David Quintana
La primera vez que me topé con Rick and Morty fue en una entrada de The Simpson en la escena icónica del sillón. La nave en la que viajan los protagonistas se estrella en la casa a toda velocidad y asesina a toda la familia, convirtiéndolos (por alguna razón) en un charco de tinta donde están mezclados. Rick toma una muestra del charco amarillo, abre un portal interdimensional y envía a Morty a un local de clonación que se asemeja a un centro de copias e impresiones en alguna parte del multiverso.
Rick and Morty llegaron para quedarse y la aparición de esta escena es una probadita del impacto que ha causado este show animado para adultos. La serie surge de un corto animado titulado Doc and Mharti presentado en un festival de cine. El corto parte de la premisa de Back to the Future (Zemeckis, 1985) en la que un científico loco suelta chorrada tras chorrada de contenido adulto para hacer reír. La filial de televisión Adult Swim contrató a sus creadores Justin Roiland y Dan Harmon para llevar el concepto a la televisión y más allá en el año 2013. Del programa había escuchado apenas el año pasado y siempre fueron recomendaciones a muerte.
Decidí enfrentarme a la serie y el resultado fue más que satisfactorio.
¿La trama? En una familia disfuncional –admito que el cliché estuvo por ahuyentarme– Jerry (el padre patético y torpe), Beth (la madre frustrada hasta la médula), Summer (la joven de 17 absorta en lo superficial) y Morty (el adolescente de 14 obsesionado con el sexo) tienen que lidiar con los problemas y soluciones que acarrea el padre de Beth, Rick Sánchez. Éste vive con ellos y desde su taller localizado en la cochera, realiza toda clase de aparatos y experimentos que llevan a la familia a vivir aventuras que rayan en lo desquiciante. La serie es episódica y es necesario ser avispado y poner atención para notar el sutíl pero notable eco que deja un capítulo tras otro. El argumento de cada episodio suele girar en torno a Rick y Morty, sus aventuras y la relación que van construyendo, no obstante, cada capítulo suele desarrollarse en dos líneas narrativas paralelas que se complementan y que a veces se cruzan. Sobra decir que tiene una intención endemoniadamente narrativa, es decir, pasan cosas, muchas cosas y estas repercuten en distinta medida a los episodios consecuentes.
El piloto de la serie no plantea nada fuera de lo común en el mundo de la animación para adultos: provocaciones, chistes sobre sexo y alcohol, violencia incómoda y estúpida que apela al morbo para reírse. Sin embargo, la propuesta de la serie me motivó a seguir y a partir del segundo episodio, la serie se desenvuelve a gran velocidad, sin dar muchos respiros y extendiendo la intención de los argumentos hacia el mensaje de fondo: la insignificancia del ser humano en el gran esquema del universo. En cada capítulo, la trama se plantea a partir de conflictos aderezados con ciencia ficción y fantasía ademas de tener una dosis sana de referencias. Viajes en el tiempo, clones, creación de vida artificial, robots con consciencia propia, formas de vida alienígena incomprensibles, organizaciones interplanetarias, realidades paralelas, líneas temporales con todas las permutaciones que la imgación permita, son algunas de las herramientas de las que se valen los escritores para transmitir un mensaje constante y lapidaria: el vacío de existir y la nula relevancia de nuestras acciones en el parpadeo que es nuestro andar en el mundo.
El fatalismo y algunos conceptos existencialistas son bombardeados directamente sobre el expectador. Sin mucho interés en cuidar la corrección política, lo taboo o el respeto a la vida, Rick and Morty se burla de forma brutal sobre la búsqueda de sentido. Los argumentos operan sobre decenas de cadáveres de personajes En Rick and Morty la vida de los personajes, fuera de los protagonistas vale nada y si estos llegan a interponerse en su camino morirán. Bien valdría la pena hacer un recuento de cuántas formas de vida diversas perecen en estas desventuras ya que como bien apunta el español Dayo en su video blog, esta serie divide el mundo en dos grupos: los fuertes y los débiles y no pierde un minuto con los débiles.
Éstos últimos caerán por montones y a pesar de que algunos tengan algún vínculo con Rick, a este no le interesará en lo más mínimo ya que esa es su personalidad. Rick personifica a un egoísmo cínico y carente tanto de corrección política como de escrúpulos. Es cierto que es el más realista, el que mejor entiende (en el contexto familiar) su diminuto rol en el multiverso y el potencial de adoptar actitudes nihilistas frente a una existencia tan banal. Es difícil no escandalizarse con su perspectiva pero de igual manera es poco sencillo no empatizar con él. También es cierto que conforme pasan los capítulos hacia un cierre un poco inverosímil en la segunda temporada, los escritores fueron agregando pequeños rasgos de humanidad al preocuparse por su nieto (su equivalente a Pepe El Grillo), por el vacío que siente cuando no encuentra con quien convivir, cuando asesinan a uno de sus mejores amigos enfrente de él, pero lo cierto es que el otro discurso imperante se conserva: la ley del más fuerte prevalece aquí y en cualquier otra parte.
No discuto la vibra burlona y ella misma no se toma muy en serio, pero es duro no perturbarse y sentirse inquieto con la miseria humana que se explora en el show a veces sobre la mesa, a veces de manera tan sutil que apenas se nota. Un ejemplo, tal vez el más icónico. En el sexto episodio de la primera temporada, Morty le pide de favor a su abuelo, le ayude a conquistar a la chica que le gusta, éste le da una probeta con hormonas alienígenas y todo termina en una pandemia incontrolable e irremediable que transforma a todos los seres humanos en horripilantes y grotescos monstruos ¿la solución? Morty y Rick huyen a otra realidad paralela en la que la pandemia sí se evitó, pero en la que ellos mismos mueren en un accidente y al descubrirlo, entierran sus cuerpos en el jardín y se sustituyen a sí mismos en un mundo donde todo sigue girando con la diferencia de los bultos de tierra en el patio trasero. Ellos «enfrentan» las consecuencias de sus actos aprovechando la futilidad de su existencia.
Recomiendo la serie ampliamente ya que su animación no es excepcional, pero sí de gran calidad, con una dirección artística divertida (el detalle de los ojos por alguna razón me pone tenso) y un sentido del humor que no es nuevo pero que se siente fresco. Si te gusta el sci-fi no te la puedes perder y es una buena forma de reírse del vacío de la vida.
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