«Esta es una revolución muy extraña, quizá porque no es una revolución sino un simulacro de rebelión para las clases medias acomodadas.» Sentencia Ricardo Dubba para Letras Libres, pues el referéndum soberanista en Cataluña deja mucho que pensar aunque es difícil descifrar si el desconcierto debe estar en la respuesta del Estado español o en las tácticas de los independentistas catalanes. Tal vez el desconcierto proviene del temor occidental por el desgajamiento de los Estados-nación. ¿Vuelta a modelos pretéritos o simple necesidad de reconfigurar los modos de relacionarse con la dichosa comunidad global?
La iniciativa rebelde de Cataluña no es novedad en la historia de la comunidad autónoma ni en la historia de España. Andalucía, El País Vasco, Galicia o Valencia, son otros casos de la resistencia interna al Estado-nación. Tampoco es una sorpresa en Europa o África donde hay intentonas de movimientos separatistas o nacionalistas. No obstante, el referéndum catalán impactó profundamente en la conciencia internacional por las imágenes de la respuesta directa de Rajoy.
En tiempo real se atestiguó como desde la mañana comenzaron a llenarse las improvisadas urnas para definir qué es lo que le conviene más a la nación catalana. Por la tarde, se atestiguó de la misma manera, como la Guardia Nacional y la policía acudió a los puntos de votación para «capturar» las urnas y desarticular el proceso tan ilegal como ilegítimo, al menos desde el punto de vista constitucional.
El resultado es que se quedaron para la posteridad montones de imágenes cargadas de dos bases indiscutibles para el imaginario del fenómeno: por un lado, los anhelos heroicos de soberanía y reconocimiento llevados a la práctica, por otro lado, la exagerada represión del Estado al llevarse los «toppers» disfrazados de urnas y golpeando ardientes patriotas de avanzada edad. Al día siguiente, charlo con una colega que resumiría la respuesta del Estado diciendo: «Rajoy mandó golpear a viejitos» y el comentario no está para nada fuera de lugar.
La mayoría de la población votante, se sabe, tiene entre 40 y 55 años, y sí, no son adultos mayores pero las fotografías y lo videos hablan de ancianos y ancianas con la cabeza reventada, empujados y arrastrados fuera de los recintos hasta por el cabello. En contramedida, se hizo viral la imagen de un hombre de edad avanzada siendo el primero en votar de toda la jornada, al menos en el punto al que asiste. Las personas cargadas de historia local reafirman un anhelo histórico.
Rajoy evidentemente no logra comprender los caminos para enfrentar una crisis (porque lo es) de esta naturaleza. Detener el referéndum era necesario en términos de legalidad, pero la violencia que se ejerció fue excesiva y espectacular para un movimiento aparentemente «inofensivo». ¿Era posible detener el referéndum sin que la tensión costara moretones y descalabros? El asunto es que la fuerza bruta no era la respuesta, pues ésta justifica y motiva con más energía el movimiento. Aun cuando sigan existiendo diferencias respecto a tal decisión, es inevitable que la opinión popular comience a apoyar a los separatistas por la represión.
La táctica de los separatistas es sin duda y no es muy complicado pensar en ellos y en el presidente de Cataluña, Puigdemont, como golpistas. En la misma noche del plebiscito, después de la represión se hablaba de una proclamar de independencia en el curso de la semana, a pesar de que el Tribunal Constitucional había ya declarado inconstitucional a la consulta popular. Sin mencionar, que evidentemente, no todos los catalanes desean la independencia. Una manifestación desde Barcelona (que forma parte de la región) se mostró en contra del movimiento e invitaba al nacionalismo español y no regional. Después de tres días, el debate al respecto gira en torno a la jugada tramposa, clandestina e ilegítima del separatismo, pues no son pocos los que no dejan de señalar tanto las esquinas oscuras del movimiento como la torpeza del Estado para resolver el asunto con la misma herramienta que los independentistas alegan estar usando: la legitimidad de la decisión de la mayoría.
Discuto con mi colega y señalo que el presidente estuvo acorralado pues pudo terminar mucho peor el no haber intervenido. Mi colega me hace ver mi falla al entender el conflicto, falla que el Estado español al parecer también comparte. La salida, como Estado que vela por los intereses de todo el país, es convocar al plebiscito y buscar en el mundo real, no el de las redes sociales o demás medios masivos sino en la realidad española, esa mayoría que desea la independencia de la región.
«Si supieras historia, sabrías que el plebiscito es la solución que ha funcionado en otros casos». El caso escocés es ilustrativo. Aunque la derrota del «sí» fue cerrada es también clara la tendencia general por el «no». ¿Por qué esperar a la iniciativa «popular» y no enfrentar a los separatistas con el resto del país y probablemente, con el resto de la Unión Europea? Ahora es muy tarde, la violencia de Rajoy lo ha exhibido como un autoritario y la EU está prestando mucha atención a su respuesta. Si bien fue «inocente» el referéndum, sigue siendo una práctica democrática y a la que se tiene derecho. La corona española se ha pronunciado en favor del diálogo y la unidad pero vale la pena preguntarse qué peso político conserva Felipe VI más allá de la antigua autoridad.
En medio de una huelga en rechazo de la violencia excesiva, el presidente Puigdemont anunció que el 9 de octubre anunciará los resultados de la consulta popular y detallará los efectos de éstos sobre una posible declaración unilateral de secesión. Los argumentos para ver con ojos de sospecha a este movimiento son numerosos. Es fácil cuestionar algunas de las afirmaciones que fundamentan la necesidad de independizarse. Tal vez el argumento más fuerte y persuasivo para apoyar la secesión sea el de la riqueza que les espera la emancipación. Pero es un efecto que evidentemente (fuera de todos los datos financieros de la región) recorrerá una larga cuesta arriba, pues tiene que lidiar con un montón de acuerdos y definiciones (con la UE, con la ONU, con España y Francia inmediatamente) que en su proceso, puede haber más vacío que riqueza.
Otro que puede ser engañoso es el del derecho a la autodeterminación. Si Cataluña en verdad quiere secesión y desea reconocimiento internacional (más bien le es imprescindible) tiene que apelar a su derecho de autodeterminación pero de manera legal, constitucional, vigilada y respaldada por la comunidad internacional. El domingo se vio a más de dos millones de personas reafirmando su derecho de autodeterminación de forma ordenada y pacífica, pero ilegal y violenta contra la constitución a la que todavía está sujeta. El derecho debe ejercerse pero esta no es la manera y en la historia hay ejemplos de consultas populares realizadas en toda regla y sin ser unilaterales al gobierno central, parlamento o congreso: Escocia, Canadá, Montenegro o Sudán del Sur.
A pesar de ello, no deja de ser delicado el tema pues exitoso o no, los anhelos de independencia y soberanía deben tener su correspondiente lugar y respaldo. Tristemente, la sentencia que comienza este texto ilumina el fenómeno. Un sector específico convoca a la consulta popular para el desgajamiento. Abusa de sus derechos y abusa de los deseos de un sector importante de la región, sí pero que no es de la mayoría, para mejorar o mantener privilegios, beneficios o intereses. No debe sorprender que el movimiento se desvirtúe gradualmente, pues como se mencionó, el imaginario está cargado del Rajoy violento y autoritario (que sí lo es) y no tanto del separatismo inconstitucional y poco democrático (que sí lo es).
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