•Por el maestro indigenista jubilado Virgilio Ruiz Valenzuela supe que el Internado de Creel no tenía literas, colchones ni cobijas •El gobernador José Reyes Baeza Terrazas me mandó a decirle a Carlos Carrera Robles que atendiera esa carencia de inmediato
•Plausible la actuación de Jaime Enríquez Ordóñez al acatar de la mejor manera las instrucciones del Gobernador y del Secretario Carrera
Era la mañana del lunes 13 de noviembre de 2006 cuando el gobernador José Reyes Baeza terrazas me dijo:
—«Dígale a Carlos Carrera que atienda eso de inmediato».
Salía José Reyes de Palacio por la puerta de la calle Libertad hacia la camioneta blanca en que se trasladaba, pero al verme, como siempre, se detuvo y cuando me saludaba con el clásico «¿cómo le va?, le mostré la portada del periódico tabloide mensual Longitud 107 número 95 del sábado 30 del mes anterior, que era de fácil lectura: Una cabecita: En el Internado Indígena de Creel. Y seis breves sumarios:
1.- Duermen en el vil suelo sobre colchones destripados
2.- Requieren de 60 literas, 120 colchones, chamarras y cobijas nuevas
3.- Están desnutridos porque comen poca y muy pobre comida
4.- Merecen despensas mejor surtidas y dietéticamente balanceadas
5.- Compran muy cara la leña para sus estufas y sus calentones
6.- Son 58 mujercitas y 50 varoncitos Tarahumaras y un niño Pima
El Gobernador dobló en tres el tabloide y lo metió a la bolsa derecha de su saco y, me repitió:
«Así lo hacemos. Dígale a Carrera que atienda eso de inmediato».
Con mucha «barandilla» diaria por su importantísima función como titular de la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de Chihuahua, el arquitecto Carlos Carrera Robles me recibió hasta el jueves 23 de ese noviembre de 2006, y tras el saludo, le mostré otro ejemplar igual al que se llevó el gobernador José Reyes Baeza Terrazas en la bolsa de su saco.
De una ojeada se enteró rápido Carlos Carrera de lo que se trataba. Por el teléfono interior pidió la presencia de su secretaria, dama de verdad muy amable y notoriamente muy eficiente, y le dijo:
-«Dígale a Jaime Enríquez que venga».
Algo muy breve, no recuerdo qué, platicamos Carrera y yo, porque a los cinco minutos ya estaba allí el Director de la Comisión Coordinadora de la Tarahumara, pues su oficina estaba por la calle Allende, a cuadra y media del edificio Héroes de la Revolución, donde despachaba Carlos Carrera.
—«¿Lo conoces?», le preguntó a Jaime, como presentándome con su amigo y subordinado.
Jaime no contestó si si o si no, sólo expresó: «el señor González Raizola y yo somos muy viejos amigos, pues nos contactó mi hermano Polo».
Le dio Carrera el periódico de marras, señalándole lo que estaba escrito en la portada y le ordenó:
—«Compra todo eso y mándalo a Creel lo más pronto que te sea posible, por acuerdo del Gobernador».
Y a mí: «ahora dele carrilla a Jaime para ver si satisfacemos ese reclamo antes de que llegue el invierno, que es muy cruel en Creel».
En efecto, era lógico que requeríase tiempo, como por ejemplo para construir las sesenta literas, con la mejor madera, en la carpintería que operaba en Creel la Coordinadora Tarahumara. Los colchones, las cobijas, las sábanas y las chamarras se pidieron a fabricantes mayoristas. Las despensas se enriquecieron de inmediato. Era mucho el entusiasmo que Jaime Enríquez y sus gentes le pusieron al cumplimiento de su jefe inmediato y al Gobernador del Estado.
Y todo se cumplió. Por eso en la portada del periódico Longitud 107 número 105 de agosto del 2007, la cabeza principal decía:
Reyes Baeza, Carlos Carrera y Jaime Enríquez, dotan de literas, cobijas, colchones y mejores alimentos a la Casa de Estudiante Indígena de Creel.
En el texto se aludía a que la maestra Yolanda Córdoba Mancinas, que se encargaba de atender ese Internado en forma gratuita, emocionada compartía que sus estudiantes adquirían nueva forma de vida.
¿Cómo supe de aquél triste y hasta humillante problema que confrontaban los internos, que estudiaban primaria, secundaria y prepa, y procedían del medio indígena circunvecino a Creel? Es obligado confesarlo brevemente:
Disponíame la media tarde del miércoles 30 de agosto de 2006 a entrar al hotel Korachi de mi amigo Lalo Mendoza cuando me detiene un hombre que me identifica como en periódico Longitud 107 y a boquijarro me sugiere que vaya al Internado Indígena «para que vea las tristes condiciones en que viven allí 58 hombrecitos y 50 jovencitas Tarahumaras que duermen en el suelo sobre sucios y destripados colchones y sin cobijas».
Lléveme, le dije, sin más trámite.
Del Hotel Korachi al Internado que está justo enfrente del estadio de beisbol aquél hombre que dijo llamarse Virgilio Ruiz Valenzuela, ser profesor jubilado en Educación Indígena y esposo de la maestra, también indigenista jubilada Yolanda Córdoba Mancinas, que funge como encargada del Internado.
Son dos galerones separados por un intermedio que utilizan como cocina y comedor. En un galerón duermen los hombrecitos. En el otro las mujercitas.
-«Pero pase. Entre para que vea los colchones destripados, tirados en el vil cemento», me dice el profesor Virgilio y casi me jala del brazo.
Lo que se veía. Lo que ví en ambos galerones no podía ser más triste ni más impresionante. Y superaba, en veracidad, lo descrito por el maestro.
Se incorpora la maestra Yolanda y entre los dos me comentan que los galerones los construyó hace diez años la Fundación del Empresariado Chihuahuense (FECAH, o FECHAC) que los dejó sin enjarre en las frías paredes de block, sin vidrios en las ventanas, en pies de cemento «martajado» y sin los servicios sanitarios indispensables, y me explican que ellos, «como han ido pudiendo» le hacen arreglos pero que no pueden comprar colchones nuevos y traerles literas, cobijas, ni nada.
Con el tiempo supe, después, que este matrimonio de profesores indigenistas jubilados, son personas sumamente apreciadas en Creel por su abierta y pronta disposición a participar en actividades sociales de mejoras colectivas.
No le dije nada en aquel momento, pero en mi mente apareció la figura del gobernador José Reyes Baeza Terrazas, al que traje en la mira para darle la narración de aquel drama humano. Después acordé primero publicarlo y ya publicado, enseñárselo al Gobernador para que dispusiera «lo concerniente».
La hora llegó aquella mañana del lunes 13 de noviembre de 2006, cuando me mandó a decirle a Carlos Carrera que atendiera aquello de inmediato.
Opina