Ni las películas de culto (término que me parece comienza a debilitarse con los mares de información y opiniones de internet) se salvan de la modita en el cine actual de no escribir cosas nuevas, sino apelar a la explotación de conceptos de los ochentas y noventas en sus diversos formatos (secuela, precuela, remake, reboot, spin-off, etc.) traduciéndolas al siglo XXI. Danny Boyle (Slumdog Millionaire, 2008) nos trae en este contexto una secuela de la mítica Trainspotting de 1996, que no sólo reunió al elenco principal de la cinta noventera: Ewan McGregor, Ewen Bremmer (quien se lleva las escenas), Jonny Lee Miller y Robert Carlyle sino que también trajo al mismo guionista John Hodge.
Así como la primera, que está basada en la novela homónima del autor Irvine Welsh, también la segunda está basada en secuela escrita por el mismo autor y de título Porno (2002). Aunque el director afirma que la adaptación de Porno es bastante más libre que la realizada a la anterior novela. Han pasado veinte años del estreno de Trainspotting y de la misma manera se desarrolla su secuela. Dos décadas nos separan desde que Mark Renton (McGregor) traicionó a sus compañeros y se llevó a Ámsterdam un dineral para dejar atrás su vida de adicto y no girar la mirada nunca más. Mark vuelve al terruño y se encuentra con un acabado «Spud» (Bremmer) al que salva del suicidio y con un Simon «Sick Boy» (Miller) adicto ahora a la cocaína. Lo reciben de forma poca amistosa, pero la nostalgia enternecedora de su antigua camaradería los conecta y los encauza a abrir un burdel. Mientras tanto, el violento Franco Begbie (Carlyle) se las ingenia para salir del boticario y en su retorno al mundo se entera de que cierto ex adicto a la heroína volvió al barrio.
La crítica ha demostrado un consenso. Boyle se pierde entre la nostalgia, el fan service y el tributo. T2 aparenta ser más una traducción, a veces, un bombardeo de referencias e incluso de recreaciones o repeticiones de escenas de la primera parte. En este aspecto se han centrado numerosas críticas y no los culpo, mucho del metraje está ocupado en atender a la producción noventera. Sin embargo, me parece que se ha puesto mucha atención en un detalle no predominante de la continuación, incluso me parece no es su peor defecto. Conforme detectaba esos guiños, referencias e incluso metidas de footage de la antecesora en esta cinta pensaba que se trataba de un fan service con sentido dramático, me parece que el director de Steve Jobs (2015) intenta construir un eco audio-visual que transmita una idea tan melancólica como real: pasaron veinte años de esa primera locura y esos cuatro lustros los hemos vivido el director, los actores, los personajes y los espectadores mismos. La película lleva a rememorar los simbolismos y los mensajes de aquella cinta que retumban en el presente como algo que ya no está, que los días se convierten en décadas delante de nosotros de manera desconcertante y poco alentadora y que como se dice en T2 «el mundo cambia, pero nosotros no». No dudo que el director sea consciente de esto porque dispara a quema ropa la idea con exposición de los personajes volviendo a lugares y situaciones ya vívidas, que llevan a un déjà vu melancólico. Al ver esos ecos no sólo vemos hacia atrás de los protagonistas, sino también hacia el atrás de nosotros mismos. ¿Dónde estábamos? ¿Qué hacíamos? ¿Qué edad y qué anhelos teníamos? ¿Con quién estábamos? ¿Con qué nos quedamos cuándo Trainspotting llegó a nosotros? La cinta nos recuerda que como Renton, somos «turistas de nuestro pasado» como espectadores.
Lamentablemente el resto de metraje no ayuda a reforzar esta intención que se mantiene difusa. Hay muchos diálogos y escenas memorables, el ojo de Boyle convierte a T2 en cine de autor, aunque su fotografía ya no transmita ese ambiente sucio y barriobajero, me parece que esa fue su intención y creo que esto juega a su favor. Visualmente sigue siendo harto interesante, el juego de colores azul, verde y rojo está tan presente como la calidad en su musicalización. Un deleite pa’ la oreja y pa’ los ojos. Algo que me agradó bastante de esta secuela y que no hay en la primera es el manejo del ritmo. En esta ocasión la narrativa se mantiene viva y hace que los 117 minutos apenas se sientan, por otra parte, en la anterior entrega percibo una innecesaria lentitud en el último tercio.
Su peor defecto no es su contenido nostálgico (que creo se ha leído con mucha dureza) sino su vacío político. El icónico discurso en Trainspotting sobre el engaño de la elección se intentó recrear en esta ocasión, pero su impacto es menos efectivo y se sintió un poco como el puchero de alguien que no congenia con la tecnología. En definitiva, se pudo plantear esto de otra forma en el guion pues es en casos como éste donde se justifica su acusación de nostálgica empedernida. Una verdadera traducción del mensaje de ese discurso no se completa con poner en el diálogo las palabras «Facebook» o «Instagram», es re imaginar ese engaño de la elección y abordarlo por otras veredas. Ese es su gran pecado, pudo ser una gran oportunidad para retransmitir el contenido político de su antecesora y hablar sobre muchos temas sociales y culturales de ese mundillo anglosajón de 2017. Temas que se revisan superficialmente y que se sienten como insuficientes. Hay tela de donde cortar y la inspiración (hay un replanteamiento sabroso aunque corto de la dupla fútbol-cultura masculina), pero no hubo en apariencia la predisposición de darle secuencia al desafío conseguido en el 96 y esto se nota mucho cuando termina y se siente como una respuesta a la pregunta ¿qué le ocurrió a los personajes en estos veinte años?
En efecto, se podría calificar de simple epílogo a Trainspotting 2 por esta carencia, por esta falta de sentido contestatario y potencial catártico para una generación a la que le urge desesperadamente. Hay calidad y cuidado en la producción sin duda, pero esa sensación de desencanto con la realidad que provoca la primera parte no está aquí. No es mala porque sea «más feliz» (que no lo es), no es excelente porque no alcanzó el elemento definitorio del concepto Trainspotting. Si Boyle buscaba otra cosa pues no hubo muchas pistas de ello. La recomiendo sólo si has visto la anterior, puesto que será difícil disfrutarla y entenderla por completo sin el bagaje necesario. Saldrás satisfecho de la sala (yo salí encantado) pero pronto notarás esa faltante.
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