(Primera parte)
Las tecnologías informáticas han cambiado como escuchamos música, cómo nos relacionamos con otras personas, cómo adquirimos productos, cómo se realizan investigaciones y también están cambiando las formas de trabajo, ingreso y acumulación de capital. Aparecen nuevos empleos y estos sectores emergentes se convierten en pujantes negocios que florecen a una velocidad de vértigo. Los servicios de reproducción de música o televisión por streaming, las tiendas digitales súper eficientes o los servicios de transporte particular como Uber son ejemplos del potencial de la imaginación concatenada a estas innovaciones. El cielo es el límite.
Cierto es que aún falta mucho para que estas iniciativas privadas puedan generar los ingresos de las materias primas, los energéticos, la tecnología de manufactura, los mercados inmobiliarios o la industria armamentista. Pero sin duda han demostrado, por sus porcentajes de crecimiento y de ingresos, que pueden reunir enormes cantidades de capital, popularizarse como plaga y ofrecer nuevas ramificaciones de la economía. Es común leer notas sobre productos (no todos) maravillosos engendrados en alguna mesa de trabajo de Silicon Valley, California.
Productos que intentan trazar nuevos derroteros por la comida orgánica, el desarrollo de inteligencia artificial, de robótica para el hogar, etcétera. Sin embargo ¿qué tan lejos nos encontramos de una auténtica revolución económica con base en estas tecnologías? Y me refiero a un cambio tan radical como el que propició el petróleo o el establecimiento del Fondo Monetario Internacional para la economía mundial.
Tal vez no tanto o al menos eso dicen los promotores de las criptomonedas, quienes proclaman con mucha emoción las ventajas del blockchain para nuestro frágil régimen capitalista globalizado. Si usted lector, lectora, jamás había escuchado alguno de estos dos términos, puede sentirse excluido. Pues es un mercado emergente que ya lleva operando desde 2009. Hay toda una jerga alrededor de las criptomonedas que obliga a buscar un glosario para cualquier neófito. Permítame hacer una breve introducción.
En 2008, justo después de que reventara la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos provocando la recesión y posterior crisis económica a nivel internacional, comenzó a fraguarse un nuevo sistema de divisas digitales. El ente conocido como «Satochi Nakamoto» (sabemos que es un alias, hay fuertes sospechas sobre su verdadera identidad pero no se sabe con certeza de quién o quiénes se trata) publicó en 2009 el artículo «Bitcoin: A Peer-to-Peer Electronic System». En el texto (que es de muy fácil acceso) explica de forma concreta el proyecto «Bitcoin». Aquí la cosa comienza a ponerse macabra.
En enero de 2009, comenzaron a generarse las bitcoins, una divisa completamente digital que únicamente se encuentra en internet. Dicha moneda no tiene un soporte físico en el mundo «real», no se valora con respecto al oro, plata, petróleo, materias primas ni ninguna clase de objeto físico. Esta currency sólo se podía intercambiar por internet y su valor fue mínimo en sus primeros dos años. Las personas podían intercambiar entre sí estas bitcoins por medio de la red sin intermediarios de ninguna clase, es decir, no hay bancos, empresas o particulares que regularan o administraran estas primeras e inocentes transacciones.
Básicamente era un servicio internacional de envío de divisas sin intermediarios ni costos extras. El sistema en el que se soportaba este intercambio de bitcoins tampoco descansaba en alguna dependencia, institución, Estado o particular, pues se formaron «nodos» informáticos donde el poder de procesamiento de los usuarios en conjunto mantenía las líneas de comunicación y no algún centro de servidores dedicados, además de ser esta misma red de nodos la que se dedicaba a validar las divisas entregadas. Un sistema fiduciario autónomo, descentralizado y seguro.
La seguridad de este sistema se basa en los registros de los intercambios de las bitcoins. Pues cada transacción pasa por un número determinado de nodos, dejando un «rastro» en cada punto de conexión. Registros que se convirtieron en las famosas blockchain. Cadenas que aglutinan dichos registros convertidos en problemas matemáticos que pueden resolverse y comprobar el valor de una divisa. Pensar en el blockchain como un enorme libro de cuentas público y respaldado por esta potencia de procesamiento conjunta. Esta característica de ser seguro, aparentemente, hace virtualmente imposible el robo, falsificación o manufactura ilegítima de criptomonedas, pues estas cadenas de registro contienen también una especie de firma digital del usuario y es fácilmente comprobable la autenticidad de una transacción.
Mi explicación además de somera puede ser confusa. Pero es este carácter esotérico de las criptomonedas las que han provocado muchas sospechas, rechazos y temores para abordarlos. Lo crucial de entender es lo siguiente: En 2009 se lazó por internet una moneda digital, de valor mínimo y que es validada por las computadoras conectadas de sus usuarios. Computadoras que construyen registros que hacen, supuestamente, 100{1735f8c4d45cf8a7c22ecbf90211e3be8db77eaf7294ee842f16f03e71870070} seguras a este dinero. El valor de las bitcoins comenzó conforme se realizaron las primeras transacciones de bienes y servicios en el mundo real. Los usuarios comenzaron a usar estas monedas para pagar sus rentas, comprar ropa, comida, pagar boletos de viaje o de eventos. Comenzaron a usarlo como una moneda de valor real sin tener un soporte físico, organismo regulador o dueño particular de todo el capital. Ahora en 2017 se ha consolidado no sólo como una moneda de valor dentro y fuera de la red, sino como un pujante mercado novedoso con acciones en la bolsa e incluso intercambiable con muchas de las monedas internacionales. Según la página coinmarketcap.com (página que monitorea el valor de las criptomonedas más valiosas del mundo) un bitcoin (la moneda más valiosa del momento) tiene un valor de 4,608 dólares, que en consecuencia equivale a 8,1748 pesos mexicanos. Si usted tiene una bitcoin, puede venderla en más de ochenta mil pesos.
Continuará…
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