Segunda y última parte
La Gaceta Imperial del 30 de abril de 1821 describió: En la Plaza Mayor y dentro de la elipse en la que se hallaba colocada la estatua ecuestre de bronce de Carlos IV, la cual fue esculpida por Manuel Tolsá de 1796 a 1863, por cierto, Tolsá murió a consecuencia de una úlcera gástrica, sus restos descansan en el panteón de San Fernando, allí levantaron un templete de figura rotonda y ésta sobre columnas de orden corintio, en cuyo extremo se miraba un águila parada en un nopal, la que simboliza la libertad de la Nación Mexicana.
Los lienzos cubrían el pedestal representando: La elevación de la América Septentrional al rango de Nación Independiente y libre y ser igual a las demás que lo son, en el, se veía un trono elevado con sitial enfrente, en el cual se hallaban colocados el cetro y la corona imperial, de uno y otro lado levantaron el pabellón del trono sosteniendo unas letras en que se leía: «Al solio asciende, que ya nadie tu corona pende».
Por triviales que hoy parezcan estos detalles, bien sirven en que todo acto se relacionaba con la independencia y la libertad conquistada, fue una gran novedad digna de celebrarse con la mayor pompa posible, el 27 de octubre de 1821 a las 10 de la mañana.
Juró la independencia, el alcalde del Ayuntamiento coronel Ignacio Ormaechea, tomó el Pabellón Nacional, lo colocó en el balcón principal de las casas consistoriales y al aparecer fue saludado con un repique de las campanas de la Catedral de México.
Se publicó un bando indultando a los sentenciados a muerte.
A las 4 de la tarde, el Alcalde proclamó en voz alta: «México, México, México, jura la Independencia del Imperio Mexicano, bajo las bases del Plan de Iguala y el Tratado de Córdova», enseguida se hicieron salvas de artillería y hubo replique general, publicándose el 22 de octubre de 1821 por bando, un decreto, contribuyendo con su exacta obediencia en lo que corresponde al debido reconocimiento del gobierno y a la prosperidad de la Nación Mexicana.
Parecía que la marcha del nuevo imperio no hallaría tropiezo alguno, sólo lo relacionado con la escasez de recursos pecuniarios, por lo que se hablaba de secretos, de complots y de conspiraciones para el establecimiento de una República.
Don Agustín de Iturbide, descubrió a los conspiradores y mandó encarcelar a 17 personas, entre ellos estaba Guadalupe Victoria, Nicolás Bravo, Miguel Barragán, el Lic. Juan B. Morales y los sacerdotes Carbajal y Jiménez, quienes a los pocos días fueron puestos en libertad, excepto Guadalupe Victoria, quien se fugó de la prisión, permaneciendo oculto en la casa de un amigo.
Por alzarse Agustín de Iturbide el poder y ceñirse la corona del nuevo imperio mexicano, Carlos María Bustamante dio a luz un periódico semanario intitulado: «La Avispa de Chilpancingo», ofrenda consagrada a la memoria de José María Morelos, criticando el inusitado lujo del gobierno imperial, dicha alusión de la pompa dispendiosa la calificó de sediciosa. Carlos María Bustamante fue reducido a prisión a pesar de la ojeriza de Agustín de Iturbide, el jurado lo absolvió a las pocas horas de estar en prisión.
Al primer grito de independencia se introdujo a México la francmasonería, creándose logias bajo el rito escocés, una de ellas fue en donde participó el excelente escritor José Joaquín Fernández de Lizardi; intervino el gringo Joel Roberts Poinsett, el cual se inmiscuyo en la política interna, al constituir el rito masónico yorquino en contraposición al rito escocés; el secretario de Relaciones Interiores y Exteriores, José María de Bocanegra, pidió el retiro en 1829 de ese masón, al presidente estadounidense Andrew Jackson quien aceptó.
De inmediato se formó un triunvirato del poder Ejecutivo, encabezándolo Nicolás Bravo, junto con Celestino Negrete y Guadalupe Victoria, cuyo nombre era José Miguel Ramón Félix Fernández, falleciendo a los 70 años en 1854 en su hacienda El Jobo, ubicado en la costa mexicana de Barlovento (sic).
Posteriormente el Congreso constituyente nombró a Nicolás Bravo presidente interino del 11 al 19 de julio de 1839, fue presidente sustituto del 26 de octubre de 1842 al 14 de marzo de 1843, volvió a ser presidente interino de julio 28 al 4 de agosto de 1846, sobresale un acto positivo al encabezar contra los gringos, la defensa del Castillo de Chapultepec un 13 de septiembre de 1847, con ello Nicolás Bravo se redimió ante la Patria.
De año 1824 a 1910 hubo 31 presidentes agremiados casi todos al rito masónico como Guadalupe Victoria, el cual fundó la Gran Legión del Aguila Negra, en Jalapa, Veracruz, en 1825, también se formaron cinco logias, siendo los «venerables» maestros José María Alpuche, Vicente Ramón Guerrero Saldaña, Lorenzo de Zavala, Félix Aburto y Agustín Viesca.
Antonio López de Santa Ana fue 11 veces presidente. Valentín Gómez Farías fue 5 veces presidente. Anastasio Bustamante, Nicolás Bravo, José Joaquín de Herrera fueron presidentes tres veces cada uno. Valentín Canalizo, Pedro María Anaya, Ignacio Comonfort y Manuel de la Peña, dos veces presidente cada uno, hasta llegar a Benito Juárez, que ostentó el poder durante 14 años y seis meses y Porfirio Díaz se aproximó a 30 años ya que gobernó de 1877 a 1880 y de diciembre de 1884 a mayo de 1911.
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