando al Nuevo Mundo como Las Indias.
Martín Waldseemüller en una futura publicación varios años después intentó corregir la afirmación de que Vespucio era el “descubridor”, reivindicando a Colón, pero para efectos del nombre del continente ya era demasiado tarde.
En 1508 por fin Américo obtuvo un empleo bien remunerado al ser nombrado piloto mayor, cargo dependiente de la recién creada Casa de la Contratación, con instrucciones para unificar los conocimientos geográficos y la formación del «padrón real», que se iría ampliando a medida de que aumentasen.
En 1508 la conocida Junta de Burgos acordó la colonización de Tierrafirme, dividiéndola en dos gobernaciones, la de Veragua (actual Panamá y donde se fundó la primera ciudad americana: Santa María la Antigua del Darién) y la de Urabá o Nueva Andalucía. La última de estas le correspondió a Ojeda (Veragua fue para Diego de Nicuesa) y es la actual costa colombiana comprendida entre el Cabo de la Vela y el Golfo de Urabá.
Ojeda con cuatro barcos y 220 hombres zarpó de Santo Domingo el 10 de noviembre de 1509 nuevamente en compañía de Juan de la Cosa. Desembarcaron cerca de la actual Cartagena de Indias siendo atacados por los indígenas en el poblado de Turbaco, resultando muerto el ilustre cartógrafo santoñés Juan de la Cosa.
En 1512 apareció en Cracovia la Introductio in Ptholomei Cosmographiam de Jan Ze Stobnicy en la que se reproducía un mapa pequeño de la Universalis Cosmographia. Perdidos todos los ejemplares del planisferio de Waldseemüller, el de Stobnicy fue considerado por muchos años el más antiguo de los mapas que representaban a América como un continente independiente, hasta que en 1901 se descubrió en el castillo de la familia del príncipe Waldburg-Wolfegg, en Baden-Württemberg ,Alta Suabia, Alemania, el único ejemplar actualmente subsistente, que en el siglo XVI había pertenecido a Johann Schöner, el astrónomo y fabricante de globos terrestres de Núremberg. En 2003 este ejemplar único del mapa de Waldseemüller fue adquirido por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos por 10 millones de dólares y ahí permanece en una sala especial.

Cuando Schöner murió en 1547, gran parte de su colección de libros fue a la biblioteca nacional de Austria.
Por alguna razón que se desconoce, este libro con el mapa terminó en un estante sin rotular entre las páginas de un libro de la biblioteca del príncipe Waldburg-Wolfegg y allí permaneció oculto hasta inicios del siglo XX.
Y sobrevivió justamente por eso, porque dentro del libro sobrevivió en excelente conservación. El papel es de una calidad muy buena, por lo que no hubo degradación», dice Hessel, quien es también ni más ni menos que el experto curador de la biblioteca del congreso de los Estados Unidos.
“Si miras de cerca al mapa puedes ver algo de rojo y líneas verdes que fueron dibujadas por Johannes Schöner», describe a BBC Toby Hessel, autor del libro The four parts of the World.
Luego vendría en 1538 el flamenco Gerardus Mercator que ya con toda la información acumulada por los nuevos viajes y descubrimientos dibujó su famoso Mapamundi, con el continente unido y con la palabra AMERICA tanto en el norte como en el sur .
Es el mapa que aun conocemos comúnmente… y con el que hemos vivido equivocados todos estos siglos, como veremos más adelante.
Pero para no saltarnos tanto siglo, para 1538 y seguramente antes, era ya axiomática una frase:
Colon descubrió unas islas; Vespucio, un nuevo mundo.
Hasta que surgió la opinión de Bartolomé De las Casas cuyo padre acompañó a Colon en el segundo viaje. Colon, como recordamos, pisó Venezuela y por lo mismo Tierra Firme en el tercero, en 1498.

Entre las cartas apócrifas atribuidas a Vespucio ya hablamos de la Impresa por primera vez en 1505 en italiano, misma de la que parte la publicación que habla de sus supuestos pero inexistentes “Cuatro Viajes”. No uno, no dos ni tres sino múltiples autores y analistas coinciden en que el mito de “los cuatro viajes” sólo tuvo por propósito igualar en número los que efectivamente hizo Colon. La carta está dirigida a Piero di Tomasso Soderini, a quien Los florentinos eligieron gonfaloniere ( jefe del estado ) vitalicio en 1502. Soderini había sido compañero de clase de Vespucio en el convento donde estudiaron bajo la dirección del tío Giorgio Antonio Vespucci, domo ya dijimos. En la hipotética fecha de esa carta, 1505, como también dijimos, ya había muerto Pierrefrancesco. Una de las razones por las que se descree de la veracidad de esta misiva es que para entonces las familias de Vespucio y de Soderini estaban profundamente enemistadas por razones políticas e incluso, el hermano de Américo abogado y notario, Antonio, estuvo involucrado en un plan para asesinarlo, por lo que Américo no tenía trato con él.
De las Casas escribió en 1559, y depositó su trabajo en el Colegio de San Gregorio de Valladolid, pero ordenó que no se publicara antes de 1600
Analítico, De las Casas se preguntó ¿En qué expedición pisó Vespucio tierra firme?
En la versión italiana de La Lettera se indicaba que en la -inexistente- expedición de 1497 había Vespucio desembarcado en Lariab, lugar nunca identificado, pero corregida en la publicación de los Saint Dié como Paria, nombre del golfo en que había desembarcado Colón en la actual Venezuela.
De las casas sólo leyó la versión de la “corrección” y concluyó que Vespucio había mentido inventando de manera claramente intencionada que había llegado al mismo lugar que Colon, pero un año antes.
Recordemos que según la Lettera Vespucio había hecho los supuestos 4 viajes, 2 bajo bandera española en 1497 y 1499 y dos portugueses, en 1501 y 1503.
El del 97, confirmó De las Casas según sus propias indagaciones, simplemente no existió. Fue un invento descrito posteriormente con retazos del de 99 y dedujo De las Casas que por eso Vespucio no publicó sus cartas en España ni en Portugal, donde habría sido descubierto fácil y rápidamente, cuando en realidad se omitió publicarlas en la península Ibérica para evitar que el propio Vespucio las leyera.

De las Casas escribió en su Historia de las Indias:
Vista queda la industriosa cautela, no con facilidad pensada, sino por algún día rumiada de Américo Vespucio para que se le atribuyera haber descubierto la mayor parte deste indiano mundo, habiendo concedido Dios este privilegio al Almirante
En 1601 Antonio de Herrera, cronista mayor de las Indias, que había tenido acceso al trabajo inédito de De las Casas, concluyo en su Descripción de las Indias Occidentales:
“Cuan artificiosamente escribió Americo Vespucio para atribuirse la gloria del primer descubrimiento de la tierra firme quitándola al almirante Don Cristobal Colon que la halló con grandísimos trabajos”
Herrera explicó de manera bien argumentada por qué estaba claro que Vespucio no había pisado continente antes que Colon y sus escritos tuvieron una muy amplia difusión.
Vespucio, de ídolo paso a infame embustero que había pretendido engañar a todo el mundo.
Se pusieron en duda todos sus viajes relatados y comenzaron a detectarse los signos sospechosos en sus -falsificados- escritos, sin nombres de comandantes de las expediciones ni explicación de objetivos, ni preparativos, y la inexistencia del de 1497, atribuyéndosele ahora a su mala fe y usurpación las falsedades impresas en las cartas apócrifas.
Su imagen y su memoria fueron arrastradas por el fango durante todo el siglo XVII y parte del XVIII.
Colon surgió de nuevo como un héroe condenado injustamente y fue quedando claro que es el verdadero descubridor del “Nuevo Mundo”, cosa que la corona española no defendió por tenerlo en calidad de “apestado” y a sus enemigos, enquistados en la corte.

Pero en 1745 y 1789 dos florentinos, Angelo Maria Bandini y Franceso Bartolotzzi, publicaron sendas biografías sobre su compatriota. Gracias a ellos salieron a la luz unas copias de tres cartas originales escritas por Vespucio a Lorenzo Pierfranceso de Medici que se conservaban en el archivo del Estado. Una de ellas, un informe muy completo de su segundo viaje, el descrito en Mundus Novus.
Esta carta confirmó que efectivamente ese viaje, el de 1501 que lo había hecho famoso inicialmente, sí lo había realizado, ya que en sus cartas originales, que no estaban dirigidas al gran público, sino a un particular, Vespucio no tenía motivo alguno para mentir. En otra de las cartas describe el viaje de 1499, el auténtico primero.
La diferencia entre la versión manuscrita original y la versión impresa publicada con los agregados de los editores y traductores por cuyas manos pasaron, es una prueba clara del fraude.

La inexistencia en los archivos del estado florentino o en cualesquier otro lado de las otras cartas, nos dice que nunca las escribió Vespucio.
Su nombre se fue limpiando conforme avanzaron las investigaciones de historiadores serios y editores desinteresados en explotar lo que no hizo ni escribió, sino en realizar libros que dejen en claro su legado que por más inflado y desinflado que fue, de ninguna manera es insignificante.
El ilustre varón Alexander von Humboldt fue el primero que aplicó el método científico al estudio de los viajes de Vespucio. En el segundo volumen de su Examen de l’histoire de la Géographie du Nouveau Continent aux XV et XVI siècles, Humboldt concluyó que el descubrimiento de América corresponde sin duda a Colón pero exculpó a Vespucio de las acusaciones que se le hacían de fraude porque, asegura, las cartas impresas habían sido editadas y deformadas de manera confusa e inepta por otras manos.

Las cartas de Vespucio no sólo trascendieron en el mundo de la geografía y la historia. También tuvieron repercusión en la literatura y en la filosofía. Un botón de muestra es la Utopía de Tomás Moro. Es evidente que Moro leyó las cartas de Vespucio y se inspiró en ellas, no sólo para imaginar su isla sino que es esta un receptáculo de notas de viajes reales ocurridos en la época, en particular las de Américo en su viaje al sur del continente, en donde expuso que su expedición habría estado en zonas cercanas a los 52° o 53° latitud sur. Como dice Mauricio Onetto Pavez de la Facultad de Patrimonio Cultural y Educación de Chile, concretamente gracias a esta lectura tuvo Moro un punto de referencia para describir y definir los espacios geográficos de la isla de Utopía.
Como recordamos toda la historia de Utopía se experimenta en una isla cuya ubicación es una incógnita. Narra lo que muchos podrían considerar como el desarrollo idílico de una sociedad organizada, un desarrollo basado en el control absoluto de todos los aspectos de la vida social como también aquellos vinculados a la naturaleza. El trabajo, la vida social, la religión y la moral son presentados en una armonía «perfecta» en la sociedad utopiana. Las acciones de la narración cobraron vida a través de un diálogo entre tres hombres, los únicos personajes que componen la obra. Sólo uno de ellos tuvo la experiencia de haber estado en la Isla Utopía, Raphael Hythloday, el protagonista. Los otros dos personajes, son el propio Tomás y su amigo Peter Gilles. Según el texto, el protagonista era un navegante reconocido en Europa para esos años. No es gratuito que fuera un portugués, pues es el viaje con Cohelo que narra Vespucio el que más impacta a Moro. En efecto, para Gilles, Hythloday no era cualquier marinero, sino uno de esos pocos que habían tenido la posibilidad de recorrer el mundo entero. Gilles señalaba que los viajes de este trotamundos podían ser comparados con “los de Ulises o Platón”, y que estos le habían otorgado una sabiduría que lo transformaba en un verdadero filósofo. Recordemos que Tomas Moro ya había muerto cuando sobrevino la defenestración de Américo. Utopía fue publicada en el año 1516 en la ciudad de Lovaina, cuando hacía una década que había salido del horno de Saint Dié el tema de América. Hythloday explicitó que había acompañado a Américo Vespucio en sus viajes al Nuevo Mundo y en el último decidió no regresar con él. Junto a algunos de sus hombres, concluyó quedarse en aquellos parajes aún considerados como desconocidos.
El ejercicio de Moro pudo ser posible, porque poseía una gran curiosidad, aunque también por los cargos de poder que tuvo que ejercer -entre otros canciller del reino inglés-. Estos le permitieron ser un observador al día de lo que pasaba en el resto de las cortes y lugares del mundo. Moro fue testigo de las primeras cartas, imágenes y escritos que describían los nuevos descubrimientos, como también al Nuevo Mundo. Todos estos eventos los aterrizó y los vinculó a los problemas políticos y sociales de la época tanto en su país como los que vivía el resto de Europa. En este sentido, Moro fue un verdadero «hombre moderno», ya que supo vislumbrar las velocidades de los eventos a una escala mundial. Se han utilizado los significados y nombre de La Utopía para explicar múltiples problemáticas sociales y políticas en las distintas épocas que sucedieron a la obra. Vespucio abonó sustancialmente en la inspiración.
LOS MAPAMUNDIS

Decíamos líneas arriba que el mapamundi de Gerard Kremer, –latinizado Gerardo Mercator- que surgió como resumen de todos los descubrimientos de los siglos XV y XVI, nos ha mantenido engañados desde entonces y es absolutamente cierto. No ha sido un engaño perverso, pero si nos ha hecho creer cosas que no son realidad.
El mapa tradicional de Mercator fue presentado por primera vez por el geógrafo y cartógrafo flamenco en 1569. Mercator fue también quien comenzó a usar el término «atlas» para describir una colección de mapas.

Un ejemplo muy notorio de que su planisferio es irreal es el tamaño de Groenlandia. Aparece mayor que toda Sudamérica y en realidad es aproximadamente como México: tiene una superficie de 2 millones 166 mil kilómetros cuadrados y la República Mexicana 1 millón 973 mil, poquito más que un estado de Sonora pero menos que un Chihuahua de diferencia.
También la Antártida se muestra deforme en el mapa de Mercator. En general los países y regiones cercanas a los polos tienen en él un tamaño mucho mayor que el real.
Por otra parte, las distancias entre meridianos y entre paralelos son en el planisferio de Mercator siempre imprecisas o distorsionadas, no de mala fé.
El problema principal que enfrentó Mercator fue trasladar una realidad esférica a una superficie plana y no pudo encontrar una técnica para resolverlo, así que prefirió plasmar su mapa con errores.
Nadie lo ha podido solucionar.
Finalmente sirvieron y siguen permitiendo trazar líneas rectas y fueron muy útiles para cartas náuticas ya que admiten visualizar rutas, a diferencia de otras proyecciones más precisas, esféricas o en gajos.

Esta década un artista y arquitecto japonés desarrolló una representación que refleja las proporciones entre regiones y países lo más cerca a la realidad que se ha logrado hasta hoy y lo presentó en un plano.
Para crearlo se inspiró en origami, la milenaria técnica japonesa de plegado de papel, con la que se elaboran artísticas figuras.
Hajime Narukawa dividió la superficie de la esfera terrestre en 96 triángulos iguales –curvos, ya que fueron recortados sobre la superficie de un globo terráqueo– y proyectó cada uno de ellos sobre un tetraedro, cuerpo geométrico de cuatro caras iguales, en este caso, de cuatro caras triangulares iguales. Al desplegar los tetraedros, como si fueran piezas de origami, obtuvo figuras planas que representan tierras y océanos que conservan las áreas o superficies casi reales, con muy escasas distorsiones.
Hasta entonces, los mapas que mejor lograban disminuir las distorsiones de las superficies tenían la forma de gajos, es decir, no lograban una superficie cartográfica continua y resultaban incómodos o poco prácticos para utilizarlos como base para mapas temáticos. ¿Cómo representar las corrientes oceánicas en un mapa que fragmenta la superficie oceánica en pedazos que no tienen contigüidad, como ocurre en la proyección homolográfica interrumpida de John Paul Goode creada en 1923?
Evidentemente, el planisferio de Narukawa resuelve problemas que vienen desvelando a los cartógrafos desde hace siglos. Sin embargo, está lejos de mostrarnos el mundo tal cual es.
El mapa se llama AutaGraph y su autor, Hajime Narukawa, ganó con él uno de los galardones más prestigiosos de diseño en Japón, el Gran Premio de Diseño o Good Design Award, concedido por el Instituto Japonés de Promoción del Diseño.
Sin embargo, se sabe que es imposible representar los objetos distribuidos sobre una esfera, cuerpo geométrico de tres dimensiones, a un plano que sólo tiene dos dimensiones. Por lo tanto, es imposible hacer un planisferio que represente “fielmente” los continentes y los océanos tal cual son. Todos, absolutamente todos los mapas, sacrifican algunas propiedades geométricas en el tránsito de la esfera al plano: a veces, se distorsionan las superficies, como ocurre en el tan criticado mapa de Mercator. Otras veces se distorsionan los ángulos (algo que es sumamente preciso en el mapa de Mercator y que hace que siga siendo útil para navegación marina, terrestre y aérea porque la propiedad angular sirve para orientar la brújula y definir el rumbo de barcos y aviones. Otras veces se distorsionan las formas de los contornos continentales a cambio de mantener las áreas o superficies. Este último es el caso del mapa de Nakurawa: aunque los kilómetros cuadrados de países y continentes son bastante precisos, distorsiona los ángulos y las formas.
Narukawa y su equipo dedicaron el premio a Américo Vespucio, por haber sido alguien que se percató oportunamente de que el mundo no es como lo pintan. Ni en su época, ni en la nuestra.
En síntesis, a más de 500 años de la muerte de Vespucio aun no es posible plasmar en planisferio la precisa redondez de la tierra.
Vespucio murió en Sevilla el 22 de febrero de 1512, posiblemente de malaria o en alguna epidemia, viviendo con decoro y casado con Maria Cerezo, el amor de su vida. No tuvo hijos reconocidos, aunque se afirma que engendró dos con una sirvienta negra de la que nada se sabe.
Su rentero era el obispo Fonseca.
En 2012, en ocasión de los 500 años de su fallecimiento, Italia declaró el Año Vespuciano con una serie de celebraciones y en Nueva York se inauguró la exposición ‘Amerigo’s America – Firenze e i Mercanti del Nuovo Mondo’ en la St John’s University , que luego fue a Florencia y a Tokio.
Colon escribió que a Vespucio la fortuna le había sido contraria. En vida, quizá, pero sin pensarlo ni luchar por ello se le obsequió la inmortalidad.
Carta del 18 de Julio de 1500. Completa y Auténtica:
https://memoriapoliticademexico.org/Textos/1Independencia/1500ENM.html
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