Hace menos de dos meses, la empresa china de autos eléctricos BYD, la más exitosa en el mundo, muy por encima de Tesla, se instaló en un corralón de piso de tierra y barda de alambre de malla, sobre la Avenida Tecnológico de Ciudad Juárez. Se veía que en tres o cuatro mil metros cuadrados aledaños se iniciaba la construcción del edificio de exhibición de los exitosos vehículos eléctricos. En menos de un mes, los vehículos chinos ya tenían un bello edificio con tres de sus cuatro muros de cristal. Esta agresividad comercial de la nueva “ruta de la seda” mantiene a los Estados Unidos y Canadá con cierto nerviosismo, que en el caso de Trump se expresó con la amenaza de imponer aranceles de hasta el 200% a los vehículos importados desde México.
Entre las medidas que se han tomado ante la posible invasión de vehículos eléctricos chinos, cuyo precio y rendimiento en sus baterías duplican al de Tesla, está la de proteger el mercado de Elon Musk, uno de los artífices del triunfo de Donald Trump por segunda vez en una elección presidencial en los Estados Unidos y, además, miembro del próximo gabinete.
La realidad es que no existe en México una sola planta de ensamble de automóviles chinos, aunque BYD ha mostrado interés en instalar una. Sin embargo, dadas las guerras comerciales que sostiene con los EE. UU., se ha manifestado que estas plantas serían para el mercado mundial y doméstico en México, que, con sus 130 millones de habitantes, resulta un atractivo cliente.
Asustan con el petate del muerto
En 2022, el principal socio comercial de los Estados Unidos era China. Fue hasta el año pasado que México ocupó de nuevo ese lugar, exportando 475 mil millones de dólares, lo que significó un 5% más que el año inmediatamente anterior. En esos mismos años, China, que era la principal exportadora a EE. UU., perdió un 20% de sus ventas, llegando a solo 427 mil millones, lo que la colocó como el tercer socio comercial de los Estados Unidos, después de Canadá.
La industria china colabora con solo el 1% de los componentes de los vehículos fabricados en México. Recientemente se cambió la regla de origen para que el 62.5% de los componentes de cada vehículo producido y comercializado en la zona del T-MEC suba a un 75%.
Donald Trump ha repetido que en el diccionario “la palabra que le parece más bonita es arancel”. Los canadienses, por su parte, comenzaron con el gobierno local de la provincia de Ontario, pero ya se han manifestado en el mismo sentido los 12 gobiernos locales. Incluso el propio Justin Trudeau habla de nuevos caminos en el T-MEC, aunque de forma un tanto ambigua.
Por cierto, Tesla, y por lo tanto Elon Musk, tiene una fábrica de ensamble en China. En realidad, Musk busca la tecnología que utiliza BYD, que permite una autonomía en sus baterías de 1000 kilómetros, contra los 500 de las que él produce. Se llama doble moral.
Los aranceles ya se nos aplican
Los aranceles en la zona del T-MEC se han aplicado desde hace décadas. De hecho, en este momento los Estados Unidos aplican un arancel del 25% al acero importado de México y un 10% al aluminio. México, cuando sus intereses se han visto vulnerados por la no aplicación estricta del tratado, también ha aplicado aranceles a productos tanto canadienses como estadounidenses. No es un terreno desconocido, pero por algún motivo alarma en este momento, sobre todo por la llegada de un presidente inestable e impredecible como Trump a los Estados Unidos.
México ha cumplido
En el sector automotriz, México exportó el año pasado 1 millón 600 mil vehículos a los vecinos del norte. Todos ellos fueron de marcas alemanas, coreanas y, sobre todo, norteamericanas. Lo malo en los tiempos que vienen, y en las relaciones con los Estados Unidos, es que, como dijo el negociador mexicano del T-MEC, el regiomontano Ildefonso Guajardo, quien recientemente declaró a un medio de comunicación: “Lo malo es que ya les enseñamos el caminito”.
Cuando, con la sola amenaza de aranceles, López Obrador y Marcelo Ebrard se doblaron en 15 minutos, tiempo suficiente para una llamada telefónica entre los dos mexicanos, Trump no se ha cansado de repetirlo: “Nunca había visto a nadie doblarse tan rápido”.
La presidenta Claudia Sheinbaum parece más cerebral y serena. Tal vez solo tenga que presionar a los empresarios, para que cambien el “Made in China” por un “Hecho en México”. Esto, aunque se haga solo en textiles y artículos menores, es totalmente controlable… Veremos y diremos.