Ya con anterioridad a 1973 el alcalde de Aldama, Chihuahua, Francisco «Paco» Jáquez y el periodista allí radicado Manuel Herrera Carde le habían dado a conocer a la Asociación Estatal de Periodistas Chihuahuenses (AEPCH) el peligro de derrumbe del histórico Templo de Santa Ana de Chinarras por falta total de mantenimiento, y el peligro de que el bosque pudiera llegar a desaparecer por el abandono en que se le tenía y la tala de que era objeto su arbolado de álamos, no obstante de que legalmente era zona protegida por decreto del presidente Manuel Ávila Camacho, que refrendó a su vez, el ya emitido en 1934 por Lázaro Cárdenas declarándolos Parque Nacional al conjunto boscoso y al templo de Chinarras.
Paco Jáquez, excelente amigo y amoroso del pueblo en quien nació; y Manuel Herrera avecindado en Aldama por su amistad con el inolvidable piloto aviador Jesús José «Cheché» Ruiz que sí era aldamense, insistían en que los entonces periodistas agrupados en la AEPCH podían salvar el bosque y templo de Aldama como lo habían hecho en otros lugares de la entidad chihuahuense.
La oportunidad grata, amistosa de hacerlo, se llegó la tarde de 28 de febrero de 1973 cuando Aurelio Páez Chavira, presidente en turno de la AEPCH, entre los otros muchos asuntos que ya se le habían planteado al presidente Echeverría, sentados con él en la sala Colima de Los Pinos, le habló sobre el bosque y el templo, describiéndoselos al mandatario, que escuchaba con suma atención no sólo a Páez sino a todas las expresiones que le hicieron durante tres días la veintena de periodistas chihuahuenses en Los Pinos.
–Mañana vendrá a desayunar aquí el subsecretario de Bienes Nacionales para que le expliquen ustedes mismos la gravedad de ambos asuntos relativos a Aldama–, le decía Echeverría a don Aurelio pero volteando a vernos a los demás periodistas allí presentes.
Y así fue. Y así salieron las órdenes para atender la conservación científica y técnica del bosque y la reconstrucción total con respeto a su originalidad, del templo de Chinarras.
En menos de seis meses, los álamos se podaron, se limpió el predio, se extrajo el muérdago (plaga parasitaria que se pega a las ramas de los álamos), y se reconstruyó con rapidez el templo, fundado en 1716 por los misioneros españoles que apacentaron a los indios chinarras.
Ahora, templo y bosque requieren otra voluntad como la de Luis Echeverría.
Chihuahua, 2017
*Premio Nacional de Periodismo 1973
Opina