Hace unos días el escritor y Premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa hizo unas declaraciones lamentables acerca de la libertad de expresión y el periodismo en México.
El escritor peruano dijo: “Hay más libertad de expresión en México hoy en día que hace 20 años, sin ninguna duda. Y el que haya 100 periodistas asesinados yo creo que es en gran parte por culpa de la libertad de prensa que hoy permite a los periodistas decir cosas que antes no se podían permitir, que en todo esto el narcotráfico juega un papel absolutamente central y por eso habría que llegar a la raíz de los problemas, que en muchos casos está en el narcotráfico”. Sorprende la desinformación, o la ignorancia, o el descaro, o el cinismo o todas las anteriores del nobel, al escuchar sus declaraciones.
En México es cierto se viven tiempos diferentes, que hace casi 30 años, cuando el nobel acuñó aquella frase la «dictadura perfecta» para describir al régimen priista totalitario de entonces. Es cierto la prensa mexicana ya no sólo se limita a unos cuantos diarios y a un par de canales de televisión. La variedad y las plataformas son más. Pero también es cierto que esa libertad se ha visto mermada los últimos años debido el crecimiento del crimen organizado y a la intolerancia y la añoranza de aquellos tiempos dictatoriales por parte del gobierno.
Las declaraciones de Vargas Llosa rayan en la ignorancia al asociar la violencia contra el periodismo exclusivamente al crimen organizado. Pero qué podemos decir del despido de una periodista por dar a conocer los escándalos de corrupción en los que ha incurrido el gobierno federal, o de verdad podemos decir que se puede informar de lo que sea cuando una joven periodista fue mandada a golpear por un alcalde en Guanajuato y otro mandado a detener en Quintana Roo por parte del gobernador. O la rabieta de un alcalde en Chihuahua que manda clausurar un medio de comunicación sin los elementos suficientes.
Estos casos revelan la verdadera dimensión del problema, la incertidumbre en la que se ejerce el periodismo en este país: más de la mitad de los ataques provienen de autoridades, esto según el informe «Democracias Simulada» de la organización Artículo19, 266 de las 507 agresiones documentadas en 2017 vinieron de funcionarios públicos.
Si a esto le sumamos el claro contubernio que existe entre el narcotráfico y los diferentes niveles de gobierno, entonces de qué libertad de prensa estamos hablando. «En 2013 se partía del análisis de que, por un lado, el crimen organizado asesinaba y, por el otro, las autoridades agredían. Al cierre de este sexenio las líneas son cada vez menos claras; la narco política torna imposible, en la mayoría de los casos, trazar una frontera entre el crimen organizado y los funcionarios públicos» señala el mismo reporte.
En este país si se agrede y se asesina a los comunicadores y periodistas es precisamente por la falta de libertad de expresión, no hace falta ganar un nobel para caer en esa conclusión. Le sugerimos al escritor peruano que ya mejor se dedique a vivir de dar exclusivas para el Hola español.
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