Chihuahua tiene una gran trayectoria histórica para construir el país, si no les molesta, el símil me atrevería a decir que Chihuahua es un alerta sísmica de los movimientos del país. Si uno quiere saber hacia dónde va México, hay que ver que pasa aquí: aquí se jugó la Independencia, desde aquí corrieron a Porfirio Díaz y lo subieron al Ypiranga para que se fuera; aquí comienza esta ola de transición democrática que estamos viviendo en el 86, pero también aquí han comenzado algunos de los fenómenos más horrendos, más violentos, importando también algunos de las soluciones más serias y más rigurosos para enfrentarlos.
Así es que celebremos que es aquí, en Chihuahua, donde intentamos responder una pregunta, que seguramente nadie de los que estamos aquí conocemos su respuesta: ¿Cómo va a ser la lucha contra la corrupción durante la Cuarta transformación?
Porque todas y todos sabíamos cómo dar esa lucha antes de julio, pero ciertamente está cambiando el panorama y el paisaje, y esta es la pregunta central que intentaré responder en esta interlocución.
Un segundo argumento que me lleva a festejar nuestra presencia en Chihuahua, es la lógica federalista que debe de imponerse en la lucha contra la corrupción. Esta idea que sólo desde la cúspide del poder, desde el Palacio Nacional, allá en el Zócalo, puede transformarse nuestra sociedad corrupta en una sociedad honesta, me parece que apuesta al producto milagro, quitándole dignidad a la investidura presidencial, la lucha contra la corrupción se lleva de abajo hacia arriba. Si uno quiere que el ciudadano se vuelva cómplice de la honestidad, y en este sentido despreciar la gravedad de la corrupción municipal o despreciar la responsabilidad de las entidades sobre la lucha, es no entender cómo viene la agenda siguiente, y en este sentido, un estado que ha defendido el federalismo y que tiene grandes desafíos en el futuro para seguirlo defendiendo, nos coloca hoy en una circunstancia inmejorable para hablar de la agenda que viene en esta materia.
Y un tercer elemento, que he dicho de alguna manera, es agradecerle al gobernador Javier Corral, pues que nos invite tan pronto a este refugio, a este santuario para responder en plural, en masa, en grupo, en comunidad, preguntas que nos llevamos haciendo muchos en lo individual desde hace un rato, les insisto con la principal: ¿cómo voy a seguir esta batalla que venía dando en un contexto que pareciera va a ser muy distinto todavía no sé cuánto, pero no se antoja el mismo?
En efecto, y lo digo a manera irónica, no es lo mismo luchar contra la corrupción en la época de Enrique Peña Nieto, que hacerlo en la nueva era que viene con Andrés Manuel López Obrador a la cabeza.
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Dividí la conversación en tres momentos, el primero tiene que ver con una conversación frente al primer párrafo de la convocatoria. No me atrevería a decir que hoy arranca un movimiento anticorrupción, creo que quienes hemos participado en esta gesta, sabemos que este movimiento tiene mucho tiempo andando y en ese sentido venimos de lejos y vale la pena ver qué conclusiones podemos tener al respecto.
Si la sociedad no sabe criticarse a sí misma, es muy probable que no tenga el coraje para decir la verdad cuando habla con el poder, entonces so pena de perder los pocos amigos que tengo, me voy a permitir también –en un tercer momento– me parece ha sido el aprendizaje de aquello que desde la demanda social hemos hecho bien, pero también aquello que nos falta mejorar, o incluso corregir radicalmente.
Comienzo con el primer punto. Para defender este argumento, decía yo hace un momento, los que venimos de lejos, si ustedes revisan las encuestas posteriores a la elección, 8 de cada 10 mexicanos, cuentéenme entre uno de ellos, rechazábamos el statu quo, queríamos un cambio en este país. Es una cantidad bastante importante, hablar del 80 por ciento de la población, nuevamente es probable que si ustedes revisan las encuestas de la elección estatal, cuando ganó Javier Corral reflejaban también una densa población queriendo un cambio, y luego preguntándose, quién en la oferta política podía responder a ese cambio, los dos argumentos de todos esos sondeos, en junio o mayo de este año respondían a dos dolencias principales: uno corrupción. Corrupción que en el 2000 estaba en la séptima de nuestras prioridades, que se ha convertido de las principales; y, la segunda, dolor por la desigualdad económica expresada en el patrimonio de las personas.
El cambio, entonces, se significa como un deseo por erradicar la corrupción, una corrupción que está íntimamente ligada a cómo las instituciones desigualan. Por eso es muy difícil separar corrupción de la desigualdad, ahora sin ofender la investidura presidencial, son las encuestas los que lo han hecho, la variable principal que explica el resultado de julio se llama Enrique Peña Nieto.
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Hay elementos en el expediente: corrupción y desigualdad que ganan sobre muchos otros y por eso me permito mencionarlos sin quitarle peso al resto.
Nuevamente, si observamos el comportamiento de la aprobación al gobierno que sale, todo mundo concluimos que Ayotzinapa y Casa Blanca son dos momentos claves en 2014 para transformar nuestra relación con el poder. Vale la pena preguntarse porque estos dos casos y no otro, a mi con Ayotzinapa me sorprende, porque las muertas de Juárez nunca fue un expediente que arrancara a el país entero la indignación que sí arrancó Ayotzinapa.
No voy a hacer aquí un análisis académico sobre el tema, pero vale la pena preguntárnoslo, lo que sí sabemos es porque Ayotzinapa se convirtió, déjenme utilizar la metáfora, en una suerte de piedra roseta, de nuestra circunstancia, la piedra roseta, es esta que se encontraron en Egipto y que permitió justamente traducir del egipcio a otras lenguas.
Ayotzinapa nos ayuda a traducir nuestro malestar, a sacarlo del coraje y del enojo irracional y poderlo traducir en propuestas. Primero Ayotzinapa nos demuestra que la autoridad está corrompida en casi todos sus niveles, desde la policía municipal, pasando por la estatal, es inaudible lo federal. Un día sabremos a qué grado estaba involucrado el 27 batallón o la 35 Zona Militar, pero de que fueron omisos, ya hasta ahora los militares lo reconocen.
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El otro caso, el de la Casa Blanca, nos dice que no solamente desde el activismo social, sino del periodismo serio, distante del poder, se puede destruir el castillo de la corrupción. Casa Blanca es un éxito por el rigor, porque pudieron hacerse solicitudes de información, en un sistema donde se han vuelto clave las solicitudes de información, porque el periodista no se quemó en una sola nota y en un solo día un dato tan relevante, como que el presidente tenía una casa muy grande, sino que gracias a la paciencia, a la prudencia, se pudo demostrar cómo la Casa Blanca es la roncha del sarampión.
Lo que importa es observar el sarampión y la relación entre el presidente Enrique Peña Nieto y el constructor Hinojosa mostró en efecto un problema sistémico, pero es sobre todo emblemático porque es la Casa Blanca no del presidente municipal, sino del presidente de la República, y si el presidente de la República puede prestarse a ese conflicto de interés sin pagar costos legales, desde luego que el presidente municipal estará pensando en pintar de blanco su casa.
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Vuelvo al tema de nuestra agenda pendiente, no se merece el futuro presidente de este país, no se merecen los gobernadores, las y los representantes electos ser tratados como “producto milagro”. No, no es cierto que haya un gobernante que pueda curarlo todo, y por lo tanto, mala noticia, no nos podemos ir de vacaciones.
No podemos bajar los brazos, si veníamos exigiendo no nos queda de otra que seguir exigiendo. Resulta que también en la cuarta transformación también nos gustó exigir, porque es indispensable, porque el musculo requiere seguirse ejercitando, y porque, en efecto, estas instituciones se han construido desde la demanda, y hemos logrado que la oferta de instituciones cambie desde la demanda, así es que mirando la demanda cómo la logramos, cémo la robustecemos que vamos a poder seguir derrotando la corrupción en nuestro país.
Democracia que no se mueve desde la demanda, no es democracia, es un sistema autoritario; sistema político donde es la oferta la que se impone, es un sistema autoritario, y es probable que esta situación sea el dilema de los próximos meses.
¿Vamos a seguir construyendo el país desde la organización social, desde el periodismo, desde el litigio estratégico, desde la burocracia que cotidianamente administra la vida de los ciudadanos, o vamos a dejarle solamente a la oferta que hoy fije la agenda lo que importa, lo que no importa, quién es corrupto y quién no es corrupto?
* Ricardo Raphael es autor del libro Manual de investigación 3.0. Periodismo urgente (Ariel, 2017). Fragmento de la conferencia inaugural que dictó en el Encuentro Nacional Anticorrupción, realizado en el Museo Casa Chihuahua el 11 y 12 de octubre de 2018, en la ciudad de Chihuahua.
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